Nacido en París,
Francia, en 1931, en el seno de una familia acomodada.
En 1950 se unió al movimiento letrista de Isidore
Isou y, dos años más tarde, crea la Internacional
Letrista, a la que dará expresión a través
de la revista Potlatch (1954-1959), cuyos textos
han sido traducidos a la lengua española (Potlatch,
Literatura Gris, Madrid, 2002). El letrismo incuba un
nuevo movimiento, el situacionismo, que nace a finales
de los cincuenta como respuesta radical a la sociedad
de masas, a la cultura mediática y a la sumisión
de la innovación social a las reglas del mercado.
El término situacionista hace referencia al concepto
sartreano que describe el pensamiento que analiza situaciones
sin buscar su modificación o cambio. En 1958
creó la Internacional Situacionista, como instrumento
de rebeldía frente al sistema y sus nuevas formas
de dominación, que desapareció en 1972,
al tiempo que Debord comenzó a apartarse de la
vida pública. En 1967 publicó su obra
más conocida, La societé du spectacle
[La sociedad del espectáculo], en la que denuncia
la mutación que el capitalismo hace del pensamiento
por el espectáculo como sustrato ideológico
de dominación. El espectáculo crea un
presente perpetuo apoyado en el espejismo de la tecnología,
en el que es posible la ocultación, el simulacro,
la mentira. La ficción y la apariencia toman
la delantera a la realidad. En definitiva, la inversión
de la vida, la autonomía de la ‘no vida’.
Se trata, sin duda, de un texto en el que se construye
una de las críticas más severas sobre
el papel de la mediación cultural. En los años
ochenta reiteró sus convicción acerca
de la función del espectáculo, que define
como ‘espectáculo integral’, la nueva
forma de control hegemónico que surge tras el
fin de la guerra fría, tras la caída del
comunismo y la afloración de la corrupción
en los estados democráticos. La vía libre
para la unidireccionalidad del capitalismo que anunciase
el análisis marcuseano.
La imagen de la sociedad es una síntesis de la
lucha de intereses, de la capacidad de imposición
de unos sectores sobre otros, del papel determinante
que el control tecnológico de las ilusiones –medios
y cultura- tiene en el proceso de dominación.
Tecnología, cultura y medios, que gratifican
al individuo y lo seducen, son también para Debord
instrumentos de sometimiento al servicio de la racionalidad
de la economía y del mercado. Instrumentos que
desarrollan hábitos de sumisión, desarme
del individuo como ser social, cosificación,
falsas necesidades. Es precisamente el carácter
‘innecesario’ de la sociedad del espectáculo
lo que habilita al individuo para salir de ella, que
es la propuesta de ruptura de Debord.
Autor, además del libro ya referido La sociedad
del espectáculo, de Considérations
sur l'assassinat de Gérard Lebovici (1985),
Commentaires sur la société du spectacle
(1988) y Cette mauvaise réputation (1993).
Es asimismo autor de seis películas, la primera
de ellas dedicada al marqués de Sade (Hurlement
en faveur de Sade, 1952), una provocación
en blanco y negro que agrede y niega la dimensión
expresiva del cine. También realiza La société
du spectacle (1973), Réfutation de tous
les jugements (1975), etc.
En 1994 se quitó la vida de un disparo al corazón.
Sus memorias sobre una vida intensa y controvertida
habían quedado plasmadas el libro Panegírico
(1989). |