La representación de la violencia de género en el cine español contemporáneo: trascendencia narrativa y características discursivas

Laura Teruel Rodríguez, Universidad de Málaga, teruel@uma.es  

Resumen

Este artículo analiza la imagen que se transmite  en el cine español contemporáneo sobre  la violencia de género a través del análisis de un corpus fílmico representativo de la cartelera de los últimos años.  No se persigue realizar un análisis cuantitativo de toda la filmografía sobre este problema sino plantear los mecanismos narrativos a través de los cuales es representado este fenómeno en el cine actual con el propósito de comprender cómo ha interiorizado la sociedad esta violencia a través de la gran pantalla.  Por ello, a través del estudio del corpus seleccionado se analizará la trascendencia narrativa y tipología de los episodios de violencia de género así como las características de los mismos.

 

  1. EL CINE, TRASMISOR CULTURAL.

El valor de las nuevas tecnologías de la comunicación para promover modas y superar las fronteras en la transmisión de valores sociales es, en la actualidad, incuestionable. Basta citar el ejemplo de determinadas campañas publicitarias, como la de Amo a Laura de MTV, o de grupos musicales, como Melendi, con una estética y unos valores reconocibles y que lograron gran aceptación social, que se han dado a conocer -con una escasa inversión económica- aprovechando las ventajas de Internet para su difusión. Igualmente, hay que recordar el debate surgido en torno al uso de los sms por parte de partidos políticos y movimientos sociales españoles en las pasadas elecciones generales como formas de movilización ciudadana. Esta capacidad, antes de la llegada de la Red y el móvil, estuvo diligentemente desarrollada por los demás medios.

Los medios de comunicación, y especialmente el cine, se constituyen instrumentos preferentes a través de los que los ciudadanos interiorizan las normas y valores vigentes en su contexto social. Existe un abundante corpus bibliográfico sobre la utilización de la prensa y de los contenidos informativos de la televisión para transmitir valores sociales e ideológicos pero, es necesario considerar que, dentro del conjunto de los medios de comunicación, el cine ha sido considerado como uno de los más eficaces instrumentos de transmisión de normas y valores (TRENZADO ROMERO; 1999). Debido al uso que se le ha asignado tradicionalmente como medio, fundamentalmente destinado a la evasión y sin contenido informativo, el cine ha encontrado menos obstáculos para representar y difundir estereotipos y situaciones que han ido calando en sus espectadores. Estos han sido más permeables a los contenidos de las películas que a los ofrecidos por la televisión o la prensa en tanto, frente a estos medios, el espectador era consciente de que existía una carga moral e ideológica que se pretendía transmitir mientras que, en el cine, sólo se ha percibido, tradicionalmente, la finalidad de entretenimiento.

Sin embargo, las obras audiovisuales son productos destinados al entretenimiento pero necesitan no sólo de un guión narrativo sino también de una aparatosa industria cultural que las produzca y distribuya. Son productos culturales de una época determinada y, como tales, aunque desde un enfoque de ficción, estarán alumbrados por los valores estéticos, culturales y sociales de dicho periodo. El análisis, por tanto, de un volumen de películas heterogéneo y cuantitativamente representativo de una época, permite inferir, entre otras, líneas conceptuales, estéticas y morales dentro de las cuales los miembros de una sociedad específica en una época determinada han construido sus imágenes de la realidad. La selección de un corpus de películas españolas contemporáneas en las que aparece reflejado el problema de la violencia de género[1]  permite estudiar el reflejo que de éste problema social se ha realizado en la filmografía reciente y las características que los episodios violentos tienen en la trama. Al estudiar esta representación, además, se analizará el grado de verosimilitud de los episodios violentos en el cine español y si sus repercusiones responden  a la realidad o si, por el contrario, se reproducen estereotipos, coartadas morales o atenuantes que minimizan la trascendencia social de este problema.

Para la realización de este estudio se ha seleccionado un corpus de treinta títulos de las dos últimas décadas en los que aparecen episodios de violencia de género. En tanto no se perseguía realizar un estudio cuantitativo sobre la presencia de la violencia machista en el cine español sino un estudio cualitativo, de un primer visionado de un número muy superior de títulos, se han escogido aquellos en los que este fenómeno estaba presente. La composición primera de la muestra se hizo por representatividad de los directores más importantes, de géneros y de crítica.

