Las guerras representan un momento de clímax
para las comunicaciones; ellas son a nuestro cotidiano entorno comunicante
como la Fórmula 1 al auto de casa. Toca al comunicólogo
determinar ex post factum novedades y tendencias posibles de
modificar con el tiempo, fuentes y prácticas del comunicar en general.
A reserva de más ponderados juicios –y por rápida que haya
sido– la hipermediatizada invasión anglo-norteamericana de Irak
quedará en la historia de las comunicaciones:
1) por su costo desproporcionado de trece corresponsales
muertos en el ejercicio de su misión, algunos por "fuego
amigo", ¡casi un diez por ciento de las bajas totales de
las fuerzas atacantes!
2) por más específicos motivos, de los que retendremos
tres tecnológicos y tres políticos. |
La lección tecnológica
En un decenio apenas, de Tormenta del Desierto a marzo de 2003, saltaron
de su protohistoria a la banalización tres innovadores, exitosos
y disímiles formatos del comunicar: la Telefonía Móvil,
Internet y la Cibernética Balística.
Irak fue la primera ocasión en que, bajo ciertas condiciones, las
tropas hablaban y chateaban desde el frente con mamás y novias
(una inédita conectividad de guerra con paz cuyas recaídas
habrán de explicarnos algún día los psicólogos
sociales). Por otro lado, la quiebra de Iridium Motorola y Globalstar
no significó la desaparición de la telefonía celular
satelital; siempre quedaba el maletín de Inmarsat y otros gadgets
análogos para salir al aire en directo y videocam desde
una azotea o la coraza de un tanque: una manera de añadir peligrosidad
y espectáculo al oficio, pero también de compensar con más
documentalidad, credibilidad y pluralismo los partes oficiales de ministros,
cuarteles generales y... grandes agencias de prensa políticamente
correctas.
Internet –hoy por hoy el canal de más elevado coeficiente democrático,
la comunicación alternativa por antonomasia, ¡y que Dios
nos la conserve!– puso al alcance de cualquier internauta de la Tierra
que la buscara toda la información en claro existente, mientras
permitía a cada uno de ellos generar mensajes de circulación
mundial; una invalorable panacea para los pacifistas.
Por primera vez también, el poder de fuego de la parte atacante
fue masivamente teledirigido. El 70 por ciento del explosivo arrojado
sobre Irak (contra un 2 por ciento apenas en Kuwait) viajó furtivamente
en cohetes teleguiados por infrarrojo, láser o GPS. Tomó
sesenta años realizar a plenitud los teoremas balístico/cibernéticos
de von Braun, Wiener, Shannon y Pierce, de pilotear una cohetería
de por sí difícilmente detenible con infalibles cerebros
informáticos. En los hechos, Bagdad cayó bajo una imparable
lluvia de V2 de última generación con cabezal cibernético,
que escogían desde un lejano porta-aviones la ventana del edificio
por la cual entrar (eso también, hélas, es comunicación).
La lección política
Tres grandes mitos y puntos de fuerza anglosajones en materia de comunicaciones
salieron bastante maltrechos de este gesto hegemónico, cada uno
de ellos merecedor de un cuidadoso seguimiento en el futuro:
1) Su accuracy que en castellano a veces
traducimos –y hasta ponemos en las Constituciones– por "información
veraz y objetiva". Accuracy e información veraz,
entendámonos, son desiderativos y entelequias puros, atributos
para el día que Dios baje a la Tierra a abrir su Agencia de
Noticias. Pero lo menos que puede decirse, para el caso de Irak, es
que ambos bandos se excedieron en manipulación y maniqueísmo,
que sus portavoces nos recordaron por momentos las mejores exageraciones
de Don Camilo y Pepón, y si la cosa no pasó a mayores
fue porque los aliados lograron convertir la empresa, contra muchos
pronósticos, en una sorpresiva blitzkrieg. Cabe recordar
aquí que el Pentágono había estrenado en su seno,
el pasado año, una Oficina de Influencia Estratégica,
un desk informativo para situaciones de conflicto con licencia
para mentir (oficializando la doctrina de la desinformación
pública como arma para despistar al enemigo), como parte de
una más orgánica estrategia de supervisión global
de la infosfera denominada Total Information Awareness (TIA)
de la que poco se sabe. Como quiera que la lucha contra el terrorismo
promete ser, si no perenne, cuando menos indefinida en un mundo que
se parecerá cada día más (y no es un chiste)
al universo obsesivo-paranoico del serial La Femme Nikita,
las consecuencias para la "información veraz y objetiva"
no lucen de buen pronóstico.
