Elementos para el análisis del campo académico de la comunicación en México Karam, Tanius |
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Texto enviado por el autor a Infoamérica. |
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Resumen | |||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
El campo académico de la comunicación es muy amplio a no decir diverso; por otra parte se le caracteriza también por su desarticulación entre la enseñanza y la investigación, entre investigación y campos profesionales, entre éstos y la primera. Las tensiones entre campo profesional y académico son agudas. Lo que usualmente llamamos “campos académicos” de la comunicación se constituye por varios “subcampos” que no necesariamente se han desarrollado en forma articulada (Galindo y Luna, 1995). Cabe recordar —y este es un importante componente fenoménico del campo académico— la preexistencia de los dominios profesionales de la comunicación, algunos, como el del periodismo con siglos de diferencia. Éstos fueron referentes empíricos y fuente de demanda social para la emergencia de la consolidación del campo académico con la enseñanza universitaria del periodismo al cual se irían añadiendo otros más con la creciente diversificación de los medios. En este texto queremos ofrecer un resumen sobre algunos ejes para analizar
el campo académico. El objetivo amplio de toda reflexión
sobre este tópico es devenir en conciencia sobre el estado de la
cuestión, los enormes retos existentes y desde ahí esbozar
algunos escenarios posibles que ayuden a la articulación de investigación,
enseñanza, y campo profesional; al mismo tiempo que dé elementos
a las escuelas de comunicación para diseñar estrategias
de acción que les permiten actualizar sus planes de estudios con
menor grado de distancia de las otras esferas que conforman el mundo público
de la comunicación. Dr. Tanius Karam |
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1. ALGUNOS EJES PARA EL ANÁLISIS |
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Sin pretender un listado exhaustivo proponemos
en nuestro trabajo algunos ejes de análisis para conocer la estructura
del campo académico de la comunicación en México que
puede verse desde su vertiente histórica, institucional, socio-cultural.
Su estudio es una herramienta muy útil para profesores e investigadores
ya que podemos conocer los marcos de formación y el estado de la
disciplina, que aun cuando no se agota en lo que realizan las universidades,
tiene en ellas uno de los principales actores.
A partir de las orientaciones que vemos, nos permitimos realizar algunos
comentarios adicionales para enmarcar el estado de la cuestión
y los tópicos que enmarcan el debate. |
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1.1. Boceto histórico del campo académico de la comunicación | |||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
Una revisión detallada de la historia del campo académico de la comunicación nos da elementos para reflexionar sobre su estado y aprender de esa suma de logros e indecisiones, titubeos y certezas. Históricamente las escuelas pioneras del periodismo en instituciones de educación superior surgen en EE.UU. en la primera década del siglo XX. En América Latina las escuelas de comunicación nacen en Brasil y Argentina en los treinta, y responden primeramente a la necesidad de formar profesionistas para la industria periodística y posteriormente para laborar en los medios en general. Sosa (2000) explica las contribuciones y limitaciones de la CIESPAL en tanto la primera institución que propone y lleva al a practica un modelo que explica la formación de las grandes escuelas de comunicación en los sesenta. La CIESPAL estableció criterios sobre los que entonces no había consenso como el grado académico, el número mínimo de años, los tipos de cursos a llevar, el ideal de escuelas convertidas en facultades autónomas. La Universidad Iberoamericana (UIA) en México se alcanzó popularidad y sin duda fue la primera institución en probar las ventajas de la nueva profesión. El caso de la UIA sirvió de pauta para que otras universidades privadas comenzaran a ofrecer en la misma década de los sesenta. Al promover la investigación lo hizo principalmente desde y para los medios; por otra parte este proceso coincide con el lanzamiento de la industria televisiva en América Latina; por tanto mucho de esos primeros egresados lograron efectivamente insertarse en el sistema mediático que rápidamente copo lo espacios disponibles. En los setenta se produjo un viraje que enfoco los estudios de comunicación al método dialéctico, la semiótica europea (principalmente la francófona) y el anhelo de historias sobre el presente; se promovió un mejor conocimiento del contexto en menoscabo de la practica. La hiper-teorización que tanto criticó Daniel Prieto (1984) dejo fuera muchos de los problemas reales a la que se le