"Los medios nos proveen con un sentido de lo familiar global de segunda mano"
DAVID MORLEY

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Domesticar

“La televisión, por ejemplo, se ha incorporado gradualmente al hogar, desde su posición como extraño singular al que se permite permanecer en el espacio más público/formal del recibidor hasta invadir los espacios más íntimos del hogar y multiplicarse –explica Morley- Llega a ser incluso parte del cuerpo: portátil y miniaturizada. Ahora diseñamos nuestros espacios, hábitos e incluso emociones alrededor de la televisión, que también sirve de hilo conductor en torno al que se formulan nuestras experiencias personales. Finalmente, tiene un valor simbólico, tan importante como la funcionalidad práctica. Y se convierte en elemento invisible de la esfera doméstica. Más que domesticar a las tecnologías, el hogar se está mediatizando y las tecnologías dejan de ser meramente suplementarias al hogar para transformarse en constitutivas del hogar”.

En opinión de Morley, medios de comunicación públicos y comunicaciones personalizadas desestabilizan la centralidad del hogar doméstico, mientras que paralelamente la televisión también escapa de los confines de la domesticidad y se encuentra en todas partes (bares, restaurantes, tiendas, aeorpuertos), colonizando el espacio público con discursos publicitarios y mensajes comerciales y reservándonos el papel de audiencia casi permanente, lo deseemos o no.

Hogar-Universo

En opinión de David Morley, las redes de comunicación electrónica que nos rodean transforman nuestras ideas de localidad y comunidad y crean nuevas modalidades de pertenencia: “el hogar pasa a ser un lugar fantasmagórico, porque lo electrónico significa permitir la intrusión de lo lejano en lo cercano, los medios producen el efecto físico que se podría definir como la domesticación del otro lugar”. Tecnologías como la del teléfono móvil, por otro lado, “deslocalizan la idea del hogar, permitiendo que el usuario se lleve su red de comunicación con él, vaya a donde vaya”.

“Los medios nos proveen con un sentido de lo familiar global de segunda mano y con un conjunto de emociones de segunda mano sobre él –observa Morley para explicar el cambio en nuestra percepción de identidad y del mundo que nos rodea a través del contacto con los medios- mientras que para la mayoría de sus usuarios, sus horizontes de acción y su experiencia de la movilidad geográfica son muy limitados. Todos estamos familiarizados con Tokio o con Nueva York, pero estos sitios no tienen nada que ver con nuestra forma de vivir”.

Para Morley, es esencial el reconocer y explorar las tensiones que surgen de vivir unas vidas muy locales que se contraponen a lo que experimentamos a través de las noticias globales y que crean una dicotomía entre los dos lugares que conocemos: donde vivimos y lo que vemos en televisión.

Geografía

Respecto al advenimiento del ciberespacio como muerte de la geografía, ejemplificada en la existencia de realidades como los call centres en India (o Marruecos en el caso español), Morley afirma que “el ciberespacio todavía tiene una geografía definida”.

“Preguntar la localización es habitual para reterritorializar la incertidumbre de localización inherente en el mundo online. La pregunta más formulada en la Red es ¿dónde estás? –observa- Nuestra localización geográfica todavía tiene consecuencias muy reales para nuestras posibilidades de conocimiento y acción y por eso internet todavía tiene una geografía muy material”.

Morley habla de estudios en los que se trazan mapas de conectividad del mundo para reflejar el número de conexiones a internet por metro cuadrado y que, recordando a las fotos nocturnas de países punteados con nudos luminosos de ciudades, confirman la teoría del Digital Divide.

En este ciberespacio cuya geografía e idioma son los de Estados Unidos y cuyo destino es ser controlado y comercializado, Morley afirma que opciones como usar internet como herramienta solidaria al estilo de las organizaciones anti-globalización o recolonizarlo con otros idiomas y otras realidades son otras tendencias más, pero no las más importantes. En la Red de Morley, el espíritu del ciberpunk ha muerto junto con la Edad de Oro del ciber-optimismo, las grandes compañías de la comunicación se apoderan del espacio y las técnicas para rastrear y controlar la correspondencia electrónica y a los usuarios del medio tienen una presencia poderosa, a pesar de lo evasivo de internet y su capacidad de adaptación y creación de escapes para huir a ese control.