INTROCUCCION
En
América Latina han prevalecido tres conceptualizaciones principales
respecto de la relación entre comunicación social y desarrollo
nacional: "comunicación de desarrollo", "comunicación
de apoyo al desarrollo" y "comunicación alternativa para
el desarrollo democrático".
La comunicación de desarrollo es, en esencia, la noción
de que los medios masivos tienen la capacidad de crear una atmósfera
pública favorable al cambio, la que se considera indispensable
para la modernización de sociedades tradicionales por medio del
progreso tecnológico y el crecimiento económico.
La comunicación de apoyo al desarrollo es la noción de que
la comunicación planificada y organizada - sea o no masiva - es
un instrumento clave para el logro de las metas prácticas de instituciones
y proyectos específicos de instituciones que propician el desarrollo.
La comunicación alternativa para el desarrollo democrático
es la noción de que, al expandir y equilibrar el acceso y la participación
de la gente en el proceso de comunicación, tanto a niveles de medios
masivos como a los interpersonales de base, el desarrollo debe asegurar,
además de beneficios materiales, la justicia social, la libertad
para todos y el gobierno de la mayoría.
Es posible, por supuesto, que existan otras conceptualizaciones de la
relación comunicación-desarrollo. Sin embargo, las que se
acaban de enunciar aquí brevemente están presentes en toda
la literatura pertinente y corresponden bien con las categorías
de la práctica.
Existen, por otra parte, diferencias claras entre ellas y algunos lamentan
que se causen confusiones indeseables en ciertos casos al utilizarlas
en forma indistinta. Pero para los fines de este análisis, las
tres conceptualizaciones tendrán que ser, en ocasiones, albergadas
bajo un rótulo general más amplio: "Comunicación
para el Desarrollo". Esto no equivale a una definición única
que abarque a todos los componentes, pero parece necesario para facilitar
el análisis en algunos puntos.
¿Cuál ha sido la trayectoria de la comunicación para
el desarrollo en Latinoamérica? ¿Ha hecho esta región
contribuciones significativas a ella?
Durante casi 45 años Latinoamérica ha sido notablemente
activa, imaginativa y productiva en tratar de poner la comunicación
al servicio del desarrollo. Empezó a utilizar la comunicación
para el desarrollo mucho antes de que se hubieran propuesto teorías
para ello e incluso cuando la denominación misma no existía
aún.
RADIO PARA LOS CAMPESINOS: COLOMBIA
En efecto, dos de las experiencias más significativas
y duraderas en cuanto a comunicación para el desarrollo se iniciaron
ya en 1948 en dos países de Latinoamérica, Colombia y Bolivia.
En un pueblo andino de Colombia un cura párroco, Joaquín
Salcedo, creó en 1948 - literalmente con sus propias manos - una
rudimentaria estación radiodifusora para los campesinos, Radio
Sutatenza, con los modestos propósitos de ampliar la difusión
de la doctrina católica y contribuir a reducir el analfabetismo
dentro de su área inmediata de influencia. En pocos años,
sin embargo, esta iniciativa individual evolucionó hasta convertirse
en "Acción Cultural Popular" (ACPO), una de las instituciones
de múltiples medios más grandes, complejas e influyentes
del mundo en materia de educación no formal a distancia y desarrollo
rural.
La estrategia de las "Escuelas Radiofónicas" de ACPO
- que incluye la audición colectiva y el debate de programas especiales,
con el apoyo de un voluntario local capacitado y de materiales impresos
- pronto fue adoptada por organizaciones similares en muchos de los países
de la región. Con el apoyo del Estado y luego también contando
con un sustancial subsidio extranjero, ACPO-Radio Sutatenza constituyó,
en su momento de auge, el primer caso exitoso de comunicación institucionalizada
de apoyo al desarrollo de Latinoamérica.
RADIO DE LOS TRABAJADORES: BOLIVIA
En Bolivia, y también a partir de 1948 aunque cobraron
plena fuerza recién desde 1952, los sindicatos de trabajadores
mineros crearon varias estaciones de radio mediante contribuciones de
sus magros salarios y rápidamente aprendieron a manejarlas ellos
solos. A pesar de contar con equipos de transmisión rudimentarios
y de corto alcance, estas estaciones de radio permitieron que aquellos
trabajadores - en su mayoría ex campesinos autóctonos -
se convirtieran en protagonistas de la comunicación masiva. Hasta
entonces sólo habían sido receptores pasivos de mensajes
generados por estaciones de radio comerciales u oficiales de las grandes
ciudades, que aparte de condenar su participación en las huelgas,
hacían caso omiso de su existencia. Con estas estaciones de radio,
empero, se convirtieron en participantes claves de un proceso de revolución
nacionalista radical, que instauraría el voto universal, realizaría
la reforma agraria y nacionalizaría la minería del estaño,
de la cual dependía entonces, en gran medida, la subsistencia del
país.
Bajo un clima tal de transformaciones sociales globales hacia la democratización,
los flamantes radialistas cumplían su trabajo de una forma verdaderamente
participativa, daban a su audiencia acceso casi irrestricto a sus micrófonos,
visitando las calles, los mercados, las escuelas y los campos deportivos,
y el propio interior de las minas, para permitir que la gente se manifestara,
expresara sus necesidades y opiniones y criticara no sólo a los
funcionarios del gobierno sino a los mismo líderes sindicales y
a sus estaciones de radio. Incluso sirvieron como locales para las asambleas
comunales a fin de que todas las organizaciones de base analizaran problemas
de interés público, especialmente en tiempos de emergencias.
Tales ocasiones no eran infrecuentes por cuanto los sindicatos de militancia
política sufrían constante represión por parte de
los militares, quienes a veces confiscaron, e inclusive volaron, algunas
estaciones y encarcelaron o exiliaron a sus operadores.
Al trabajar de forma autofinanciada, no partidaria, autogestionaria, sin
publicidad comercial y practicando verdaderamente la democracia en la
comunicación, los mineros bolivianos se constituyeron, sin saberlo,
en los precursores de la comunicación alternativa para el desarrollo,
aproximadamente dos décadas antes de que se comenzaran a plantear
las bases teóricas para ello.
EXTENSION AGRICOLA Y EDUCACION AUDIOVISUAL
A principios de la década del 50 el gobierno de
los Estados Unidos creó un programa de asistencia técnica
y financiera para el desarrollo de los países latinoamericanos
con énfasis en la agricultura, la educación y la salud.
Junto con este programa llegó la aplicación con fines pacíficos
de la experiencia en comunicación adquirida por ese país
durante la Segunda Guerra Mundial. La aplicación seguía
tres líneas paralelas principales: la "información
agrícola", la "educación audiovisual" y la
"educación sanitaria". Aún no existía ninguna
teoría formal que respaldara este esfuerzo, pero claramente constituía
éste la práctica de lo que más tarde vendría
a llamarse la comunicación de apoyo al desarrollo, que ahora patrocinan
organismos internacionales y ejecutan órganos estatales. Mediante
servicios bilaterales que realizaban en estos países actividades
internacionales dentro de la región y capacitación en los
propios Estados Unidos1, centenares de latinoamericanos aprendieron, a
lo largo de esa década, cómo aplicar principios y técnicas
de la comunicación social a las necesidades del desarrollo nacional.
Luego compartirían estos conocimientos con millares de empleados
de los organismos de desarrollo, sobre todo agentes de extensión
agrícola en el campo y maestros de escuelas primarias.
Un organismo regional jugó un papel preponderante en el aspecto
de comunicación rural de este movimiento apoyado por el gobierno
de los Estados Unidos de América: el Instituto Interamericano de
Ciencias Agrícolas (IICA), afiliado a la Organización de
Estados Americanos. Para mediados de la década de los 50, su sede
en Costa Rica se convirtió en el centro de excelencia multiplicador
y fuente de materiales adaptados para la capacitación. Por su parte,
la FAO contribuyó en forma sustancial a los esfuerzos por construir
en los países latinoamericanos sistemas modernos de agricultura,
basados en la educación no formal del campesinado, la que debía
incluir medios masivos de información de "extensión
agrícola".