confirió poderes omnímodos; las carreras que surgieron en esta década eran dominadas por un fuerte cuerpo teórico lo que impedía que los egresaron fueran capaces de realizar diagnósticos y evaluar situaciones concretas, ni mucho menos planificar en comunicación. La pendiente de la formación de “comunicadores” en los sesenta, cedió a la formación del “comunicólogo” en los setenta. Claro esta generalización —justificada por se este un esbozo, ni siquiera un recuento apretado— nos permite ver matices, variantes a esta estructura que no obedeció a un patrón muy rígido, pero seguramente a quienes en aquellos años estudiaron, les recordarán algunos rasgos de los debates y discusiones sobre el campo académico. El boom de los estudios en comunicación siguió crecientemente en los ochenta, sobre todo en las universidades privadas que han sido las ganadoras en este proceso [1]. Por desgracia ese crecimiento exponencial nunca fue paralelo con la consolidación disciplinaria profesional. Ello ha hecho que dentro del campo de las ciencias sociales, la comunicación no tuviera un reconocimiento cabal en su proceso de legitimación [2]. Galindo (2003c) ejemplifica esta realidad al señalar que no existe una “asociación internacional de comunicología”, como hay una de sociología; no existes los 50 grupos de trabajo internacionales que hay en ésta. En esta década (“perdida” desde el punto de vista económica) se logró paliar la fuerte dicotomía entre las visiones muy prácticas y teóricas; el desarrollo de la comunicación alternativa, el aumento en la sistematización de estas experiencias, el ingreso a regímenes formalmente democráticos y el aumento de las tecnologías fueron algunas de las causas. Teóricamente el desarrollo de los estudios sobre la cultura recuperó para los estudios científicos de la comunicación la investigación más acotado a campos intermedios y micro-sociales. Al revalorarse las prácticas de comunicación, se comenzó la desmitificación que el único campo de la comunicación es el periodismo y los medios audiovisuales. En los noventa siguió el aumento de las escuelas de comunicación. En 1990 había en la Latinoamérica 244 escuelas, con 5 mil profesores y más de 100 mil alumnos (Fuentes Navarro citado por Sosa, 2000: 18). En esta década aumentó el nivel de especialización, comenzó un aumento considerable de postgrados en distintos áreas; en el caso de México han ido apareciendo algunas revistas de divulgación y otras estrictamente académicas (como los Anuarios de Investigación del CONEICC [3], el primero de ellos en 1994) Históricamente en el caso mexicano, el proceso de crecimiento
se observa entre 1980 y 2000. Para Galindo y Luna (1995) el “boom cuantitativo”
se verifica de mediados de los ochenta a la década siguiente; mientras
que para Benassini (2000) es en los noventa como lo resume en el siguiente
gráfico. |
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Debido a la vastedad que caracteriza la comunicación,
se constituye como un campo amorfo en lo que distingue el problema general
del objeto académico, el campo académico de la comunicación
y la imprecisión de su realidad profesional. A finales del siglo
pasado, Castillo y Tapia (1996) hacía un balance a partir de ciertos
rasgos; su enfoque permite señalar algunos márgenes del debate,
sintetiza los logros y las inercias:
Parte del problema hay que verlo en la propia fenomenología del
campo académico: la existencia de un campo profesional preexistente
mucho antes de la aparición de escuelas; la dificultad del consenso,
la rápida explosión que imposibilitó la planeación
y a ello hay que sumar los factores estructurales de la educación
en una país económicamente periférico. Las escuelas
llegaron tarde y en el mejor de los casos han presentado ofertas de acuerdo
a lo que entienden desearía el empleador, todo ello sin la adecuada
investigación; por otra parte a los propietarios de esas centenas
de escuelas privadas [5]
que constituyen el principal campo académico poco les ha preocupado
de una conformación más articulado. A ello, aun para las
“universidades serias” el campo profesional y la realidad social va mucho
más adelante que los planes y programas de estudio que tardan en
actualizarse en el mejor de los casos cada 5 años, cuando las tecnologías
—permítasenos colocar un caso extremo de aceleración cultural—
cambian cada tantos meses. |
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1.2. La tipología institucional-nominal | |||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
Según Benassini (1996: 32) 100 universidades
mexicanas incluyen la licenciatura de Comunicación o afines; es decir
el 22% de las Universidades del país (de un total de 456 registradas
por ANUIES) ofrecen esta carrera. Según el Anuario de ANUIES (1995)
es la duodécima licenciatura más demandada, dato importante
cuando se discute sobre la proliferación de escuelas de comunicación
[6].