Una vez hallados los episodios de violencia de género, se han analizados esas películas para estudiar la representación de este fenómeno, la tipología y las características de los agresores con el fin de estudiar si la representación que ofrecen las películas españolas es positiva para la concienciación de la sociedad sobre este fenómeno o no. Como se ha expuesto anteriormente, las películas son productos culturales que no persiguen una finalidad expresamente informativa, salvo en el caso de los documentales, por ello, no ha de exigírseles un objetivo educativo al respecto de este o cualquier tema. Como obras de arte, es necesario valorar y respetar la creatividad de sus creadores. Sin embargo, es importante analizar el mensaje que a través de un número significativo de obras han recibido los espectadores españoles pues, como se ha comentado, el cine tiene una gran capacidad para transmitir contenido simbólico y para que ello sea interiorizado por los receptores.

2. LA REPRESENTACIÓN DE LOS DISTINTOS TIPOS DE VIOLENCIA DE GÉNERO EN EL CINE

La Asamblea General de Naciones Unidas, en 1993, aprobó la Declaración sobre la eliminación de la violencia contra las mujeres y en su artículo 1 la definía como: “todo acto de violencia basado en la pertenencia al sexo femenino que tenga o pueda tener como resultado un daño físico, sexual y psicológico para la mujer así como las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se produce en la vida pública como en la privada”. Es difícil observar, sin embargo, las agresiones sexuales, físicas y psicológicas de forma independiente. En las películas analizadas, se observa cómo se establece una interrelación entre estas formas de agresión para crear una estructura global de terror y coacción hacia las mujeres.

La violencia netamente física se describe en Caricias (Ventura Pons, 1997), en la que un matrimonio que ya no tiene nada en común termina sus discusiones con palizas mutuas, o  en Piedras (Ramón Salazar, 2002), donde los malos tratos son sufridos por el personaje que interpreta María Casal, amiga de una de las protagonistas y que, por su papel secundario en la trama, no nos permite conocer la verdadera dimensión de las agresiones[2]. En ambas películas la violencia se ejerce de forma manifiesta para los espectadores y son escenas narrativamente trascendentes; en la segunda el fin único es denunciar este tipo de situaciones pues la mujer maltratada vuelve al hogar, tras buscar refugio en casa de una amiga para huir de las palizas, y acaba siendo finalmente asesinada por su marido.

Pero las agresiones físicas no suelen ir solas sino que se acompañan de la violencia sexual; ésta es la manifestación más explícita y reconocible para los espectadores. El Código Penal divide los hechos que atentan contra la libertad sexual de las mujeres en agresiones, que hacen referencia a toda tentativa caracterizada por el uso de la violencia o intimidación y recoge los comportamientos sexuales influidos contra la voluntad de la persona, y abusos, que se diferencian de los anteriores en que no se emplea la violencia ni la intimidación aunque tampoco hay consentimiento. Marujas asesinas (Javier Rebollo, 2001),  La mujer de mi vida (Antonio Fernández del Real, 2001) o Libertarias (Vicente Aranda, 1996) son tres de las cintas en las que la presencia principal de la violencia de género se manifiesta en la vertiente sexual de ésta, apoyada por la física.  La cinta de Antonio Fernández del Real aborda el problema desde un cierto enfoque cómico en tanto las agresiones quedan en tentativas y la propia protagonista les resta importancia a los hechos pues la enternece el cariño que profesa al agresor. Es una representación de la violencia de género burlesca, que la hace parecer cómica e intrascendente par ala mujer (BERNÁRDEZ, 2002).

Las otras dos películas, sin embargo, presentan la imagen más violenta de las agresiones de géneros al mostrar, en ambos casos, cómo se consuman violaciones. La película de Javier Rebollo recoge un abuso sexual a la protagonista (Neus Asensi) cometido por su marido, el personaje de Antonio Resines, y, posteriormente, un episodio de violencia física que protagoniza el amante de ésta (Carlos Lozano) para demostrarle que no quiere continuar la relación. Sin embargo, y como se comprobará que es tónica general en la representación de la violencia de género, es la violación de una anciana, perpetrada por un perturbado mental, el satélite narrativo relacionado con la violencia de género que más abiertamente mueve la conciencia del público. Las agresiones sexuales fuera del matrimonio y cometidas por una persona con problemas psicológicos, que se repite en otras películas, suponen una representación de las mismas que perturba y aleja la percepción de este problema.