Para la educación la Administración de Operaciones en el
Exterior de Estados Unidos de América montó y puso en funcionamiento
complejos centros audio-visuales en algunos países y ayudó
a que otros crearan los suyos.
Instituciones privadas norteamericanas, tales como las fundaciones Kellog,
Rockefeller y Ford, también hicieron contribuciones sustanciales,
concediendo estas últimas cierta atención especial a la
comunicación para la planificación familiar.
Por otra parte, en cooperación con el gobierno de México,
la UNESCO apoyó en ese país al Instituto Latinoamericano
de Cinematografía Educativa (ILCE) y al Centro Regional para la
Educación Fundamental (CREFAL). Ambos incluyeron en sus programas
capacitación para la producción de ayudas audiovisuales
con fines educativos.
¿LOS MEDIOS MASIVOS NO LLEGAN A LAS MASAS?
Los años sesenta se iniciaron con la publicación
por la UNESCO de un inventario de disponibilidad de medios masivos en
los llamados países en vías de desarrollo. Las diferencias
con las naciones desarrolladas eran tan enormes que, en 1962, la Asamblea
General de las Naciones Unidas recomendó a los Estados miembros
que incluyeran en sus planes para el crecimiento económico recursos
para expandir y mejorar en forma significativa la comunicación
para el desarrollo. El estudio dio lugar a pensar que los medios masivos
casi no llegaban a las masas en Latinoamérica, por cuanto se restringían
en su mayor parte a las minorías urbanas de los estratos superiores.
EL CREDO DE LA COMUNICACION DE DESARROLLO
Con el auspicio de la UNESCO, el Director de Investigaciones
de Comunicación de la Universidad de Stanford, el doctor Wilbur
Schramm, publicó en 1964 un libro que pronto se convertiría
en la biblia universal de la comunicación para el desarrollo, abarcando
tanto la problemática de la comunicación de desarrollo como
la comunicación de apoyo al desarrollo. Junto con las investigaciones
del Sociólogo Daniel Lerner sobre "la extinción de
la sociedad tradicional" en 1958 y con contribuciones de otros estudiosos
del famoso MIT2, tales como Lucien Pye e Ithiel De Sola Pool, el libro
de Schramm armó las bases teóricas para el uso de la comunicación
social al servicio del desarrollo.
Por medio de estas obras fundamentales se difundió por todo el
mundo la creencia en que los medios masivos de comunicación eran
capaces de contribuir a que el Tercer Mundo lograra en pocas décadas
lo que Occidente había hecho en siglos: evolucionar de un tradicionalismo
atrasado a una próspera modernidad. En poco tiempo este credo llegó
a ser abrazado de todo corazón por numerosos especialistas latinoamericanos
en comunicación para el desarrollo. Su fe en la excelencia de los
medios masivos de comunicación como agentes de cambio sería
confirmada hacia fines de la década de los 60, cuando la teoría
de Everett Rogers sobre la difusión de innovaciones llegó
a sus tierras. Varios de aquellos especialistas parecieron percibir entonces
su oficio como una suerte de muy eficiente disciplina de "ingeniería
social", dotada acaso de poderes casi mágicos para persuadir
a las masas atrasadas de que se modernizaran.
LA COMUNICACION DE APOYO AL DESARROLLO SE EXPANDE
Esta entusiasta posición, que compartieron los organismos
internacionales de financiamiento para el desarrollo, condujo a que tanto
en los sesenta como en la siguiente década se instauraran en la
región centenas de proyectos que involucraban millones de dólares.
La mayoría de estos proyectos, financiados por fuentes norteamericanas
y europeas, como también por el sistema de las Naciones Unidas,
correspondían a problemáticas agrícolas, educativos,
de salud y de demografía. Unas breves menciones bastarán
para proveer ilustración de ellas.
A través del trabajo creativo de Manuel Calvelo, la FAO inició
en Chile y luego en Perú una experiencia pionera con el uso de
videos para la educación campesina no formal y dentro de los procesos
de la reforma agraria.
La UNESCO y el PNUD apoyaron a los Ministerios de Educación de
los países andinos en el diseño de un proyecto muy ambicioso
para utilizar programas televisivos por satélite para la difusión
y mejoramiento masivos de sus programas educativos en aula y a distancia.
Lamentablemente, éste no llegó a materializarse.
La Agencia para el Desarrollo Internacional de los Estados Unidos de América
(USAID) brindó apoyo sustancial a un complejo experimento de uso
de la televisión como instrumento para una amplia reforma educativa
en El Salvador. También ayudó a Nicaragua a mejorar la calidad
de la enseñanza de las matemáticas en las escuelas mediante
la radio interactiva. Luego aplicó esta estrategia a otras necesidades
educativas en la República Dominicana.
Con el apoyo de la Fundación Adenauer de Alemania se creó
la Asociación Latinoamericana de Televisión Universitaria
(ALATU), con sede en Lima.
Mientras que México recurrió a la televisión para
la educación secundaria a distancia, Colombia aplicó este
medio a la primaria, así como al mejoramiento docente, pero utilizó
la radio para la educación secundaria. La USAID nuevamente prestó
su apoyo durante esta década a varios proyectos que utilizaban
la radio para apoyar programas de salud y nutrición, especialmente
en Honduras, Costa Rica, Colombia y Brasil.
La Fundación Ford, aliada con la Federación Internacional
de Paternidad Planificada, ayudó a establecer y operar el CIACOP
de Costa Rica, un centro regional para la capacitación de especialistas
en comunicación sobre población.
El IICA buscó aplicar la comunicación a la reforma agraria
y a programas universitarios de capacitación agrícola, especialmente
en el formato de "extensión".
CAPACITACION REGIONAL Y PRIMERAS INVESTIGACIONES
En esa década surgió en Ecuador una nueva
institución regional de comunicación orientada al principio
sólo hacia la capacitación e investigación en periodismo.
Se trataba del Centro Regional de Investigación y Enseñanza
en Periodismo para América Latina (CIESPAL), iniciativa ecuatoriana
encabezada por el periodista Jorge Fernández, inicialmente apoyada
por la UNESCO, la Organización de Estados Americanos y la Fundación
Ebert de Alemania Occidental y, luego, por la Radio Nederland Internacional
de Holanda. Mediante actividades intensas y productivas, el CIESPAL se
convirtió pronto en el centro de comunicación más
conocido e influyente de la región, abrazó la causa de la
comunicación para el desarrollo y amplió el espectro de
sus servicios.
Ya en 1963 Antonio Pasquali, pionero de la investigación en comunicación
en la región, había publicado en Venezuela un penetrante
libro que hacía críticas a la comunicación comercial
masiva en Latinoamérica y recomendaba cambios para reformularla
de modo que contribuyera al desarrollo nacional democrático. Hacia
fines de la década sólo unas pocas voces más empezaron
a expresar dudas de que la comunicación pudiera generar desarrollo
frente a las gruesas barreras presentadas por la arcaica e injusta estructura
social prevalente en la región. La mayoría de los especialistas
en comunicación no parecieron haber percibido entonces ningún
problema en cuanto a aplicar la teoría general venida de ultramar
a las realidades específicas de sus países.
EL DESARROLLO FRACASA
La década de los años del 70 fue de fracaso
en el desarrollo y de confrontación en el área de la comunicación.
Latinoamérica participó de ambos.