Otro eje para estudiar el campo académico de la comunicación y que confirma algunas de las conclusiones del inciso anterior en la diversidad nominal. De acuerdo con la orientación básica de los objetivos formativos y planes de estudio existentes, las licenciaturas llevan nombres muy diversos. En el repertorio se pueden encontrar nominaciones amplias (Ciencias de la Comunicación, Comunicación Social, Ciencias y Técnicas de la Comunicación), pasando por las instrumentales (Técnicas de la Comunicación), hasta las que refieren a áreas concretas o campos laborales y de aplicación específica, entre las que se incluyen los campos tradicionales (Periodismo, Publicidad) y los que han ido apareciendo en años recientes (Comunicación Organizacional, Comunicación Gráfica, Comunicación Educativa). En sus orígenes, la Universidad Iberoamericana, que fue la primera universidad privada en ofrecer ese híbrido integral agrupado en el nombre “ciencias y técnicas de la comunicación”; al morir su fundador en 1961, el jesuita Jesús Sánchez Villaseñor, la novel licenciatura fue obligada a cambiar el nombre por la por la de “ciencias de la comunicación”, debido a los problemas administrativos que hubo para registrarla ante el Ministerio de Educación Pública. Con el nombre cambió también la visión: de un intelectual humanista que usaría los instrumentos de la comunicación masiva para una mejor sociedad, se transformó para buscar que sus egresados encontrarán trabajo en la creciente industria de la televisión, lo que llevó a la incorporación de nuevas materias (administración, contaduría) y que se quitaran otras (como fue con las filosofías). A pesar de la heterogenidad en los nombres de las carreras de comunicación,
Benassini (2000) quiere ver una cierta homogeneidad en los planes de estudio.
De acuerdo al Anuario Estadístico 1988 de la Asociación
Nacional de Universidades e Instituciones de Enseñanza Superior
(ANUIES) las carreras de comunicación con todas las variantes se
ubican en el área de ciencias sociales y administrativas; en esta
categoría la comunicación se imparte bajo el rotulo de ciencias
humanas, ciencias de la comunicación o de la información,
comunicación, desarrollo humano, medios masivos, periodismo, periodismo
y comunicación colectiva, relaciones humanas, sistemas de información.
El siguiente gráfico (cf. Benassini 2000) da cuenta de la relación
nominal por número de instituciones. |
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La agrupación de este cuadro puede señalar
como las licenciaturas en comunicación siguen centradas en la preparación
de estudiantes para trabajar en los medios; luego siguen las licenciaturas
en periodismo y algunos otros apelativos; sucede lo mismo con la publicidad.
A partir de los ochenta aparecen vertientes en comunicación organizacional.
