COLOMBIA [informe 2007]

   
     
 

Durante 2007 fue asesinado un periodista en Colombia y aún se está investigando si fue por motivos profesionales. La inexistencia de asesinatos a periodistas, que pudiera parecer un indicador básico para cualquier estado democrático, adquiere una relevancia especial en un país como Colombia, donde se han registrado más de diez asesinatos hace tan sólo 5 años. Sin embargo, existen serias dudas de que esta cifra se deba, no a una mejora efectiva de la protección de la libertad de expresión, sino a la extendida práctica de la autocensura, pues no se han promulgado medidas para proteger a los profesionales del periodismo y el número de amenazas y exilios forzosos sigue en aumento.  Colombia ostenta una de las peores posiciones del continente en la clasificación de RSF y apenas ha variado en los últimos años; al igual que su consideración como parcialmente libre para la Freedom House. Aunque hay que afirmar que, tímidamente, pero ha mejorado en ambas clasificaciones.

Reporteros Sin Fronteras (RSF) considera que no fue asesinado ningún periodista por causas profesionales en el país en 2007. Sin embargo, para otra de las instituciones dedicadas al monitoreo de la libertad de expresión, la Federación de Periodistas de América Latina y el Caribe (FEPALC), la pista profesional en el asesinato de Elacio Murillo Mosquerav es más que probable. Periodista y abogado, fue asesinado el 7 de enero en Istmina. De 60 años, Murillo Mosquera escribía desde 1996 la columna "Noticias del San Juan” para el semanario Chocó 7 días. El periodista se encontraba en una heladería cuando un sujeto se acercó y le disparó cuatro balazos en la cabeza, matándolo de inmediato. La víctima trabajaba también como coordinador del programa radial “Mesa para Tres” en la emisora “Canalete Etéreo”.
La World Association of Newspaper (WAN) también incluye en esta lista de crímenes en las que aún no es posible excluir los motivos profesionales las muertes de Rafael Bruno (fotoperiodista del diario La Opinión el 19 de diciembre), Carlos Alberto Jamarillo y Julio Cesar García (fotógrafos, 24 de octubre) y Javier Darío Arroyave, (director de Radio Ondas del Valle, 5 de septiembre).
La dificultad de investigar estos asesinatos y excluir los motivos profesionales es la causa de esta disparidad de consideraciones en el monitoreo de la libertad de expresión en Colombia. RSF afirma que la policía descartó la pista profesional en todos estos casos y que tan sólo el asesinato de Arroyave sigue planteando dudas sobre el móvil del crimen. La CIDH confirma que la pista profesional está detrás de este asesinato.
Siendo los asesinatos las manifestaciones más cruentas del clima de opresión contra la libertad de expresión en Colombia, no son las únicas. Se trata del país que, sistemáticamente, ocupa una de las penúltimas posiciones en el ranking mundial de RSF; tan sólo es superado por Cuba y, de un tiempo a esta parte, por Méjico. Colombia se ha instalado en las últimas posiciones de esta clasificación y la tensa situación política con las FARC, los Paramilitares y el narcotráfico apuntan a un mantenimiento de los peligros actuales para el desarrollo del periodismo con difícil solución.
Desde principios de 2007, se han registrado alarmas sobre la situación del ejercicio del periodismo en el país. Varios directores de medios de comunicación tuvieron que exiliarse forzosamente por las amenazas de grupos armados.  Tanto la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) como RSF se hacen eco del exilio forzoso de varios periodistas.
El último de ellos fue Giovanni Álvarez, que el 19 de octubre se vio obligado a abandonar el territorio tras recibir amenazas de muerte. El periodista de la radio comunitaria La Nueva denunció en antena algunos casos de corrupción, en los que están implicados políticos del Departamento del Atlántico (Norte).
Días antes se expatrió Gonzalo Guillén, corresponsal en Colombia del diario El Nuevo Herald. Para las instituciones que monitorean la situación de la libertad de expresión, lo sucedido a Guillén es especialmente preocupante porque fueron las acusaciones del presidente, Álvaro Uribe, las que desencadenaron las amenazas que acabaron con su traslado forzoso. Meses antes sucedió lo mismo a Carlos Lozano, director del semanario Voz, al que Uribe calificó de “portavoz de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC)”, cuando también estaba amenazado por los paramilitares. Unas declaraciones como están hacen tambalearse a los periodistas en la delgada línea de la que apenas pueden moverse para ejercer su profesión en un país como Colombia.
El 8 de marzo, Darío Arizmendi Posada, director de información de Radio Caracol, tuvo que abandonar el país amenazado por un grupo desconocido. Dos semanas más tarde hizo lo mismo Germán Hernández Vera, director de la redacción del Diario de Huila en Neiva (Sudoeste), que estaba en el punto de mira de la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia. Este es uno de los departamentos más afectados por el conflicto armado. El diario desveló un caso de corrupción con fondos públicos.
Estos son sólo algunos de los casos de exilio forzoso de los que se hacen eco las instituciones internacionales que estudian el caso pero parece incuestionable que, si se conocen cinco, existirán muchos más que permanecen silenciados. Para RSF: "La marcha forzosa de un periodista es siempre un revés para la libertad de prensa, y el balance del año 2007 comienza tristemente a parecerse al de 2006, un año en el que se vieron obligados a exiliarse, o esconderse, siete periodistas. (…) Sin embargo consideramos que, teniendo en cuenta su amplitud, el exilio forzoso de profesionales de los medios de comunicación merecería un tratamiento de mayor relieve, a nivel gubernamental. La administración del presidente Álvaro Uribe, encausada en ocasiones en atentados a la libertad de prensa, tiene que dar más muestras de que está a favor de ella".
En resumen, según la Fundación para la Libertad de Prensa (FLIP), en seis meses se reportaron 32 amenazas contra periodistas, especialmente de la prensa escrita y de emisoras radiales de los departamentos del Huila, Tolima, Norte de Santander, Santander, Arauca, Valle del Cauca, Caquetá y el Distrito Capital, Bogotá.
Las amenazas y dificultades para el ejercicio de la libertad de prensa en Colombia llegan desde todos los actores implicados en el proceso. El Comité Para la Protección de los Periodistas (CPJ) tuvo que hacer un llamamiento público a las autoridades colombianas para que estudiaran la intercepción ilegal de las líneas de teléfono de varios periodistas del país efectuada por la policía.