La crisis del petróleo que sacudió a las naciones desarrolladas
también tuvo graves consecuencias en esta parte del mundo, demostrando
la fragilidad de sus estrategias de desarrollo y su vulnerabilidad estructural,
debida a su dependencia. Hacia mediados de la década de 1970 las
tasas de desarrollo se derrumbaron sin remedio y la deuda externa empezó
a crecer velozmente. Para 1978 aproximadamente el 40% de las familias
de la región habían caído hasta niveles de pobreza
crítica.
La aplicación ciega del modelo importado había llevado a
tan desastrosa situación. Tras 20 años de esfuerzos y de
inversiones que representaban millones de dólares no se había
logrado ningún beneficio para las grandes mayorías. Estas
se veían acosadas por los bajos salarios, cuando si no por el aumento
del desempleo y padecían precios muy altos y a una aguda inflación.
En cambio, las minorías poderosas se hicieron más ricas
mientras que las masas ahora hacinadas en las ciudades se veían
inundadas por migrantes expulsados del campo por la miseria.
Lógicamente, el mencionado modelo de desarrollo fue el blanco de
críticas fuertes y abiertas en Latinoamérica y las percepciones
planteadas en la década anterior por la "Teoría de
la Dependencia" pasaron a primer plano. Los términos del intercambio
comercial internacional eran tan injustos que los países latinoamericanos
vendían en el extranjero cada vez más baratas sus materias
primas y compraban bienes manufacturados cada vez más caros. Para
cubrir los déficits resultantes tuvieron que recurrir a un mayor
endeudamiento externo a tasas incrementadas de interés y con plazos
más breves de amortización. Todo ello frenó sus esfuerzos
de avance.
SE NECESITA: OTRO TIPO DE DESARROLLO
Como esta situación de desequilibrio afectaba al
resto del Tercer Mundo, en 1975 un grupo auspiciado por la Fundación
Dag Hammarskjold, en el que el economista latinoamericano Juan Somavía
tuvo importante participación, sometió una propuesta para
"otro desarrollo" a la Asamblea General de las Naciones Unidas.
El modelo proponía un desarrollo basado en la satisfacción
de las necesidades de las mayorías, en enfoques endógenos
y autogestionarios y en mantener armonía con el medioambiente.
En 1976 un equipo de sobresalientes estudiosos del desarrollo creó
un "Modelo Mundial Latinoamericano" bajo la coordinación
de Amilcar Herrera y al cobijo de la Fundación Bariloche de Argentina
y con el apoyo del Centro Internacional de Investigaciones para el Desarrollo,
de Canadá. Este modelo alegaba que no existían límites
insuperables para el crecimiento y que la producción debía
ser condicionada por las necesidades sociales y no por el afán
de lucro. Para ello tendría que dejar de existir la propiedad,
privada o pública, como medio de explotación y de concentración
de poder y privilegio, y la administración sería verdaderamente
democrática y descentralizada. La viabilidad material de este modelo
conceptual se demostró mediante un modelo matemático construido
con datos mundiales pertinentes. Sin embargo, la prueba final de su viabilidad,
señalaban los proponentes, tendría que darse por la eliminación
de la concentración de poder a niveles nacionales e internacionales.
El gran fracaso del modelo clásico fue pronto reconocido en todo
el mundo, incluyendo los Estados Unidos de Norteamérica, y no sólo
por economistas y planificadores del desarrollo, sino también por
algunos de los propios proponentes del antiguo paradigma, como el comunicólogo
Everett Rogers. Ahora se reconocía ampliamente el hecho de que
si no se realizaban importantes cambios estructurales que aseguraran equidad
dentro de las naciones y entre las naciones y se habría probado
imposible un desarrollo democrático y generalizado.
HACIA MODELOS DE COMUNICACION DEMOCRATICOS
El modelo de comunicación clásico - la fórmula
aristotélica de Harold Lasswell - también fue cuestionado
en esta década de los setenta, a principios de la cual el pedagogo
católico brasileño Paulo Freire inició, desde el
exilio en Chile, la difusión de sus nuevas y audaces ideas sobre
la educación. Al mismo tiempo que condenaba la educación
tradicional "bancaria" como manipuladora de los seres humanos
para la perpetuación del status quo, proponía una "pedagogía
del oprimido" para el autodescubrimiento a través del diálogo
libre y la "concientización" orientada hacia la emancipación
y la democracia.
Además de las críticas ya adelantadas por Antonio Pasquali
a inicios de la década, el pensamiento de Freire inspiró
también la revisión del modelo clásico de comunicación.
Frank Gerace (EE.UU.), trabajando desde Bolivia y Perú, fue el
primero en producir algunos basamentos adaptativos para un modelo de "comunicación
horizontal". Juan Díaz Bordenave, Joao Bosco Pinto y Francisco
Gutiérrez también estuvieron entre los primeros proponentes
de aplicaciones creativas de las ideas de Freire sobre la educación
a la comunicación. Y, para mediados de la década, otros
se habían unido a la búsqueda, especialmente el periodista
chileno Fernando Reyes Matta. Vinculado al modelo para "otro tipo
de desarrollo", propuso en detalle un modelo participativo para la
"comunicación alternativa".
Esas nuevas ideas llegaron pronto a los Estados Unidos, donde fueron reconocidas
e incluso compartidas por los principales teóricos de la comunicación
para el desarrollo, Wilbur Schramm, Everett Rogers y Daniel Lerner. Sin
embargo, la práctica de la comunicación de apoyo al desarrollo
siguió adelante sin grandes cambios, como si las reformulaciones
teóricas no la hubieran afectado. En contraste con ello, la práctica
de la comunicación alternativa para el desarrollo democrático
fue sustentada y enriquecida durante la década de los setenta,
por vía de esfuerzos multiplicadores en muchas partes de la región
latinoamericana.
LA PRACTICA DE LA COMUNICACION ALTERNATIVA
Además de hacer valiosos aportes a la teoría
de la comunicación alternativa, Mario Kaplun diseñó
una estrategia creada por él, y la puso a prueba con buenos resultados,
en Uruguay: un foro por cassette, procedimiento sencillo y de bajo costo
para establecer un diálogo a distancia entre los miembros de las
cooperativas campesinas.
Michel Azcueta y otros construyeron en una enorme barriada de Lima poblada
por campesinos migrantes, Villa El Salvador, un sistema integral y notable
de comunicación popular, basado en tecnologías elementales
utilizadas creativamente y en conjugación con una organización
comunitaria activa.
En Brasil decenas de periódicos contestatarios, pequeños
y rústicos, llegaron a constituir lo que se llamó "prensa
nanica" (prensa enana o en miniatura), el único vehículo
para expresar la oposición del pueblo a las violentas dictaduras
militares que lo oprimían.
Y a lo largo de toda la región, pero especialmente en países
como México, la República Dominicana, Honduras, Perú,
Bolivia y Ecuador, la radio del pueblo experimentó importante expansión
y mejoras. En este último país un sacerdote católico
instó a que comunidades indígenas pequeñas y aisladas
participaran de la radiodifusión grabando en sencillas cabinas
mensajes noticiosos y breves programas en sus propias aldeas y enviándolos
a una estación central. En Bolivia unos campesinos pagaron alquiler
por las primeras horas de transmisión matinal en algunas radioemisoras
comerciales de la ciudad capital, y realizaron en aymara, otro inusual
y precursor ejercicio de comunicación alternativa y democratizante
sobre la base de la iniciativa privada de "micro empresarios".
Por precios muy bajos ofrecían a su gente, mediante la radio, junto
con noticias y entretenimiento apropiado a su cultura autóctona
el equivalente a los servicios postales, telegráficos y telefónicos
a los que no se les había dado acceso en el campo. Además,
muchos de estos radialistas crearon una asociación de comunicadores
en idiomas nativos y persuadieron a la Universidad Católica de
que perfeccionara sus conocimientos mediante un curso para diploma con
dos años de duración. También se capacitó
a voluntarios en el campo como "reporteros populares".
