Juan
Tomás Frutos
Alicia
Rubio Tallón
I.-
El ser humano es un ser social; vive en compañía de otras para asegurar su supervivencia y, por tanto tiene necesidad de comunicarse con sus semejantes; para organizar el trabajo, para relacionarse con ellos, para expresar sus sentimientos o sus ideas. Y también necesita saber lo que piensan los demás, lo que ocurre y sienten, pues el matiz de identificación con sus semejantes es fundamental para el desarrollo de su existencia. No en vano, el significado de la palabra comunicar (del latín comunicare) es el de compartir, hacer participe a otro de lo que unos sabe. Por lo tanto, comunicación es primordialmente participación, intercambio.[1]
PUNTO
DE PARTIDA Y DE REFERENCIA
Cuando uno va a hablar en
público es fundamental tener claro el objetivo de la intervención: Se quiere
transmitir una información (por ejemplo, resultados de la empresa), se quiere manifestar una opinión sobre un tema determinado,
simplemente se quiere entretener, etc.
Hablar en público no se limita a tomar a palabra y "soltar" un discurso; hablar en público consiste en lograr establecer una comunicación efectiva con el mismo, en la que uno sea capaz de transmitir sus ideas. Un grupo más o menos numeroso de personas estará escuchando al orador, quien tiene una ocasión única para transmitir sus ideas, para tratar de convencerlos.
Por ello, las intervenciones hay que prepararlas a conciencia, lo que implica no limitarse a elaborar el discurso, sino que hay que ensayar la forma en la que se va a exponer: El orador tiene que conseguir que el público se interese por lo que les va a decir y esto exige dominar las técnicas de la comunicación.
Una cosa es conocer una materia y otra muy distinta es saber hablar de la misma. Conocer el tema es una condición necesaria pero no suficiente: hay que saber exponerlo de una manera atractiva, conseguir captar la atención del público y no aburrirles. El orador tiene que resultar interesante, sugerente, convincente, etc.
Cuando se va a hablar sobre un tema lo primero que el
orador tendrá que hacer es dominarlo. En el momento en el que tome la palabra
deberá tener un conocimiento sobre el mismo muy superior del que tiene el
público. El orador tiene que tener algo interesante que transmitir. Uno debe
evitar a toda costa hablar sobre un tema que apenas domine ya que correría el
riego de hacer el ridículo.
Escribir el discurso es sólo
una parte del trabajo y probablemente no la más difícil, ni tampoco
probablemente la más determinante a la hora de alcanzar el éxito. El cómo se
expongan esas ideas juega un papel fundamental. Un
mismo discurso puede resultar u tremendo éxito o un rotundo fracaso en función
de la habilidad del orador en su exposición.
Aunque resulta
natural estar algo nervioso cuando se va a hablar en público, hay que tener muy
claro que el público no es el enemigo, que se encuentra acechando a la espera
del más mínimo fallo para saltar sobre el orador.
Muy al contrario, cuando el público acude al acto es porque
en principio le interesa el tema que se va a tratar y entiende que el orador
tiene la valía suficiente para poder aportarle algo.
Cuando se habla
en público hay que estar pendiente no sólo de lo que se dice, sino de cómo se
dice, del vocabulario que se emplea, de los gestos, de los movimientos, de la
forma de vestir, etc. Todo ello será valorado por el público y determinará el
mayor o menor éxito de la intervención.
La elaboración
del discurso, aún siendo determinante, constituye tan sólo una primera etapa de
la preparación del acto. Cuando se prepara un discurso hay que tener muy claro
cuál es su objetivo, qué es lo que se pretende conseguir (informar, motivar,
divertir, advertir, etc.).
En primer lugar
hay que definir el tema de la exposición. Esto puede venir ya indicado por los
organizadores del acto (aunque uno siempre podrá darle su propia orientación) o
puede que uno tenga libertad para elegirlo. Definido el tema, hay que
determinar la idea clave que se quiere transmitir y sobre la que va a girar
toda la argumentación.
Por ejemplo, se
va a hablar sobre el sector del vino en España y se quiere transmitir la idea
de su falta de proyección internacional.
Una vez
seleccionada la idea clave, hay que buscar argumentos en los que apoyarla. Para
ello lo mejor es dar rienda suelta a la imaginación ("lluvia de
ideas") e irlas anotando a medida que vayan surgiendo.
Este proceso
puede durar algunos días (hay que dar tiempo a la imaginación; las ideas surgen
inesperadamente).
Una vez que se
dispone de una lista de posibles argumentos hay que seleccionar los 4 o 5 más
relevantes (y no más).
Hay que tener
presente que en un discurso la capacidad de retención que tiene el público es
limitada y que difícilmente va a ser capaz de asimilar más de 4 o 5 conceptos.
Tratar de apoyar
la idea clave con muchos argumentos a lo único que lleva es a que el público
termine sin captar lo esencial (los árboles no dejarían ver el bosque).
