Hace un año tuvo lugar en Cochabamba,
con gran concurrencia y marcado éxito, el primer encuentro de investigadores
bolivianos de la comunicación. Y hemos participado ahora en La
Paz, muy complacidos, del segundo de esos encuentros. Este sólo
hecho es, de por sí, satisfactorio pues demuestra una perseverancia
loable a favor de la continuidad de estas reuniones profesionales que
hasta hace poco tiempo parecían inviables. Felizmente, hay, pues,
ahora en nuestro país una voluntad de actuar colectiva y cooperativamente
para forjar el aumento y el mejoramiento de la investigación científica
sobre el proceso central y crucial de la existencia social: el de la comunicación.
Esto es regocijante y promisorio porque Bolivia, país pluricultural
y multilingüe que infortunadamente aun no ha alcanzado la plena integración
nacional, necesita más que otros del auxilio de la ciencia para
conocer debidamente su problemática de comunicación a fin
de superarla para contribuir al desarrollo democrático.
Acabamos de comprobar dura y dramáticamente en septiembre y octubre
cuán poco integrados y cuán mal comunicados estamos todavía
los bolivianos. La explosión social y el sacudimiento político
que hemos experimentado súbitamente no han constituido sólo
un fenómeno coyuntural de protesta múltiple por la crisis
económica debida a la inercia de un gobierno. Ha sido la insurgencia
violenta del pueblo agobiado por la exacerbación de la pobreza
causada por la inequidad estructural que la recuperación democrática
no se ha probado aun capaz de corregir. Ha sido el levantamiento desesperado
de lo que el cineasta Jorge Sanjinés bien llamara “la nación
clandestina” que ha tenido que provocar la incomunicación material
para acceder a la comunicación social, cuyo disfrute le ha sido
negado por la república no mucho menos que por la colonia. Ha sido,
en fin, la subversión agria, paralizante y destructiva de los de
abajo, de los explotados en desborde iracundo, para recuperar la palabra
y dejarse escuchar por las minorías desmedidamente poderosas que
merman del gobierno impunemente, prohijan la inequidad y cultivan el autoritarismo
desde hace 175 años aún bajo ropajes “democráticos”.
¿Y cómo reaccionaron ante semejante emergencia esas minorías?
¡Acentuando la incomunicación! Dentro del Poder Ejecutivo,
el Señor Presidente sólo se puso al habla con su gabinete
y con las “no deliberantes” Fuerzas Armadas. No hubo unidad de expresiones
entre los Ministros. El Poder Legislativo no entró en conversación
con el Poder Ejecutivo; simplemente se desentendió de la situación.
Los partidos políticos gobernantes no sólo que también
guardaron silencio ante los ciudadanos sino que ni siquiera conversaron
entre sí para actuar de consuno en pos de solución. De oposición
o de gobierno, esos partidos tampoco hicieron nada por acercarse a las
organizaciones populares para contribuir a hallar salida al grave problema.
Y solamente algunos de los medios de comunicación masiva dieron
la palabra también a líderes de la insurgencia; los demás
siguieron cómodamente apegados a sus interlocutores habituales
de la Plaza Murillo. El diálogo entre los novidentes y los olvidados,
la construcción del entendimiento apaciguador, fueron logrados
gracias a la intervención de tres instituciones que mediaron entre
el gobierno y los insurrectos como puentes de comunicación: la
Iglesia Católica, la Defensoría del Pueblo y la Asociación
de Derechos Humanos.
Se consiguió así, afortunadamente, la tregua conciliatoria
indispensable para contener la conmoción interna y evitar por negociación
lo que quizás pudo haber degenerado en una suerte de trágica
guerra civil. Pero, sin duda, ahora queda muchísimo por hacer,
bien y pronto, para que haya una verdadera comunicación entre el
pueblo y gobierno que permita a todos los bolivianos integrarse a fondo
y conquistar, en productiva armonía, el desarrollo humano, equitativo
y sostenible así como la auténtica democracia con participación
protagónica del pueblo en la toma de decisiones.