Otro perfil que se ha presentado, no con tanta fuerza pero sí de
manera constante desde 1975 que aparece la primera licenciatura en comunicación
y relaciones públicas es justamente esa actividad. Otro rubro con
las variantes de aspectos audiovisuales, licenciatura con formación
de profesionales en los campos de la educación. Por última
se observa una tendencia a combinar opciones (ciencias de la comunicación
y publicidad, mercadotecnia y publicidad)
Algunas de las conclusiones que pueden esbozarse de este rápido
recorrido histórico es que las escuelas de comunicación
continúan privilegiando los campos tradicionales a pesar de su
saturación. La carrera de comunicación ha seguido manteniendo
entre la número 9 y 14 del total de carreras que imparten las universidades
mexicanas y su población puede oscilar entre las cifras aproximadas
de 30 a 40 mil y otras que apuntan hasta 50 mil estudiantes. La diferencia
entre universidades publicas y privadas es abrumadora (23 públicas,
195 privadas). Es previsible con este panorama que el desempleo entre
estudiantes de comunicación seguirá, o bien éstos
ingresaran a otras áreas no vinculadas con su formación.
Vale decir que aun cuando este fenómeno no es propio de las ciencias
de la comunicación, éste caso es en especial complejo por
todos los componentes que hemos analizado. |
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1.3 Formación de modelos y orientaciones de la enseñanza de la comunicación | |||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
Otra posibilidad que nos parece interesante
para analizar el campo académico lo constituye la identificación
de orientaciones en la formación de profesionales de la comunicación.
Para Fuentes Navarro la evolución del campo académico se resume
en tres grandes modelos de formación de comunicadores de acuerdo
más o menos a orientaciones por década, así tenemos
el “modelo de formación de periodistas” (cincuenta), el del “comunicador
como intelectual humanista” (sesenta) y el “científico social de
la comunicación”.
El primer modelo de difusión internacional fue el facturado por la CIESPAL que promovió la idea de la investigación centrada en los medios, con métodos procedentes sobre todo de la sociología cuantitativa. Poco después surgió la tendencia del universalismo humanista a partir de las universidades católicas (sobre todo las jesuíticas) que hacen coexistir el modelo más “pragmático” con el “humanista”. Un modelo más apareció en el paradigma del análisis social; se sustentaba en el análisis marxista de la realidad y las influencias de la teoría de la dependencia (no siempre se encontraba divorciado del modelo humanista, sino muchas veces estaba alimentado por él). Para los ochenta, estos tres modelos llamados por Fuentes Navarro (1998) “fundacionales”. En los noventa se consolidó sobre todo a nivel teórico metodológico una orientación cultural en la formación de investigadores en comunicación; los estudios culturales se convirtieron en la forma preferida de indagación y moda intelectual en esta década y que sin duda enriqueció el entendimiento de los procesos de comunicación; más que un modelo queda como una orientación en la enseñanza-investigación de la comunicación . SI bien no modificó los “modelos fundacionales” incorporó un modo de comprender [7] y hacer la teoría-investigación. Cabe señalar que esto modelos (y orientaciones) coexisten con los previos. Sánchez Ruiz (2000) sugiere ver la historia del campo académico de la comunicación como un vaivén pendular entre un relativo predominio del pragmatismo acrítico y el de los acercamientos críticos y emancipatorios. Una última orientación (si queremos evitar el apelativo de modelo) es aquel que deviene de la sociedad de la información, del conocimiento y la manera en que las nuevas tecnologías han impactado la formación del profesional de la comunicación. Estos modelos-orientaciones tienen algunos deudores teóricos,
cuya lista es ya una forma de caracterizar la enseñanza de la comunicación
en México y en Latinoamérica. Lejos de la realización
de sus postulados e ideas, en listado es un marco cognitivo que circunscribe
la enseñanza a ideales y constituye un fuerte anclaje en el imaginario
que profesores e investigadores (porque no es algo propio de estudiantes
o empleadores) podemos hacernos del campo, de las aspiraciones de la enseñanza
comunicativa, de sus tópicos y de la forma de inserción
en el campo social. Roncagliolo (2002) considera que en la lista de estos
pioneros incluye a Antonio Pasqualli, quien desde principio de los sesenta
se preocupa sobre formas de instaurar medio de comunicación con
orientación pública; a Matterlart y Freire que están
en Chile en el gobierno de Frei a finales de los sesenta; el primero preocupado
del estudio cultural del imperialismo y el segundo con sus importantes
aportes al campo educativo que ayudaron a vincularlo con la comunicación.
