LA INVESTIGACIÓN COMUNICACIONAL
Luis Ramiro Beltrán

Hace un año tuvo lugar en Cochabamba, con gran concurrencia y marcado éxito, el primer encuentro de investigadores bolivianos de la comunicación. Y hemos participado ahora en La Paz, muy complacidos, del segundo de esos encuentros. Este sólo hecho es, de por sí, satisfactorio pues demuestra una perseverancia loable a favor de la continuidad de estas reuniones profesionales que hasta hace poco tiempo parecían inviables. Felizmente, hay, pues, ahora en nuestro país una voluntad de actuar colectiva y cooperativamente para forjar el aumento y el mejoramiento de la investigación científica sobre el proceso central y crucial de la existencia social: el de la comunicación.
Esto es regocijante y promisorio porque Bolivia, país pluricultural y multilingüe que infortunadamente aun no ha alcanzado la plena integración nacional, necesita más que otros del auxilio de la ciencia para conocer debidamente su problemática de comunicación a fin de superarla para contribuir al desarrollo democrático.
Acabamos de comprobar dura y dramáticamente en septiembre y octubre cuán poco integrados y cuán mal comunicados estamos todavía los bolivianos. La explosión social y el sacudimiento político que hemos experimentado súbitamente no han constituido sólo un fenómeno coyuntural de protesta múltiple por la crisis económica debida a la inercia de un gobierno. Ha sido la insurgencia violenta del pueblo agobiado por la exacerbación de la pobreza causada por la inequidad estructural que la recuperación democrática no se ha probado aun capaz de corregir. Ha sido el levantamiento desesperado de lo que el cineasta Jorge Sanjinés bien llamara “la nación clandestina” que ha tenido que provocar la incomunicación material para acceder a la comunicación social, cuyo disfrute le ha sido negado por la república no mucho menos que por la colonia. Ha sido, en fin, la subversión agria, paralizante y destructiva de los de abajo, de los explotados en desborde iracundo, para recuperar la palabra y dejarse escuchar por las minorías desmedidamente poderosas que merman del gobierno impunemente, prohijan la inequidad y cultivan el autoritarismo desde hace 175 años aún bajo ropajes “democráticos”.
¿Y cómo reaccionaron ante semejante emergencia esas minorías? ¡Acentuando la incomunicación! Dentro del Poder Ejecutivo, el Señor Presidente sólo se puso al habla con su gabinete y con las “no deliberantes” Fuerzas Armadas. No hubo unidad de expresiones entre los Ministros. El Poder Legislativo no entró en conversación con el Poder Ejecutivo; simplemente se desentendió de la situación. Los partidos políticos gobernantes no sólo que también guardaron silencio ante los ciudadanos sino que ni siquiera conversaron entre sí para actuar de consuno en pos de solución. De oposición o de gobierno, esos partidos tampoco hicieron nada por acercarse a las organizaciones populares para contribuir a hallar salida al grave problema. Y solamente algunos de los medios de comunicación masiva dieron la palabra también a líderes de la insurgencia; los demás siguieron cómodamente apegados a sus interlocutores habituales de la Plaza Murillo. El diálogo entre los novidentes y los olvidados, la construcción del entendimiento apaciguador, fueron logrados gracias a la intervención de tres instituciones que mediaron entre el gobierno y los insurrectos como puentes de comunicación: la Iglesia Católica, la Defensoría del Pueblo y la Asociación de Derechos Humanos.
Se consiguió así, afortunadamente, la tregua conciliatoria indispensable para contener la conmoción interna y evitar por negociación lo que quizás pudo haber degenerado en una suerte de trágica guerra civil. Pero, sin duda, ahora queda muchísimo por hacer, bien y pronto, para que haya una verdadera comunicación entre el pueblo y gobierno que permita a todos los bolivianos integrarse a fondo y conquistar, en productiva armonía, el desarrollo humano, equitativo y sostenible así como la auténtica democracia con participación protagónica del pueblo en la toma de decisiones.
