El cuarto modelo de la enseñanza en las ciencias de la comunicación

Karam, Tanius

 

Texto enviado por el autor a Infoamérica.

 
Resumen

Dentro del debate sobre el campo académico de la comunicación uno de los aspectos más pertinentes es reflexionar sobre los modelos de enseñanza que han prevalecido en este medio siglo de historia del campo académico de la comunicación. El debate es especialmente importante sobre todo en nuestra región por las condiciones en las que se desarrolló. De acuerdo a Fuentes Navarro (2003) lo deja ver en su última sistematización documental, hay un sensible aumento en el estudio del campo académico del a comunicación como objeto de estudio.

El mismo Fuentes Navarro, durante su participación en la XV reunión de AMIC en 1996 (Fuentes Navarro, 1996: 139 y ss.) sugiere la formulación de tres modelos en la enseñanza de la ciencias de la comunicación que equipara a etapas “fundaciones” de la carrera. Fuentes Navarro (2001) hizo esta presentación en el encuentro de 1994 de la Asociación Mexicana de Investigadores de la Comunicación en el que conmemoraba su XV aniversario. En el año que inicia, la AMIC celebra su XXV Aniversario por tanto este texto quisiera ser un acicate que aliente una discusión la cual siempre será provechosa si sabe ser crítica e histórica. No se trata de responder las preguntas, sino formular mejor nuestras interrogantes, conocer otros modos de concebir la relación campo académico- profesional - laboral. Se trata de responder desde las ciencias de la comunicación a los problemas acuciantes de nuestros sistemas sociales y políticos.

Dr. Tanius Karam
tanius@yahoo.com
Tel. 56 18 83 96

 

1. LOS MODELOS "FUNDANTES"

 

Los tres modelos que sugiere Fuentes Navarro funcionan a la manera de hipótesis que cumplen la idea de articular el currículo, los saberes recortados históricamente en función de diversos perfiles y determinaciones socio-profesionales. Para este autor todos los planes de estudio en nuestras carreras responden a una articulación confusa y sobre-posición de estos modelos; de la misma manera se queja que no haya surgido otro proyecto que busque volver a fundar académicamente el estudio de la comunicación.

El primero de estos modelos es de la formación de periodistas; en realidad podríamos llamarlo “mediológico” porque tiene como objetivo principal preparar profesionales para insertarse al campo de las industrias mediáticas. Surgido en esa primera etapa de fundación de las carreras de comunicación en la región (1940-1959) Para cuando este modelo se edificó el estado de los medios masivos obedecía a un ritmo de crecimiento económico y social, además se inscribía —en el caso de México— en estado de las instituciones políticas que imposibilitaban o limitaban en demasía el desarrollo de la actividad de la comunicación. La perspectiva era en ese sentido, ‘instrumental’ en el que pesaba la “visión funcional” salpicada del ideal de efectividad y una responsabilidad social no asumida. No hay que olvidar el momento de aparición de este modelo no explicable sin algunos supuestos como la consolidación de los medios, el estado del bienestar, proceso paulatino de urbanización del país (la escuelas de comunicación es un fenómenos que se ha dado básicamente en las ciudades) y de una cierta clase media…

El segundo modelo surge con la primera etapa en la popularización de las carreras de comunicación, la cual tiene su evangelio en la célebre carta del P. Sánchez Villaseñor realizada a principios de los sesenta, donde frases tales como “someter la técnica al espíritu” se canonizan. Esto genera la formación de comunicólogo o comunicador como un intelectual que tiene su “plus” en una formación preocupada de conocer el estado de los medios, sus impacto y evolución; es el comunicólogo-humanista que proviene de una formación muy extensa; su currículo se caracteriza por colocar un amplio bagaje sobre todo de filosofía e historia desde el cual interpreta los medios, la comunicación [1]. Para Fuentes Navarro la utopía del discernimiento filosófico y existencial es la base de la práctica que tiene su horizonte en la teoría de la comunicación y su diálogo con las ciencias humanas, la ética social. La idea del estudiante de comunicación que emana es la de alguien que “sabe de todo”, que al mismo tiempo de su aspiración y anhelo genera el problema de la definición de este ‘sabelotodo’ que cursa un rango de materias en su acaso como ninguna otra profesión hasta entonces lo ha hecho, una combinación no siempre clara y precisa de disciplinas o saberes que proviene lo mismo de las ciencias de la cultural o las humanidades que de la administración o la economía.

