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CO-PRESENCIA Y VISIBILIDADES EN JUEGO:
LA PLAZA DE CATALUÑA EN BARCELONA[1]
Gabriela de la Peña Astorga
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Texto enviado por el autor a Infoamérica.
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(...) los ojos desempeñan una función
sociológica particular: el enlace y acción recíproca
de los individuos que se miran mutuamente.
Acaso sea esta la relación mutua más inmediata y más
pura que exista (...)
Todo el trato entre los hombres, sus acuerdos y sus repulsiones, su intimidad
y su indiferencia, cambiarían de un modo incalculable si no existiese
la mirada cara a cara, que engendra una relación completamente
nueva e incomparable, a diferencia de la mera visión u observación
del otro.
La intimidad de esta relación procede del hecho
notable de que la mirada dirigida al otro, la mirada escrutadora es, en
sí misma, expresiva; y lo es por la manera de mirar.
En la mirada, que el otro recoge, se manifiesta uno a sí mismo.
En el mismo acto en que el sujeto trata de conocer al objeto, se entrega
a su vez a este objeto. No podemos percibir con los ojos sin ser percibidos
al mismo tiempo.
La mirada propia revela al otro el alma, al tratar de descubrir el alma
al otro. Pero como esto, evidentemente, sólo sucede mirándose
cara a cara, de modo inmediato, nos encontramos aquí con la reciprocidad
más perfecta que existe en todo el campo de las relaciones humanas
Georg Simmel, Sociología II.
Retomo esta cita de Simmel (1997) como inicio porque
me parece que refleja de manera bella y sensible el papel que juega el
intercambio visual en la conformación de los espacios públicos
en la ciudad; materia que trataré de abordar en las siguientes
páginas.
A través de este trabajo intentaré dar cuenta de las formas
de interacción y apropiación de un espacio público
urbano como la Plaza de Cataluña, caracterizado por el tránsito,
encuentro, ocio y recepción de diversos individuos y grupos de
urbanitas barceloneses reunidos en torno a un marco dispuesto para el
despliegue de actuaciones basadas en el manejo estratégico de la
accesibilidad y la visibilidad.
Inicialmente, mis propósitos de observación partieron de
preguntas generales con respecto a la naturaleza de la interacción
social en la Plaza[2]
: ¿cómo se construye el espacio público en este escenario?,
¿qué tipo de relaciones sociales se pueden esperar bajo
un marco como la Plaza de Cataluña?, ¿qué mecanismos
de apropiación utilizan sus usuarios?
Más allá, ¿cómo se presentaban tales características
en un lugar de paso, de frontera, de ocio y ocupada –sólo por momentos-
por individuos heterogéneos, cuya intención de utilización
parecía tan diversa?
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1. Espacios públicos
urbanos: ¿de qué terreno para la actuación y de qué
tipo de interacción hablamos?
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Con el propósito de contextualizar
teóricamente la vida pública cotidiana en la Plaza de Cataluña
a continuación se presenta un esbozo del concepto de espacio público
del que parte esta investigación.
Por espacio público podríamos considerar aquel que se presenta
a partir de la conjunción del espacio como lugar para la acción
más elemental de producción de lo social (Habermas, cit.
en Joseph, 1999a: 14) y de lo público como sitio de negociación
de los intereses comunes. Un espacio compartido, transitado, en el que
se llevan a cabo relaciones espontáneas, fluidas, fragmentadas;
y sin embargo generadas a partir de códigos y sistemas de interacción
pactados sobre la emergencia de las situaciones, a las que el individuo
sobrevive gracias a los “saberes prácticos” (Joseph, 1999a) aprendidos
a lo largo de su devenir como usuario. Así, calles, plazas, avenidas
y, en general, cualquier espacio en el que dos individuos interactúan
frente a otras personas, podría ser incluido en esta definición
de espacio público.
Esta generalización del concepto no lo es tanto si atendemos al
marco objetivo sobre el que se construye y a las formas de relación
que ahí se dan lugar. Por ejemplo, si hablamos de los espacios
públicos en un contexto urbano contemporáneo, podríamos
ir desde las grandes instituciones organizadas para la discusión
o el intercambio –aquellas que se instalan en la urbe para la administración
de los recursos materiales y sociales de la comunidad, los mass media
en cuyo flujo transitan los asuntos de interés público,
e incluso el ciberespacio- a las zonas medias de intercambio –tales como
bares, cafés y lugares de encuentro varios-, sin dejar de lado
aquellos espacios micro, que van constituyéndose a partir de la
interacción, ya se improvisada o planeada, de dos citadinos cualesquiera
expuestos a la mirada de los demás.