Justamente en este encuentro ha sido presentada una creativa propuesta
para dar término a la incomunicación que padece el segmento
autóctono y principalmente campesino – nada minoritario, por cierto
– de la población boliviana. El doctor Xavier Albó – lingüista
español que ha dedicado su vida a la educación campesina
no formal para el desarrollo democrático en Bolivia – nos ha planteado
el reto de la comunicación intercultural y bilingüe. Ha esbozado
sistemáticamente todo un trazo estratégico para construir
esa comunicación sin la cual Bolivia no podrá integrarse,
ni desarrollarse ni ser en verdad democrática. Confiando en el
concurso de todos los medios de comunicación posibles, estatales
y privados, el planteamiento incluye un coherente conjunto de enunciados
normativos dirigidos a acciones concretas. De ellos, 6 son generales,
para todos esos medios; 32 abarcan, por separado, en primer lugar a la
radio y a la televisión, en segundo lugar a la prensa y a otros
impresos y en tercer lugar al cine y al video: y, por último, 5
corresponden al área de comunicación que él denomina
“paisaje lingüístico y cultural”; o sea, aquel que conforman
carteles y pancartas urbanas, signos gráficos y verbales en calles,
plazas y oficinas, rótulos camineros y hasta vestimentas características
de las distintas configuraciones étnicas de nuestra población.
Llevar a la práctica la visionaria y creativa propuesta estratégica
de Albó requeriría contar ante todo con la voluntad política,
con la disponibilidad de recursos y con los aportes de muchas personas
e instituciones en todo el país. Esto en el campo de la producción
y distribución amplia y eficaz de mensajes interculturales en español
y al mismo tiempo en uno o más de los otros idiomas propios de
Bolivia. Pero también requeriría de contribuciones de la
investigación científica que dieran sustento razonable a
esa producción y que la evaluaran en su alcance e impacto. Habría
entonces oportunidades para no pocos investigadores de buscar respuestas
a preguntas clave sobre la naturaleza sociocultural, psicológica
y económica de cada segmento mayor del público como bases
para el diseño de mensajes y para la selección de medios.
La aplicación de tal estrategia daría un grande y preciado
refuerzo a la práctica de la comunicación popular, dialógica
y participativa en la que Bolivia es precursora eminente. Ella nació
a principios de la segunda mitad del Siglo XX con la creación de
las radios de los sindicatos mineros, se acrecentó luego con la
conformación de la cadena de emisoras católicas dedicadas
principalmente a la educación campesina extraescolar y culminó
recientemente con el nacimiento de estaciones comunitarias. En todas esas
experiencias el protagonista de la comunicación ha sido el pueblo
mismo valiéndose de sus modestos recursos y empleando todos los
idiomas principales del país. Tan sustantiva y sostenida ha sido
esa experiencia que ha dado lugar a la formación de cuatro agrupaciones
profesionales de comunicadores nativos, caso único en Latinoamérica.
Bien harían los investigadores en documentar este singular proceso
agrupativo.
Hay, sin duda, muchas otras áreas de comunicación que necesitan
del concurso de la investigación científica, especialmente
en el ámbito de la comunicación para el desarrollo. Por
ejemplo, es necesario robustecer el conocimiento sistemático de
públicos, propósitos y recursos de comunicación para
la salud y para la educación, las áreas sociales neurálgicas.
Además, puesto que el país tendrá muy pronto que
volver sus ojos en algún grado hacia la economía agropecuaria,
habrá que investigar las circunstancias y condiciones de la comunicación
para el desarrollo rural abandonada por muchos años. Hace falta
igualmente investigación en áreas como éstas: la
comunicación preventiva del consumo de drogas ilícitas que
está aumentando peligrosamente; la comunicación para la
protección del medio ambiente en cuya destrucción Bolivia
detenta también récords deplorables; la comunicación
en relación con desastres naturales; y hasta la comunicación
para enseñar a conductores y a peatones comportamientos deseables
de tránsito.