Una vez que se
han seleccionado esos pocos argumentos que se van a utilizar hay que
desarrollarlos en profundidad. Se utilizarán conceptos, datos, ejemplos, citas,
anécdotas, notas de humor (se pueden incluir aunque el tema tratado sea muy
serio).
El discurso se
estructura en tres partes muy
definidas:
Introducción
(plantea el tema que se va a abordar y la idea que se quiere transmitir).
Desarrollo (se
presentan los distintos argumentos que sustentan la idea).
Conclusión (se
resalta nuevamente la idea y se enumeran someramente los argumentos
utilizados).
El discurso
no tiene por qué ser una pieza literaria: lo que sí debe primar es la claridad.
Al ser escuchado (y no leído) el público no tiene tiempo de
analizar detenidamente el lenguaje utilizado, la estructura de las frases, etc.
Además, en el supuesto de no entender una frase no va a
tener la posibilidad de volver sobre ella.
Todo ello lleva a que en el discurso deba emplearse un
lenguaje claro y directo, frases sencillas y cortas. Hay que facilitarle al
público su comprensión.
Para terminar, señalar algunos aspectos
importantes:
Independientemente del tema que se vaya a tratar, hay que
procurar que el discurso resulte atractivo, novedoso, ágil, con gancho, bien
fundamentado, interesante (aunque el tema abordado sea tan árido como, por
ejemplo, "La reforma fiscal durante
Debe primar
siempre la idea de la brevedad (el público
lo agradece). La brevedad no implica que el discurso tenga que ser
necesariamente corto, sino que no debe extenderse más allá de lo estrictamente
necesario (ir "al grano", evitar rodeos que tan sólo dificultan la
comprensión y terminan aburriendo).
II.-
PUNTOS A TENER PRESENTES Y EN CONSIDERACIÓN
A la hora de preparar el discurso hay
que tener en cuenta:
a)
Público
asistente: el discurso tiene que ser apropiado para el público que va a
asistir. Hay que ver qué temas le pueden interesar, cual puede ser su nivel de
conocimiento sobre el mismo, hay que utilizar un lenguaje adecuado, tener en
cuenta si conoce o no términos técnicos, etc.
No es
lo mismo explicar los resultados del ejercicio a la junta general de
accionistas, que a los empleados de la sociedad. En el primer caso será un
discurso mucho más formal.
Tampoco es lo mismo hablar sobre el cambio
climático ante una comisión de científicos, que en un colegio mayor. El nivel
de precisión y el lenguaje técnico que se pueden utilizar son muy diferentes en
ambos casos.
Tampoco es lo mismo hablar ante 10 personas
que ante 1.000. En el primer caso hay más posibilidades de interacción con el
público, más cercanía; en el segundo caso el discurso tenderá a ser mucho más
formal.
b)
Objeto de la
intervención. Hay que tener muy claro el motivo de la intervención.
Felicitar
a los empleados por los buenos resultados, comunicar un recorte de plantillas,
felicitar a un empleado por sus 25 años en la empresa, convencer al público
para que vote por un determinado partido político, etc.
El discurso puede tener por objeto informar, motivar, entretener, advertir, amonestar etc., y en función de ello habrá que adaptar el estilo del mismo: formal o informar, serio o entretenido, cercano o distante, monólogo o participativo, etc.
c)
Tema a tratar: Según el tema que se
vaya a tratar el estilo del discurso puede ser radicalmente diferente.
No es
lo mismo hablar en el Pleno del Ayuntamiento sobre los presupuestos del año,
que sobre la organización de las fiestas patronales.
No es lo mismo dirigirse a los empleados para
explicarles los resultados del año, que presentarles los nuevos objetivos. En
el primer caso se busca comunicar (lenguaje preciso) y en el segundo motivar
(discurso más apasionado y entusiasta).
d)
Lugar de la intervención. El sitio
del acto, y así lo hemos de tener presente, imprime también carácter.
No es
lo mismo hablar en un auditorio, en la sala de reuniones de la empresa, en una
fiesta de cumpleaños, en un banquete de boda, etc.
e)
Tiempo de la intervención: El tipo
de discurso será completamente diferente dependiendo de si va a durar 5 minutos
o si va a durar una hora y media. Las posibilidades de improvisar, de
profundizar en la materia, de estructurar el discurso (introducción, desarrollo
y conclusión), de utilizar fichas de apoyo, de utilizar transparencias, etc.),
varían en uno y otro caso.
**Vamos a ir, de nuevo, punto por
punto con sugerencias y explicaciones.
A) PÚBLICO ASISTENTE
Cuando se habla en público lo primero
que hay que buscar es captar su interés y atención, con vistas a que la
comunicación resulte efectiva.
Hablar a un público que no muestra interés es perder el
tiempo.
Si el público asiste al acto es porque
le interesa, porque espera obtener algo (aprender, conocer otros puntos de
vista, pasar un rato agradable, etc.), por lo que hay que intentar no defraudarle.
No hay que ver al
público como al enemigo.