Como vemos, lo público más que ser un sitio previamente
acordado para la reunión de individuos con un fin determinado de
antemano–aunque también podría serlo-, es aquello hecho
de un tipo de interacción basada en el tránsito –de ideas
y de objetos- y en la acción derivada de una negociación
interminable de imágenes –en tanto que representaciones.
Un espacio público es un orden de las visibilidades destinado
a acoger una pluralidad de usos o una pluralidad de perspectivas y que
implica, por ello mismo, una profundidad (...) un espacio público
es un orden de interacciones y de encuentros y presupone por tanto una
reciprocidad de las perspectivas. Estos dos acuerdos hacen del espacio
público un espacio sensible, en el cual evolucionan cuerpos, perceptibles
y observables, y un espacio de competencias, es decir, de saberes prácticos
detentados no sólo por quienes conceptúan (arquitectos o
urbanistas) sino también por los usuarios ordinarios. En suma,
habría que comprender el espacio público como espacio de
saberes y definirlo, como lo hubiera querido Michel Foucault, como espacio
de visibilidades y de enunciados (Joseph, 1999a: 28).
Esos saberes prácticos podrían asociarse con el conocimiento
de una trama general de las historias fragmentarias con las que es posible
toparse durante el tránsito por un espacio público; sin
embargo, no hay un guión predeterminado que le dicte a cada usuario
las líneas exactas de su papel o el de sus compañeros de
actuación; ya que la condición material de estos lugares
funciona como marco, fuente y recurso al mismo tiempo (Lefèbvre,
1991) que, a manera de recipiente, es llenado a partir de los microeventos
que ahí se dan lugar, y que en conjunto, constituyen su naturaleza
social.
Lugar de la visibilidad y la accesibilidad mutuas y en movimiento, de
ritmos y de improvisaciones, de distancias y distanciamientos, de insumos
sensoriales, de disfraces y neutralizaciones; de un orden en permanente
construcción, cuyos resultados –siempre temporales como los eventos
que los suscitan- no son productos, sino fases de un proceso inagotable;
como destacan los estudiosos de dicho fenómeno (entre otros: De
Certeau, 1998; Delgado, 1999a y 1999b; Goffman, 1959, 1979, 1991, 2000¸
Joseph, 1988, 1999a y 1999b; Lofland, 1985; Simmel, 1997).
Hablar de los espacios públicos es hacerlo desde los dos conceptos
que sintetiza: el espacio como marco-reproducción-apropiación
de los sujetos que lo viven y sobreviven, y de lo público como
forma de interacción basada en lo superficial y lo visible.
Acerca de lo primero, ha sido Henri Lefèbvre quien ha presentado
una perspectiva acerca de lo que denomina “espacio social”, aquello que
en el devenir y el discurso cotidianos sirve para distinguir –aunque no
para aislar- unos lugares de otros, en los cuales transcurre la vida social:
“ellos [los lugares que forman el espacio social) corresponden a un uso
específico de ese espacio, y por lo tanto a unas prácticas
espaciales que expresan y constituyen” (Lefébvre, 1991: 16): un
fenómeno social producido y reproducido a través de la práctica,
acompañado por un código siempre en construcción
o remodelación por parte de sus usuarios, en donde el papel del
investigador sería el de desentrañar su crecimiento, papel
y, en su caso, desaparición (op. cit: 17).
“El espacio social es un producto social” y con ello Lefèbvre se
refiere a la conjunción de un marco material -que actúa
como fuente y recurso- y a las relaciones sociales que ahí establecen
los individuos como usuarios a través de procesos que funcionan
a partir de sus propias prácticas espaciales.
El otro término que integra el concepto de espacio público
es el que se refiere a la publicidad de las acciones sociales. Lo público,
como tal, conlleva un tipo de actuación asociada a lo que “a la
luz de los otros” el individuo declara acerca de sí mismo, así
como lo que interpreta como señales en el comportamiento del resto
de urbanitas.
Arendt (1993) destaca aquello que precisamente constituye uno de los fundamentos
de las interacciones en el espacio público: las relaciones se vuelven
por fuerza superficiales, basadas en una rutina de máscaras o disfraces
a la medida, ya que la constante exposición del cuerpo a cuerpo
conduce a ello:
Una vida que transcurre en público, en presencia de otros, se
hace superficial. Si bien retiene su visibilidad, pierde la cualidad de
surgir a la vista desde algún lugar más oscuro, que ha de
permanecer oculto para no perder su profundidad en un sentido muy real
y no subjetivo (op. cit, pp. 76-77).
Y, nuestra sensación de la realidad depende por entero de las
apariencias, y por lo tanto, de la existencia de una esfera pública
en la que las cosas surjan de la oscura y cobijada existencia, incluso
el crepúsculo que ilumina nuestras vidas privadas e íntimas
deriva de la luz mucho más dura de la esfera pública. (op
cit., pp. 60-61).