En Libertarias se muestra una violencia de género plasmada en la brutalidad de las agresiones sexuales con las que se escenifica el fin de la acción política de las protagonistas y que debe ser entendida dentro del universo narrativo de Vicente Aranda, en el que la recurrencia a temas sexuales y a la violencia es muy común.  Otra obra de este director, que hizo una gran taquilla en parte gracias al guion literario de Antonio Gala, y en la que la agresión sexual deriva de la violencia psicológica es La pasión turca (Vicente Aranda, 1994). La violencia psicológica engloba cualquier acto que hiera la dignidad y pueda provocar la desvalorización, humillación, sufrimiento o enfermedad mental, así como aquellos actos o conductas que ocasionen un clima de angustia[3]. La cinematografía española muestra la violencia psicológica como la causante de todas las demás agresiones, pero también es aquella que tiene más coartada narrativa para aparecer y la más difícil de reconocer. Es decir,  en muchas películas la justificación de estos hechos, por su trascendencia para la acción, los hacen parecer necesarios y se nubla la percepción del alcance real en la conciencia de los espectadores. En la mencionada película de Vicente Aranda, el obligado aborto, la prostitución y los golpes sólo se entienden como consecuencia del chantaje emocional y de la dependencia de la figura masculina, interpretada por Georges Correface. Desideria (Ana Belén), presa de una devoción enfermiza, cede su libertad afectiva, laboral y cultural tras confesar que es una “puta atada a su chulo”.

Como muestran todas estas películas, la violencia se ejerce fuera del matrimonio y es el resultado del abandono del hogar y la cultura, un castigo para la mujer que desafía las normas sociales que tradicionalmente se asumen. Igualmente fuera del matrimonio, en circunstancias similares de entorno violento y marginal y con una actitud de dependencia por parte del personaje femenino, que interpreta Goya Toledo, se ejercen agresiones en Caja 507 (Enrique Urbizu, 2002).  

Pero también se recoge la violencia de género con carácter psicológico dentro de la unidad familiar, es el caso de Solas (Benito Zambrano, 1999), Cascabel (Daniel Cebrián, 1999) o Son de Mar (Bigas Luna, 2001). Si bien en ésta última es el maltrato físico el que culmina la obra en tanto el marido asesina a la mujer porque no reconoce su libertad afectiva y sexual y no es capaz de afrontar, ni ella de plantear, el divorcio. La ópera prima de Benito Zambrano, una de las películas españolas más galardonadas internacionalmente- en su palmarés figuran 5 Goyas, Dirección Novel y Guion Original entre ellos, el Premio del Público del Festival de Berlín de 1999 y el premio de la Asociación  de la Prensa de Andalucía- retrata, con una sensibilidad magistral, la sociedad patriarcal y machismo como generadores de la violencia de género. A pesar del mayor impacto visual de los malos tratos físicos y sexuales que se le infringen al personaje que interpreta Ana Fernández, son los continuados menosprecios, falta de respeto e infravaloraciones que se infringe a la madre (María Galiana) los que, a pesar de no ser tan obvios, tienden a una total anulación de la personalidad de la mujer y parten de la consideración de su inferioridad de forma más continua e irresoluble. La madre, una señora mayor de un pueblo sevillano, renuncia a emprender una nueva vida por su sentimiento de obediencia y servidumbre a un hombre, que aun postrado en una cama, ejerce sobre ella malos tratos psicológicos.

En Cascabel  también se circunscriben los malos tratos al ámbito familiar y contra las mujeres pero se recoge la violencia ejercida por un padre a su hija. Los mecanismos de control que ejerce contra la protagonista van encaminados a coartar su libertad sexual y afectiva. El padre ejerce el control sobre el tiempo de ocio de la hija, ya mayor de edad, y coarta su libertad sexual pues Cascabel[4] tiene que pasar controles médicos periódicos para certificar su virginidad; formas éstas que son mecanismos tradicionales de control machista. Al principio de la película el jefe de una empresa abusa de una mujer que va a pedir trabajo con la promesa de que se lo dará. Con esta violación, Cascabel  escenifica todos los tipos de violencia de género aunque no los vincula al matrimonio ni el sexual al ámbito doméstico.