Hay que preparar el discurso en función
del público que se espera que asista:
Tratando un tema
que le interese (si el orador tiene la opción de poder elegir).
Utilizando un
lenguaje apropiado, comprensible; no se deben utilizar términos que le resulten
extraños (no es lo mismo dirigirse a universitarios que a un grupo de
jubilados).
Recordad: Un mismo tema se puede abordar de manera diferente en
función del público objetivo.
Una presentación sobre el buen comportamiento del paro en España será diferente si se realiza en el Congreso de los Diputados o si tiene lugar en un meeting político (en el primer caso será una presentación más formal, distante y sobria, mientras que en el segundo caso puede ser más informal y apasionada). Aunque hasta el momento de la intervención no se tendrá una idea exacta del público asistente, habría que hablar previamente con los organizadores del acto para que indiquen qué tipo de público se espera que asista.
Un aspecto que conviene tener en cuenta es si se trata de un grupo homogéneo (por
ejemplo, alumnos de la facultad de derecho) o no (por ejemplo, el público de
las fiestas locales), ya que el discurso deberá ir dirigido a todos ellos.
No se deben utilizar términos o expresiones que parte del
público no conozca, ni entrar en unos niveles de detalle que a una parte del
público pueda no interesarle, o que sencillamente no sea capaz de entender.
También
hay que informarse del número previsto de asistentes:
No es lo mismo dirigirse a 10 que a 300 personas. Esto
influirá en la capacidad de interactuar (preguntar, debatir, etc.), en la
necesidad o no de utilizar micrófono, en los posibles medios de apoyo (pizarra,
proyectores, etc.).
Si el público es numeroso habrá que hablar más alto (con
independencia de que se utilice micrófono), aspecto que se tendrá en cuenta en
los ensayos. Con pocos asistentes el estilo puede ser más informal, más
cercano, frente a un estilo más formal cuando la audiencia es numerosa.
Hay que considerar el posible conocimiento que pueda tener el público sobre el
tema que se va a abordar, ya que esto determinará hasta que nivel se podrá
profundizar, o que vocabulario, más o menos técnico, se podrá utilizar.
Un aspecto que también influirá en el discurso es si el orador conoce ya al público
(ha participado en ocasiones anteriores, trabaja en la empresa, vive en el
pueblo, etc.) ya qué esto podría permitirle darle a su discurso un toque de
mayor cercanía, más informal.
Hay que tratar de anticipar si el
público va a estar de acuerdo o no con la tesis que se va a exponer y en el
caso de que se prevean discrepancias, intentar conocer las razones de las
mismas.
En la exposición
de puede hacer referencia a otros posibles puntos de vista, tratarlos con
rigurosidad y respeto, aunque indicando que no se coincide con ellos.
B) OBJETO
DE
Cuando se habla en público, el estilo de
la intervención va a depender de diversos factores, entre ellos los que se
señalaron en la lección anterior.
Es decir, en
función del motivo de la intervención, del objetivo que se pretende conseguir,
del público asistente, etc., el discurso tendrá un estilo determinado.
Un mismo tema se puede presentar de
maneras muy diferente (por ejemplo, la presentación de los resultados de una
empresa variará según se trate de rendir cuentas ante los accionistas o de
felicitar a los empleados por los objetivos conseguidos).
No se puede pretender hablar en público
siempre de la misma manera: hay que ajustar el estilo de la intervención a las
características de cada ocasión, ya que si no se hiciera la actuación podría
resultar en un enorme fracaso (con independencia de que uno sea un experto en
la materia).
Las características
que definen el estilo de una intervención son numerosas:
Formal o informal
Serio o
desenfadado
Sobrio o
entusiasta
Cercano o
distante
Riguroso o
generalista
Monólogo o
participativo
Con apoyo visual
(proyector) o no
Etc. [2]
Ejemplos:
Discurso en un acto oficial: será un discurso formal,
sobrio y riguroso.
Presentación de un proyecto técnico: será un discurso muy
técnico y preciso, el estilo puede ser más informal y cercano, se utilizará
apoyo visual, posibilidad de preguntar, etc.
Discurso de inauguración de las fiestas locales: informal
(aunque no por ello menos preparado), entusiasta, divertido (con anécdotas,
toques de humor, ironía, etc.), cercano, etc.
Palabras improvisadas en un banquete de boda: informal,
familiar, entrañable, breve, etc.
El
orador buscará darle a su intervención aquella orientación con la que pueda
lograr el mayor impacto posible con el público.
Si no se tiene claro cual es el enfoque apropiado, habría
que hablar con los organizadores del acto o con alguna persona experta para
conocer su opinión.
En caso de duda es preferible adoptar la opción más
conservadora: resulta menos llamativo hablar de manera formal en un acto
informal, que hablar de manera informal en un acto formal.
La
forma de vestir también puede venir determinada por el tipo de acto (no es
lo mismo intervenir en el Congreso de los Diputados que en un meeting
político).
Si no se cuidan todos estos detalles, puede suceder que el orador no consiga captar la atención del público, quien se irá con la impresión de que el discurso ha estado completamente fuera de lugar.