Goffman (1979, 1991) considera que, en todo caso, las interacciones humanas
se llevan a cabo a través de una inter-objetividad: son las imágenes
mentales (de sí mismos, del otro con quien se relacionan en cada
momento así como de la situación que establecen a través
de su interacción) aquello con lo que los individuos trabajan en
su cotidiano relacionarse con los demás.
Augé (1994, 1998), por ejemplo, nos habla de los “no lugares”:
los itinerarios, recorridos, movimientos que generan vistas instantáneas
y que privilegian el sentido de la individualidad y de la “soledad compartida”;
término este último que se refiere a la reunión temporal,
circunstancial de los viajeros en un mismo vagón; o a los transeúntes
en un mismo punto de la calle en un momento determinado. Esta soledad
compartida, es interpretada por Joseph (1988) como “secundariedad”, donde
los individuos realizan las acciones necesarias para un tránsito
sin sobresaltos y simultáneamente reflexionan sobre otros aspectos
vitales.
Y si hemos de retomar a Simmel (1997) y a la Escuela de Chicago, podríamos
agregar que esta soledad –entendida como la neutralización del
reflejo corporal de las emociones- no es sino una función práctica
para la libre circulación a través de unos escenarios hechos
de imágenes diversas que se superponen a gran velocidad; misma
que denominaban “derecho a la desconfianza” o “apatía”... “desatención
cortés” para Goffman (1979), y “habilidades para esquivar” en Lofland
(1985).
Actuaciones sociales como las anteriores nos introducen en el tipo de
interacción llevada a cabo por los usuarios de los espacios públicos.
Siguiendo a Lefèbvre (1991) habría que destacar que los
espacios públicos no son resultado de una estructura dada, sino
lugares en constante reformulación y recreación; nunca están
terminados, porque la apropiación –a partir de su uso y asignación
simbólica- llevado a cabo por los individuos que lo llenan –o quizá
más exactamente, que lo recorren- en un momento determinado es
en sí mismo un proceso. Pero, ¿con qué tipo de materiales
trabajan los usuarios de la calle para su apropiación? Y ¿qué
clase de tareas ejecutan en dicho proceso?
Es Goffman quien trata de responder a tales preguntas y destaca la necesidad
de estudiar los microeventos, los movimientos moleculares que van dando
forma en su conjunto a un tipo de interacción fugaz pero compleja
y total por sí misma. Menciona que un estudio profundo de las situaciones,
desde una perspectiva microsociológica, permite conocer las unidades
efímeras de que se compone la vida pública y rescatar las
regularidades que le dan forma.
En su libro “Relaciones en público” (1979), da cuenta de la forma
en que toda interacción humana se encuentra inserta en un juego
de máscaras que gana quien tenga las habilidades para anticiparse
a las reacciones y pensamientos de sus compañeros en el juego,
sabedor de cuál antifaz es el correcto en cada momento y turno
de la interacción.
Aplicado específicamente a las interacciones en espacios públicos,
dichos momentos y turnos –que constituyen la construcción de las
situaciones- se refieren al encuentro –quizá coincidencia azarosa-
de dos o más individuos anónimos entre sí la mayor
parte de las veces, cuyos trayectos se intersecan en un tiempo y lugar
determinado. Interacciones, además, que se llevan a cabo a partir
de un lenguaje corporal en movimiento.
Los individuos despliegan una serie de estrategias de manejo de información
–lo que permite que sean percibido por otros, jugando con las apariencias-
que les da acceso en un espacio público a transitar como seres
honestos o no peligrosos, protegiendo de este modo lo que Goffman (1959,
1979) denomina “self” (la imagen de sí mismo) y Lofland (1985)
“autoestima”.
Marco y actuación se funden en el espacio público: la esfera
material se establece como el gran escenario, listo para la representación
de los numerosos actores expertos que lo llenan, le dan personalidad,
lo recorren, lo disfrutan o lo temen, pero que, en todo caso, hacen un
uso táctico del mismo, utilizando como recurso la interacción
basada en visibilidades, la gestión de la mirada, la producción
y la escenificación de situaciones en un terreno con potencialidades
materiales para ello.
Se trata de un espacio hecho de situaciones, en las que presenciamos actividades
de interacción, independientemente de que se haga uso o no del
recurso del lenguaje hablado:
Yo definiría una situación social como un medio constituido
por mutuas posibilidades de dominio, en el cual un individuo se encontrará
por doquier asequible a las percepciones directas de todos los que están
“presentes”, y que le son similarmente asequibles (...) Quienes se hallan
en una situación determinada pueden definirse como una reunión,
aunque parezcan aislados, silenciados y distantes, o aun sólo presentes
temporalmente. La manera como los individuos deben comportarse en virtud
de su presencia en una reunión se rige por reglas culturales. Cuando
se respetan estas reglas de orientación organizan socialmente la
conducta de los implicados en la situación (Goffman, 1991: 132).