Justamente en este encuentro ha sido presentada una creativa propuesta para dar término a la incomunicación que padece el segmento autóctono y principalmente campesino – nada minoritario, por cierto – de la población boliviana. El doctor Xavier Albó – lingüista español que ha dedicado su vida a la educación campesina no formal para el desarrollo democrático en Bolivia – nos ha planteado el reto de la comunicación intercultural y bilingüe. Ha esbozado sistemáticamente todo un trazo estratégico para construir esa comunicación sin la cual Bolivia no podrá integrarse, ni desarrollarse ni ser en verdad democrática. Confiando en el concurso de todos los medios de comunicación posibles, estatales y privados, el planteamiento incluye un coherente conjunto de enunciados normativos dirigidos a acciones concretas. De ellos, 6 son generales, para todos esos medios; 32 abarcan, por separado, en primer lugar a la radio y a la televisión, en segundo lugar a la prensa y a otros impresos y en tercer lugar al cine y al video: y, por último, 5 corresponden al área de comunicación que él denomina “paisaje lingüístico y cultural”; o sea, aquel que conforman carteles y pancartas urbanas, signos gráficos y verbales en calles, plazas y oficinas, rótulos camineros y hasta vestimentas características de las distintas configuraciones étnicas de nuestra población.
Llevar a la práctica la visionaria y creativa propuesta estratégica de Albó requeriría contar ante todo con la voluntad política, con la disponibilidad de recursos y con los aportes de muchas personas e instituciones en todo el país. Esto en el campo de la producción y distribución amplia y eficaz de mensajes interculturales en español y al mismo tiempo en uno o más de los otros idiomas propios de Bolivia. Pero también requeriría de contribuciones de la investigación científica que dieran sustento razonable a esa producción y que la evaluaran en su alcance e impacto. Habría entonces oportunidades para no pocos investigadores de buscar respuestas a preguntas clave sobre la naturaleza sociocultural, psicológica y económica de cada segmento mayor del público como bases para el diseño de mensajes y para la selección de medios.
La aplicación de tal estrategia daría un grande y preciado refuerzo a la práctica de la comunicación popular, dialógica y participativa en la que Bolivia es precursora eminente. Ella nació a principios de la segunda mitad del Siglo XX con la creación de las radios de los sindicatos mineros, se acrecentó luego con la conformación de la cadena de emisoras católicas dedicadas principalmente a la educación campesina extraescolar y culminó recientemente con el nacimiento de estaciones comunitarias. En todas esas experiencias el protagonista de la comunicación ha sido el pueblo mismo valiéndose de sus modestos recursos y empleando todos los idiomas principales del país. Tan sustantiva y sostenida ha sido esa experiencia que ha dado lugar a la formación de cuatro agrupaciones profesionales de comunicadores nativos, caso único en Latinoamérica. Bien harían los investigadores en documentar este singular proceso agrupativo.
Hay, sin duda, muchas otras áreas de comunicación que necesitan del concurso de la investigación científica, especialmente en el ámbito de la comunicación para el desarrollo. Por ejemplo, es necesario robustecer el conocimiento sistemático de públicos, propósitos y recursos de comunicación para la salud y para la educación, las áreas sociales neurálgicas. Además, puesto que el país tendrá muy pronto que volver sus ojos en algún grado hacia la economía agropecuaria, habrá que investigar las circunstancias y condiciones de la comunicación para el desarrollo rural abandonada por muchos años. Hace falta igualmente investigación en áreas como éstas: la comunicación preventiva del consumo de drogas ilícitas que está aumentando peligrosamente; la comunicación para la protección del medio ambiente en cuya destrucción Bolivia detenta también récords deplorables; la comunicación en relación con desastres naturales; y hasta la comunicación para enseñar a conductores y a peatones comportamientos deseables de tránsito.
En otro orden de necesidades requieren también de apoyo investigativo la comunicación para propiciar la gobernabilidad, la comunicación para acercar a los parlamentarios al pueblo, la comunicación para ayudar a consolidar y refinar el proceso de participación popular, la comunicación para la defensa de los derechos humanos y hasta la comunicación que apuntala la lucha contra la creciente corrupción que está envileciendo y damnificando a Bolivia. Estas son algunas de las nuevas áreas de inquietud en comunicación para el desarrollo que están huérfanas de sustento investigativo. Y hay aún otra área más de comunicación que constituye un reto que demanda el auxilio científico: es la de aprender a ayudar al pueblo a comunicarse más y mejor consigo mismo; es decir, la de convertir al comunicador para el desarrollo en un mediador y auxiliar potenciador de las organizaciones de base en vez de que sólo sea un agente inductor de persuasión por parte de los organismos técnicos pro desarrollo.