Un tercer modelo aparece que Fuentes Navarro ubica en los setenta, es el modelo del comunicólogo como científico social el cual se deslinda claramente de la formación instrumental (de hecho se coloca en franca oposición a ella), pone énfasis en la construcción de totalidades desde una perspectiva crítica. Su preocupación es mucho más estructural pero a diferencia del modelo anterior éste se centra en la sociología y la política que funcionan como disciplinas articuladoras, las cuales orientan el ejercicio y sentido en la formación de este especialista destinado a sumarse y aportar desde sus saberes específicos insumos para esas luchas de liberación y emancipación política que se gestan en gran parte del hemisferio. Este modelo tiene una preocupación en la denuncia de los efectos de la transnacionalización de la información, la estructura de los grupos propietarios de esas industrias culturales y sus cómplices. Este enfoque llegó a extremos en algunas universidades y hoy los años nos dan una cierta distancia para conocer sus excesos, pero nos parece no se puede desdeñar su contribución e importancia por lo que todavía es necesario un balance crítico e histórico de sus limitaciones y alcances.

Hasta aquí los modelos señalados por Fuentes Navarro. Hay un cuarto, que es más esbozo y que algo definido como lo hemos hechos, es una consecuencia de los desfasamiento en los anteriores, Fuentes Navarro lo llama el modelo del burócrata de la comunicación y se caracteriza por el afán desmedido del estudiante / egresado por colocarse e insertarse de la forma más eficaz en la maquinaria global de la comunicación. Lo que nos parece ver es sobre todo la crisis de los modelos anteriores y las consecuencias que se resumen en un divorcio entre las prácticas, imaginarios y las concepciones del “mundo real” versus el “irreal”. Más que un modelo es su imposibilidad, su contra-imagen y su dimensión oscura; es el temor que el proyecto de la investigación académica de la comunicación se convierta en una mera utopía generacional; una comunidad de académicos y profesionales que pasa inadvertida y desapercibidamente de la vida y dinámica social porque carece y está desprovista de lo fundamental para alcanzar sus propósitos.

Otra interpretación de la historia y la ciencia puede encontrar nuevos modelos no descritos en la presentación de Fuentes Navarro. De cualquier forma queremos advertir de la existencia de una cuarta formación que posee los componentes esenciales de todo modelo: un grupo de conceptos definidos nominalmente que corresponden a una visión del campo académico y profesional; un principio racional que explica los fenómenos que le interesan conocer y una estructura de relaciones entre los conceptos del modelo (Willer citado por Rodrigo, 1995: 21). Aun cuando éste ancla sus fundamentos mucho tiempo atrás de su concreción, queremos —a manera de hipótesis—ejemplificar una licenciatura que intenta ser diseñada desde este último (y que si bien como hemos dicho no procede por criterios de exclusión sino de integración) su punto de partida es distinto y es posible establecer diferencias entre ellos. Este modelo parte de concebir al comunicólogo/comunicador como un mediador socio-cultural, privilegia el diálogo entre las ciencias de la cultural y de la comunicación, por tal motivo lo llamamos “modelo culturológico”. Este modelo considera como centro de la actividad profesional del “comunicólogo / comunicador” no lo medios (o las empresas) sino la cultura o mejor dicho el conjunto prácticas sociales en la que se verifican procesos de comunicación. Este “ingeniero” de los procesos comunicativos trata de definir, interpretar y estudiar dichos procesos, la manera como sus actores, participantes y grupos se interrelacionan, intercambian, producen e interpretan signos, mensajes, universos simbólicos.