De dichas situaciones se desprenden unas relaciones sociales construidas
en parte “a la medida” o “ad hoc” para cada situación, pero, en
parte también, hecha de los retazos que le proporcionan al individuo
las experiencias semejantes anteriores y compartidas con otros seres anónimos.
Los espacios públicos son entonces aquellos que se componen del
conjunto de micromovimientos. Son fragmentos de historias que tienen su
propia lógica y estructura, que son diseñadas y puestas
en escena mediante un proceso de negociación simbólica que
incluye miradas furtivas, movimientos corporales apenas perceptibles,
señales abiertas para el resto de los participantes/actores/constructores.
Las tácticas y las acciones que despliegan los individuos en los
procesos de producción y apropiación de escenarios como
los descritos anteriormente, es algo que debe ser abordado empíricamente;
y es lo que, siguiendo la línea de otras investigaciones que han
tenido como objeto de estudio la construcción de los espacios públicos,
pretende este trabajo exploratorio.
¿Cómo es posible realizar un acercamiento a una realidad
en movimiento que permita entrever las variables implicadas en la construcción
de un espacio público?, ¿qué estrategia metodológica
seguir para dilucidar el tipo de interacción en un marco como la
Plaza de Cataluña?, ¿cómo acercarse a las tácticas,
mecanismos y movimientos de juego que realizan los usuarios de la Plaza
para apropiársela –hacer uso de ella persiguiendo unos fines concretos?
El abordaje de los espacios públicos como escenarios de lo urbano
remite a la necesidad de ubicar el ángulo de estudio en la construcción
de las situaciones que ahí se suceden sin parar, y en cuyo transcurso
es posible observar a partir de qué elementos y de qué estrategias
éste es producido por sus usuarios.
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2. Una realidad en movimiento: escenas,
escenarios, personajes...
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El análisis de las situaciones como
materia prima de lo social ha sido la pauta de trabajo de la microsociología
–de los interaccionistas simbólicos y de los etnometodólogos,
principalmente-, de los proponentes del estudio de la vida cotidiana y
ya había sido propuesto por Simmel (1986)[3]
como unidad esencial de observación de lo metropolitano.
Goffman (1991), por su parte, se abocó a la tarea de demostrar
que el análisis de la situación constituía un campo
de gran riqueza para conocer las pautas de comportamiento humano así
como las de interacción social. El conjunto formado por cada una
de ellas como unidades de análisis, permitiría observar
la formación misma de la organización colectiva mientras
ésta se iba constituyendo, y explicar la naturaleza de fenómenos
sociales que un punto de vista sociológicamente tradicional y a
nivel macro había dejado de lado.
El “orden de lo público” se corresponde con el “orden de la interacción”,
que es posible observar en la dinámica de intercambio entre microunidades
co-presenciales: el individuo utilizando su glosa corporal para transmitir
y retroalimentar los mensajes que entre él y otros individuos son
transmitidos en un proceso de negociación, que en los espacios
públicos, tiene por objetivo primordial permitir el tránsito
ordenado y sin choques –en tanto malentendidos simbólicos o contactos
corporales no deseados (Goffman, 1991 y 1979).
Para el abordaje de espacios públicos, han sido John y Lyn H. Lofland
(1984) los que sugieren que la mejor técnica de indagación
es la observación participante[4]
, la localización del investigador en el escenario de estudio,
en el que él mismo opera bajo la lógica en que se organizan
tales lugares: el anonimato = la investigación encubierta.
Asimismo, Eugene J. Webb, et al. (2000) destacan las ventajas de utilizar
métodos en los que el investigador, al no presentarse públicamente
bajo dicho rol, puede evitar algunos errores de validez en la información
que recolecta; filtro que podría derivarse de su papel en la estructuración
de las situaciones que estudia (p. 138).
Los autores se decantan por la utilización de técnicas en
las que el observador no es percibido como tal, o incluso, en las que
ni siquiera su presencia física es necesaria; con esto se refieren
a la instalación de cámaras y aparatos diversos de grabación,
de vidrieras espejo, etcétera.
Los métodos no intrusivos que proponen para el estudio de los lugares
o fenómenos públicos se basan -semejante a la propuesta
metodológica de Lofland y Lofland (1984)- en una inmersión
dentro del escenario en la que el observador utilice como vía preferente
para la recolección de datos la utilización atenta de los
sentidos y el seguimiento de las “pistas” que va encontrando a lo largo
de la investigación; Webb, et. al, destacan las ventajas de no
despreciar como herramientas de indagación el rastreo de indicios
materiales de los que se pueda inferir la acción de los sujetos
así como los procesos y la naturaleza del objeto de estudio. Algunas
categorías de gran utilidad para el abordaje de la interacción
en los espacios públicos, son las que proponen a continuación:
(...) signos físicos externos, movimiento expresivo, localización
física, conducta lingüística (muestreo de conversaciones)
y tiempo de duración. La amplitud de estas medidas es notable y
son únicamente “simples” cuando el investigador no interviene en
la producción de tal material (p.116).