Cuba afinó la estrategia que había desarrollado en la década
anterior al combinar transmisiones radiales con millares de voluntarios
organizados en pequeñas "brigadas" de capacitación
para llevar a cabo campañas de movilización de masas en
pro de la educación y la salud.
Por otra parte, México, Costa Rica, Venezuela, Colombia y Ecuador
recurrieron a los medios masivos de comunicación para realizar
educación a distancia de escolares, maestros rurales e inclusive
estudiantes universitarios. El gobierno mexicano creó una red televisiva
especial destinada a apoyar al desarrollo rural y Brasil creó la
red de canales de televisión educativa más grande de la
región. En México se hicieron esfuerzos por utilizar la
muy popular "telenovela" para estimular la planificación
familiar y enseñar el cuidado de la salud y nutrición y
en Chile se formalizó la organización del Movimiento del
Nuevo Cine Latinoamericano en una convención a la que asistieron
los directores más destacados de famosas películas críticas
y documentales, tales como Glauber Rocha (Brasil), Fernando Solanas (Argentina)
y Jorge Sanjinés (Bolivia). Muchas de estas experiencias empezaron
a manifestar señales de la búsqueda de la comunicación
democratizadora.
EDIFICACION INSTITUCIONAL
Otra actividad importante de la década de los 70
fue la creación de algunas organizaciones regionales de profesionales
de la comunicación. Una de ellas fue la Asociación Latinoamericana
de Escuelas Radiofónicas (ALER) que llegó a coordinar y
respaldar a unas 40 organizaciones pertinentes en alrededor de 15 países.
Otra fue la Federación Latinoamericana de Periodistas (FELAP) que
decía aglutinar a millares de trabajadores de la prensa en toda
región. Y una tercera, mucho más pequeña pero no
menos importante, fue la Asociación Latinoamericana de Investigadores
de la Comunicación (ALAIC). Las tres se unieron a la lucha por
la comunicación y el desarrollo democráticos.
De la misma manera aparecieron en escena con fuerza algunas instituciones
nuevas. Por ejemplo, el Instituto Latinoamericano de Estudios de las Transnacionales
(ILET) que llegó a jugar rápidamente un papel preponderante
en el análisis crítico de las comunicaciones internacionales
que afectaban a la región. El ILET fue creado en México
por Juan Somavía, un proponente clave de "otro tipo de desarrollo",
y por Fernando Reyes Matta, un destacado teórico de la "comunicación
alternativa".
Profesionales que trabajaban en varias instituciones a lo largo de la
región - sobre todo en Ecuador, Colombia, Venezuela, Chile y Argentina
- abrieron una nueva área de actividad: la educación, la
producción y la investigación sobre la recepción
activa y crítica de los mensajes de los medios masivos de comunicación,
sobre todo la televisión.
LA CIENCIA AYUDA A LA PROTESTA
Hacia mediados de los años ochenta la investigación en comunicación
experimentó un crecimiento muy veloz y ciertos cambios de orientación
en línea con la tendencia hacia la democratización que caracterizaba
el período. Entre los primeros contribuyentes a este movimiento
estuvieron Eliseo Verón y Hector Schmucler en Argentina, Patricio
Biedma y Armand Mattelart en Chile, Oswaldo Capriles, Luis Aníbal
Gómez, Eleazar Díaz Rangel, Eduardo Santoro y Elizabeth
Safar en Venezuela y José Marques de Melo en Brasil. Armand Mattelart,
un belga que residía en Santiago en los días de Allende,
se convertiría en el autor más influyente y prolífico
de ese período en el área de comunicación.
Mucha de la literatura así producida se centró en la verificación
de las condiciones de fuerte dependencia de la región en cuanto
a la información internacional, por una parte, y en la denuncia
de la dominación cultural interna canalizada a través de
los medios masivos de comunicación de propiedad privada y orientación
comercial, por otra. La situación revelada desfavorecía
tanto al estrato más bajo de la sociedad que los investigadores
consideraron que las masas, en particular las rurales, vivían en
condiciones de virtual incomunicación.
Unos cuantos estudios vinieron a criticar también al propio proceso
de indagación como se conocía por entonces, a sus premisas,
objetos y métodos básicos. Otros estudios más bien
hicieron críticas a la legislación de la comunicación
y, trascendiendo los tradicionales sobre la censura de prensa, propusieron
nuevas definiciones de la libertad de información y un conjunto
de derechos de la comunicación de mayor alcance y coherente con
el impulso hacia la democratización.
Mediante todas las contribuciones de este tipo, tal vez por primera vez
en la historia de las ciencias sociales, revistas profesionales europeas
y norteamericanas empezaron a publicar artículos de autores latinoamericanos
sobre comunicación. También organismos internacionales como
la UNESCO y las asociaciones a escala mundial, tales como AIERI (IMCR),
empezaron a incluir entre sus miembros y en sus actividades a investigadores
y comunicadores latinoamericanos e incluso realizaron algunos de sus encuentros
en países de la región.
CONFLICTO EN TORNO A UN SUEÑO: LAS POLITICAS
La actividad más controvertida y de mayor resonancia
de la década del setenta resultó ser el movimiento a favor
de forjar políticas de comunicación globales a nivel nacional
que dieran alguna medida de racionalidad al sistema de comunicaciones
del país, dominado por la actividad privada de orientación
puramente comercial. El presidente socialdemócrata de Venezuela,
Carlos Andrés Pérez, intentó crear un Consejo Nacional
de Cultura (CONAC) y un instituto estatal similar a la BBC para la radio
y televisión educativas y culturales (RATELVE). El CONAC llegó
a materializarse en parte, pero la fuerte oposición de empresas
de medios de comunicación y de agencias publicitarias hicieron
que la propuesta de RATELVE abortara y causaron problemas políticos
al gobierno.
Al nivel internacional, la UNESCO llevó a cabo en 1974 en Bogotá
un encuentro de expertos latinoamericanos con la misión de proveer
las bases para un encuentro intergubernamental sobre el mismo tema, a
ser realizado poco tiempo después. Los expertos así reunidos
recomendaron que las políticas propuestas incluyeran previsiones
para estimular el acceso de las masas a los mensajes de los medios de
comunicación masiva y el empleo incrementado y mejorado de estos
medios para programas educativos y culturales. Esta reunión sí
realizó críticas al sector privado en ciertos aspectos,
pero no sugirió su eliminación ni propuso su sustitución
por monopolios estatales de medios de comunicación. Sin embargo,
las asociaciones internacionales de propietarios y directores de medios
de comunicación consideraron que tales recomendaciones constituían
graves amenazas a la libertad de prensa y a la empresa privada. Por lo
tanto, lanzaron una intensa campaña internacional dirigida a desacreditar
al movimiento y a inhibir la realización de reuniones interministeriales
sobre el asunto.
La UNESCO, logró sin embargo, superar estos obstáculos y
llevó a cabo la primera reunión internacional en 1976 en
Costa Rica, el país más próximo a los ideales democráticos
en la región. Bajo rudos ataques de los medios de comunicación
masiva, los representantes gubernamentales de alto nivel analizaron detallada
y críticamente la situación y firmaron una declaración
equivalente a un credo de la democratización de la comunicación.
También aprobaron alrededor de 30 recomendaciones para que cada
país formule y aplique - mediante un consejo pluralista nacional
capaz de lograr consenso mediante el debate libre y abierto - la política
integral que considerara adecuada a sus circunstancias particulares.
Sin embargo, ni siquiera en Venezuela, país que encabezaba el movimiento,
fue posible aplicar estas recomendaciones dada la persistencia de la oposición
militante de los empresarios. En el Perú, en cambio, un régimen
militar de facto hizo varias modificaciones sustanciales en la situación
de la comunicación afines a las recomendaciones de Bogotá
y San José y, en algunos casos, más allá de ellas.