¿Cómo debiera hacerse la investigación en comunicación en Bolivia? ¿En qué premisas sería lógico que se sustentara? ¿Cuáles tuvieran que ser sus objetos preferidos? Y ¿qué métodos resultarían más apropiados para cuáles de los fines de ella? Los investigadores tendrán que proponer respuestas a interrogantes como éstas. Un paso inicial en tal sentido lo ha dado ya Erick Torrico en la medular ponencia que presentó en este encuentro. Entendiendo a la crítica como la actitud de duda que permite sondear horizontes que no pueden ver los adictos al acatamiento y desafectos a la reflexión, este colega descartó la teorización positivista dirigida nada más que a verificar y justificar lo existente. Sostuvo, por tanto, que la investigación es crítica cuando penetra profundamente en la realidad con el ánimo de transformarla y no para observarla con pasividad e interpretarla conformistamente. Celebró Torrico en su exposición el que, a partir de los años 60, haya surgido en Latinoamérica una investigación así de crítica, la que – con variantes – continua desarrollándose hoy. Anotó que esto es de especial importancia ahora cuando la investigación en la era globalizadora, ajena al sentido crítico, pareciera estar ejerciendo cierta influencia en algunos ejercicios investigativos latinoamericanos. Halló él que la comunicología latinoamericana debe potenciar su componente crítico y conjugar las bases de su tradición con los aportes recientes a ella para seguir adelante vigorizada.
Pienso que este tipo de razonamientos bien puede alentar la conducción sin anteojeras – viejas o nuevas – de la investigación boliviana sobre comunicación. Y confío en que la compilación de artículos sobre la Escuela Critica Latinoamericana de Comunicación recientemente publicada por la Universidad Católica y la Editorial Plural sirva de base referencial para ello.
Esa tradición de investigación y su proyección a la actualidad fueron abordadas en parte en la teleconferencia internacional incluida en el programa de este encuentro gracias a la cooperación del Servicio Informativo de los Estados Unidos. Así pudimos escuchar apreciaciones y pronunciamientos de dos investigadores latinoamericanos y de una investigadora estadounidense familiarizada con la comunicología. Con conocimiento y convicción ponderó José Marques de Melo, el comunicólogo brasileño de sobresaliente trayectoria internacional, la naturaleza, la evolución y la importancia de lo que él mismo denominara “Escuela Crítica Latinoamericana de Comunicación”, un movimiento académico a cuya continuidad contribuye él sustancial y resueltamente desde la Cátedra Unesco que maneja en la Universidad Metodista de Sao Paulo. Bajo una óptica semejante pero con un enfoque algo imbricado con el estado de la disciplina de comunicación para el desarrollo, el comunicólogo chileno Eduardo Contreras remarcó también la importancia de la comunicación crítica para la región latinoamericana. Y, si bien en forma muy breve, Brenda Dervin, primera mujer que llegara a la presidencia de la Asociación Internacional de Investigación de la Comunicación y practicante distinguida de la comunicación crítica, deploró en cambio que en su país ésta resultara confinada hoy a una minoría de investigadores pues predomina el interés acrítico sobre las nuevas tecnologías de la “sociedad de la información”.
Las conferencias magistrales previstas en el programa, combinadas con paneles y coloquios, permitieron sustentar debates con valiosos aportes de colegas del exterior especialmente invitados al encuentro.
En la primera de esas conferencias el comunicólogo mexicano Raúl Fuentes, consagrado como uno de los más penetrantes y perseverantes analistas de la evolución de la investigación de nuestro oficio en Latinoamérica, hizo una lúcida reseña retrospectiva y proyectiva sobre el estudio de la comunicación entre nosotros. Con referencia principal a su país, en el que funcionan más de doscientas escuelas universitarias de comunicación, pasó revista crítica a los tres modelos fundamentales de formación implantados en la región a lo largo de los años cincuenta, sesenta y setenta: el del periodista, el del comunicador como intelectual humanista y el del comunicólogo como científico social crítico. Anotó que hubo en el proceso yuxtaposiciones entre esos tres modelos y que todos ellos alientan “un impulso fuerte de transformación de la sociedad por medio de la comunicación, una propuestas de cambio basada en el pensamiento crítico y el rechazo de las prácticas predominantes en los medios y en otras instituciones sociales”. Observó que, a pesar del decaimiento y del desconcierto registrados a partir de los años ochenta en la enseñanza académica de la comunicación, continúan egresando de las carreras “agentes de cambio profesionales socialmente responsables”. Mencionó la percepción del colega colombiano Gabriel Jaimes sobre los ejes mayores de la comunicación entendida como proyecto social: “la comunicación para la verdad, la libertad y la justicia; la comunicación que respete las identidades culturales; y la comunicación para la paz”. Afirmó Fuentes que había llegado la hora de fortalecer la discusión conceptual desde una perspectiva más amplia que la específica de la teoría. Y advirtió que el eje de nuestros estudios no debe entenderse como constituido por los mensajes o contenidos sino por “las relaciones, establecidas e investigadas a través de sus múltiples mediaciones, entre producción de sentido e identidad de los sujetos sociales en las más diversas prácticas socioculturales”.