Hace 20 años Jesús Martín Barbero señalaba que la tarea de los comunicadores sería pensar “antropológicamente” sobre el sentido que los desplazamientos del capital e innovaciones tecnológicas le imponen a la cultura cotidiana de las mayorías. La tarea sentenciado por este filósofo hispano-colombiano nos parece vigente: diseñar estrategias de comunicación (en los distintos espacios de interacción social: mediático, institucional, organizacional, comunitario y personal) que vinculen éticamente mundos separados. En otras palabras, vincular paradojas o hacer “habitables” las paradojas es la compleja tarea de este profesional de la comunicación. Asimismo tiene la misión de armonizar lo urbano con lo rural y lo popular con lo masivo; de vincular lenguajes opuestos, como el discurso de la publicidad, con el de la religión, el lenguaje de la política, con el del amor; tiene el desafío de integrar la contradicciones entre vida pública y vida privada y estudiar sus interrelaciones. Y, finalmente, debe articular la desterritorialización de las demarcaciones sociales provocadas por las nuevas tecnologías con la necesidad de conversar entre identidades locales.

La enseñanza de la comunicación y su imaginario de forma de las articulaciones y las interconexiones entre estos modelos de enseñanza que son formas de entender la comunicación misma en nuestras universidades. No se trata de promover filiaciones o fobias, sino de considerarlos como ‘horizontes’ en el sentido que Gadamer lo explica: una visión que abarca y encierra todo lo que es visible desde un punto de vista. Ahora bien, la historia de la enseñanza en comunicación no es producto de un solo modelo, éstos han respondido a necesidades y lejos de proclamar su superación, se trata de construir visiones más integrales que sobre todo respondan a la realidad (tanto a la idea que tenemos de ella, como la interpretación científica de algunas de sus manifestaciones).

 
2. UN EJEMPLO DEL CUARTO MODELO: LA LICENCIATURA EN COMUNICACIÓN Y CULTURA
 

Presentamos a manera de cierre la formulación de lo que en este texto hemos llamado el “cuarto modelo” o culturológico. El contexto inmediato es el trabajo que recientemente un equipo de profesores realizó para elaborar el plan de estudios de la licenciatura en comunicación y cultural dentro del proyecto Universidad de la Ciudad de México (UCM).

Algunos datos mínimos para contextualizar el modelo: La UCM surge en septiembre de 2001 bajo el liderazgo de Manuel Pérez Rocha quien impulsa una universidad pública para habitantes de la ciudad de México y que entra en la política social de A.M. López Obrador. Pérez Rocha (y su equipo de asesores) conciben un proyecto de universidad pública que se sustente en algunos principios básicos y que se pueda traducir en una estructura institucional que los apoye. Algunos de estos aspectos: (a) enfoque centro en el estudiante (promoción de modelos de autoaprendizaje), (b) currícula flexible que implica no sólo apertura en la elección de cursos (los planes de estudio tienen que contener los cursos indispensables y los optativos sobre los que el alumno tiene un mayor grado de libertad) sino en las modalidades de titulación como es la posibilidad de títulos combinados u opciones que no necesariamente desembocan en la licenciatura (hay diplomados con distintos ejes, técnicos…); (c) “sistema de certificación”, esto es valoración principal de lo cualitativo (lo llama así la universidad) realizada por un comité de tal forma que el profesor no es quien califica a su estudiante sino un comité formado por profesores del departamento (que son llamados “Academias”); y sobre todo el principio que el estudiante no aprueba/ reprueba sino que “certifica” o no (muestra o no evidencia del conocimiento y por tanto del cumplimiento de los objetivos del curso); esto le da la posibilidad de presentar la materia cuantas veces sea necesaria; más aún, mejorar la certificación cuantitativa si lo desea. Menciono estos aspectos de forma muy acelerado, es meramente indicativa de algunas peculiaridades de este modelo.

