| La focalización del estudio de la libertad de expresión 
          en la trasgresión de los problemas que afectan a la libertad de empresa 
          impide profundizar en las causas de muchas de las aberraciones denunciadas. 
          La ética de las empresas, sus relaciones con las estructuras de poder 
          fáctico y sus derivas desestabilizadoras de situaciones políticas escasamente 
          estables, forman parte, en ocasiones, de la amalgama de factores que impiden 
          el desarrollo de la cultura democrática. A veces, se produce la paradoja 
          de la búsqueda de un derecho inalcanzable, porque no se apoya en una estructura 
          de derechos consolidada o en un ambiente social y de seguridad propio 
          de otros referentes externos. Porque, en ocasiones, son ciertos medios, 
          a través de su construcción periodística de la realidad y sus inducciones 
          de opinión, quienes patrimonializan el usufructo de la libertad de expresión 
          en beneficio de posiciones escasamente democráticas, parciales e interesadas, 
          instaladas en estructuras corruptas o ajenas a los proyectos de modernización, 
          cambio social y cultura propias del Estado de derecho. John Virute ha analizado con detalle algunas de las causas que provocan 
          el déficit democrático de los medios, con tres categorías de comportamientos 
          externos a la acción de los Gobiernos, que minan, desde el interior de 
          las empresas editoras y de las redacciones, la naturaleza ética inseparable 
          de un ejercicio de la libertad de expresión que se corresponda con el 
          derecho a la información de las audiencias:
  "La primera tiene que ver con la gerencia. Es decir, 
              que existe poca o ninguna independencia en la sala de redacción. Las notas 
              se eliminan o se confeccionan, a la medida, para satisfacer a determinados 
              anunciantes, gobernantes, políticos, empresarios o a los intereses del 
              dueño o director de ese medio de prensa. La segunda es la corrupción en 
              la sala de redacción. Invariablemente se trata de pagos ilícitos a los 
              periodistas, regalos, conflictos de interés o uso indebido de influencia. 
              La tercera categoría se trata del comportamiento antiético en la investigación, 
              preparación y redacción de las noticias. Me refiero a casos de invasión 
              de la privacidad, mal manejo de las fuentes, plagio, uso de subterfugios 
              y engaños, edición distorsionada y manipulación de fotos" (1). En el ámbito profesional, además de las debilidades ya 
            señaladas, se producen situaciones muy diversas, según las naciones, pero 
            no siempre existe el criterio de necesidad de una formación sólida del 
            periodista, con la genuina afirmación de que limitar el acceso a la profesión 
            a los titulados en escuelas y universidades es tanto como limitar a 
            este núcleo la libertad de expresión... Doctrina insostenible, que no 
            sólo elimina los criterios de responsabilidad social y capacitación para 
            la defensa del derecho a la información de las audiencias, sino que pone 
            en entredicho las limitaciones a la libertad de expresión provenientes 
            de la selección económica de los emisores: no todos pueden emitir, sino 
            aquellos afortunados que poseen la propiedad de un medio y éstos no garantizan 
            la pluralidad. La degradación en los criterios selectivos de cualificación 
            profesional puede convertirse, en ocasiones, en un instrumento de fidelización 
            y proletarización de las plantillas redaccionales, muy alejado de las 
            prácticas formativas y laborales que se dan en las democracias europeas. Estos requerimientos no se corresponden con las demandas de los periodistas. 
                Así, en Brasil, probablemente la nación de América Latina con mayor grado 
                de afiliación sindical, la Federação Nacional dos Jornalistas (FENAJ), 
                emitía el 28 de noviembre de 2001 un "Manifesto em defensa do Jornalismo", 
                en cuyo primer párrafo se señalaba: "La sociedad brasileña corre el riesgo 
                de perder una de sus más relevantes conquistas: el derecho a la información 
                independiente y plural, condición indispensable para una vida en una democracia. 
                La amenaza parte de una nueva ofensiva patronal para desregular la profesión 
                de periodista, a través de la tentativa de imponer el fin de la obligatoriedad 
                del título para el ejercicio profesional".
  "¿Cómo podemos aceptar -añade el manifiesto- 
            que la necesidad de que el periodista sea un profesional titulado está 
            cercenando la libertad de expresión en los medios y el derecho de la sociedad 
            a la información? (...) Entendemos, por ello, que el carácter indispensable 
            de la formación profesional es necesario para el ejercicio regular de 
            nuestra actividad. Defender lo contrario es favorecer el poder desmedido 
            de los propietarios de las empresas de comunicación, los mayores beneficiarios 
            de la no exigencia del diploma, los cuales, a partir de aquí, se convertirán 
            en dueños absolutos y de las conciencias de los periodistas y, por consiguiente, 
            de la de todos los ciudadanos".  Jesús Martín-Barbero cree que la formación académica 
            está reñida con la sensibilidad de algunas empresas, que prefieren a los 
            que denomina carga ladrillos: "Mucha gente que no encaja es porque las 
            empresas de medios no quieren gente que venga a cuestionar y que venga 
            a democratizar lo que está pasando. Lo que quieren es 'carga ladrillos' 
            que se pregunten muy pocas cosas sobre el mundo, sobre la vida y sobre 
          el país. Cuanto menos se pregunten, mejor" (2).  |