En otro orden de necesidades requieren también de apoyo investigativo
la comunicación para propiciar la gobernabilidad, la comunicación
para acercar a los parlamentarios al pueblo, la comunicación para
ayudar a consolidar y refinar el proceso de participación popular,
la comunicación para la defensa de los derechos humanos y hasta
la comunicación que apuntala la lucha contra la creciente corrupción
que está envileciendo y damnificando a Bolivia. Estas son algunas
de las nuevas áreas de inquietud en comunicación para el
desarrollo que están huérfanas de sustento investigativo.
Y hay aún otra área más de comunicación que
constituye un reto que demanda el auxilio científico: es la de
aprender a ayudar al pueblo a comunicarse más y mejor consigo mismo;
es decir, la de convertir al comunicador para el desarrollo en un mediador
y auxiliar potenciador de las organizaciones de base en vez de que sólo
sea un agente inductor de persuasión por parte de los organismos
técnicos pro desarrollo.
¿Cómo debiera hacerse la investigación en comunicación
en Bolivia? ¿En qué premisas sería lógico
que se sustentara? ¿Cuáles tuvieran que ser sus objetos
preferidos? Y ¿qué métodos resultarían más
apropiados para cuáles de los fines de ella? Los investigadores
tendrán que proponer respuestas a interrogantes como éstas.
Un paso inicial en tal sentido lo ha dado ya Erick Torrico en la medular
ponencia que presentó en este encuentro. Entendiendo a la crítica
como la actitud de duda que permite sondear horizontes que no pueden ver
los adictos al acatamiento y desafectos a la reflexión, este colega
descartó la teorización positivista dirigida nada más
que a verificar y justificar lo existente. Sostuvo, por tanto, que la
investigación es crítica cuando penetra profundamente en
la realidad con el ánimo de transformarla y no para observarla
con pasividad e interpretarla conformistamente. Celebró Torrico
en su exposición el que, a partir de los años 60, haya surgido
en Latinoamérica una investigación así de crítica,
la que – con variantes – continua desarrollándose hoy. Anotó
que esto es de especial importancia ahora cuando la investigación
en la era globalizadora, ajena al sentido crítico, pareciera estar
ejerciendo cierta influencia en algunos ejercicios investigativos latinoamericanos.
Halló él que la comunicología latinoamericana debe
potenciar su componente crítico y conjugar las bases de su tradición
con los aportes recientes a ella para seguir adelante vigorizada.
Pienso que este tipo de razonamientos bien puede alentar la conducción
sin anteojeras – viejas o nuevas – de la investigación boliviana
sobre comunicación. Y confío en que la compilación
de artículos sobre la Escuela Critica Latinoamericana de Comunicación
recientemente publicada por la Universidad Católica y la Editorial
Plural sirva de base referencial para ello.
Esa tradición de investigación y su proyección a
la actualidad fueron abordadas en parte en la teleconferencia internacional
incluida en el programa de este encuentro gracias a la cooperación
del Servicio Informativo de los Estados Unidos. Así pudimos escuchar
apreciaciones y pronunciamientos de dos investigadores latinoamericanos
y de una investigadora estadounidense familiarizada con la comunicología.
Con conocimiento y convicción ponderó José Marques
de Melo, el comunicólogo brasileño de sobresaliente trayectoria
internacional, la naturaleza, la evolución y la importancia de
lo que él mismo denominara “Escuela Crítica Latinoamericana
de Comunicación”, un movimiento académico a cuya continuidad
contribuye él sustancial y resueltamente desde la Cátedra
Unesco que maneja en la Universidad Metodista de Sao Paulo. Bajo una óptica
semejante pero con un enfoque algo imbricado con el estado de la disciplina
de comunicación para el desarrollo, el comunicólogo chileno
Eduardo Contreras remarcó también la importancia de la comunicación
crítica para la región latinoamericana. Y, si bien en forma
muy breve, Brenda Dervin, primera mujer que llegara a la presidencia de
la Asociación Internacional de Investigación de la Comunicación
y practicante distinguida de la comunicación crítica, deploró
en cambio que en su país ésta resultara confinada hoy a
una minoría de investigadores pues predomina el interés
acrítico sobre las nuevas tecnologías de la “sociedad de
la información”.