L.R.Beltrán quien aparte de haber sido el primer doctor latinoamericano
en comunicación (egresado de la Universidad de Michigan) hizo importante
aporte en la difusión de los primeros de modelos para la enseñanza
de la comunicación. |
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2. DE VISLUMBRES, RETOS Y ALGUNOS ATAJOS | |||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
La influencia del campo académico de
la comunicación en la vida social mexicana es prácticamente
nula y salvo algunos recientes foros donde el campo académico o algunos
académicos destacados participar (por ejemplo las mesa para el diálogo,
algunas asociaciones Inter-gremiales que se han creado en los últimos
diez años) no se encuentra una presencia sostenida de investigadores
en las tomas de decisión sobre las áreas propias de la comunicación,
ni mucho menos en la planeación de políticas públicas.
Por otra parte, tenemos que reconocer algunos avances y en ese sentido valorar
que el joven estudiante de comunicación enfrente una situación
distinta, por ejemplo, el hecho que existan disponiblemente muchas más
revistas de comunicación, la impresionante situación de las
nuevas tecnologías.
Ante el panorama que hemos descritos es necesario ofrecer algunas alternativas que no conforman un plan, tan solo algunas sugerencias que eventualmente ayudarían a articular más efectivamente empleadores, empleados, estudiantes e investigadores. Tradicionalmente entre las sugerencias que investigadores realizan, se encuentran la actualización de contenidos, la jerarquización curricular y el desajuste teoría-práctica (por ejemplo, las escuelas pueden dar mucha importancia a los cursos de teoría, mientras que para el estudiante la atención se centra principalmente en talleres), la ausencia a determinados tópicos como por ejemplo las implicaciones socio culturales de las nuevas tecnologías. Una de las razones para explicar estos desfases tiene que ver con los distintos imaginario que existen sobre la comunicación, la formación del comunicador / comunicólogo, y las herramientas o saberes que porta un egresado de comunicación. No se incorporan nuevos temas porque no se han reconocido como tales y en consecuencias no forman parte del imaginario social sobre las carreras de comunicación que colectivamente se han construido (cf. Besasinni 2001: 32-33). Ahora bien, no se trata que los medios tradicionales desaparezcan sino que se reorganicen las propiedades en materia de formación al pensar las necesidades laborales y sociales. De las prioridades que se asoman (que más que una prioridad parece una línea de acción) es el estudio sistemático sobre los diversos campos que intervienen en la socialización de esta práctica profesional; el seguimiento de egresados que daría pistas para revisar las estrategias, los planes de estudios y contar con más elementos empíricos y cualitativas al modelo de los rediseños o actualizaciones, de lo contrario acontecerá una repetición de manera ampliada. Iniciábamos nuestro texto con la referencia a la desarticulación
como uno de los rasgos del campo académico de la comunicación.
Surge desde este rasgo el reto de imaginar caminos para fortalecer pertinencias
mutuas y correspondencias entre campo académico y profesional
[8]. Otro de los señalamientos que hacen los especialistas
y puede, si no desatorar del todo al menos acortar esas distancias entre
el campo profesional y el académico es que las Universidades atiendan
las nuevas practicas profesionales emergentes basadas en diagnósticos
para permitan una adecuada redefinición de los perfiles (ingreso
y egreso) y planes de estudio. De las propuestas para contravenir la desarticulación
se encuentra el fortalecer las relaciones con otros gremios; a final de
cuentas, el gran reto es ir más allá del campo académico
para activarlo y que tenga correspondencias más sólidas
con el campo profesional. Después de más de 60 años del campo académico,
se puede retomar esa experiencia y memoria como la principal riqueza;
al margen del éxito social o de un supuesto triunfo (colocar egresados
en los medios), se tiene una memoria comunicativa más compleja
que posibilita entender los procesos sociales, políticos y culturales
como fenómenos de comunicación y tener, como dicen Edgar
Morin, algunas certezas en medio de un mar de incertidumbres. Hoy los
estudiantes (en muchas, no en todas las universidades por desgracia),
tienen cursos más consistentes y especializados, hay menor dubitación
a la hora de clasificar y organizar las teorías y metodologías
que disponemos en el campo científico para producir e interpretar
conocimiento; sabemos de modas y mitos que han poblado la historia del
campo; igualmente temas que se absolutizaron como panacea poseen un aprendizaje
que les permite integrarse. Existen por otra parte muchas más revistas
y medios y estructuras más amplias de interrelación; hay
más asociaciones de áreas especializadas y alguna investigación
más en áreas que se basaban solo en la especulación.