 

El asunto se hizo público gradualmente, después de que la revista Semana informara sobre conversaciones interceptadas que mostraban cómo líderes de grupos paramilitares continuaban participando en actividades ilegales desde cárceles de máxima seguridad. El gobierno indicó que personal de la Dirección de Inteligencia de la Policía Nacional (Dipol) había interferido ilegalmente las conversaciones y las había filtrado a Semana. En este comunicado, el gobierno reveló también que durante más de dos años, personal de la Dipol había grabado las conversaciones de personas que no estaban siendo investigadas, “entre quienes se encuentran miembros del Gobierno, de la oposición y periodistas”.
El 14 de mayo de 2007, el Ministro de Defensa, Juan Manuel Santos, reconoció públicamente que la policía nacional llevaba 2 años interceptando ilegalmente las llamadas de algunos funcionarios del gobierno y miembros de la oposición, así como de periodistas. Uribe condenó este procedimiento y se obligó a los directores de la policía nacional y de la central de inteligencia a renunciar. Sin embargo, cabe cuestionarse si esta filtración permitió conocer sólo la punta del iceberg de la violación sistemática de las libertades fundamentales recogidas en la Constitución y si las medidas adoptadas para atajarlo han sido suficientes.
La guerrilla de las FARC es, sin duda, uno de los mayores predadores para la libertad de expresión del mundo. En mayo y junio protagonizó una nueva oleada de amenazas contra los medios de comunicación. Miembros que se identifican como integrantes de las FARC secuestran y agreden a periodistas, en diferentes localidades del país, para amedrentarles y coartar el ejercicio de la profesión. Los casos de Afranio Franco en Tolima o Rodrigo Callejas, son algunos de los más conocidos.
A propósito de estas agresiones, RSF declara: “Las FARC no desmienten su reputación de predadores de la libertad de prensa en las regiones donde permanecen activas. Sus amenazas son cada vez más premeditadas y directas. Los odiosos métodos que emplean no tienen nada que envidiar a los de los paramilitares. Es urgente que se revisen los planes de protección de periodistas, que ligan al Gobierno con la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos, en el sentido de una mayor eficacia”.
Además de las limitaciones que le sobrevienen a la prensa por las FARC, los paramilitares, los grupos de narcotráfico o, como se ha visto, la indefensión ante las escuchas ilegales desde el Ministerio de Defensa, en periodo de elecciones todo se agudiza. El 28 de octubre de 2007 hubo elecciones municipales y departamentales y, durante la campaña, el Ministerio de Comunicación prohibió a las radios comunitarias emitir programación de carácter político en virtud de un decreto que intentaba suprimir el proselitismo político en este tipo de medios.
Se decreta que las radios comunitarias no pueden incluir declaraciones de los candidatos ni pueden vender espacios para la publicidad electoral. La Asociación Mundial de Radios Comunitarias (AMARC) ha declarado que esta medida representa un “acto de censura previa, arbitrario e inconstitucional”. RSF entiende que estas radios son una herramienta fundamental del debate democrático y la única fuente de información en muchas localidades y que la lucha contra los grupos armados no debe llevar a las autoridades a equivocarse de objetivo, confundiendo el proselitismo con el derecho a informar.