Por ejemplo, confiscó todos los diarios de Lima y anunció
su intención de crear la propiedad social y de hacer entrega de
ellos a las comunidades laborales organizadas, tales como las de los campesinos,
de los trabajadores fabriles, de los maestros, etc. Por otra parte, reorganizó
e intentó robustecer y mejorar el potencial de la comunicación
estatal y cambió la legislación sobre radiodifusión.
NOMIC: ¡FUEGO EN CUBIERTA!
También en 1976 el Movimiento de los Países
No Alineados proclamó su intención de promover la creación
de un Nuevo Orden Informativo Internacional, que se consideraba tan necesario
como el Nuevo Orden Económico Internacional ya propuesto. También
logró pronto que esta propuesta fuera respaldada por la Asamblea
General de las Naciones Unidas, la que instruyó a la UNESCO otorgarle
apoyo técnico en todas las formas posibles.
Esta no fue una iniciativa latinoamericana, pero coincidió con
el espíritu de los ya mencionados sucesos tendentes al cambio registrados
en esta región. Por lo tanto, algunos gobiernos latinoamericanos
acogieron esta idea, y algunos estudiosos participaron de encuentros internacionales,
muchos de los cuales fueron organizados por la UNESCO y otros por el ILET,
para analizar la naturaleza de este propuesto nuevo orden y de las estrategias
deseables para su construcción.
La controversia entre los proponentes y los oponentes de esa iniciativa
colocó a la comunicación en el centro de un candente conflicto
y sin precedentes. A las discusiones respecto del grueso desequilibrio
de los recursos de comunicación entre los países desarrollados
y los no desarrollados y respecto de la libertad de información
se sumó una propuesta de la Unión Soviética para
una declaración de la UNESCO sobre el racismo que generó
muchas tensiones entre 1972 y 1978 y que, finalmente, fue aprobada con
cambios en este último año.
Buscando la conciliación, la UNESCO estableció un grupo
pluralista internacional de especialistas de alto nivel para el estudio
de la comunicación. Conocido por el nombre de Comisión Mac
Bride, en honor a su neutral secretario general irlandés, este
grupo - que incluía a dos latinoamericanos, el economista Juan
Somavía y el escritor Gabriel García Márquez - trabajó
bajo el fuego nutrido de los medios de comunicación. Logró,
sin embargo, entregar en 1980 su visionario documento final, una cuidadosa
obra de conciliación y equilibrio. Sus propuestas principales,
todas favorables a la equidad, la libertad y la democracia en la comunicación
a nivel nacional e internacional, se condensaron en una recomendación
aprobada por la Conferencia General de la UNESCO, llevada a cabo ese año
en Belgrado. Y así finalizó la década, con una sensación
de apaciguamiento.
EL DRAMATICO COLAPSO DE LOS 80
Lejos de lograr un alivio, la situación latinoamericana
sufrió en los ochenta un deterioro terrible. La región sufrió
la peor crisis económica desde la Gran Depresión.
Las exportaciones crecieron a una tasa de menos de la mitad de la de las
importaciones, limitando por tanto muy seriamente la participación
de la región en el mercado mundial.
Altas tasas de interés, fuertes descensos en los préstamos
e inversiones privadas, barreras proteccionistas y una considerable reducción
en la asistencia externa fueron factores agravantes en concomitancia.
Por otra parte y activada por la inflación, la fuga de capitales
de la región alcanzó una gran magnitud en esta década.
Bajo la combinación de factores negativos, la deuda externa de
la región, que solamente llegaba a los 67.000 millones en 1975,
alcanzó para 1982 la suma de 300.000 millones de dólares,
obligación que la mayoría de los países no podían
darse el lujo de repagar ni siquiera comprometiendo exagerados porcentajes
de su ingreso externo. La tasa de crecimiento del producto interno bruto
se desplomó desde el 5.5% para el período entre 1950 y 1980
hasta menos 0.9 en 1982. Y el producto per cápita bajó en
más del 3 por ciento solamente en este mismo año. Pero cerca
del final de la década muchos países vieron descender su
ingreso per cápita hasta niveles inferiores a los alcanzados veinte
años antes.
En resumen, no solamente que las aspiraciones de desarrollo de la región
sufrieron estancamiento, sino que la regresión generó en
algunos casos un subdesarrollo aún más agudo. Y los reajustes
drásticos que exigieron de los gobiernos las organizaciones financieras
internacionales fueron realizados por estos a expensas de las inversiones
sociales y de la exacerbación de la pobreza para los estratos bajos
de la sociedad. No sorprende, pues, que esta década se hubiera
denominado en Latinoamérica "la década perdida".
Y sin embargo, no parecieron producirse cambios en el viejo paradigma,
a juzgar por la asistencia extranjera a pesar de que se habla de un "desarrollo
con rostro humano" y de que la CEPAL de las NNUU, ahora preconiza
- por fin - un "desarrollo con equidad social".
LA COMUNICACION PARA EL DESARROLLO SOBREVIVE
¿Qué podía hacer por el desarrollo
la comunicación en tan graves circunstancias? Tal vez no mucho
pero, a pesar de todo, los latinoamericanos siguieron esforzándose.
Organismos internacionales tales como UNICEF y USAID siguieron haciendo
inversiones considerables para proveer de apoyo en comunicación
a programas de salud y nutrición. La OPS reorganizó sus
servicios de comunicación. Y contratistas calificados, como la
Academia para el Desarrollo Educativo y la Universidad Johns Hopkins,
subieron a escena para compartir con los latinoamericanos su experiencia
en la planificación y evaluación rigurosa de las operaciones
en salud, población y educación, tales como el Proyecto
de Educación Básica en Pueblos de Guatemala o el Programa
Nacional para la Salud Reproductiva de Bolivia. "El mercadeo social"
se añadió al conjunto de estrategias de comunicación
para el desarrollo en países como Honduras y República Dominicana.
Campañas de comunicación para prevención contra el
SIDA y el cólera se llevaron a cabo en algunos países. Por
medio de Development Associates, varios países recibieron algún
apoyo técnico y financiero a programas que buscan prevenir, por
medio de la comunicación educativa, el uso indebido de narcóticos.
La UNESCO empezó a poner en marcha el Programa Internacional para
el Desarrollo de la Comunicación (PIDC), una actividad semiautónoma
presidida por un consejo internacional que concedió modestas sumas
a pequeños proyectos, sobre todo en el área de la comunicación
de apoyo al desarrollo. El liderazgo latinoamericano estuvo presente en
el Consejo del PIDC por medio de su experimentado y capaz vicepresidente,
José Antonio Mayobre, de Venezuela.
Radio Nederland International creó en Costa Rica una sucursal regional
de su centro de capacitación que incrementó en gran medida
en América Central las posibilidades de aprendizaje de formatos
de comunicación alternativa mediante la radiodifusión.
La Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano creó en Cuba
una escuela internacional para la producción de películas,
en tanto que el gobierno de este país patrocinaba y realizaba festivales
anuales regionales de cine y video en La Habana.
En gran parte apoyado por financiamiento y experiencia alemanes de la
Fundación Ebert, el CIESPAL empezó a brindar talleres regionales
para el mejoramiento de la producción televisiva.
Con sede en Costa Rica, el ILPEC trabajó en todo Centroamérica
en el área de la comunicación alternativa - sobre todo la
radio - para el desarrollo democrático.
ERBOL consolidó en Bolivia la red más grande y antigua de
radiodifusoras católicas de educación no formal que operan
en todo el país en cuatro idiomas. Surgieron en este país,
por otra parte, agrupaciones de radialistas indígenas altiplánicos.
Los sandinistas de Nicaragua lucharon para crear una red de radio participativa,
nuevas formas de prensa democrática y videos comunitarios.
El CENECA en Chile se convirtió en centro de excelencia para la
educación en medios de comunicación, especialmente en la
capacitación para la percepción crítica de la televisión.