Las conferencias magistrales previstas en el programa, combinadas con
paneles y coloquios, permitieron sustentar debates con valiosos aportes
de colegas del exterior especialmente invitados al encuentro.
En la primera de esas conferencias el comunicólogo mexicano Raúl
Fuentes, consagrado como uno de los más penetrantes y perseverantes
analistas de la evolución de la investigación de nuestro
oficio en Latinoamérica, hizo una lúcida reseña retrospectiva
y proyectiva sobre el estudio de la comunicación entre nosotros.
Con referencia principal a su país, en el que funcionan más
de doscientas escuelas universitarias de comunicación, pasó
revista crítica a los tres modelos fundamentales de formación
implantados en la región a lo largo de los años cincuenta,
sesenta y setenta: el del periodista, el del comunicador como intelectual
humanista y el del comunicólogo como científico social crítico.
Anotó que hubo en el proceso yuxtaposiciones entre esos tres modelos
y que todos ellos alientan “un impulso fuerte de transformación
de la sociedad por medio de la comunicación, una propuestas de
cambio basada en el pensamiento crítico y el rechazo de las prácticas
predominantes en los medios y en otras instituciones sociales”. Observó
que, a pesar del decaimiento y del desconcierto registrados a partir de
los años ochenta en la enseñanza académica de la
comunicación, continúan egresando de las carreras “agentes
de cambio profesionales socialmente responsables”. Mencionó la
percepción del colega colombiano Gabriel Jaimes sobre los ejes
mayores de la comunicación entendida como proyecto social: “la
comunicación para la verdad, la libertad y la justicia; la comunicación
que respete las identidades culturales; y la comunicación para
la paz”. Afirmó Fuentes que había llegado la hora de fortalecer
la discusión conceptual desde una perspectiva más amplia
que la específica de la teoría. Y advirtió que el
eje de nuestros estudios no debe entenderse como constituido por los mensajes
o contenidos sino por “las relaciones, establecidas e investigadas a través
de sus múltiples mediaciones, entre producción de sentido
e identidad de los sujetos sociales en las más diversas prácticas
socioculturales”.
El comunicólogo estadounidense James Lull, largamente familiarizado
con las realidades latinoamericanas, se ocupó en la segunda conferencia
magistral de los estudios de comunicación y cultura en tiempos
de globalización. Hizo notar que en estos tiempos las apariencias
culturales se han hecho sumamente complejas y confusas y que las fronteras
entre culturas se han ido diluyendo. Añadió que la cultura
es ahora creada y experimentada en nuevos escenarios que son vistos como
prometedores por unos y como amenazantes por otros. Afirmó que,
siendo la comunicación central a todo ello, nunca ha sido tan crucial
como ahora para la existencia humana. Dijo que la globalización
causa procesos de cambios incontrastables en todo el mundo y a todo nivel
– como la reconfiguración del tiempo y del espacio – y que nadie
puede evadirse de ello. Propuso que frente a tal realidad ha llegado la
hora de modificar la teoría crítica de la comunicación
comenzando por admitir que ahora el sistema de comunicación es
un sistema abierto, por comprender que los espacios culturales no están
ineluctablemente determinados por fuerzas hegemónicas y por admitir
que la moderna tecnología comunicativa puede ser beneficiosa. Luego
de anotar algunas tendencias globales en la evolución de aquella
tecnología, abogó por aprender a manejarse en el ámbito
de la hipercomunicación consustancial a la globalización.
Y terminó su intervención esbozando el concepto de “supercultura”.
Estas exposiciones sentaron, pues, ricas bases para la reflexión.