2) Su tan ardorosamente defendida Libre Circulación de la Información,
el famoso free flow, mostró ser una vez más
una libertad unilateral no concedible a otros. Durante las semanas
del conflicto, las grandes democracias wasp (el franco apoyo
de Australia a las fuerzas aliadas es significativo al respecto) bloquearon
o redujeron el uso del GPS al resto del mundo; contraviniendo la Convención
de Ginebra, bombardearon la radiotelevisión irakí poniendo
a las poblaciones bajo ataque en peligroso estado de desinformación;
no se limitaron a penetrar todos los sistemas de información
irakíes (normal durante una guerra), sino que espiaron menos
lícitamente a la humanidad entera vía Echelon, Carnivore,
Fluent, Oasis y seguramente otros sistemas menos conocidos; se ensañaron
contra la emisora árabe independiente Al Jazira por
no doblegarse al mandato de la Oficina de Información Estratégica
del Pentágono: hackers occidentales oscurecieron su
sitio web en inglés tapándolo con la bandera norteamericana
(tenía 3 millones de visitas diarias), los cazas destruyeron
su sede de Bagdad matando a uno de sus corresponsales (sus oficinas
de Kabul también habían sido destruidas en su momento
por un cohete), Wall Street expulsó a sus dos corresponsales
y Akamay Technologies del Oregon rehusó prestar a la planta
qatarense una asistencia técnica antipirata previamente contratada.
En esta específica oportunidad, la "defección"
de uno de los grandes países informadores, Francia, hizo posible
una cobertura menos monolítica; pero ¿cuánta
libertad de información sobrevivirá el día que
los Estados Unidos, la OTAN y Europa (o sea, todas las grandes fábricas
de noticias) coincidan en objetivos y estrategias?
3) Irak deja entrever la potencial prescindibilidad –un feliz inédito
para la democracia– de las grandes Agencias de Prensa que ejercen
un monopolio de facto sobre el mundo noticioso (tan sólo AP
y Reuter generan noticias por cerca de 30 millones de palabras diarias;
hace veinte años, el total mundial no pasaba de 11 millones).
Estos últimos mamut del universo comunicacional, eficientes
fábricas para la homogeneización globalizada de las
Opiniones Públicas, tuvieron que vérselas con el brotante
nuevo periodismo de los Blogs, con un enjambre de balanceados
resúmenes de prensa vía e-mail, con reportajes
incensurados de outsiders y ONG e infinitas conexiones de
Internet que hicieron mella en su monolítica visión
proconsular del mundo. Es cierto que una fracción aún
importante de los medios –sobre todo en regiones como América
Latina que ya no disponen de Agencias de Noticias propias ni cuentan
con recursos para pagarse corresponsales– sólo comunicó
a sus usuarios la visión de la guerra que le proporcionaban
AP o la Fox del Murdoch intervencionista. Pero el paisaje comunicacional
está cambiando rápidamente, hay un turn-over
de "mediadores", una redistribución de roles y, a
plazo, la parcial prescindencia del propio "medio" reemplazado
por enlaces directos emisor/receptor. Un futuro que apenas se entrevé
por el momento, pero felizmente positivo. Desde las catacumbas tecnológicas,
las voces del pluralismo vuelven a resonar. |
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