Si la ciudad es el “acrecentamiento de la vida nerviosa” (Simmel, 1986)
y sus espacios públicos se encuentran en constante recreación
(Lefèbvre, 1991); entonces nos ubicamos en un campo de observación
sujeto a todo tipo de cambios, iniciativas e inestabilidades (De Certeau,
1998; Delgado, 1999a; Joseph, 1988 y 1999a; Moles y Rohmer, 1983; Péttonet,
1982) propios de la vida cotidiana.
El estudio de las situaciones, de los microeventos, conlleva la necesidad
de abordar un producto social caracterizado por el imprevisto, que “varía
suficientemente rápido en el intervalo de percepción (...)
una esfera fenomenológica del ser humano habitada por el mí,
aquí, ahora” (Moles y Rohmer, 1983).
La búsqueda de un método adecuado a una realidad como la
anterior, llevó a los investigadores franceses a echar mano de
lo que Colette Péttonet denomina “la observación flotante”:
Consiste en mantenerse en toda circunstancia vacante y disponible, a
no inmovilizar la atención sobre un objeto preciso, sino a dejarla
“flotar” a fin de que las informaciones penetren sin filtro, sin un a
priori, hasta que los puntos notables, de convergencias, aparezcan y por
ellas se pueda llegar a descubrir las reglas subyacentes (1982: 39).
Como se puede apreciar, la aproximación a los espacios públicos
–y en especial a la Plaza de Cataluña, como lugar de tránsito
y exposición- requiere de un tipo de acercamiento metodológico
que permita al investigador sumergirse en el escenario de estudio con
una visión naturalista, por medio de la cual se espera que pueda
aprehender la esencia de los fenómenos que observa in situ[5]
¸ pues si hay algo en lo que coinciden los autores aquí mencionados
es en que la forma idónea de entender las formas de interacción
social en los lugares públicos urbanos es a través de un
acercamiento empírico flexible que permita dar cuenta de las prácticas
de apropiación del espacio así como de las habilidades y
conocimientos de los actores para hacer uso del marco objetivo sobre el
que construyen el orden de sus interacciones en situación.
Por otra parte, el anonimato que permite al indagador formar parte de
una realidad en movimiento, fragmentada y en constante transformación
es uno de los recursos más útiles para la práctica
de la observación flotante, pues le permite moverse de un lado
a otro del escenario en busca de las externalidades en las que se traduce
la interacción en los espacios públicos.
El presente trabajo constituye un acercamiento experimental a la producción
de lo público-urbano en el contexto de la Plaza de Cataluña
bajo la perspectiva expuesta en los párrafos anteriores.
Siguiendo el esquema naturalista que propone Blumer (1982) como exploración
e inspección y apoyado en la práctica de la observación
flotante el trabajo de campo dio inicio con mi inmersión en el
escenario con el objetivo de responder a las preguntas generales que me
había planteado –ya expuestas en la introducción de este
artículo- que me encaminaran a una aproximación de lo que
sucedía en la Plaza y a la indagación de los factores que
intervenían en la construcción de dicha realidad.
Lo anterior me llevó a dirigir el análisis de las observaciones
sobre los diferentes sub-escenarios –que denominé “subzonas”- y
personajes –usuarios habituales y esporádicos- que a través
de sus prácticas de apropiación determinaban los usos de
ese espacio público. Estos dos elementos parecían poder
analizarse a través de las situaciones que ahí se presentaban.
Estas variables resultaron útiles para explicar la vida cotidiana
en la Plaza de Cataluña y son las que guían las descripciones
siguientes. Así, realizo un intento por reflexionar, a través
de mi propia experiencia como usuaria e investigadora encubierta; sobre
el manejo de los elementos –tiempo, lugar y usuarios construyendo un tipo
de organización singular a través de ciertas pautas pactadas
sobre la marcha- en los cuales se basa la interacción social y
el uso del marco físico de la Plaza.
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3. Plaza de Cataluña, escenario
del espacio público en Barcelona |
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La elección de la Plaza de Cataluña
como escenario de investigación para este trabajo responde a las
particularidades que lo acercan, dentro del género de las plazas,
a la configuración de un espacio público como el que se
ha descrito anteriormente.