Una última
observación:
El discurso
girará sobre una idea principal (idea clave), que resume el punto de vista del
orador sobre el tema tratado.
El orador tiene
que ser capaz de ir al núcleo del asunto.
Es preferible centrarse en un solo mensaje que quede claro
que abordar distintas ideas que al final sólo produzcan confusión.
Cuando se habla
en público hay que ser muy conciso, evitar la dispersión, ya que la capacidad
de retención del público es limitada.
Para definir la
idea clave uno debe tomarse un periodo de reflexión y hasta que no esté
convencido de la misma no comenzará a desarrollar su discurso.
Esta idea
principal se expresa en la introducción (para que el público sepa cual es la
posición que se va a defender), se argumentará durante el desarrollo y se
destacará nuevamente en la conclusión.
El objetivo del orador
es que cuando termine su intervención el público conozca perfectamente cual es
su opinión y los argumentos en los que se basa.
D) LUGAR DE
INTERVENCIÓN
El lugar de la
intervención también determina en gran medida el tipo de discurso.
El lugar imprime
al acto su propia identidad, dándole una nota de mayor o menor formalidad.
No es lo mismo intervenir en una pequeña sala de junta, en
un auditorio, o desde el balcón del ayuntamiento.
El orador debe
conocer el lugar en el que va a hablar y tenerlo en cuenta a la hora de
ensayar. Conocer sus dimensiones, si podrá
contar con proyectores, pizarras, etc.; si el estrado tiene una dimensión
suficiente para poder moverse por él; si tendrá también la posibilidad de
moverse entre el público (por ejemplo, en un aula universitaria), etc.
Lo ideal sería,
además de conocerlo, realizar allí el último ensayo general, el día previo al
acto.
Esto le
permitiría familiarizarse con el sitio, lo que también contribuye en cierta
medida a calmar un poco los nervios.
Si uno no tiene
posibilidad de visitar el local, al menos debería ponerse en contacto con los
organizadores del acto para que le informen sobre sus características.
Lo que no se
debe hacer es no conocer el lugar donde se va a hablar hasta el momento de la
intervención, no vaya a haber sorpresas de última hora de difícil solución:
No dispone de
proyector para mostrar las transparencias que se habían preparado, no hay un
atril donde colocar las fichas de apoyo, el estrado es demasiado pequeño, etc.
Se trata, en
definitiva, de evitar cualquier
imprevisto que pueda perjudicar la intervención.
La duración de la intervención condiciona la preparación
del discurso.
No es lo mismo preparar una intervención de 5
minutos que una de hora y media.
Cuando se prepara un discurso hay que intentar
ajustarse a un tiempo algo inferior al que uno tiene previsto, ya que durante
el mismo es frecuente que uno tienda a extenderse (saludos, agradecimientos,
alguna anécdota improvisada, etc.).
Hay que tener
presente la posibilidad de que en el último momento los organizadores del acto
modifiquen la duración de la intervención, bien ampliándola (porque un
conferenciante no haya podido asistir), bien recortándola (porque el acto
marche con retraso).
El orador debería
llevar preparado material adicional (otros argumentos, anécdotas, ejemplos,
transparencias, etc.) por si tuviera que hablar más tiempo del previsto.
También debe
tener identificadas partes del discurso que se puedan omitir, para el caso
contrario en el que se recorte el tiempo de la intervención.
Durante el
discurso hay que controlar el tiempo (tener un reloj a la vista que se pueda
mirar discretamente), tratando de que la intervención se vaya desarrollando
según lo previsto, evitando agotar el tiempo con el discurso todavía por la
mitad.
No hay que
olvidar que una de las partes principales del mismo es la conclusión, a la que
hay que dedicar el tiempo necesario para poder desarrollarla convenientemente.
Si el discurso
es extenso el orador no debería confiar únicamente en su memoria ya que corre
el riesgo de olvidar algún punto fundamental o, peor aún, de quedarse en
blanco.
Es conveniente en
este caso llevar preparadas fichas de apoyo que le pueden servir de guía a lo
largo de su exposición.
Por último, una
idea que hay que tener siempre presente:
El orador sólo se
extenderá en la medida en la que tenga algo interesante que decir, lo que no
debe hacer bajo ningún concepto es tratar de "rellenar" el tiempo con
información carente de interés (al público no se le puede aburrir).
En este caso es preferible hablar con los organizadores del acto y comunicarles que el tiempo asignado es demasiado extenso para el tema que se va a tratar.
