Comunicacion , Conservacion y Desarrollo Regional. El Rol de los Comunicadores en la Formación de Criterios sobre Asuntos Ambientales

Alfonso Gumucio

Texto enviado por el autor a Infoamérica.

 

SABER O NO SABER

 

Los periodistas somos extraños profesionales. Sabemos mucho superficialmente y muy poco en profundidad. El estilo de nuestro trabajo nos obliga a revisar asuntos muy diversos a vuelo de pájaro. Estamos acostumbrados a informar sobre cualquier cosa, y con un poco de aplicación al tomar notas, lo más seguro es que la información que ofrecemos al lector parezca veraz y correcta, es decir, que no se note nuestra falta de competencia en el tema. Los periodistas tendemos también a opinar y a veces lo hacemos sobre asuntos que no conocemos con la profundidad necesaria. Esa es la naturaleza de nuestro fácil y a la vez complejo oficio de traductores (¿o traidores?) de la realidad.

En el tema de la conservación y el medio ambiente que ocupa ahora nuestro espacio de reflexión, tenemos algunas experiencias que definen muy bien ese carácter contradictorio del periodismo, más aún en países donde el juego político es una tentación cotidiana para el comunicador. En Bolivia, en 1988, una parte de la prensa se embarcó en un debate acalorado sobre los acuerdos conocidos como "Deuda por Naturaleza". Este debate público no hizo sino demostrar dos cosas: a) una severa ignorancia de los planteamientos conservacionistas y b) la invasión de la coyuntura política nacional en la temática ambiental. Aunque en ese momento los proyectos conservacionistas parecían arrinconados y algunas instituciones ocultaron la cara, el debate fue saludable y lo cierto es que se dió a partir de entonces un crecimiento del tema "conservación y desarrollo" en la opinión pública que antes del debate era indiferente y carecía de criterio sobre el tema.

  • Primero: el debate estimuló la expresión de todo tipo de ideas, buenas ideas, falsas ideas e ideas a medias sobre los aspectos políticos, económicos y sociales vinculados a la cuestión ambiental.
  • Segundo: permitió que las instituciones conservacionistas salieran de la penumbra academicista en la que se habían encerrado voluntariamente.
  • Tercero: abrió las puertas a la participación popular de modo que las comunidades se hicieron protagonistas al relacionar sus reivindicaciones sociales y económicas con la problemática de la conservación y el desarrollo. En dos o tres años, menos de lo que tarda un árbol en dar sus primeros frutos, la opinión pública boliviana adquirió los instrumentos básicos para la formación de criterios sobre la temática ambiental.

Hay algunos indicadores que permiten verificar ese proceso. Tomemos por ejemplo el Concurso de Video convocado por la Liga de Defensa del Medio Ambiente (LIDEMA), la Estación Biológica del Beni (EBB), la Academia Nacional de Ciencias de Bolivia y Conservación Internacional. En su primera edición, convocada en 1990, el concurso registró más de 50 participantes, superando de lejos las cifras que otros concursos similares -pero sobre otros temas- habían logrado establecer en el país. Este hecho es de particular importancia para comprender que cuando hablamos de comunicación nos referimos a un concepto participativo que desborda ampliamente el marco de la información formal restringida a los medios (prensa, radio, televisión) y asimila a sectores de la opinión pública (instituciones, grupos de jóvenes, artistas, organizaciones campesinas) como productores de sentido, es decir, como comunicadores.

Otro indicador que muestra la evolución de los criterios conservacionistas en la opinión pública boliviana es el crecimiento político de organizaciones campesinas e indígenas en el norte del país y su rápido avance (literalmente) para ocupar la escena política central. La marcha de estas organizaciones hacia la sede de gobierno, a fines de 1990, es un indicador de ese novedoso crecimiento de la conciencia crítica.

¿Estan los periodistas al margen de esos movimientos? ¿Tienen la capacidad de reconocerlos, describirlos, analizarlos, para devolverlos contextualizados a la opinión pública? ¿Qué instrumentos propios posee el periodista para poder procesar la información sobre un hecho tan relevante? ¿Cual debería ser la base cultural de un periodista para abordar la problemática conservacionista?

 
CONSERVACIÓN, DESARROLLO Y SOBREVIVENCIA
 

En la formación de cualquier comunicador la temática ambiental debiera ser un eje principal. La conservación no es solamente un tema más, es un tema globalizador, es un tema central del que se desprenden muchos otros. El medio ambiente está en el corazón de cualquier reflexión sobre el desarrollo. Si nos referimos a los recursos naturales o a la agricultura de subsistencia, a la industrialización o al crecimiento urbano, a la provisión de energía o a las migraciones poblacionales, a la salud de los niños o a la apertura de carreteras... estamos en cada caso refiriéndonos a la conservación y el medio ambiente. Lo sorprendente es que a lo largo de tantos años nos hayamos referido a esos temas y nuestros países se hayan embarcado en planes de desarrollo sin considerarlos desde una perspectiva conservacionista.