Con el apoyo de la FAO y del Banco Mundial, México registró
logros estimulantes con el proyecto PRODERITH de comunicación para
el desarrollo en el trópico húmedo.
A lo largo de la década dos servicios informativos derivados de
las recomendaciones de San José en 1976, ASIN - una cooperativa
de gobiernos - y ALASEI - la obsesión creativa del periodista peruano
Germán Carnero - lucharon valerosamente para sobrevivir. Contaron
con el apoyo de UNESCO, de algunos gobiernos y de la única agencia
noticiosa internacional que favorecía el enfoque alternativo de
la comunicación, la International Press Service (IPS).
Y Brasil fue el primer país en crear un canal obrero de televisión
y una asociación nacional para el uso de video por las organizaciones
de base.
NACEN MAS INSTITUCIONES
Otras varias creaciones institucionales muy significativas
tuvieron lugar en los años ochenta. Una de ellas fue la de la FELAFACS,
la Federación Latinoamericana de Facultades de Comunicación
que aglutinó a la mayoría de las 200 y tantas escuelas de
este tipo en un programa muy activo de capacitación, investigación,
intercambio y publicaciones, el que contó con el respaldo de la
Fundación Adenauer de Alemania y de la UNESCO. Creada en 1982 bajo
el liderazgo de Joaquín Sánchez y Walter Neira, ha celebrado
recientemente su primera década de encomiable trabajo con una reunión
profesional en México a la que asistieron unos 4.000 profesionales
de toda la región.
Con la creación del Instituto para América Latina (IPAL)
en el Perú se dotó a la región de una nueva institución
surgida bajo el credo de la comunicación democrática para
el desarrollo. Encabezada por el sociólogo y periodista Rafael
Roncagliolo, ha realizado diversas y muy productivas actividades en investigación,
capacitación, intercambio y publicaciones. Ha concedido especial
atención a las políticas de comunicación, así
como al cine, a la televisión y al video. En servicio de este último,
ha creado y actualmente opera una red regional y publica un boletín
informativo sobre el video, como también estudios y manuales. Por
otra parte, ha establecido nexos prometedores con organismos de desarrollo
regional e integración tales como el SELA, el Pacto Andino y CEPAL-ILPES.
El IPAL ha adquirido rápidamente una reputación que se extiende
más allá de la región y así ha recibido el
apoyo de varias fuentes internacionales de financiamiento.
Inspirada y ayudada por UNESCO y albergada por el gobierno de Costa Rica,
nació en San José una Asociación Latinoamericana
y del Caribe para la Radio y Televisión, (ULCRA). Promocionó
actividades cooperativas entre las estaciones de transmisión públicas
y las privadas sin fines de lucro.
Y otra creación institucional más fue la unificación
y mejoramiento de la labor de tres asociaciones católicas de comunicación,
de larga vida: UCLAP (prensa), OCIC (cine) y UNDA-AL (radio y televisión).
Con sus oficinas centrales en Ecuador, las tres organizaciones aliadas
comparten un secretario conjunto en el mismo local y coordinan estrechamente
sus recursos y programas, en servicio de sus numerosos afiliados en toda
la región. Estas asociaciones también se inscriben bajo
los ideales de la comunicación alternativa para el desarrollo democrático.
AVANCES EN LA CONSTRUCCION TEORICA
En otro campo de acción, la construcción
teórica de modelos de comunicación democrática tuvo
numerosos y talentosos contribuyentes a lo largo de los 80, que se sumaron
a aquellos que iniciaron esta práctica en los setenta. Entre los
últimos se destacan Máximo Simpson y María Cristina
Matta, de Argentina, y Mario Kaplun, de Uruguay. Igualmente, en Perú,
Rafael Roncagliolo, Juan Gargurevich, Luis Peirano y Rosa María
Alfaro; y en Brasil, estudiosos como Luis Gonzaga Motta y Regina Festa.
Hubo variaciones considerables de enfoque en sus propuestas y, por lo
tanto, se utilizaron diversos adjetivos para caracterizar a la comunicación
como "alternativa", "dialógica", "grupal",
"participativa" y otros similares. Sin embargo, además
de la de comunicación alternativa, surgió un enfoque que
ganó prestigio en Colombia y que pronto adquirió influencia
en otras partes de la región.
Se trataba de la "comunicación popular", una conceptualización
innovadora de Jesús Martín Barbero, quien conjuntamente
con penetrantes trabajos de analistas de la "cultura popular",
como Néstor García Canclini, llegaron a generar una nueva
y fructífera tendencia en la investigación den comunicación
de la región. Contrariamente a lo que frecuentemente se suponía
en Norteamérica y Europa Occidental, la mayoría de los autores
latinoamericanos que abogaban por la democratización de la comunicación
no eran activistas radicales pertenecientes a organizaciones políticas
de izquierda. Sólo unos pocos, en realidad, tenían formación
marxista o eran militantes políticos. La mayoría eran académicos
social demócratas o demócrata-cristianos, nacionalistas
revolucionarios, e inclusive analistas liberales e independientes comprometidos
con el trabajo académico que participaban en estos debates por
su cuenta, diriase que al modo de "fracotiradores" aislados.
Ellos llegaron a constituir un influyente movimiento reformista amplio
y diverso, no una organización de conspiración comunista
internacional. Si hubo detrás de algunos de ellos alguna agrupación,
ella fue en no pocos casos la Iglesia Católica.
¿EL FIN DE LAS POLITICAS Y DEL NUEVO ORDEN?
A principios de la década el gobierno mexicano se
comprometió bajo el rótulo de los nuevos derechos de información
- en el plan más extenso, bien fundamentado y audaz para democratizar
la comunicación mediante una política global a ser ejecutada
al amparo de una ley general y unos 30 proyectos instrumentales. Sin embargo,
una filtración a una revista hizo que el Presidente de la República,
José López Portillo, destituyera repentinamente a su Secretario
de Comunicación Social, Luis Javier Solana, en 1982, y que cancelara
brusca y drásticamente esta sustancial y ambiciosa iniciativa.
¿La razón para ello? Nuevamente, la fuerte oposición
del sector privado... que ningún político latinoamericano
puede darse el lujo de ignorar.
Tal oposición mercantil y conservadora se ejerció también
contra cualquier modalidad de planificación gubernamental para
el desarrollo de la propia comunicación, aún cuando se limitara
únicamente a las instalaciones estatales de medios de comunicación
en pos de garantizar una racionalidad en el empleo de recursos. Venezuela
brindó un claro ejemplo de esto cuando dos gobiernos - uno social
demócrata y el otro demócrata cristiano - incluyeron en
las estrategias de desarrollo nacional global breves capítulos
sobre la comunicación. Cuando no fueron retirados, esos capítulos
tuvieron que ser olvidados.
Entre tanto, llegaron a la región tecnologías en comunicación
muy avanzadas, constituyendo una promesa o una amenaza dependiendo de
cómo fueran a ser utilizadas. Sin embargo, dado que las políticas
globales para las antiguas tecnologías - los medios de comunicación
masiva - resultaron imposibles, ¿quién iba a intentar formularlas
para las nuevas que frecuentemente eran manejadas desde el exterior?
También a principios de la década se llevó a cabo
en la ciudad francesa de Talloires una reunión de editores, directores
y escritores de 60 instituciones de medios de comunicación de 24
países de Europa Occidental y Norteamérica. Acordaron cooperarse
para consolidar, expandir y proteger el libre flujo de información,
solicitaron que la UNESCO cesara cualquier intento de regular la prensa
y notificaron al Tercer Mundo de una guerra abierta contra sus intenciones
de reforma. En Latinoamérica y en la mayoría de los demás
países en desarrollo el ideal de construir un Nuevo Orden Internacional
de Información pareció virtualmente extinguido para fines
de los 80.
Y, en términos generales, mientras el neoliberalismo fue progresando
se produjo una regresión en el desarrollo social.