Aunque el hombre
lleva más de un millón de años utilizando este tipo de comunicación, ésta no se
ha empezado a estudiar nada más que hace sólo unas décadas. Muchos gestos
utilizados son comunes en la mayoría de los países, aunque otros pueden
significar cosas distintas dependiendo de donde estemos. Los gestos básicos
suelen ser los que más universalizados están: mover la cabeza para afirmar o
negar algo, fruncir el ceño en señal de enfado, encogerse de hombros que indica
que no entendemos o comprendemos algo, etc. Otras veces, hay gestos que vienen
heredados del reino animal, como puede ser enseñar los dientes en señal de
enfado (agresividad).
|
Aunque sepa que puede significar un
determinado gesto, no caiga en el error de interpretarlo de forma aislada; es
fácil que pudiera equivocarse. Los gestos se pueden fingir, pero no todo el
cuerpo actúa de la misma manera. Las cejas, la risa, la pupila de los ojos y
otros pequeños detalles seguramente nos delaten. Por regla general, cuando
estamos mintiendo o forzando una situación, el cuerpo nos delata. Por eso las
situaciones personales, se resuelven mejor cara a cara, que por teléfono y otro
medio donde se puede esconder el cuerpo y perder una importante parte del
mensaje (la parte no verbal).
Existen varios
enfoques y puntos de vista para hablar de tipos de comunicación no verbal:[3]
M. Knapp lo
clasifica en:
1.-Movimientos
del cuerpo: gestos, posturas, expresiones faciales.
2.-Caraterísticas
físicas: aspecto, altura, peso...
3.-Tacto:
tocar, golpear, acariciar...
4.-Paralenguaje:
cómo se dice algo.
5.-Proxémica:
el uso del espacio social y personal.
Recuerdo las
palabras que de pequeño decía mi madre: "Una mirada, dice más que muchas
palabras". Es algo así como que una imagen vale más que mil palabras. Y
pocas personas que se fijan en este lenguaje mudo, pero que dice tanto. En
muchas ocasiones, aunque las palabras quieren decir una cosa, el gesto y el
cuerpo transmiten otra muy distinta. Los gestos, salvo profesionales
entrenados, no suelen mentir. No se suelen disimular ni fingir, suelen ser
sinceros.
En la parte más
social de las personas, en su convivencia, en las relaciones con otras personas
el cuerpo habla a cada momento. Una mirada, un cruce de piernas, un gesto con
la mano, un ceño fruncido... suele dar un significado u otro a lo que se está
diciendo en ese momento. En ocasiones se remarca, en otras se contradice. El
lenguaje verbal y el corporal no siempre coinciden.
Hay personas que
interpretan el lenguaje corporal de una forma intuitiva. Esa persona que al
conocerla cae bien o mal, sin que sepa el porqué. Generalmente, suele deberse a
una lectura no consciente del lenguaje corporal. Aunque sus palabras le digan
una cosa su cuerpo le está diciendo otra que es la que verdaderamente
interpreta y percibe.
En la vida
diaria de cualquier persona, bien sea en el ámbito laboral o social, saber
interpretar este lenguaje corporal puede ayudarle a mejorar y triunfar. Si está
haciendo una exposición de un proyecto y ve que la gente cruza los brazos, se
escurre en su asiento, baja la cabeza o cualquier otro signo que denota
aburrimiento o falta de interés, puede ser el momento de hacer una pausa, de
contar una anécdota graciosa o de hacerle participar en la exposición mediante
una sutil pregunta.
Ahora bien, los
gestos, dependiendo de las situaciones pueden tener diversos significados. Hay
que tratar de analizar el conjunto y nos gestos o tics aislados que pueden no
significar nada. Hay que valorar el conjunto. Mirar a los ojos suele ser signo
de atención. Si la mirada se dirige por debajo de la nariz, a la zona de la
boca, puede ser que haya un cierto interés personal. Y si la mirada recorre
otras partes del cuerpo puede tener un significado íntimo, de interés muy
personal. Cuando se mira de reojo, se suele demostrar una cierta desconfianza.
Cuando se sonríe y las cejas se arquean hacia arriba quiere decir que hay
interés por lo que se habla. En el caso contrario, las cejas fruncidas y los
labios están rectos e incluso ligeramente curvados hacia abajo, demuestra una
actitud negativa, crítica hacia lo que está escuchando.
Las distancias
que se mantienen en una conversación, la forma de sentarse una persona, la
forma de colocar sus piernas (separadas, cruzadas...), la forma de colocar los
brazos (caídos, cruzados...), la manos (metidas en los bolsillos, entrelazadas,
con un objeto en la manos...). Cualquier parte del cuerpo puede hablar por si
misma, siempre teniendo en cuenta las circunstancias y el entorno.
IV.-
SUPERAR LOS MIEDOS Y CONVERTIRSE EN BUENOS COMUNICADORES
Hablar en público es algo
que se aprende: no se trata de una cualidad innata que podemos poseer o no,
sino de una habilidad que podemos desarrollar haciéndolo de manera más o menos
adecuada. Uno puede aprender algo en cierta medida observando como lo hacen
otros, leyendo o escuchando explicaciones de lo que es preciso hacer. Sin embargo,
sólo la práctica continuada y sistemática proporciona el dominio necesario para
actuar con desenvoltura, seguridad y eficacia. Nadie aprende a hablar en
público sin hablar en público.