La Plaza de Cataluña bien podría representar el centro urbano[6]
de Barcelona como ciudad cosmopolita o multicultural (Baptista y Pujadas,
2000); no solamente en cuanto a lo que toca a su localización física
dentro de la ciudad, sino –talvez debido precisamente a ello- como lugar
de reunión, de tránsito, de frontera, de exposición
y observación. Escenario por excelencia de la ciudad heterogenética[7]
y de las interacciones humanas en movimiento.
Un breve acercamiento a su historia, hace posible rastrear dichas características.
La historia de la Plaza de Cataluña es en sí misma reveladora
en varios aspectos.
1) Su construcción es resultado de la exigencia ciudadana. Mucho
antes de ser edificada como tal, su uso como lugar de tránsito,
de concentración para las fiestas populares, de escenario para
el montaje de obras teatrales y de entoldados mercantiles, así
como de otras “instalaciones efímeras” (Hernàndez, Tatjer
y Vidal, 1991: 125) llevaron a la población barcelonesa a exigir
que tal sitio fuera considerado como plaza y a que el Ayuntamiento defendiera
la explotación de su terreno como bien público frente a
las amenazas de privatización. La prensa, haciendo eco de tal demanda,
comienza a referirse como “plaza” al territorio que actualmente ocupa:
Victor Balaguer, en Las calles de Barcelona, libro aparecido en 1865
y testimonio directo de aquellos años, nos explica cómo
fue la gente quien le dio a este espacio de tierra comprendido entre la
Rambla y el Paseo de Gracia, el nombre “plaza”, denominada desde los medios
informativos como “plaza de Cataluña” (op. cit: 123).
2) Históricamente, la Plaza de Cataluña ha sido escenario
de discusiones relativas a la organización política, social
y artística; pero fuera del radio de la institucionalización-administración
central. Así, los bares, cafés y hoteles que a su alrededor
se instalaron, fueron el espacio de múltiples peñas intelectuales
y artísticas: el café “Zurich” –que actualmente conserva
la misma fachada-, la “Gàbia”, la “Maison Dorée” y “La Lluna”
fueron algunos de los sitios preferidos para tal efecto desde 1887, y
en el caso del “Zurich”, aún actualmente.
Quizá una de las mayores pruebas de dicho terreno como espacio
para la “publicidad” barcelonesa, sea la instalación en 1924, en
el tejado del edificio del Banco Español, de la primera antena
de radio del país, Ràdio Barcelona (op. cit; 127).
No podía ser de otro modo, ya que la Plaza de Cataluña constituye
el punto de intersección de las calles (como centro y frontera
a la vez) más transitadas del centro urbano –La Rambla, Passeig
de Gràcia, Les Rondes Universitat y Sant Pere, Pelai, Fontanella
y Portal de l’Angel- y responde a esa necesidad de tráfico, estímulo
y reunión que la sociedad barcelonesa defendió a pesar de
que su trazado no estaba incluido en el Plan Cerdà, que había
ganado el concurso para la proyección de l’Eixample en 1859.
El aspecto que actualmente presenta se remonta a la década de los
veinte, que tras más de cincuenta años de reconstrucción
y modificaciones, incluyó finalmente los elementos por los que
destaca: búsqueda de una estética interna, opción
que se siguió debido a la variedad de diseño de los edificios
que le rodean, con los que no podía compartir un estilo único;
integración de jardines, fuentes y espacios peatonales en varios
niveles que perseguían “una distribución en dos zonas, una
de circulación y otra de descanso” (op. cit: 127).
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4. La Plaza de Cataluña como
marco de acción |
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Si La Plaza de Cataluña tiene una
superficie aproximada de 51.000 metros cuadrados. Cuenta con esculturas,
fuentes, arboledas, bancos y pequeñas zonas ajardinadas distribuidas
en distintas zonas y a varios niveles.
El aspecto actual de la Plaza (ver Fig. 1) corresponde a la propuesta
de 1929 de l’Escola Superior d’Arquitectura de Barcelona, dirigida entonces
por el arquitecto Francesc de Paula Nebot (Hernàndez, Tatjer y
Vidal, 1991: 127), quien diseñó su estilo destacando la
estética al interior de la Plaza, y no de forma integral con los
edificios que la rodeaban. De este modo, se dio preferencia al realce
de los elementos centrales con los que se querían proyectar áreas
de sombra y descanso con otras de ornamentación no entorpecedora
para el paso de vehículos y peatones.
El resultado final que puede apreciarse hoy en día constituye un
espacio que es utilizado estratégicamente por diversos usuarios;
la forma en que estas prácticas se llevan a cabo en cada una de
sus sub-zonas, es materia de esta investigación.
¿A partir de qué materiales los usuarios determinan el uso
de la Plaza? O lo que es lo mismo, ¿de qué condiciones físicas
parten para enmarcar sus interacciones públicas?