Hicieron lo propio los catedráticos belgas Marc Lits y Phillipe
Marion en el coloquio disertando sobre el tema “Observatorio del Relato
Mediático”, cuya evolución hacia lo narrativo y espectacular
analizaron, destacando el factor de ruptura del tiempo e invitando atención
hacia lo que denominaron “narratología”.
Las 75 ponencias presentadas a las 13 Mesas de Trabajo por catedráticos,
investigadores y – en su mayoría – estudiantes constituyeron otra
fértil plataforma de discusión. Los temas abordados en esos
documentos fueron estos: la comunicación comunitaria; la comunicación
para el desarrollo; los estudios culturales y de recepción; las
nuevas tecnologías y la globalización; la historia de la
comunicación; la comunicación política y la democracia;
la comunicación y la integración regional; legislación
en comunicación; comunicación, género y generación;
comunicación organizacional; publicidad y marketing; la teoría
y las metodologías de investigación; la producción
audiovisual y la comunicación y el periodismo.
El encuentro dio marco y hospedaje a las deliberaciones de dos flamantes
agrupaciones de nuestra disciplina: la Asociación Boliviana de
Investigadores de la Comunicación (ABOIC) y la Asociación
Boliviana de Carreras de Comunicación Social (ABOCCS) fundadas
en ocasión del primer encuentro de investigadores en Cochabamba
el año pasado. Además de confirmar su institucionalidad
aprobando sus respectivos estatutos, estas asociaciones adoptaron ahora
aquí previsiones perfeccionadoras de su organización y trazaron
lineamientos de actividades para el año próximo, año
de especial importancia por cuanto en él Bolivia albergará,
por vez primera al congreso de la Asociación Latinoamericana de
Investigadores de la Comunicación (ALAIC), agrupación entre
cuyos miembros fundadores tuve el honor de estar. Yo celebro, pues, con
verdadera satisfacción estos actos de consolidación de esas
agrupaciones a las que atribuyo importancia capital para el avance de
nuestra disciplina. Unidos los investigadores de comunicación de
todo el país podrán dar a éste preciados aportes
de indagación científica para fomentar el mejoramiento de
sus sistemas de comunicación, especialmente los propicios al desarrollo
democrático. Y al articularse las carreras universitarias de comunicación
podrán optimizar sus recursos para refinar sus programas y sus
métodos de enseñanza en función de las necesidades
del país. Felicito a los organizadores y a los dirigentes de estas
agrupaciones, hago votos por mayores logros en los años venideros
y les sugiero cordialmente forjar también un mecanismo de acción
cooperativa intensa y constante entre una y la otra. Este entrelazamiento
ALAIC – ABOCCS hará posible acabar con un mal que aqueja a nuestra
disciplina en no pocos casos en varios países de la región:
el mal del divorcio entre la enseñanza y la investigación,
el hecho lamentable de que la cátedra vaya por un lado y la indagación
por otro.
También es encomiable el extraordinario esfuerzo documental que
se ha hecho para dar sustento a las deliberaciones del presente encuentro
y que, más allá de éste, ha de servir sin duda a
muchos más estudiosos, inclusive fuera del país. Me refiero
a las cuatro publicaciones que han sido ofrecidas como insumo fresco al
encuentro: la Memoria Académica del Primer Encuentro Nacional y
del Seminario Latinoamericano de Investigación de la Comunicación,
publicada por las instituciones organizadoras del mismo; el Catálogo
de Tesis de la Carrera de Comunicación Social 1974 – 1999 publicado
por la ABOCCS; la Actualización Biblio-Hemerográfica de
los Estudios sobre Comunicación en Bolivia 1990 – 2000 editada
por el Centro Interdisciplinario Boliviano de Estudios de Comunicación
(CIBEC), ejemplar agrupación privada de investigadores de nuestro
oficio que celebró hace poco su cuarto aniversario de fructífera
existencia; y la recolección documental de Voces Evaluativas de
la Investigación de la Comunicación en Bolivia publicada
también por el infatigable CIBEC.
