Todas las naciones de América Latina, excepción hecha de
Cuba, reconocen la libertad de expresión como un principio constitucional,
independientemente de la práctica real de este derecho o de las cortapisas
a su ejercicio inherentes a una cultura política que recela, en la práctica,
de la expresión libre como una amenaza. Como una válvula de escape para
la denuncia de situaciones de dominio social endémico, de corrupción muy
arraigada o de apropiación del espacio público por parte de fuerzas políticas
que restringen el Estado de derecho a expresiones de democracia débil,
donde los derechos se adaptan, en ocasiones, a los acusados perfiles de
la dualización social. "A pesar de la problemática de la prensa latinoamericana
que, en muchos casos, no funciona en forma objetiva e independiente, el
periodismo fiscalizador es, ante la falta de voluntad de los gobiernos
para enfrentar la corrupción, quizás el único recurso con que los ciudadanos
cuentan actualmente para vigilar a sus gobernantes" (1).
Aunque en ocasiones se hagan expresiones genéricas sobre América Latina,
como un todo homogéneo, no es correcto abordar las cuestiones referentes
al sistema de medios de la zona en esos términos, e injusto extender al
conjunto de la región las visiones más pesimistas sobre el respeto a la
libertad de expresión. Como señala Daniel E. Jones, "América Latina existe
más como proyecto que como realidad, y las enormes diferencias de todo
orden que separan a unos países de otros han dificultado desde antiguo
cualquier intento unificador, ya sea en el terreno político, en el económico
o en el cultural" (2).
A pesar de esa diversidad, lógica en un espacio demográfico de 550 millones
de habitantes, integrado por más de veinte realidades nacionales, lo cierto
es que la coincidencia en la definición de la libertad de expresión está
acompañada, también de una manera muy extendida, por las restricciones,
tanto por la existencia de leyes específicas que recortan el concepto
amplio, meramente enunciativo de las cartas magnas, y lo conducen a circuitos
de fiscalización administrativa o de fácil intervención judicial. Es así
como se desvirtúa un derecho fundamental y se relega a la defensa del
honor de los políticos y funcionarios, al resguardo de éstos frente a
la crítica, al tiempo que se genera una cultura autocensora en una clase
profesional desvertebrada, laboralmente deprimida, sin condiciones para
generar un criterio ético y una proyección social de su trabajo (3). Las
leyes mordaza, duramente criticadas desde la Relatoría especial de la
OEA, la SIP y otras organizaciones, son el verdadero cáncer que impide
la existencia de una prensa libre en la mayoría de las naciones de América
Latina.
Estas circunstancias, cuya casuística se detalla en los informes nacionales,
mantiene como asignatura pendiente de la democratización en la región
la cuestión de la libertad de los medios. Entre los sectores profesionales
más críticos, se trata de un valor convenido, sometido a códigos pre-democráticos,
bien entendidos no sólo por los gobernantes y los grupos de poder, sino
por las empresas editoras, muchas veces vinculadas a las estructuras de
permanencia, esto es, a aquellas que resisten las transiciones políticas.
"...los objetivos políticos, religiosos o de intereses económicos vinculados
a familias propietarias de los grandes medios han sido mucho más frecuentes
como motivación profesional que los principios clásicos del periodismo
como un poder independiente al servicio del público y de la verdad" (4). |
(1) Jaime López, "Un virus llamado
mordaza", en Libertad-Prensa.org, 21 septiembre 2001. Texto
completo).
(2) "La comunicación en América Latina", Innovarium, Venezuela, 1997. Texto
completo).
(3) "Los congresos de los países del continente americano, salvo Jamaica,
han mantenido vigentes normas que establecen como delitos contra el honor,
la calumnia, la injuria y la difamación. Con la iniciación de una denuncia
penal por uno de estos delitos, el periodista o, en algunos casos, el director
del medio, puede ser condenado a cárcel por una publicación inexacta o por
atacar el honor o reputación de una persona". (Jairo E. Lanao, "¿Quiénes
restringen a la prensa?", artículo aparecido en la página web de Periodistas
de Investigación, México, julio-agosto 1999. Texto
completo)
(4) "La prensa en transición en América Latina", ponencia presentada en
el Cefir. Texto
completo).
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