Claro al mismo tiempo hay huecos no resueltos, persiste la improvisación,
la enorme desinformación lo que en ese espectro es la carrera de
comunicación. Para sobrellevar estas contradicciones no resueltas,
tal vez podamos asumir como línea estrategia, la recuperación
de un punto medio entre la “imaginación utópico-emancipatoria”
y la recuperación de un “neo-pragmatismo más ético”.
Sánchez Ruíz (2000: 9) habla de un “pragmatismo utópico”
que crea en la posibilidad de la invención de órdenes más
justos producidos a partir de la eficiencia y en los resultados de la
actividad humana, con base en las posibilidades presentes y futuras de
emancipación y sobrevivencia de nuestra especie. |
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4. FUENTES DOCUMENTALES | |||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
BENASSINI, Claudia CASTILLO, Emilia, TAPIA, Manuel (1996) La formación de comunicadores ante los nuevos retos. Ponencia presentad en coloquio “Tradición y Modernidad en la Sociedad Mexicana...”. Universidad de Sonora (México). Disponible en www.cesu.unam.mx/Ireste/revistas/perfiles/perfiles/75-html/75-07.htm [fecha de consulta, mayo 2003] CORRAL, Manuel (1986) La ciencia de la comunicación en México, origen, desarrollo y situación actual, Trillas, México. Consejo Nacional para el Estudio, la Enseñanza y la Investigación de las Ciencias la Comunicación (CONEICC) (1995) Anuario Investigación, CONEICC, México. FUENTES NAVARRO, Raúl GALINDO, Jesús GALINDO, Jesús y LUNA, Carlos (coords.) (1995) Campos académicos de la comunicación: hacia una reconstrucción reflexiva. CONACULTA, México. MARTÍN BARBERO, Jesús (1984) “Comunicación popular y modelos transnacionales” en Seminario. Movimiento popular y modelos transnacionales, CSUCA, Alajuela (España). PÉREZ TORNERO, José Manuel (Comp.) (2000) Comunicación y Educación en la sociedad de la información. Nuevos lenguajes y conciencia crítica, Paidós Comunicación, Barcelona. PRIETO, Daniel (1984) “Sobre la teoría y el teoricismo en comunicación” en Fernández F. y Margarita Yepes (comp.) Comunicación y teoría social. UNAM, México. RONCAGLIOLO, Rafael (2002) Comunicación, democracia y ciudadanía Conferencia de apertura “Seminario Comunicación y Democracia: ciudadanía y procesos electorales”, IFE-FALAFACS-CONIECC, México. No impreso. SÁNCHEZ RUIZ, Enrique (2000) La investigación latinoamericana de la comunicación y su entorno social: notas para una agenda. Disponible en http://www.innovarium.com/Investigacion/la%20investigacion%20latinoamericana%20de%20la%20comunicacion%20Enrique%20Sanchez%20Ruiz.pdf [fecha de consulta, mayo 2003] SOSA, Gabriela (2000) “Hacia una configuración del ser y hacer
del profesional de la comunicación, sus posibles escenarios de
acción para el siglo XXI” en Revista electrónica Razón
y Palabra Nº 17, disponible en www.cem.itesm.mx/dacs/publicaciones/logos/anteriores/n17/17gsosa.html
[fecha de consulta, enero 2003] |
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[1] El binomio público-privado es insuficiente, ya que dentro de las segundas existen una gama amplia que va de universidades muy deficientes (sin talleres adecuados, sin investigación o publicación, con una vida académica muy pobre y poca calificación o criterios de aceptación del personal docente) a otras más solventes como es el caso de la red UIA. Por citar el caso de la zona metropolitana de la ciudad de México, de las casi 50 universidades que imparten comunicación, la mayoría de las carreras son universidades privadas; sólo tres son públicas. El crecimiento exponencial de las carreras en comunicación es un fenómeno que debe mucho a las universidades y escuelas privadas, las