Se puede observar, pues, que la producción española contemporánea encuentra en los malos tratos ejercidos contra las mujeres un elemento narrativo recurrente para la narración. No aparecen de manera gratuita ya que tiene trascendencia narrativa en la historia, sirven para desencadenar hechos y el carácter de la persona maltratada y del maltratador son importantes para la trama. Sin embargo, en algunas de estas películas en la que la violencia de género tiene una importancia secundaria en el guion, los malos tratos no son percibidos por el espectador con la fuerza que tienen pues se personifica en deficientes mentales o psicópatas, situados en ambientes violentos en los que se pierde el impacto entre los demás sucesos conflictivos y en relaciones fuera del matrimonio. Las agresiones se ensartan en la trama y se las dota de trascendencia narrativa así que parecen necesarias para la historia y, más que como malos tratos, son elementos fílmicos.  Un golpe, un insulto, un chantaje emocional ejercido contra las mujeres por un hombre, por el hecho de ser mujer,  que sirve para que suceda algo, que tiene una justificación narrativa, se concibe como un episodio más de la película y se tamiza así su carga social. Tan sólo las agresiones sexuales son nítidamente percibidas por los espectadores. Como se suele decir, “no es lo importante de la película” y, aunque todos los espectadores lo vean, no hacen alusión a estos hechos cuando la cuentan a otras personas, por ejemplo. Mientras que al resumir Bámbola (Bigas Luna, 1996) se atribuye la violencia al ambiente marginal y al estado mental de los protagonistas, al hablar de Solas nadie enfatizaría que la raíz de los problemas narrados es la violencia psíquica que ejerce el padre y en Son de mar que el asesinato es el resultado del sentimiento de propiedad que ejerce el marido sobre la mujer.

 

  1. LA VIOLENCIA DE GÉNERO COMO PROTAGONISTA: CELOS, SÓLO MÍA y TE DOY MIS OJOS

Pero, además de las producciones en las que se concede un papel secundario a los malos tratos, el cine español se ha hecho eco de la repercusión política, mediática y social que la violencia de género tiene en la actualidad y le ha concedido un papel protagonista en las películas. Sólo Mía (Javier Balaguer, 2001), Celos (Vicente Aranda, 1999) y Te doy mis ojos (Icíar Bollaín, 2003) son tres de las escasas cintas que se centran en los malos tratos ejercidos contra las mujeres y muestran no sólo la conjunción de violencia física, sexual y psicológica sino también las repercusiones sociales de este problema. En estas películas, a diferencia de las anteriores, el espectador va advertido de que se refleja un debate moral sobre la violencia de género, por lo que la trascendencia de los malos tratos no pasa desapercibida. La violencia que se ejerce tiene como única finalidad, no desencadenar otros hechos de la acción, sino construir el universo de los malos tratos y explicarlo al espectador. En estas cintas, por ello, sí cabe hablar de una finalidad informativa también presente en otras producciones españoles como en Los Lunes al Sol (Fernando León de Aranoa, 2002), donde se dramatiza la situación de los desempleados por el cierre de los astilleros gallegos.

Estas cintas están protagonizadas por mujeres maltratadas e intentan hacer comprender cómo surge la semilla de la desconfianza y la violencia en el marido. Si bien Celos está ambientada en el entorno rural y en las clases medias (él es camionero y ella operaria en un almacén de naranjas), Sólo Mía narra la historia de un matrimonio adinerado (él es creativo publicitario y ella secretaria) en una gran ciudad. Con lo que circunscribe el problema no sólo a las situaciones extraconyugales y a las clases bajas sino que se ofrece una visión que huye de ciertos tópicos. En la película de Aranda, la protagonista (Aitana Sánchez Gijón) no es consciente de que está siendo objeto de malos tratos hasta avanzada la historia. Para ella, los celos empiezan siendo halagadores y se esfuerza en convencer al marido de que sólo le quiere a él y vive para él; se comporta como si hubiera hecho algo que la hiciera sentir culpable ante el marido. La faceta sexual de la relación, crucial en la filmografía de Aranda, es el escenario en el que ella intenta solventar las controversias: “yo sé cómo se arregla esto… le voy a demostrar que es el mejor”. 