UN INTENTO DE EVALUACION DE DESEMPEÑO
Es necesario detener aquí esta revisión caleidoscópica
de 40 años de comunicación para el desarrollo en Latinoamérica.
Ha llegado el momento de evaluar nuestro desempeño a lo largo de
este período, aunque solo sea breve y superficialmente.
¿Cómo nos fue?
A pesar de su naturaleza esquemática, el recuento aquí presentado
demuestra que nuestra actividad ha sido intensa, variada, sostenida y
refinada hasta niveles claramente más altos que los de otras regiones
del Tercer Mundo.
También se evidencia por esta revista que las contribuciones latinoamericanas
a la comunicación para el desarrollo han sido cuantiosas y creativas,
especialmente en el área de la comunicación alternativa
para el desarrollo democrático. Se hicieron algunas contribuciones
a la teoría y otras a la práctica, con diversos resultados.
Por ejemplo, los latinoamericanos fueron los primeros en cuestionar el
concepto clásico de comunicación, derivado del pensamiento
unilineal aristotélico que prevaleció sin cambios en todo
el mundo hasta fines de la década de los sesenta. Fueron ellos
quienes, indagando más allá de la aparente sencillez del
paradigma, descubrieron sus implicaciones no democráticas. Y, en
consecuencia, también estuvieron entre los primeros en proponer
nuevas perspectivas de la comunicación, nuevos modelos para replantearla
con miras a una genuina democracia. Esta innovación intelectual
no sólo logró un amplio reconocimiento dentro de la región,
sino que fue finalmente reconocida, e incluso adoptada, por algunos de
los teóricos norteamericanos más prestigiosos de nuestro
campo, como ser Schramm y Rogers e, inclusive, el propio Lasswell.
Otro logro semejante de los latinoamericanos fue la refinada conceptualización
de la naturaleza de las políticas globales de comunicación
para el desarrollo nacional. Esta contribución se hizo a principios
de los setenta en respuesta a un desafío de la UNESCO. Adoptada
o repudiada, la definición producida entonces ha sobrevivido al
paso del tiempo y ha dado la vuelta al mundo. Las ideas de los expertos
de Bogotá, acogidas por los funcionarios de gobierno de la región
en San José y luego perfeccionadas y difundidas por otros encendieron
el debate, inspiraron investigaciones, permearon la capacitación
y estimularon la acción. Y esto no sólo ocurrió dentro
de la propia región ya que las propuestas latinoamericanas se vieron
reflejadas más tarde en Asia y en Africa.
Latinoamérica hizo valiosas, aunque no tan abundantes, contribuciones
a por lo menos otras dos áreas de reflexión académica.
Una consistió en atreverse a revisar los antiguos principios legales
de la actividad en comunicación en pos de formulaciones más
amplias y equitativas que no perpetuaran la libertad de información
como un privilegio más de las élites conservadoras. La otra
área de reflexión innovadora fue la investigación
en comunicación. Se encontró que su orientación y
su práctica misma tenían carencias y discordancias en relación
con las realidades y necesidades latinoamericanas. Por lo tanto, premisas,
objetos y métodos fueron sujetos a críticas y se buscaron
nuevos enfoques. Los análisis llegaron hasta el punto de intentar
reconsiderar la naturaleza del papel de la ciencia en las sociedades subdesarrolladas.
Se recomendó como alternativa deseable una investigación
participativa, comprometida con la equidad y la libertad, y orientada
hacia la acción democrática. Y, nuevamente, la influencia
de estas ideas frescas llegó, en alguna medida y durante un tiempo,
más allá de las fronteras de la región y hasta los
círculos académicos de los Estados Unidos y Europa Occidental.
La rica e imaginativa práctica de la comunicación alternativa
en Latinoamérica proporciona más motivos de satisfacción
- y más claros - que la teorización. La invención
de numerosas estrategias para ayudar a las masas del sector subalterno
a que se conviertan en partícipes plenas del proceso de comunicación
y, por tanto, en la dirección de la sociedad obtuvieron resultados
notables en muchos países. Esto es cierto especialmente en el caso
de la radio, que fue utilizada con imaginación y tenacidad sin
igual. Las primeras experiencias tal vez respondían todavía
al patrón tradicional del benevolente forastero que intenta hacer
algo por los pobres y olvidados. Al poco tiempo, empero, el enfoque llegó
a ser de estimulación y habilitación de los oprimidos para
que hicieran una comunicación alternativa por sí mismos
y para sí mismos. Y esta transformación desencadenó
en algún grado el potencial del pueblo para convertirse en protagonista
de la comunicación en vez de permanecer como receptor pasivo de
mensajes. Se tuvo la precaución de no tomar a la comunicación
como una institución autónoma que preside desde arriba a
comunidades obedientes. Más bien fue concebida como un instrumento
autogestionario para que las organizaciones de base intentasen autónoma
y libremente cumplir sus objetivos.
Otra área de logros fue la creación de instituciones en
comunicación con mentalidad reformista y orientada hacia el pueblo.
Es decir, organismos y asociaciones, privadas, públicas o mixtas,
de comunicación profesional de naturaleza cooperativa y a escala
regional. Aparentemente, ningún otro lugar del Tercer Mundo cuenta
con tantas instituciones, tan grandes y productivas, como Latinoamérica.
Sin embargo y a pesar de sus méritos, a veces se cuestiona a la
comunicación alternativa, especialmente en cuanto a su alcance
e impacto. Limitada por lo general a involucrar a pequeños segmentos
de los estratos más bajos de la sociedad - campesinos olvidados,
trabajadores oprimidos y habitantes de las barriadas - ¿podrá
llegar a tener impacto sustantivo en la sociedad como un todo? Por otra
parte, si la democratización incluye solamente a los pequeños
medios de comunicación de nivel local que, frecuentemente, carecen
de nexo entre sí, ¿de qué manera podría producirse
un cambio en el ámbito decisivo de los grandes medios?
¿Será que la comunicación alternativa sólo
puede proveer un alivio parcial, pero no soluciones reales y globales?
Aún más, ¿existirá acaso el riesgo de que
estas medidas paliativas contribuyan a desviar la atención y energías
del pueblo del problema crucial de la concentración de poder? Estas
son algunas preguntas que se hacen observadores preocupados. En vista
de ellas, aunque exista regocijo por legítimos logros, se estima
necesario evitar el "triunfalismo" si es que la comunicación
alternativa ha de consolidarse, avanzar y mejorar.
¿Y qué suerte corrió la comunicación en apoyo
al desarrollo a lo largo del período aquí superficialmente
descrito?
En cuanto a construir las bases humanas para la disciplina, le fue muy
bien. Demostró ser capaz de capacitar en un período relativamente
corto a un grupo grande de personas en los principios y las destrezas
de la comunicación para el desarrollo. El principal impulso desplegado
por USAID y NNUU en este sentido, a fines de los cincuenta y principios
de los sesenta, especialmente en servicio del desarrollo rural, fue de
importancia decisiva para establecer a la comunicación para el
desarrollo como un emprendimiento profesional en Latinoamérica.
Y en los setenta y ochenta, la pasión por la eficacia que provino
de las técnicas de investigación, planificación y
evaluación, dio a la región una valiosa lección de
racionalidad en el manejo de la comunicación de apoyo al desarrollo.
Sin embargo, en términos de impacto final, parecerían haberse
generado, desafortunadamente, muy pocos éxitos a precio demasiado
alto. Haciendo referencia a los diversos proyectos patrocinados por los
Estados Unidos entre los cincuenta y los setenta, Robert Hornik, destacado
especialista estadounidense en comunicación para el desarrollo,
dijo lo siguiente: "Dados los datos disponibles sobre la audiencia
alcanzada, la modificación de prácticas, los beneficios
logrados y la supervivencia institucional a largo plazo, habría
que aceptar que la mayoría fracasaron, no alcanzaron ni siquiera
una pequeña parte de sus metas aparentes". Otro colega norteamericano
de experiencia comparable, John Mayo, compartió esta perspectiva
respecto a esos programas en los siguientes términos: "Muchos
si no la mayoría, han concluido al cabo de pocos meses o años,
a menudo en el anonimato. Otros lograron permanecer a flote por más
tiempo, pero parecieron perder dirección y vagar sin rumbo sin
jamás lograr lo que se habían propuesto..."