Si la exploración del terreno la iniciamos por su centro, encontramos
que en éste destaca un gran círculo interior decorado por
una estrella atravesada por tres líneas que, en conjunto, semejan
una rueda de carro.
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Fig. 1. Aspecto actual de la Plaza de Cataluña
[8] |
En un círculo subsiguiente se ubican los primeros bancos, dirigidas
visualmente de forma directa hacia el centro del círculo interior.
La siguiente zona (en un orden centrífugo de observación)
se encuentra formada por jardines interiores divididos de acuerdo con
las vías de acceso al centro de la Plaza.
Un pasillo arbolado que bordea el perímetro circular antes mencionado
sirve de marco para la siguiente fila de bancos, cuya orientación
es también hacia el centro de la Plaza. Finalmente, encontramos
una balaustrada que rodea el perímetro de la Plaza de Cataluña,
que incluye algunos bancos; se encuentra dividida por los puntos de entrada
y salida, y sirve de sostén para las esculturas que se ubican en
algunas de sus columnas.
Las esquinas de la Plaza también cuentan con ornamentación
variada: jardines, fuentes y el Monumento a Francesc Macià en una
de ellas. Cabe destacar, además, que el suelo de la Plaza de Cataluña
no es uniforme ya que va, de la parte más baja que se ubica en
su lado Sur, a la más alta, que encontramos en la zona Norte. Algunos
de sus puntos de acceso incluyen escaleras –lados Sur y Este.
Dos puntos más sirven de marco para la acción en el territorio
de la Plaza. El Monumento a Francesc Macià, ubicado en su esquina
suroeste, se encuentra en la parte más baja de la Plaza de Cataluña
y tiene forma pentagonal. Al centro del mismo se ubica una columna irregular
que sirve de marco para el busto del ex president y se encuentra rodeado
de un área de césped cuyo perímetro está constituido
por una barda baja.
En el lado opuesto de la Plaza –Norte- se ubica un mirador que es la parte
más alta. A sus lados, se encuentran dos fuentes circulares ornamentadas
con estatuas de Pau Gargallo y Joseph Clarà (Hernández,
Tatjer y Vidal, 1991: 129) y bordeadas por jardines orientados hacia el
centro. Debajo del mismo, se ubica una estación de policía
local así como la entrada a los medios de transporte subterráneos.
En tres de sus esquinas, además, encontramos entradas para conectarse
con el Metro, el RENFE y los Ferrocarriles de la Generalitat; que enlazan
diversas zonas de la ciudad con sus cercanías. Su perímetro
es también lugar de diversas paradas de los Autobuses Metropolitanos
y del Bus Turistic.
Las calles que la rodean son escenario de negocios variados, desde grandes
establecimientos hasta quioscos. Al Sur: restaurantes, tiendas y cafés.
Al Oeste, El Bar Zurich, la FNAC, hoteles, restaurantes y bancos. Al Norte,
el Banco Central Español. Al Este, El Corte Inglés.
La variedad de puntos de conexión e intercambio no es extraño,
dada su ubicación como punto de conexión y frontera de varias
de las calles principales de la ciudad (ver fig. 2) así como punto
de enlace entre la parte antigua de Barcelona (lo que formaba la ciudad
hasta antes del derribamiento de sus murallas) y su nueva ampliación
(L’Eixample), con base en el “Plan Cerdà” aprobado por el Real
Decreto del 7 de junio de 1859 [1].
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Fig. 2. Calles aledañas a la Plaza
de Cataluña: La Rambla, Passeig de Gràcia, Les Rondes
Universitat y Sant Pere, Pelai, Fontanella y Portal de l’Angel
|
Una vez iniciada la etapa de inmersión, desarrollé, como
herramientas para el registro y el análisis de las situaciones
que presenciaba, un mapa y algunos esquemas de clasificación con
el fin de ubicar los elementos de estudio en la Plaza. Estos recursos
corresponden a la denominación de lo que me pareció podrían
ser habitantes regulares así como las sub-zonas que debería
explorar con detalle; mismos que he referido anteriormente como personajes
y sub-escenarios (Ver figs. 3 y 4).
A partir de este código de lectura me fue posible ir avanzado en
la comprensión de lo que podría caracterizar el tipo de
interacción social propio de un espacio público como la
Plaza de Cataluña.