El rescate de oro en el norte de Bolivia, el sobrepastoreo de cabras en el sur, el monocultivo de papa en el Altiplano, la venta de gas a Argentina, los asentamientos poblacionales en el oriente del país, la apertura de carreteras hacia la zona del Chapare (hoy muy conocida por la producción de coca y cocaina), el crecimiento acelerado de la Ciudad de El Alto para convertirse en pocos años en la segunda ciudad del Bolivia... Estos y otros temas -que tomo de mi propio país como ejemplo- estan estrechamente vinculados a la problemática ambiental.

Hay temas que tienen un impacto global. Tomemos el caso de la salud de los niños. Cada dos segundos muere un niño en el mundo, 14 millones de niños menores de cinco años murieron en 1990. De acuerdo a estudios realizados por UNICEF, por lo menos 50 por ciento de esas muertes podrían ser evitadas sin apelar a recursos tecnológicos costosos, simplemente creando un medio ambiente más propicio a la vida. La especie humana, pues, y no solamente las plantas y los pajaros exóticos, está bajo peligro inminente.

La prensa mundial reacciona horrorizada cuando sucede un accidente de aviación donde mueren 140 personas, o cuando tres ballenas quedan atrapadas en los hielos del norte. Inmediatamente se mobiliza la solidaridad internacional, la opinión pública manifiesta contagiosamente su preocupación. Sin embargo, 40 mil niños mueren todos los días en el mundo, por supuesto en los países más pobres, pero no merecen ni un titular en la prensa, ni una nota en la televisión o en la radio. Los medios de información en el Tercer Mundo son particularmente inmorales cuando ponen en relieve tantos hechos intrascendentes que suceden en los países industrializados pero ignoran o esconden el hecho de que el Tercer Mundo es una geografía desoladora donde 90% de los niños mueren por causas que pueden ser evitadas. ¿Que tiene que ver esto con el medio ambiente? Tiene todo que ver. Ahora mismo podemos mencionar algunos ejemplos.

¿Hay algo más cercano a la conservación del medio ambiente que el agua? El agua es vida, según hemos aprendido desde niños, pero también es muerte para millones de personas. El agua estancada produce un millón de muertes cada año porque es el caldo de cultivo de los mosquitos que transmiten el paludismo. No existe vacuna contra el paludismo y las drogas a base de quinina no han podido erradicar el mal. La única solución es la eliminación de las aguas estancadas: es decir, una solución ambiental. Esas mismas aguas estancadas son responsables de tres millones de enfermos anuales en 21 países que sufren todavía el flagelo del llamado gusano de guinea. La carencia de agua potable y de mejores condiciones sanitarias es una causa principal de la diarrea, que mata a más de cuatro millones de niños cada año. La tuberculosis, que es resultado directo de la malnutrición, es responsable de otros tres millones de muertes, todas ellas en los países del Tercer Mundo. En cada caso, las soluciones son ambientales: agua potable, saneamiento ambiental, alimentación.

El ejemplo de la salud con relación al medio ambiente sirve en particular para subrayar el papel de los comunicadores. Desde el lugar que ocupan, ¿cómo pueden contribuir a mejorar la calidad de la vida, cómo pueden impedir que 40 mil niños mueran cada día debido a enfermedades vergonzosamente simples? La respuesta parece a ratos demasiado obvia: la comunicación se ha convertido en la principal vacuna. El desarrollo de la capacidad crítica en los hombres es similar al fortalecimiento de las defensas naturales mediante la inyección de un virus. Ese virus no es otra cosa que información. El organismo humano aprende a reconocer otros cuerpos extraños y a responder adecuadamente multiplicando sus defensas. Un hombre que ha recibido información actúa de una manera parecida pues ha adquirido los instrumentos que le permiten analizar, expresarse y participar. Los periodistas y comunicadores tenemos en nuestras manos una vacuna que puede salvar muchas vidas y contribuir en el equilibrio entre las necesidades del hombre, el desarrollo y la conservación de la naturaleza.

 
LOS RECURSOS RENOVABLES SE AGOTAN
 

El desarrollo al que aspiran nuestros países dependientes y atrasados está ligado, al igual que la sobrevivencia, a la conservación del medio ambiente, pero esto es algo que los periodistas hemos tardado en entender. La primera imagen que teníamos del tema ambiental era la que mecánicamente trasladamos de las noticias que llegaban en los años sesenta desde Alemania o Francia. Era una imagen idealizada y simplificada de la problemática ambiental, cuyo eje era la protección. Europa y Estados Unidos habían comenzado a alarmarse ante los resultados de un proceso de industrialización que amenazaba con liquidar el bienestar que aparentemente se había creado. De alguna manera, la naturaleza quería cobrarse la deuda de un desarrollo industrial a ultranza, que no respetó el necesario equilibrio entre el hombre y su entorno natural. De ahí que la propuesta ambientalista de los europeos no podía ser otra que la de la ecología en su versión más estrecha: la intangibilidad de areas geográficas y la protección de especies.