Sin embargo,  Aranda incluye en la trama un elemento justificador de la curiosidad del marido. Aparece una relación turbulenta en el pasado de la protagonista que desencadena los celos enfermizos de su pareja y, por tanto, suponen una causa y justificación narrativa para el comportamiento de su marido. Es decir, si bien la violencia de género  empieza a  ejercerse en Sólo Mía de modo paulatino y sin ningún elemento desencadenante, en Celos se da al protagonista, con evidentes problemas psicológicos, una razón para su comportamiento y se encuentra, por tanto, una causa primera, una cierta culpabilidad, en la vida pasada de la mujer.

En la cinta de Balaguer, pequeñas actitudes casi insignificantes van demostrando el verdadero talante del personaje encarnado por Sergi López una vez que se casan. Un hombre afable con su entorno, cariñoso con las demás mujeres y niños, de clase media-alta y con profesión liberal que acaba encarnando el rol de maltratador. Coarta paulatinamente todos los espacios públicos de su mujer (Paz Vega) e intenta reducir su actividad a cuidar de la prole y del hogar y a satisfacer sus deseos sexuales. Frases como: “Tanto trabajar afuera y luego la casa hecho un desastre”; “para lo que ganas…” demuestran cómo comienzan los malos tratos psíquicos que se hacen físicos, con los golpes durante el embarazo, y sexuales, con las violaciones constantes.

En esta película se recogen de forma muy fidedigna los comportamientos frente a la violencia de género; por primera vez, aparece este fenómeno contextualizado socialmente y no como elemento aislado o secundario en la narración. La madre de ella le dice: “lo importante es saber perdonar. Dentro de unos pocos días ni te acordarás. Este niño necesita un padre”. El intento de tapar esta violencia, como si fuera causa de vergüenza o culpabilidad, llega hasta la justicia pues ella intenta conseguir la separación sin que conste que ha sido maltratada para que su hija no llegue a saberlo. Entre la primera discusión y la separación, el personaje que interpreta Paz Vega recibe vejaciones físicas y psicológicas en todos los ámbitos de su vida.

La veracidad de la violencia de género se mantiene también en el retrato de la indefensión judicial de que son objeto las víctimas. Si bien el debate sobre la aplicación de la actual Ley Integral contra la Violencia de Género parece coincidir en que ha mejorado la atención a las víctimas y el tratamiento judicial de estos delitos, existe una tradicional conciencia en España –presente en esta cinta, anterior a la publicación de dicha ley- sobre la lentitud e incoherencia de ciertos procedimientos legales. El marido se aprovecha de esta situación y dice, entre bromas,  “pegar con moderación, ahí está el truco”. La trama además profundiza en la psicología del maltratador: “cada vez que me pasaba contigo me sentía el más miserable del mundo”, “odio cómo soy pero no puedo evitarlo”, “ya no sé lo que es querer”[5].

La película de Iciar Bollaín, cuyos protagonistas ganaron sendos premios de actuación en el festival de cine de San Sebastián, inicia la narración en un momento posterior de la relación pues no se cuenta el comienzo de los malos tratos sino sus resultados psicológicos y físicos. La protagonista (Laia Marull) ha escapado el domicilio conyugal junto con su hijo e intenta iniciar una vida nueva pero vuelve con el marido que se propone rehabilitarse asistiendo a una terapia. La aportación de esta película a la narración de la violencia de género a través el cine se basa en su realismo y credibilidad pues, en primer lugar,  muestra al agresor como un enfermo con una patología psicológica, que necesita tratamiento pues, como deja traslucir, su agresividad se alimenta del sentimiento de inferioridad que siente hacia su pareja. La violencia es perpetraba por el marido como forma de dominación física hacia su mujer por el miedo, como él admite, de que ella le deje al darse cuenta de que es más inteligente y válida que él. En segundo lugar, esta cinta muestra la capacidad terapéutica que tiene para la mujer maltratada su inserción laboral en tanto la hace “sentirse útil”. Las reuniones de maltratadores, las terapias de grupo a las que asiste el marido, en tercer lugar, sirven para profundizar en los pensamientos y maneras de actuar de los maltratadores y, por tanto, muestra las razones que estos encuentran para su comportamiento. La capacidad histriónica de Marull y Luis Tósar y el guion de Iciar Bollaín permiten, por último,  profundizar en los caracteres de la mujer maltratada y el maltratador y la relación de dependencia que se crea en este tipo de parejas hasta que se decide cortar con ella.