En la comunicación es
imprescindible tener en cuenta todos los factores que intervienen: la forma de
hablar, la forma de moverse, la forma de vestir. Y una de los métodos que
ayudan a no quedarnos bloqueados y salir airosos cuando no nos acordamos del
guión o han surgido circunstancias inesperadas alrededor que distraen nuestro
discurso, es la improvisación. Y no es una actitud innata, se aprende, es
cierto que hay personas con mas facilidad a improvisar pero se no se nace se
hace.
El público no es el enemigo, sino que, bien al contrario, son personas que consideran que el orador puede aportarles algo, están convencidos de que no van a perder el tiempo escuchándole. Por ello, no se debería tener un miedo desproporcionado a hablar en público, algo que, sin embargo, suele ser bastante habitual. Tener miedo antes de una intervención pública es algo natural, por lo que uno no debería ser excesivamente auto-crítico consigo mismo porque le ocurra esto: no por ello ha de considerarse una persona débil e insegura.
Hay que
analizar este miedo que a uno le atenaza y tratar de descubrir las causas que
lo originan. Uno se dará cuenta de que gran parte de este miedo es irracional,
no obedece a motivos lógicos (miedo de hacer un ridículo espantoso, de que se
rían de uno, de tartamudear, de caer en desgracia, de hundir el prestigio
profesional, de que le abucheen…). Son
situaciones que no van a ocurrir y por lo tanto este miedo hay que rechazarlo
por absurdo.
Otra
tipo de miedo sí puede ser racional: obedece a situaciones adversas que pueden
presentarse (quedarse en blanco, no saber contestar a una pregunta, que no
funcione el proyector, etc.). Frente a este miedo racional lo que hay que hacer
es tomar todas las medidas posibles para reducir al mínimo las posibilidades de
que estas situaciones se produzcan (por ejemplo, llevando fichas de apoyo,
preparando el discurso a conciencia, verificando previamente de que el
proyector funciona correctamente, etc.).
A veces también preocupa el pensar que el público pueda darse cuenta del miedo que uno tiene (sudores, temblor en el habla o en las piernas, cara demacrada, etc.), pero es muy difícil que esto ocurra: Son reacciones físicas que uno percibe intensamente pero que apenas son percibidas por terceros. Además, en el caso hipotético de que así fuera, el público pensaría que son reacciones muy naturales, que a cualquiera le podría ocurrir.
La mejor forma de combatir
el miedo es con una adecuada preparación: hay que trabajar y ensayar la
intervención con rigurosidad. Cuando se domina la presentación se reducen
drásticamente las posibilidades de cometer errores; esto genera confianza y
disminuye el nivel de ansiedad.
También resulta muy útil pensar en positivo, es decir, en la satisfacción tan enorme que a uno le produciría obtener un gran éxito. El orador debe auto-convencerse de que con una buena preparación este éxito está al alcance de la mano.
Otro modo de combatir el nerviosismo es realizar, unas horas antes de la intervención, algún ejercicio físico intenso (un partido de tenis, salir a correr, etc.). Esto contribuye a quemar energías y genera un cansancio físico que contribuye a calmar los nervios.
Cuando llega el momento de la intervención uno debe auto-imponerse tranquilidad, especialmente en los momentos iniciales de misma. Si uno consigue sentirse cómodo al principio, es posible que mantenga esta línea durante el resto de la intervención.
Subir al estrado con tranquilidad, sin prisas, mirar al
público unos instantes mientras se le saluda, ajustar el micrófono, organizar
las notas... y comenzar a hablar despacio. [4]
TÉCNICAS PARA
EVITAR EL MIEDO
Ejercicios de relajación que deben realizarse antes
de empezar la presentación de un tema ante el público.
Dominio de la respiración.
Concentración.
Aprender las técnicas
adecuadas para relajarse antes de hablar en público es la herramienta más útil
para ganar confianza en sí mismo y superar el pánico.
No es aconsejable acudir
demasiado tranquilo a pronunciar un discurso o una conferencia. [5]
Comenzamos nuestra exposición, hablando en un volumen adecuado, con una
vocalización clara y un tono agradable. Debemos desenvolvernos con naturalidad,
y creyendo en lo que decimos.
Como en muchos ámbitos de la
vida, debemos ser un poco "psicólogos" y ver como reacciona el
público, para imprimir, en la medida de lo posible, otro tono, ritmo y cadencia
a nuestra exposición para mantener la atención del mismo. Lo menos aconsejable
es acelerar o "correr" demasiado para terminar antes; no es
aconsejable.
Para mantener la atención del
público lo mejor es hacer pausas breves, utilizar anécdotas o contar
curiosidades, pero procurando no utilizar la primera persona del singular (yo).
Lo que debemos descartar son las frases hechas y los tópicos, hay que ser
originales.
|
Es mejor utilizar un lenguaje
directo que indirecto y la voz activa mejor que la pasiva. En la medida de lo
posible, debemos evitar estadísticas y utilizar demasiados datos numéricos.