¿Por qué pasó esto? Hornik identifica tres categorías
de explicaciones: fallas teóricas (resultantes de la suposición
incorrecta de que un particular problema de desarrollo es solucionable
a base de comunicación), fallas programáticas (resultantes
de diseños inadecuados o de la mala ejecución de un proyecto)
y fallas políticas (resultantes de la falta de reconocimiento de
la influencia negativa de factores estructurales tales como la concentración
de poder).
UNA PALABRA A FAVOR DEL REALISMO
En los primeros años de nuestro ejercicio profesional
- los cincuenta y gran parte de los sesenta - llegamos a endiosar a los
medios de comunicación masiva como capaces de hacer mucho bien
a nuestro pueblo casi hasta el punto de poder provocar la modernización
de nuestras naciones en poco tiempo y prácticamente por sí
solos. En los años posteriores de ejercicio de nuestra profesión,
los setenta y la primera mitad de los ochenta, atribuimos - por el contrario
- a los medios de comunicación masiva las intenciones y el poderío
para ignorar las necesidades del desarrollo nacional e incluso para oponerse
a ellas. En ambos casos tendimos a exagerar el poder real de la prensa,
la radio, la televisión y el cine; inflamos su capacidad de influencia
para el bien o para el mal. Al hacer esto, nos olvidamos que hacía
mucho tiempo la teoría científica nos había advertido
que los medios de comunicación masiva no poseían poderes
hipodérmicos para hipnotizar a las personas y someterlas por cuanto
sus efectos se canalizaban, en última instancia, por medio de la
comunicación interpersonal. Investigaciones latinoamericanas recientes
han abogado nuevamente a favor de reconocer el hecho de que los mensajes
comunicacionales son reprocesados a través del marco cultural de
los individuos. ¿No deberíamos, por lo tanto, adoptar ahora
una posición más realista frente a los medios de comunicación
y no exigir de ellos resultados mágicos ni satanizarlos? ¿Deberíamos
aprender a utilizar sus virtudes para provecho del desarrollo democrático,
sin esperar, empero, de ellos que vayan en contra de los intereses que
se les encomendó defender?
APUNTES PARA LA AGENDA DEL SIGLO 21
¿Qué pueden hacer los primeros practicantes
de la comunicación para el desarrollo ante la inminencia del nuevo
siglo?
Tal vez no mucho en cuanto a acciones. Hicieron lo mejor posible en las
circunstancias cambiantes dentro de las cuales tuvieron que operar y,
por tanto, probablemente no tienen que festejarse en exceso ni lamentarse
en demasía por lo que hicieron o por lo que dejaron de hacer. Pueden,
sin embargo, y yo diría que debieran, transmitir sus experiencias
- buenas y malas - de manera franca y sistemática a quienes heredarán
sus sueños y tareas en un futuro muy próximo.
Y pueden ofrecerles algunos apuntes para su Agenda del Siglo 21. Por ejemplo:
1. Reunir lo mejor de la comunicación de apoyo al desarrollo, con
la comunicación alternativa; no considerarlas islas grandemente
separadas. Conjugar la conciencia social con la pasión por el planeamiento.
Combinar las aptitudes técnicas y las percepciones políticas.
2. Dedicarse más a la edificación institucional que a operaciones
de autoconsumación. Enseñar a pescar, no limitarse a regalar
pescados. Persuadir a las escuelas claves de comunicación para
que incluyan la comunicación para el desarrollo en sus programas.
Propiciar en ellas y en otras instituciones investigaciones en comunicación
dirigidas hacia el desarrollo democrático.
3. No apoyar solamente a órganos gubernamentales. Tener también
fe en las pequeñas comunidades mismas. Apoyar a los sindicatos
obreros, a las asociaciones campesinas y a las juntas vecinales. Trabajar
también con los organismos no gubernamentales.
4. Poner énfasis prioritariamente sobre la comunicación
para la salud, el saneamiento, la nutrición y la demografía.
El pueblo latinoamericano debe estar sano antes de poder estar bien educado,
cobijado o empleado. Y plagas como las drogas, el SIDA o las epidemias
de cólera, exigen una educación masiva del pueblo que sólo
se puede lograr mediante la comunicación.
5. Insistir en persuadir a líderes políticos y planificadores
del desarrollo para que hagan uso racional de la comunicación a
fin de lograr el desarrollo que le ofrecen al pueblo. Instar a las masas
a que lo demanden.
6. Multiplicar la capacitación básica en comunicación
a todo nivel, incluyendo el de las universidades que forman a los futuros
profesionales en salud, educación, vivienda, agricultura y planificación
del desarrollo. Los especialistas en comunicación no pueden acometer
solos la gigantesca labor que tienen por delante.
7. Contribuir a fortalecer las instituciones regionales de comunicación.
Nuestros países necesitan ampliar la cooperación entre ellos.
Ni siquiera los más grandes de ellos pueden realizar en aislamiento
toda la labor que se requiere.
EDUCACION MASIVA: LA QUE ALEJARA AL DESASTRE
No olvidemos que, al borde del año 2000, Latinoamérica
se encuentra en un nivel muy grave de subdesarrollo acentuado. El reciente
y colosal colapso de su economía ha frustrado el desarrollo, y
para muchos, la lucha parecería ser de mera supervivencia.
Los reajustes prescritos por organismos internacionales como el Fondo
Monetario Internacional están castigando más que nunca a
las masas inocentes y oprimidas. Entretanto la población sigue
creciendo velozmente sin que se den aumentos equivalentes en la producción
de alimentos.
Los poderosos no ceden. Lo ricos se enriquecen cada vez más a expensas
de los pobres. Si esta situación continúa y se deteriora
aún más, pueden preverse para el futuro cercano la efervescencia
política y el caos social. Y parece asomarse en el horizonte la
sombra de la violencia.
Tal como lo han reconocido recientemente la Comisión Económica
para América Latina de las Naciones Unidas y otros organismos similares,
la educación masiva - cifrada, sin duda, en la comunicación
- es ahora fundamental para asegurar un desarrollo económico con
equidad social. En otras palabras: alimentos con justicia, prosperidad
con libertad y modernidad con paz.
UNA CRUZADA PARA EL AÑO 2000
Si esto es en efecto así, y yo creo que lo es, entonces
por fin nuestra profesión debiera ser llamada a brindar el instrumento
sine qua non para que la educación plasme tan crucial tarea. Espero
que esto ocurra claramente y pronto.
Espero también que los especialistas en comunicación para
el desarrollo de la nueva generación estén a la altura del
nuevo y enorme desafío que ya se vislumbra.
En verdad, tengo la esperanza de que ellos comprometerán su mente
y su alma en el oficio como una cruzada para ayudar a evitar una catástrofe
y lograr construir la sociedad humana con que tantos de nosotros venimos
soñando desde hace tanto tiempo.
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1 El primer centro de capacitación internacional para la educación
audiovisual, desde 1953, era la División para la Educación
Comunitaria (DIVEDCO) de Puerto Rico, que recibía algún
apoyo del gobierno de los Estados Unidos de América.
2 Instituto Tecnológico de Massachussets.
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Discurso de inauguración de la IV Mesa Redonda
sobre Comunicación y Desarrollo organizada por el Instituto para
América Latina (IPAL) en Lima, Perú, entre el 23 y el 26
de febrero de 1993.
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