La Universidad actualmente cuenta con cuatro campus: uno en el centro de la ciudad de México (Av. Fray Servando), en Iztapalaba (antigua cárcel de mujeres en la salida hacia Puebla), en la colonia del Valle y de manera muy reciente ha comenzado a operar otro inmueble en Tlahuac. La primera versión del plan de estudio de la licenciatura data de octubre de 2002, en el que se produjo un borrador que actualmente se encuentra en fase de revisión. Algunos detalles más pueden obtenerse en una hoja web que recoge ciertos aspectos, no muy completos todavía de la universidad [http://www.ucm.df.gob.mx]

Lo que resumimos en este último apartado es el esfuerzo por sistematizar y recuperar la síntesis que hemos señalado o bien abrir algunas vetas que por lo general no aparecen claras en nuestros planes de estudio. Esta es una licenciatura que surge con la impronta de un “enfoque culturológico” (no reducible a los célebre cultural studies británicos y sus múltiples influencias derivadas). En principio el equipo de trabajo realizó un diagnóstico del cual tenía claro que la formación técnica-instrumental (“primer modelo”) era insuficiente para las actuales demandas y necesidades sociales. En los Antecedentes el documento señala:

La Academia [así nombrados los departamentos] de Comunicación y Cultura de la UCM reconoce los avances que ha habido en la formación de los profesionales de la comunicación, pero al contemplar el ‘enfoque cultural’ como el eje articulador de la formación de los estudiantes pretende promover profesionales que tengan el dominio de algunas tecnologías de comunicación, pero principalmente que logren dar cuenta (interpretar y actuar en consecuencia) de las realidades socioculturales de la población mexicana.

El diagnóstico considera algunos de los que serían los antecedentes de una historia de los estudios culturales de la comunicación en nuestro país; se destacan los aportes de la revista Comunicación y Cultura, el programa de comunicación que privó sobre todo en la Universidad Autónoma Metropolitana a finales de los setenta y principios ochenta, la obra de Gilberto Jiménez y Alberto Cirese quien fue uno de los principales difusores de Antonio Gramsci. Igualmente el trabajo que se ha realizado desde la Maestría en Comunicación y Cultura del ITESO, el “Programa Cultura” de la Universidad de Colima (y de su revista Estudios sobre las culturas contemporáneas), por señalar algunos espacios institucionales importantes en este recorrido.

En la licenciatura se plantea dar prioridad a aquellas líneas de investigación que tengan por objeto la comunicación en su contexto sociocultural. De lo anterior se sustentan las líneas de trabajo académico que definen las áreas de estudio y los ejes que orientarán los debates y seminarios de formación al interior del cuerpo docente de la licenciatura y aportarán elementos de discusión para el proceso de aprendizaje de los estudiantes, permitiendo así dar un mayor sentido a la articulación de “cursos indispensables” y “cursos optativos” que guardan en el Plan de Estudio casi una proporción de 50/50 (25 indispensable, 20 optativos dentro de una oferta de este tipo de cursos que naturalmente es mucho más abundante sobre todo en los ejes que hemos denominado “comunicación aplicada” y “práctica en medios”).

Las líneas que aparecen como prioritarias para desarrollar una formación de profesionales que den cuenta de la dimensión cultural de la comunicación (de manera especial en la Ciudad de México) son:

a) Comunicación, valores y cultura: Los grandes cambios que ha experimentado México pueden ser vistos como procesos de construcción de identidades y modificaciones en la estructura de valores. Lo que se tiene a principios del siglo XXI es un mosaico sociocultural, un juego de fuerzas que configuran campos de energía social que se mueven en distintas direcciones, con diferentes resultados y comportamientos; por lo tanto, esta línea de trabajo pretende identificar las relaciones entre los procesos de comunicación, la estructura axiológica y la orientación de los grupos humanos en distintas fases y/o momentos del proceso socio-histórico que atraviesa el país (cf. Galindo, 1994: 124).

b) Comunicación, sociedad y democracia. Las transformaciones sociopolíticas de la sociedad mexicana han propiciado la emergencia de cambios en el discurso político, el replanteamiento de los otrora inamovibles pilares del sistema político mexicano, que reconfiguran la relación de fuerzas, la función social y política de los medios de información, la estructura de las audiencias y la opinión pública.