La memoria del encuentro de Cochabamba recoge en su integridad en 330
páginas el valioso conjunto de documentos en ella presentado: disertaciones
magistrales, ponencias ante dieciocho mesas de trabajo y exposiciones
en paneles. El catálogo de tesis es un texto sencillo pero de mucho
valor por cuanto atiende al fin la necesidad de contar con un registro
completo y al día de esas tesis – que llegan ahora al total de
794 – correspondientes a las carreras afiliadas a la ABOCCS: la Universidad
Católica Boliviana, en sus Unidades Académicas de La Paz
y Cochabamba; la Universidad Mayor de San Andrés (La Paz); la Universidad
Técnica de Oruro; la Universidad de San Francisco Xavier (Chuquisaca);
la Universidad Siglo XX (Siglo XX); la Universidad NUR (Santa Cruz); la
Universidad Privada de Santa Cruz y la Universidad Evangélica de
Santa Cruz. Sobre esta base que enumera las tesis en orden cronológico,
indicando el título de ella y nombres de autores, la ABOCCS preve
realizar nuevas publicaciones que contengan información detallada
que permita percibir el contenido de las tesis a fin de poder hacer agrupaciones
por diversos conceptos y análisis cruzados de temática y
de metodología; ésta previsión es digna de aplauso.
La actualización biblio-hemerográfica tiene tres partes:
una reseña de estudios correspondientes a la década del
90, un registro de la producción intelectual sobre comunicación
en Bolivia por parte de siete autores y un inventario de publicaciones
periódicas bolivianas. Y, por último, la recolección
de voces evaluativas de la investigación consta de dos partes:
la primera que reproduce cinco textos analíticos de esa investigación
hechos por igual número de autores bolivianos y la segunda que
transcribe tres artículos analíticos de tesis de grado,
uno general y los otros correspondientes a producciones de Santa Cruz
y Cochabamba.
Ha sido también alentador el que el encuentro haya cobijado las
deliberaciones de la Segunda Jornada Nacional de Estudiantes de Investigación
en Comunicación. Y fue útil que se armara para él
una suerte de feria del libro que puso a disposición de los participantes
textos sobre comunicación, incluyendo algunos de muy reciente factura
en Bolivia como las últimas ediciones de las revistas Comunicación
XXI y Punto Cero y los libros UMSA Comunicación 15 Años:
Trayectoria y Desafíos, editado por Carlos Soria Galvarro, y Comunicaciones
Fragmentadas: Producción de Significados en Sociedades Mundializadas,
una compilación de investigaciones hechas por estudiantes editada
por Marcelo Guardia Crespo, profesor de la Universidad Católica
en Cochabamba.
Bien, amigos, todo esto que hemos vivido aquí en estos días
ha sido muy regocijante. En efecto, complace y hasta asombra cuánto
han avanzado ustedes en tan corto lapso en favor de la investigación
y de la enseñanza de la comunicación en nuestro país
en términos de organización agrupativa, de producción
y de registro documentales y de voluntad de diálogo y reflexión.
Y es muy grato ver a la juventud académica tan entusiasmada y tan
seriamente involucrada en el afán de indagación científica.
Reciba ella nuestras sinceras palmas y reciban los organizadores y los
propiciadores de este encuentro – representados por Erick Torrico, Ronald
Grebe y Karina Herrera – nuestra más cálida congratulación
por su exitoso emprendimiento junto con nuestros agradecimientos. Y, para
tener en mente que estamos comprometidos en esto no solo por un anhelo
de superación profesional, sino abrigando en el corazón
una hermosa quimera de justicia, permítanme cerrar nuestras deliberaciones
con estas sabias palabras del maestro Paulo Freyre:
"Aquello que es lo utópico
no es lo inalcanzable;
no es idealismo;
es un proceso dialéctico
de denunciar y anunciar;
denunciar la estructura deshumanizante
y anunciar la estructura humanizante”. |
Intervención en el acto de clausura del
II Encuentro Nacional de Investigadores. Universidad Católica Boliviana,
La Paz, noviembre de 2000.
|