| Ciertamente, las denuncias sobre violaciones de la libertad 
          de expresión ofrecen una estampa dramática cuando alcanzan la violencia 
          de los asesinatos. Aún así, a pesar de las decenas de muertes que cada 
          año sitúan a América Latina a la cabeza de la estadística mundial, lo 
          cierto es que las víctimas de las agresiones no son, por regla general, 
          directivos o trabajadores de los grandes medios escritos o audiovisuales. 
          Salvo en casos excepcionales o en situaciones políticas críticas de períodos 
          pasados, las muertes tienen por escenario pequeñas poblaciones y alcanzan 
          a periodistas de medios locales y comunitarios o a corresponsales de grandes 
          medios en ciudades menores; esto es, allí donde la proximidad entre los 
          poderes corruptos o mafiosos de la zona y la debilidad de las estructuras 
          mediáticas crean unas relaciones dialécticas asimétricas, en las que la 
          muerte es la solución última y excepcional, y es mucho más frecuente el 
          silencio o la complacencia con situaciones de abuso y violación de la 
          ley. Así, entre 1989 y 2001, según los datos de la SIP, de los 124 periodistas 
          asesinados en la región, 105 (el 84,7 por ciento) ejercían en medios locales, 
          41 de ellos en radio, 30 en diarios, 15 en publicaciones no diarias y 
          12 en televisiones. Sólo 7 (el 5,6 por ciento) pertenecían a medios escritos 
          de ámbito nacional, 6 a radios de capitales de nación y 2 a televisiones 
          de cobertura estatal. En los medios locales, con infraestructuras muy 
          reducidas, los atentados mortales son, en no pocos casos, contra los directores, 
          propietarios o responsables de medios familiares o de propiedad comunitaria.
  "Los periodistas de las regiones 
              aplican la autocensura en cada palabra que escriben, como única garantía 
              para seguir ejerciendo sin ser víctimas de señalamientos que podrían costarles 
              la vida" (1). "Faltándole la visibilidad y la prominencia 
              de los medios noticiosos metropolitanos y el control efectivo sobre los 
              poderes locales, los reporteros regionales son vulnerables a la brutalidad 
              policíaca y a la represión paramilitar" (2).   No es frecuente, salvo en 
            situaciones excepcionales, encontrar casos de violencia máxima en las 
            relaciones y tensiones de poder con los grandes medios, con las emisoras 
            de televisión y diarios de circulación nacional. Aquí se da una gama de 
            posiciones que va desde la dignidad e independencia de muchos medios, 
            cuya fuerza y respeto se basa en la credibilidad y la cultura democrática 
            que emana de sus contenidos, a la connivencia con los entramados económicos 
            y políticos dominantes, en torno a los cuales giran parte de las finanzas, 
            la política, la publicidad, las ayudas, sin restricciones éticas por los 
            colores gobernantes o por la naturaleza de las contraprestaciones informativas 
          y de opinión exigidas por el ambiente.  | 
      
        | (1) 
          Augusto Guevara, "Con el miedo a cuestas", en Sala de Prensa, Ciudad 
          de México, núm. 37, noviembre 2001. (v. 
            artículo). (2) Silvio Waisbord, La política del palo: violencia contra 
          la prensa en América Latina", en Pulso del Periodismo, Miami (Florida, 
          USA), abril de 2000 (v. 
            artículo).
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