El comunicólogo estadounidense James Lull, largamente familiarizado con las realidades latinoamericanas, se ocupó en la segunda conferencia magistral de los estudios de comunicación y cultura en tiempos de globalización. Hizo notar que en estos tiempos las apariencias culturales se han hecho sumamente complejas y confusas y que las fronteras entre culturas se han ido diluyendo. Añadió que la cultura es ahora creada y experimentada en nuevos escenarios que son vistos como prometedores por unos y como amenazantes por otros. Afirmó que, siendo la comunicación central a todo ello, nunca ha sido tan crucial como ahora para la existencia humana. Dijo que la globalización causa procesos de cambios incontrastables en todo el mundo y a todo nivel – como la reconfiguración del tiempo y del espacio – y que nadie puede evadirse de ello. Propuso que frente a tal realidad ha llegado la hora de modificar la teoría crítica de la comunicación comenzando por admitir que ahora el sistema de comunicación es un sistema abierto, por comprender que los espacios culturales no están ineluctablemente determinados por fuerzas hegemónicas y por admitir que la moderna tecnología comunicativa puede ser beneficiosa. Luego de anotar algunas tendencias globales en la evolución de aquella tecnología, abogó por aprender a manejarse en el ámbito de la hipercomunicación consustancial a la globalización. Y terminó su intervención esbozando el concepto de “supercultura”.
Estas exposiciones sentaron, pues, ricas bases para la reflexión. Hicieron lo propio los catedráticos belgas Marc Lits y Phillipe Marion en el coloquio disertando sobre el tema “Observatorio del Relato Mediático”, cuya evolución hacia lo narrativo y espectacular analizaron, destacando el factor de ruptura del tiempo e invitando atención hacia lo que denominaron “narratología”.
Las 75 ponencias presentadas a las 13 Mesas de Trabajo por catedráticos, investigadores y – en su mayoría – estudiantes constituyeron otra fértil plataforma de discusión. Los temas abordados en esos documentos fueron estos: la comunicación comunitaria; la comunicación para el desarrollo; los estudios culturales y de recepción; las nuevas tecnologías y la globalización; la historia de la comunicación; la comunicación política y la democracia; la comunicación y la integración regional; legislación en comunicación; comunicación, género y generación; comunicación organizacional; publicidad y marketing; la teoría y las metodologías de investigación; la producción audiovisual y la comunicación y el periodismo.
El encuentro dio marco y hospedaje a las deliberaciones de dos flamantes agrupaciones de nuestra disciplina: la Asociación Boliviana de Investigadores de la Comunicación (ABOIC) y la Asociación Boliviana de Carreras de Comunicación Social (ABOCCS) fundadas en ocasión del primer encuentro de investigadores en Cochabamba el año pasado. Además de confirmar su institucionalidad aprobando sus respectivos estatutos, estas asociaciones adoptaron ahora aquí previsiones perfeccionadoras de su organización y trazaron lineamientos de actividades para el año próximo, año de especial importancia por cuanto en él Bolivia albergará, por vez primera al congreso de la Asociación Latinoamericana de Investigadores de la Comunicación (ALAIC), agrupación entre cuyos miembros fundadores tuve el honor de estar. Yo celebro, pues, con verdadera satisfacción estos actos de consolidación de esas agrupaciones a las que atribuyo importancia capital para el avance de nuestra disciplina. Unidos los investigadores de comunicación de todo el país podrán dar a éste preciados aportes de indagación científica para fomentar el mejoramiento de sus sistemas de comunicación, especialmente los propicios al desarrollo democrático. Y al articularse las carreras universitarias de comunicación podrán optimizar sus recursos para refinar sus programas y sus métodos de enseñanza en función de las necesidades del país. Felicito a los organizadores y a los dirigentes de estas agrupaciones, hago votos por mayores logros en los años venideros y les sugiero cordialmente forjar también un mecanismo de acción cooperativa intensa y constante entre una y la otra. Este entrelazamiento ALAIC – ABOCCS hará posible acabar con un mal que aqueja a nuestra disciplina en no pocos casos en varios países de la región: el mal del divorcio entre la enseñanza y la investigación, el hecho lamentable de que la cátedra vaya por un lado y la indagación por otro.