que decidieron abrir y ofrecer la carrera por reconocer su importancia o como producto de su alta rentabilidad. En muchas de estas universidades las condiciones de formación distan de ser las propicias, tanto en la infraestructura como en la preparación del cuerpo docente, para brindar una formación acorde a las exigencias del campo laboral de la comunicación [2] Para profundizar sobre los significados de la legitimación hay que remitir la lectura clásica Berger y Luckmann (1968) La construcción social de la realidad Amorrortu, Buenos Aires, pp.120 y ss. La legitimación es una objetivación de segundo orden, es decir produce nuevos significados a los ya atribuidos procesos institucionales dispares. La legitimación logra objetizaciones ya institucionalizadas para que dispongan de nuevas reconocimientos. [3] Significa Consejo Nacional para el Estudio, la Investigación y la Enseñanza de la Comunicación; es el principal órgano nacional que agrupa a la mayoría de las escuelas de comunicación del país. [4] Es un sistema de estímulos a los investigadores por parte del gobierno federal. El SIN fue creado a principios del os ochenta; originalmente el apoyo era visto como un complemento del sueldo, pero rápidamente paso a ser otro sueldo. Solo de forma muy reciente los evaluadores del SIN han considerado a los científicos sociales desde criterios propios y no de los emanados de usos y costumbres de las ciencias exactas y naturales. [5] Hay que distinguir de las Universidades privadsa como la Iberoamericana, que son pioneras del campo y todas las demás quehan ido apareciendo.en su inmensa mayoría estas escuelas no tiene un proceso de supervisión por parte del Ministerio de Educación lo que facilita prácticamente a que cualquiera pueda poner alguna; se les conocen como “escuelas patito”: bajos niveles de calidad, programas sin supervisión, no hay investigación o revistas de difusión / divulgación; después de un tiempo de estancia, el alumno acumula papeles y recibe su título para ejercer en un campo del cual no tiene (como no lo tuvo la institución) la más mínima idea de su funcionamiento. [6] Esta tendencia más o menos permanece. En algunos casos incluso es mayor, por ejemplo en el reciente experimento de Universidad Pública (Universidad de la ciudad de México) del gobierno de la ciudad de México, la carrera de comunicación es la segunda en la preferencia de los estudiantes que ingresan; a poco más de un año de fundada esta universidad la carrera de comunicación cuenta con casi 200 estudiantes. [7] Queda como una asignatura para historiadores y epistemólogos del campo académico del a comunicación la redacción de una historia de los estudios culturales de comunicación en México. Galindo sugiere que han existido tres generaciones de estudios culturales en el campo académico de la comunicación: la primera con los intentos de la Universidad Autónoma Metropolitana: su enfoque abierto a favor de la educación política, su apertura a las culturas populares (de hecho una de las revistas prestigiosas que impulsó esta casa de estudios finales setenta y ochenta se llamaba “Cultura y Comunicación”. La segunda que podríamos ubicar en la obra que el propio Galindo y Jorge González realizan en la Universidad de Colima, la Revista sobre el Estudio de las Culturas Contemporáneas. Y una tercera, muy nueva en la recién fundada Universidad de la Ciudad de México que ofrece la licenciatura en Comunicación y Cultura. [8] En el texto que citamos de Sánchez Ruiz (2000) realiza en detalle estos campos que por espacio no citamos, pero que el lector puede bajar de internet en la liga referida (p.12). |
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