Siempre se debe mirar al
auditorio, y nunca al suelo o a los lados. Y mucho menos a la parte de atrás,
aunque haya otras personas. Y debemos ser correctos con los oyentes, y pedirles
perdón si nos equivocamos o cometemos algún error.
Una sonrisa inspira confianza y
ofrece un aspecto más atractivo, siempre que lo hagamos de corazón. Debemos
evitar risas forzadas y modales poco naturales. Cuidado con la risas si lo que
está diciendo es sobre temas muy serios; no hay que confundir la cordialidad
con la falta de seriedad.
Si en algo
coincidimos todos es del miedo que sentimos la mayoría a dirigirnos al público.
Todos los estudiosos apuntan en el mismo sentido: tenemos miedo al ridículo, y
en España somos muy temerosos de hacer el ridículo. La mejor forma de superarlo
es la práctica, y pensar que nos estamos dirigiendo a un grupo de amigos. No
todos somos grandes oradores, pero si que podemos ser unos oradores amenos y
eficaces, si hacemos llegar nuestro mensaje de forma cordial, clara y efectiva.
Para lograr
nuestro objetivo, podemos dar algunas pautas básicas a tener en cuenta:
1. Debemos saber cuándo empezar y cuándo
terminar, e incluso improvisar. Si vemos que el público está muy aburrido, podemos
tratar de acortar el discurso.
2. Qué es lo que queremos decir y transmitir. Hay que tener claro el objetivo
del discurso y sus puntos fundamentales, para hacer llegar el mensaje
correctamente y que sea comprensible por el público.
|
3.
Cómo hacerlo llegar. Debemos "interpretar" el papel de forma
convincente para que el público reciba y crea el mensaje. Hay que saber captar
su atención y mantenerla.
Una forma de perfeccionar
nuestro discurso o intervención pública, es
practicar. Delante del espejo, grabándolo en una cinta y escuchándolo, con
amigos que pueden hacer de críticos, etc. Pero no ha de olvidarse del mayor
protagonista: la voz. Hay que cuidar
la entonación (module y dirija bien su voz), el tono (claro y relajado), el
volumen (ni bajo, que no se oiga nada, ni gritando, atemorizando al público),
el ritmo (no hable muy pausado, ni rápido como con ganas de terminar lo antes
posible) y vocalización (pronuncie correctamente, se le entenderá mejor). Evite
pausas, tartamudeos, repeticiones, vacilaciones y alargamiento de palabras
(tipo eeeehhhh, queeee, buenoooo, etc.). [6]
En la comunicación verbal,
aunque es importante lo que se dice, también es muy importante como se dice. (Siempre
recuerdo el dicho de mi madre: a veces no se ofende por lo que se dice (letra),
sino por como se dice (música)). Por eso tengamos en cuenta que a la hora de
hablar es tan importante la letra como la música. Y aún es más importante
cuando no está delante nuestro interlocutor (como es el caso del teléfono).
Hay que cuidar la vocalización,
entonación y timbre siempre, pero mucho más cuando no tenemos delante a la
persona /s pues estamos perdiendo algo tan fundamental como la comunicación no
verbal, los gestos. Diferenciaremos de forma clara los dos tipos de
comunicación hablada: cuando hay alguien delante (reuniones, conferencias, etc)
y cuando no lo hay (teléfono, intervenciones en radio, etc.).
|
OTRO
TIPO DE CONVERSACIONES
Las conversaciones no
presenciales, muy de actualidad desde la aparición del teléfono, y de nuevo
puestas en auge con la aparición de Internet, han hecho que se creen nuevos
lenguajes, o formas de expresarse y que cuenten incluso con sus propias
expresiones. Las palabras, en este tipo de conversaciones, cobran una gran
importancia por dos razones fundamentales: no vemos a nuestro interlocutor, y
en muchos casos, son de países distintos, por los que las palabras y ciertas
expresiones, pueden tener significados distintos.
Hablar en cualquier tipo de reunión social o de trabajo resulta sencillo
para la mayoría de las personas, aunque no siempre lo hagamos de forma
correcta. En algunas ocasiones hablamos sin preocuparnos demasiado por el
vocabulario utilizado y por como decimos las cosas. Decía Dale Carnegie en una
de sus conferencias "que la capacidad de hablar bien es el camino más corto
hacia la distinción de una persona". Debemos preocuparnos de lo que
decimos.
Antes de hablar, hay que pensar
lo que se va a decir. Algo que se dice no tiene marcha atrás (al igual que la
flecha disparada no se puede parar). Debemos dirigirnos a otras personas de
forma educada y cordial, procurando no hablar de personas que no estén
presentes (y mucho menos si es para hablar mal de ellos). Hablaremos de forma
pausada, clara, sin alzar demasiado la voz. La voz es algo innato en nosotros
pero educarla es solo cuestión de disciplina.
No es lo mismo mantener una
conversación entre dos personas que hablar en un grupo o corrillo. Una
conversación entre dos personas suele ser más seria e incluso más personal. Una
conversación en grupo suele tener un carácter más social y hablar de temas
comunes de trabajo, aficiones o temas de actualidad. Aunque lo veremos más en
profundidad en el capítulo "temas de conversación".