c) Comunidades simbólicas, identidades y representaciones sociales. Uno de los temas más recurrentes en la investigación social es el estudio de las identidades sociales que entendemos como procesos socioculturales en constante construcción, en los cuales los sujetos de un grupo social interpelan el repertorio de signos de su universo de pertenencia. En este horizonte interpretativo, la investigación social analiza el sistema de representaciones sociales como un conjunto de signos, narrativas y prácticas puestas en los contextos sociales y culturales en los que son interpelados por los sujetos concretos para configurar un sentido de pertenencia y otorgar determinadas significaciones a sus cursos de acción y redes sociales (es decir, su relación con otros sujetos y grupos sociales en el contexto más amplio de la ciudad, el país y el mundo).

d) Comunicación y vida cotidiana. Berger y Luckman (1968) afirman que la vida cotidiana es la realidad por excelencia que se impone a la conciencia de una manera masiva, inmediata e intensa. De ahí que el espacio de la vida cotidiana constituya un vasto campo de estudio sobre los topos de la retórica aristotélica, y la forma como los habitantes dan sentido a su experiencia y a las cosas que les rodean, integrándolas a distintos ámbitos de su existencia (vivienda, vestido, ocio y tiempo libre, trabajo, traslados, rituales de comida, etc.), que se configuran como discursos sociales que son observados por los estudios culturales de la comunicación.

e) Impacto sociocultural de las tecnologías de información. La discusión sobre las implicaciones socioculturales de los nuevos medios de comunicación es un tema eje que incluye el estudio de las repercusiones laborales de su irrupción, las nuevas formas de organización social en la producción del conocimiento y la configuración de nuevos imaginarios sociales. Una reflexión sobre estas implicaciones supone estudiar las distintas rutinas y estilos de trabajo que las nuevas tecnologías superponen a los procesos de comunicación ya existentes. No se trata de sustituir o dejar de mirar las prácticas existentes, sino de incorporar las modalidades emergentes y establecer una nueva relación entre lo conocido y lo cognoscible (Cf. Benassini 2001: 33).

f) Comunicación y ciudad. Las transformaciones de la ciudad de México deben hacer emerger estudios e investigaciones que, desde la óptica de la comunicación y la cultura, den cuenta de estos cambios, tanto a nivel físico-territorial como a nivel simbólico y de representaciones sociales de lo urbano. En este sentido, la línea que vincula la comunicación con la ciudad se erige como básica, tomando en cuenta la filosofía con la que nace la UCM: dar respuesta a los problemas de la ciudad en el marco de una reflexión crítica y humanista del entorno fundamental de los estudiantes, esto es, la Ciudad de México y sus habitantes.

Se espera que este egresado pueda estar formado y capacitado para aplicar conocimientos a distintos niveles de abstracción en distintas áreas de la comunicación, a partir de un enfoque cultural, con el cual —ciertamente— tendrá la potencialidad de actuar en un campo muy vasto de desarrollo profesional. De las características principales de este modelo es que no parte como espacio privilegiado de acción los medios de información. De las áreas que se señalan como prioritarias para la acción de este profesional son el campo de la comunicación alternativa, entendida como la inserción en prácticas y usos de la comunicación en comunidades y asociaciones que se caracterizan por agruparse en torno a redes solidarias y por una activa participación en procesos de educación (formal, informal) y reivindicación de derechos sociales; la planeación de la comunicación en organizaciones civiles, sindicales, gremiales, religiosas, empresariales y gubernamentales; docencia e investigaciónque se entiende como la articulación de las actividades de producción y circulación del conocimiento científico sobre el campo de las comunicaciones; tradicionalmente los centros para su producción y distribución son las universidades, sin embargo, este profesional puede desempeñarse en otros ámbitos y, de este modo, impulsar la proliferación profesional y consciente de los usos de la comunicación en las esferas de su acción, todo ello con una perspectiva social y crítica; áreas de Comunicación en partidos políticos y/o dependencias gubernamentales que se justifica por la aparición de nuevos grupos y la crisis de los existentes. Finalmente la industria massmediática, ya que el profesional de la comunicación y la cultura no puede ser ajeno a este campo tradicional de trabajo, a los propios modelos que hemos señalamos; los medios requieren, más que instrumentadores, profesionales de la mediación con una perspectiva y sensibilidad social que puedan incidir en el desempeño diario de estos sistemas y en la configuración de políticas públicas de comunicación más coherentes con las estructuras de las audiencias e imaginarios de nuestra ciudad y/o país.