La traslación mecánica de las ideas europeas a América Latina no tenía asidero en la realidad social y económica de nuestros países. ¿Con qué moral podemos pedirle al campesino -que no recibe ningún apoyo de su gobierno- que ya no desbosque para plantar, que ya no corte leña para cocinar, que ya no cace animales para alimentarse? Para el hombre con hambre, el hecho de que la tortuga equis o zeta esté en vías de extinción no deja de ser una disgresión exquisita. El problema no está en prohibir, sino en regular y en planificar. Pero sobre todo -y allí está el rol de los comunicadores- en favorecer la toma de conciencia en la población y promover su participación.

Vivimos en el planeta una gran paradoja. Los recursos que llamamos no-renovables son ilimitados, mientras los recursos renovables se nos estan escapando de las manos. Las reservas de petroleo, de gas, de oro, de minerales estratégicos, son tan grandes que no existe por ahora la preocupación de quedarnos sin ellos. Pero los bosques son asfixiados y arrasados de un día para otro, el agua de los ríos se envenena de ácidos y los desiertos avanzan como una alfombra de muerte sobre el suelo fértil del planeta. Los relatos de los exploradores que recorrieron el norte de Africa a mediados del siglo pasado nos hablan de bosques y poblaciones donde ahora no hay más que remolinos de viento y dunas de arena caliente.

¿Cuánto sabe de esto la opinión pública mundial? ¿Cuánto sabe de esto la opinión pública de nuestros países mal informados y dependientes? ¿Cuanto saben nuestros periodistas y comunicadores? Y si lo saben, ¿qué oportunidades ejercen para comunicarlo?

 
LOS LÍMITES DEL PERIODISMO
 
Uno de los riesgos más grandes en el periodismo es el "callo" de la indiferencia. Los periodistas manejan todos los días informaciones que no los afectan individualmente y por lo tanto no los motivan. Esa indiferencia es transmitida con frecuencia a la opinión pública. Frente a la televisión el espectador percibe con la misma emoción las imágenes de un terremoto que causó cien mil muertos, que las imágenes de un terremoto recreado en maqueta en un estudio de Hollywood. Peor aún, es casi seguro que el montaje, la música, el dramatismo de las escenas en la película de Hollywood causen en él un mayor impacto que la sombrías imágenes del desastre, sobre todo cuando éste es presentado en la televisión con la misma parsimonia que las predicciones metereológicas. Entre la tragedia sobria y el espectáculo de la muerte, ¿dónde se ubica el rol de los comunicadores?

La tentación de la espectacularidad es otro riesgo permanente. Es más fácil escribir sobre las ballenas atrapadas durante dos semanas en los hielos del norte que sobre el lento pero permanente proceso de avance del desierto sobre el hambre de millones de africanos. La espectacularidad de la noticia tiene su límite en su carácter coyuntural. Dura lo que dura su fuego de artificio, su chispa de color.

El periodista que trasciende esa visión de corto plazo comprende que su rol es educativo y se inscribe en un proceso de comunicación que cultiva la formación del sentido crítico en la opinión pública. No basta informar, es necesario formar. No basta la noticia, es necesario el análisis. En este proceso debe primar una noción de mediano y largo plazo, un sentido de la continuidad y del sostenimiento de la información basada en la investigación.

La noticia aislada es muy limitada. Podríamos decir que limita al norte con la espectacularidad, al oeste con el sensacionalismo, al este con la oportunidad, y al sur con la fugacidad. El comunicador moderno debe romper los límites del oportunismo, de la espectacularidad, del sensacionalismo y de la fugacidad para abrir espacios formativos en los medios de información donde trabaja.

Todos los periodistas sabemos que el concepto mismo de noticia ha sido deformado desde que los medios de información se convirtieron en negocio y dejaron de ser un servicio público. Sólo las malas noticias son "buenas" para la primera plana, mientras las buenas noticias son malas para la venta. Pero aún el concepto de "mala" noticia está limitado por la vocación de espectacularidad; de ahí que los 40 mil niños que mueren en el mundo cada día no merezcan la atención en los medios de información. Si lograramos establecer cadenas de continuidad temática en nuestros medios, si alimentáramos ese proceso con investigación, si pudieramos crear un flujo permanente de ideas y no solamente de datos sobre la problemática ambiental, ofreceríamos a la opinión pública más y mejor información cotidiana que un titular a ocho columnas una o dos veces al año.