 

  1. CONCLUSIONES

La frecuente presencia de episodios de violencia de género en la producción española contemporánea demuestra que ésta forma parte del imaginario colectivo que comparten creadores y espectadores, que forma parte de la opinión pública. Además, las últimas cintas, en las que las agresiones son el tema principal, vienen a reflejar la importancia que este problema ha cobrado en el debate público, en tanto se ha convertido en un asunto con amplia cobertura mediática y central en el discurso político.

Es positivo que aparezcan todas las manifestaciones de la violencia de género -física, sexual y psicológica- pues ello contribuye a que la ciudadanía comprenda la magnitud y diversidad de este problema. Sin embargo, se recurre a ciertos tópicos que descontextualizan la percepción social del problema; mayoritariamente la violencia no suele ser ejercida por el marido o pareja, no se ejerce dentro del hogar y algunas protagonistas representan, además, un sentimiento de culpabilidad que parece justificar al agresor.

No ha resultado difícil encontrar películas en la que la violencia de género esté presente. Sin embargo, estos episodios han sido generalmente secundarios y difícilmente perceptibles por el espectador. La violencia sexual es fácilmente reconocida pero no así la psicológica cuando los episodios de malos tratos son breves o secundarios y más aún cuando son hechos descontextualizados o se reproducen coartadas morales para los maltratadores.

La utilización de los malos tratos como elemento desencadenante de la acción y no como protagonista hace que merme su capacidad de concienciar a los espectadores. Es un elemento secundario recurrente en la narración en un cine en el que la violencia, en general, tiene una gran presencia y, aunque obvia decir que no se pretender achacar a los directores laxitud, complicidad o defensa de este tipo de hechos, sí sería beneficioso, para la concienciación social, ofrecer una visión más realista y sin elementos narrativos distorsionadotes de la magnitud del problema. Aunque no debe olvidarse que las obras fílmicas son productos creativos de ficción a las que no cabo exigir que obedezcan a las premisas de las fábulas morales, ofreciendo siempre un contenido sobre el que reflexionar, sí cabe concluir, que el mensaje global que deja la filmografía española contemporánea presenta un discurso que ha venido minimizando las repercusiones de la violencia de género para las mujeres pero, a la vez que el problema ha ganado relevancia social y política, viene ofreciendo una imagen más ajustada a la realidad y verosímil.

BIBLIOGRAFÍA

 

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ENCINAS CARAZO, J.A. (1998): Lenguaje audiovisual: la imagen del cine, el vídeo y la televisión. Madrid, Ediciones Akal.

 

 



[1] La expresión “violencia de género”, a pesar de ser un anglicismo y de tener una significación meramente gramatical en su origen, es la más extendida socialmente y la que los organismos públicos están usando para referirse a este problema, por ejemplo, en la Ley Integral contra la Violencia de Género. Se ha escogido frente a “violencia de sexo” por el reduccionismo a las agresiones sexuales que puede denotar ésta, en detrimento de las físicas o psíquicas.

[2] Paradójicamente, este personaje es una presentadora de televisión de un reality show desde el que ella, valiente defensora de los derechos de la mujer, anima a otras a denunciar el tipo de situaciones que ella sufre.

[3] Violencia contra las mujeres. Cuaderno Informativo. Instituto Andaluz de la Mujer, Junta de Andalucía.

[4] En esta película, el padre de la protagonista determina la vida de su hija cuando a los ocho años le coloca un cascabel en un tobillo para tenerla siempre localizada. He ahí el nombre de la película y, como dato, reseñar que nunca se conoce el verdadero nombre del personaje.

[5] Con un comienzo muy similar al de Sólo mía, cabe mencionar la que aspira a ser su versión americana, Nunca más (Michael Apted, 2002). Protagonizada por Jennifer López, esta cinta describe bien cómo sale a la luz el carácter del maltratador doméstico, con qué coartadas morales sustenta la violencia y considera que la mujer debe aguantarlo todo porque él es el que trae el dinero a casa y tiene más apetito sexual que ella. También habla de la posición que adopta el entorno de la protagonista y de la escasa protección jurídica de las víctimas de malos tratos pero el final es del todo desalentador pues, en vista de que él no intenta en ningún momento cambiar su actitud- algo que sí ocurre en Sólo mía para mostrar la poca estabilidad psíquica del agresor- ella se toma la justicia por su mano y se concluye que la violencia es la única solución para acabar con la violencia de género.