Es necesario vincular la creación y trayectoria de las licenciaturas que ofrece el sistema de educación superior a las condiciones y requerimientos particulares de la sociedad mexicana; esto es, la formación de carreras profesionales debe responder a las exigencias que impone el grado de desarrollo y el modelo de organización social del país. De ahí que adquiera relevancia lo establecido por la Federación Latinoamericana de Facultades de Comunicación Social (FELAFACS) (citada por Fuentes Navarro, 1991: 40) en el sentido de que la formación de profesionales de la comunicación no se traduce en ajustar el perfil del comunicador al sistema vigente del mercado profesional, sino de responder urgente y seriamente a los retos que en materia de comunicación y cultura tiene el país. La emergencia de una licenciatura en comunicación se fundamenta con base en las necesidades de diálogo y especificidades socioculturales de la sociedad mexicana.

En el apartado de “Justificación” se incluyen aquellos indicadores del contexto socio-cultural que se identifican como relevantes y que eventualmente justifican el diseño de un profesional en comunicación y cultura. De los rasgos contextuales que se señalan, destacamos algunos: (a) la explosiva diferenciación de los grupos sociales que configura una creciente diversificación de los universos simbólicos; (b) los ajustes más rápidos que los grupos sociales que tienen que realizar para actualizar sus configuraciones simbólicas en nuevos ambientes; (c) la creciente capacidad de los grupos sociales para pensarse a sí mismos; la perdida de los otrora espacios institucionales frente a los medios masivos; las narrativas institucionales han cedido terreno frente a la configuración de complicidades en el espacio de la experiencia inmediata.

De este apartado la pregunta más provocadora que el documento se hace es ¿qué esperaría la sociedad de un profesional en comunicación y cultural?, ¿qué le podría demandar una sociedad que ha verificado los cambios que en México se han dado en el campo de la cultural y la sociedad, la política y la tecnología, en los últimos diez años? Esta pregunta tiene algo de irresoluble, pero es necesaria como una invitación a la imaginación en cualquier diseño curricular. En el documento se ensayan algunas respuestas en tanto el tiipo de profesional que pensamos la sociedad sociedad mexicana puede demandar; esto es, alguie…

  • ...que sepa moverse en niveles de abstracción, así es necesario que el profesional pueda aplicar, adaptar elementos cognitivos y analíticos para reconocer la emergencia de universos simbólicos que están en permanente construcción y los haga comunicables, explícitos, y que contenga elementos (didácticos) para comunicarlos.
  • ... que sepa moverse en el cambio, que tenga una idea clara del ser humano (desde la perspectiva humanista clásica, la fenomenología experiencial y el existencial humanismo) y que considere que socialmente no hay nada dado, todo es un proceso de construcción y él debe ser alguien que sepa explicar dichos procesos.
  • ...que sepa poner en comunicación mundos y universos aparentemente incompatibles en sociedades (como la nuestra) todavía muy segmentadas (aun en la ciudad, que es el principal escenario del ejercicio comunicativo).
  • ... que sepa dar cuenta de los procesos de interacción entre los grupos.
  • ... que describa los procesos de apropiación de los mensajes que envían los grupos mediáticos. Los massmedia han abandonado su lugar como representación y metáfora de la realidad, pasando a constituir una prolongación o metástasis de la misma.
  • ...que sea consciente que la formación es auto-formación. En la medida que pueda responsabilizarse con este proceso, su labor será más efectiva.
  • ...que maneje las técnicas para la difusión de información para hacer un mejor uso de ellas.
  • ...que pueda aplicar los elementos axiológicos, cognoscitivos, analíticos, tecnológicos y prácticos necesarios para conocer los códigos de interacción y de pertenencia sociocultural de las diferentes comunidades simbólicas que conforman a la sociedad mexicana, principalmente, en lo que respecta a la Ciudad de México.