Para dar el salto de la noticia al periodismo formativo, educativo, es necesario apelar a la creatividad de los comunicadores. En el periodismo que persigue educar a la opinión pública la noticia cumple la función de detonador de temas y catalizador de atención, pero si no fuera seguida por un proceso formativo moriría en la conciencia pública como mueren la mayor parte de las noticias cuyos límites hemos señalado antes.

El periodismo crítico trasciende los hechos a través de la investigación. Es un periodismo basado en la observación. El periodista persigue las fuentes, compara los datos, establece relaciones, analiza la información desde una perspectiva histórica y social antes de devolverla a la opinión pública.

Hasta ahí no ha hecho sino completar la mitad de su tarea. La segunda mitad es una actividad esencialmente creativa. El periodista devuelve la información de manera sugestiva, atractiva, sostenida. Ya sea en la prensa como en la radio o televisión el lenguaje utilizado para comunicar no es solamente una suma de palabras o de imágenes, sino un proceso dinámico de interacción cultural.

Las palabras "oyente" o "espectador" que usamos con tanta frecuencia -en parte porque no hemos podido inventar otras mejores, es decir, definir adecuadamente los conceptos- son una indicación de que percibimos a la opinión pública como un ente uniforme y pasivo, que "recibe" desde arriba un caudal de información que digiere mal y que expresa peor. En la medida en que contribuyamos a proporcionar a la población instrumentos de análisis de la realidad, estaremos superando el periodismo de sobrevivencia y trascendiendo los límites de la información descontextualizada.

 
LA EDUCACIÓN DEL PERIODISTA
 

Lo educativo en comunicación, por supuesto, está en relación directa a la formación del periodista. Esa formación que no se adquiere en los cuatro o cinco años de la carrera universitaria, sino a lo largo de la vida. El profesional ingeniero o médico, para mantenerse actualizado, debe continuar su proceso de aprendizaje más allá de los años universitarios. Es una condición sine qua non para ejercer la profesión sin riesgo para los que atraviesan un puente recién construído o se someten a una operación de los ojos.

Aunque no lo parezca, ese proceso de actualización y aprendizaje permanente es tan o más importante en el caso de los profesionales periodistas, precisamente porque su influencia es determinante en la formación de criterio en la opinión pública. Lamentablemente, la realidad de nuestros países nos muestra a periodistas flojos y poco motivados por el estudio, periodistas demasiado conformes con su estrecho saber de télex y grabadora portátil. El hecho de que la formación del periodista deba ser amplia para cubrir muchos ámbitos, no implica necesariamente que deba ser superficial y desmotivada. Sólo un periodista que incrementa cotidianamente su conocimiento puede despertar en la opinión pública ese mismo espíritu.

 
LOS RECURSOS FINANCIEROS
 

Para concluir, hagamos una breve referencia al papel de los comunicadores nacionales en la captación de recursos financieros destinados a programas conservacionistas.

Si analizamos globalmente la configuración de la ayuda internacional en el último año, vemos un cambio que afectará de manera determinante a los países de nuestro Tercer Mundo y muy especialmente a América Latina y a Asia. Los organismos internacionales y los países que proveen recursos de financiamiento han volcado sus planes y proyectos hacia los países de Europa oriental que ahora resultan más interesantes como mercados potenciales para los países industrializados. Los pocos recursos destinados a los países en vías de desarrollo serán canalizados hacia el Africa, en consideración a que ese continente presenta los más graves índices de retraso económico. La ayuda hacia América Latina será muy reducida en los próximos años con relación a los niveles de 1990, pero hay dos temas que todavía serán capaces de mobilizar recursos: los niños y la conservación.

En ambos casos son problemas cuya importancia es global. El desarrollo de los niños, es decir de la fuerza de trabajo de las próximas décadas, no podría ser un problema ajeno a ningún continente. Y en el caso de la preocupación ambiental, la globalidad del desafío es aún más evidente. Ya existe conciencia de que ni en el norte ni en el sur podemos hablar del medio ambiente en términos exclusivamente nacionales. Bajo la misma atmósfera, bajo la misma capa de oxígeno que todos compartimos, las fronteras políticas son inexistentes.

La responsabilidad de los periodistas con relación a los recursos financieros internacionales pasa por la comprensión de este nuevo reordenamiento del mapa mundial. América Latina necesita recursos para proyectos de conservación y medio ambiente. La tarea de los periodistas es fundamental para atraer esos recursos pero también para hacer un seguimiento sobre su empleo adecuado a las necesidades de casa país.

 

En la iniciativa de la comunicación desde 06/22/2001