Un buen conversador no solo
habla, sino que también sabe escuchar. Una conversación no es un monólogo. Deje
hablar, aunque el tema le sea muy interesante o sea un auténtico experto en la
materia. Tampoco hable en exceso de si mismo. Hable de temas que interesen a
sus interlocutores. Si sabe hablar y escuchar creará un buen clima para una
perfecta conversación entre todos los presentes.
En algunas conversaciones nos
podemos encontrar con gente excesivamente reservada o tímida. Lo mejor que
podemos hacer es tratar de involucrarlo en la conversación, para que se sienta
integrado. Evite que haya personas aisladas en una conversación. La mayoría de
los tímidos son grandes y prudentes conversadores, solo hay que darles una
oportunidad. Procure tantearle para conocer los temas que le resultan de
interés. Haga todo lo posible para evitar no dejar al margen a nadie en ninguna
conversación.
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LOS MEJORES TRUCOS
[7]
Aunque nos parezca obvio pensemos siempre en una serie
de considerandos, en su puesta en práctica, para sacar el máximo partido a
nuestras intervenciones, sea cual sea el grupo al que nos dirigimos. Como base,
como punto de inicio para desarrollar más y mejor nuestro talento, siempre será
bueno que pensemos en lo siguiente:
·
Preparar a fondo el tema sobre el que se va
a hablar. La mejor receta contra los nervios es conocer todos los detalles de
la cuestión que se va a tratar, ya que dominar un tema proporciona confianza y
da seguridad al ponente a la hora de explicarlo ante los demás.
·
Conocer al auditorio ante el que nos vamos a
enfrentar. Es imprescindible que el orador sepa de antemano cuáles son los
intereses del público y, sobre todo, su grado de conocimientos sobre el tema de
la disertación.
·
Contacto visual. Antes de hablar, debe
atraer la atención del público mirando al conjunto del auditorio. Después, es
necesario mirar a los ojos del público y observar sus expresiones, comunicarse
con él.
·
Hacer una exposición clara y ordenada. El discurso debe
tener, claramente diferenciados, una introducción, un desarrollo y una
conclusión.
·
Utilizar un lenguaje claro, con palabras fácilmente
comprensibles, pero sin caer en el uso de expresiones excesivamente
coloquiales.
·
Ser conciso. Estructurar bien el tiempo y no alargarse
en exceso. Es preferible ser breve que no saber terminar y aburrir al
auditorio.
·
Estar preparado para improvisar. Acortar el discurso
si observa aburrimiento entre el auditorio o ser capaz de introducir elementos
que en principio no pensaba incluir cuando hay una buena respuesta por parte
del público.
·
Hablar despacio y vocalizando. Hay que cuidar de
manera especial no hablar atropelladamente y "comerse" las palabras,
lo que sucede de manera habitual cuando se está muy nervioso y se desea pasar
cuanto antes "el mal rato".
·
Utilizar un tono que muestre entusiasmo por el tema
que se expone. Además, es imprescindible variar el ritmo para evitar la
monotonía.
·
Desterrar las coletillas. Nunca se deben utilizar
expresiones como "¿verdad?" o "¿no?" como refuerzo al
término de una frase.
·
Utilizar el humor. Sirve para relajar el
ambiente y para despertar la curiosidad del público, pero hay que dosificarlo y
poner mucho cuidado en no abusar ni intentar ser gracioso.
·
Sonreír a menudo, ya que una persona sonriente atrae la simpatía
de los demás.
·
Mantener una postura relajada y confiada. La expresión
corporal es muy indiscreta y "el mejor chivato" de nuestro estado de
ánimo.
·
Hay que intentar contar las
cosas con naturalidad y no soltarlas de carrerilla algo que parece que ni siquiera
nos importa porque lo estamos leyendo. Siempre mantener una actitud positiva.
Pero, sin duda, lo más importante es
que un buen orador no nace: se hace a
base de mucha práctica.
*BIBLIOGRAFÍA FUNDAMENTAL:
*OTRAS PUBLICACIONES TENIDAS EN CUENTA:
[1] “Cómo dominar la comunicación no verbal”, Gloria Hervás Fernández. Capitulo1: La comunicación.
[2] “Cómo dominarla comunicación verbal y no verbal”, Gloria Hervás Fernández.
[3] “Introducción a la comunicación interpersonal”, Maria Dolores Cárceles. Capitulo 5: La comunicación no verbal en el ser humano.
[4] “Hablar y aprender, conversaciones con mi padre”, Laura Rojas-Marcos
[5] http://www.consumer.es/web/es/salud/psicologia/2005/04/28/141557.php?page=2
[6] “Introducción a la comunicación interpersonal”. Maria Dolores Cárceles. Capitulo 5: la comunicación no verbal en el ser humano.
[7] http://www.consumer.es/web/es/salud/psicologia/2005/04/28/141557.php?page=3