Muchas de estas afirmaciones han sido motivo de discusiones no terminadas; creemos de cualquier forma que no existe contradicción con los rasgos del modelo que hemos descrito. Quienes hemos participado en la redacción de este plan de estudios que este documento sintetiza algunas preocupaciones, reconoce drásticamente ciertas limitaciones. En los debates previos a la redacción hemos tenido claro los puestos de trabajo que se abren en el campo de la comunicación, las estadísticas que colocan a la comunicación como una de las 10 carreras más demandadas en el país, el aumento creciente de escuelas (mayoritariamente privadas) que agrupan más de 50 mil estudiantes. Reconocemos que la realidad es más compleja que nuestras abstracciones o estrategias, pero al mismo tiempo sin éstas no es posible diseñar, sugerir y hacer. No somos ajenos al hecho que en nuestro afán no prevalece la idea de formar para colocar en el mercado, el propio rector Pérez Rocha en varias de sus alocuciones ha hecho cuestionamientos muy sugerentes y privativos con respecto a la indistinción que existe entre el trabajo (como una dimensión social de expresión más amplia) y el empleo que corresponde a la remuneración de ese trabajo. Este sentido social es fundamental para el desarrollo que aspira, antes que enriquecer el ejército industrial de reserva, a formar personas que puedan colaborar con nuestras competencias en la resolución de problemas de sus comunidades.

El objetivo de estas líneas ha sido mostrar un modo de funcionamiento de un modelo en alguno de sus elementos fundante que se estructura desde otro lugar distinto al tradicional del planteamiento. Se ha señalado como el fenómeno de las Escuelas de Comunicación ha privado en el campo privado; la última universidad pública que en la zona del valle de México intentó dicho proyecto fue la UAM, hace casi 30 años, por tanto el contexto de aparición de la UCM es muy distinto; la sincronía de la Universidad pública, el debate sobre las ciencias sociales, el estado mismo del país, del campo académico sin ser diametralmente opuesto responde a otras necesidades que tienen que tomarse en cuenta, justamente para saber alimentar la valía de los planteamientos críticos de la comunicación y la promoción de un modelo formativo que recupere lo mismo la visión humanista que tuvo Sánchez Villaseñor a finales de los cincuenta que la dimensión emancipadora y ética que ha tenido la comunicación en nuestra región.

Aun cuando me he referido a un caso en concreto, la reflexión sobre el campo académico de la comunicación y sus modelos de enseñanza deben elaborar explicaciones teóricas y modelos metodológicos lógicamente consistentes y éticamente pertinentes. Como señala Carlos Luna (citado por Fuentes Navarro, 2001: 156) la diversidad y la complejidad de nuestro campo académico lejos de ser un obstáculo, constituye un valor. El escenario más desolador para el campo académico sería la realización de ese anti-modelo delineado por Fuentes Navarro, la burocratización como único horizonte; pensamos que el mejor remedio para contravenirlo es la conciencia y la autorreflexión, la crítica y la visión histórica.

 
FUENTES DOCUMENTALES
 

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[1] Un ejemplo de este tipo de comunicólogo, además exitoso (a propósito cito un caso no mexicano) es el venezolano Antonio Pasqualli considerado incluso por Fuentes Navarro (1992: 14) como uno de los padres fundadores de las ciencias de la comunicación en América Latina, cuya formación viene de la filosofía pero se incorpora al debate de los medios, realiza un trabajo para sugerir la formulación de políticas públicas en materia de la comunicación, es consejero por su país en la UNESCO.