En otro orden de cosas, la SIP se muestra preocupada por la concesión de la libertad condicional al autor material del asesinato del subdirector del diario La Patria, Orlando Sierra, ocurrido el 30 de enero de 2002, que fue condenado a 29 años. Ha sido  liberado cinco años después por acogerse a una serie de beneficios penales de la ley, pese a que el Código de Procedimiento Penal agrava las penas para los asesinos de periodistas.
Esta misma organización declara que empieza a verse la tendencia de regular los temas digitales con el positivo propósito de evitar abusos, y teniendo en cuenta la dificultad de equilibrar la interacción de varios derechos humano (el derecho a la fama, a la honra, a la intimidad y el derecho a la libertad de información).
En este período, la Corte Constitucional siguió consolidando la jurisprudencia a favor de la libertad de expresión a través de recientes sentencias como la que declaró improcedente la tutela instaurada por el magistrado Jaime Araújo Rentería en contra de la columnista del periódico El Tiempo, Salud Hernández. Junto a ésta, ha habido otras sentencias que han venido a recordar la responsabilidad social de los medios de comunicación y la prohibición constitucional de la censura.
Así pues, cabe concluir que en Colombia sigue existiendo un clima de impunidad y autocensura claramente marcado por el conflicto armado interno que no posee una solución a corto plazo. La inexistencia de asesinatos a comunicadores este año por el ejercicio de su profesión no viene determinado por una mayor protección legal ni respeto por la libertad de prensa sino por la autocensura y por la multiplicación de otras formas de hostigamiento y amenaza.
La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) recomendó hace dos años al Estado colombiano tomar medidas para proteger la integridad física de los comunicadores sociales y la infraestructura de los medios de comunicación. También le recomendó realizar una investigación será, imparcial y efectiva de los hechos de violencia e intimidación contra los comunicadores sociales para poner fin a la demora en las investigaciones. Se pidió al Gobierno que se posicionara condenando públicamente los ataques contra la prensa para evitar que se desarrollara un clima de estigmatización hacia quienes desarrollaran una línea crítica con las acciones del Gobierno. Y, entre otras cosas, también se solicitó que se adecuara la legislación interna a los valores establecidos por la CIDH para afianzar la libertad de expresión y la democracia.
Sin embargo, como viene viéndose a lo largo de este informe, la situación en Colombia parece estancada, no se perciben cambios a corto plazo que apunte a una mejora de la situación del ejercicio del periodismo y el respeto a la libertad de expresión.


 
 
Año
Muertos según IPI *
Muertos según IFJ**
Ranking RSF***
Puntuación RSF
Clasificación FH****
Puntuación FH

1994

 

 

 

 

 Sin libertad

49

1995

 

 

 

 

Parcialmente libre

48

1996

 

 

 

 

Parcialmente libre

54

1997

2

 

 

 

Parcialmente libre

55

1998

10

 

 

 

Parcialmente libre

55

1999

6

 

 

 

Parcialmente libre

60

2000

11

11

 

 

Parcialmente libre

59

2001

11

11

 

 

Parcialmente libre

60

2002

15

15

114

40,83

Parcialmente libre

60

2003

9

9

147

49,17

 Sin libertad

63

2004

1

1

134

47,38

 Sin libertad

63

2005

2

2

128

40,17

 Sin libertad

63

2006

3

6

131

44,75

Parcialmente libre

61

2007

0

1

126

42,33

Parcialmente libre

42