También es encomiable el extraordinario esfuerzo documental que se ha hecho para dar sustento a las deliberaciones del presente encuentro y que, más allá de éste, ha de servir sin duda a muchos más estudiosos, inclusive fuera del país. Me refiero a las cuatro publicaciones que han sido ofrecidas como insumo fresco al encuentro: la Memoria Académica del Primer Encuentro Nacional y del Seminario Latinoamericano de Investigación de la Comunicación, publicada por las instituciones organizadoras del mismo; el Catálogo de Tesis de la Carrera de Comunicación Social 1974 – 1999 publicado por la ABOCCS; la Actualización Biblio-Hemerográfica de los Estudios sobre Comunicación en Bolivia 1990 – 2000 editada por el Centro Interdisciplinario Boliviano de Estudios de Comunicación (CIBEC), ejemplar agrupación privada de investigadores de nuestro oficio que celebró hace poco su cuarto aniversario de fructífera existencia; y la recolección documental de Voces Evaluativas de la Investigación de la Comunicación en Bolivia publicada también por el infatigable CIBEC.
La memoria del encuentro de Cochabamba recoge en su integridad en 330 páginas el valioso conjunto de documentos en ella presentado: disertaciones magistrales, ponencias ante dieciocho mesas de trabajo y exposiciones en paneles. El catálogo de tesis es un texto sencillo pero de mucho valor por cuanto atiende al fin la necesidad de contar con un registro completo y al día de esas tesis – que llegan ahora al total de 794 – correspondientes a las carreras afiliadas a la ABOCCS: la Universidad Católica Boliviana, en sus Unidades Académicas de La Paz y Cochabamba; la Universidad Mayor de San Andrés (La Paz); la Universidad Técnica de Oruro; la Universidad de San Francisco Xavier (Chuquisaca); la Universidad Siglo XX (Siglo XX); la Universidad NUR (Santa Cruz); la Universidad Privada de Santa Cruz y la Universidad Evangélica de Santa Cruz. Sobre esta base que enumera las tesis en orden cronológico, indicando el título de ella y nombres de autores, la ABOCCS preve realizar nuevas publicaciones que contengan información detallada que permita percibir el contenido de las tesis a fin de poder hacer agrupaciones por diversos conceptos y análisis cruzados de temática y de metodología; ésta previsión es digna de aplauso. La actualización biblio-hemerográfica tiene tres partes: una reseña de estudios correspondientes a la década del 90, un registro de la producción intelectual sobre comunicación en Bolivia por parte de siete autores y un inventario de publicaciones periódicas bolivianas. Y, por último, la recolección de voces evaluativas de la investigación consta de dos partes: la primera que reproduce cinco textos analíticos de esa investigación hechos por igual número de autores bolivianos y la segunda que transcribe tres artículos analíticos de tesis de grado, uno general y los otros correspondientes a producciones de Santa Cruz y Cochabamba.
Ha sido también alentador el que el encuentro haya cobijado las deliberaciones de la Segunda Jornada Nacional de Estudiantes de Investigación en Comunicación. Y fue útil que se armara para él una suerte de feria del libro que puso a disposición de los participantes textos sobre comunicación, incluyendo algunos de muy reciente factura en Bolivia como las últimas ediciones de las revistas Comunicación XXI y Punto Cero y los libros UMSA Comunicación 15 Años: Trayectoria y Desafíos, editado por Carlos Soria Galvarro, y Comunicaciones Fragmentadas: Producción de Significados en Sociedades Mundializadas, una compilación de investigaciones hechas por estudiantes editada por Marcelo Guardia Crespo, profesor de la Universidad Católica en Cochabamba.
Bien, amigos, todo esto que hemos vivido aquí en estos días ha sido muy regocijante. En efecto, complace y hasta asombra cuánto han avanzado ustedes en tan corto lapso en favor de la investigación y de la enseñanza de la comunicación en nuestro país en términos de organización agrupativa, de producción y de registro documentales y de voluntad de diálogo y reflexión. Y es muy grato ver a la juventud académica tan entusiasmada y tan seriamente involucrada en el afán de indagación científica. Reciba ella nuestras sinceras palmas y reciban los organizadores y los propiciadores de este encuentro – representados por Erick Torrico, Ronald Grebe y Karina Herrera – nuestra más cálida congratulación por su exitoso emprendimiento junto con nuestros agradecimientos. Y, para tener en mente que estamos comprometidos en esto no solo por un anhelo de superación profesional, sino abrigando en el corazón una hermosa quimera de justicia, permítanme cerrar nuestras deliberaciones con estas sabias palabras del maestro Paulo Freyre:

"Aquello que es lo utópico
no es lo inalcanzable;
no es idealismo;
es un proceso dialéctico
de denunciar y anunciar;
denunciar la estructura deshumanizante
y anunciar la estructura humanizante”.

 

Intervención en el acto de clausura del II Encuentro Nacional de Investigadores. Universidad Católica Boliviana, La Paz, noviembre de 2000.