El diseño de estos esquemas de trabajo representó ciertamente
un reto en tanto que como clasificaciones podrían resultar reduccionistas,
sobre todo en el caso de los usuarios de la Plaza (ver fig. 4). No obstante,
habría que agregar que he elaborado estos recursos de aproximación
sin ninguna otra intención que no fuera la de llevar a cabo un
registro que se correspondiera lo más fielmente posible con lo
que observaba en el escenario de estudio y que su utilización responde
únicamente al objetivo de analizar una realidad compuesta de imágenes
en movimiento, de fachadas y relaciones inter-objetivas, de presentaciones
públicas de la persona (Goffman, 1959, 1979, 1991) y que,
Denominación |
Referente |
ESQUINA A |
Zona que limita con el Café Zurich, La Rambla y la calle
Pelai; incluye el Monumento a Macià. |
ESQUINA B |
Limita con calles Plaza de Cataluña, Rda. Universitat y Rambla
de Cataluña. Incluye el acceso a Metro y RENFE que se encuentra
sobre la acera de enfrente. |
ESQUINA C |
Limita con calles Plaza de Cataluña, Ronda St. Pere, Passeig
de Gràcia y la entrada a El Corte Inglés. |
ESQUINA D |
Limita con las calles Plaza de Cataluña, Fontanella y Portal
de l’Angel |
EL BARRIO |
Zona del Monumento a Macià. Más adelante se explica
la razón de esta denominación. |
FUENTES-MIRADOR |
MIRADOR ubicado en la zona Norte de la Plaza. Incluye la zona integrada
por sus escaleras, balaustrada, FUENTES, esculturas y explanada. |
CENTRO |
Explanada circular. Incluye la zona de la estrella central, las
líneas que la rodean y los círculos de su perímetro. |
PALCO |
Primera fila de bancos que rodean y se encuentran orientadas hacia
el CENTRO. |
SEGUNDA FILA |
Segunda línea de bancos, separadas del PALCO por un pasillo
arbolado. |
ESQUINA A |
ÜLTIMA FILA |
ZONA-AFRI |
Perímetro de la Plaza que va del acceso por ESQUINA A al
acceso por ESQUINA B. Denominada de esta forma por ser la sub-zona
habitada por inmigrados de origen subsahariano. |
ZONA BANCAS-MAYORES |
PALCO de la zona que va de la ESQUINA C a la D, y denominada como
tal por ser la zona de bancas preferida por los usuarios de mayor
edad. |
JARDÍN-MIRADOR /JARDÍN-FUENTES |
Zona de césped ubicada debajo de la balaustrada del MIRADOR
orientada directamente hacia el CENTRO. |
Fig. 3. Sub-zonas de observación en la Plaza
de Cataluña [10] |
aunque hacer referencia a los usuarios de la Plaza de Cataluña
a partir de su apariencia pueda parecer vanal, fue lo que finalmente me
permitió acceder a los factores que hacen posible su interacción
pública: el uso estratégico de las visibilidades por parte
de un grupo heterogéneo de usuarios.
Denominación |
Referente |
Afris |
Usuarios de la Plaza de origen subsahariano, a juzgar por sus características
físicas (criterio de denominación de los usuarios de
este cuadro) |
Aras |
Usuarios de la Plaza de origen musulmán (magrebíes
y pakistaníes, en su mayoría) |
Lats |
Usuarios de la Plaza de origen latinoamericano |
Catas |
Usuarios de la Plaza de origen local cuyo idioma vehicular era el
catalán |
Hombres de la ronda |
Usuarios de la Plaza cuyo principal movimiento fuera caminar alrededor
del perímetro del CENTRO. |
Fig. 4. Usuarios frecuentes de la Plaza de Cataluña. |
A continuación presento el mapa de trabajo que me sirvió
de base para la ubicación de las situaciones como unidad de análisis
(ver fig. 5). En él es posible observar los siguientes puntos:
a. La forma del mapa –de la Plaza cuadricular- no corresponde a su forma
real. Sin embargo, esta visualización uniforme me permitía
lograr una imagen mental más fácil de manipular en cuanto
a la distribución espacial de los elementos.
b. Esta primera representación de la Plaza de Cataluña me
auxilió en la comprensión de una de sus particularidades
más importantes: su semejanza con un escenario real, dispuesto
para el espectáculo. La estrella central que lo ornamenta parece
especialmente significativa así como el hecho de que los bancos
y el MIRADOR dirijan sus puntos de observación hacia ella. De acuerdo
con la visibilidad que del CENTRO puede tenerse desde los bancos que lo
rodean, he llamado a los más próximos “PALCO”, a los que
le siguen detrás “SEGUNDA FILA”, y a los que se ubican sobre la
balaustrada de la Plaza, “ÚLTIMA FILA”. El mismo criterio utilicé
para denominar al área sobre la que se asientan las FUENTES –MIRADOR.
Además, las líneas que rodean la estrella central, indican
los caminos que conducen a los accesos de la Plaza; todas estas líneas
convergen en la estrella central.
c. En el mapa destaco con líneas negras gruesas las áreas
que bordean diferentes sub-zonas; ello para indicar los puntos en los
que pude observar que distintos grupos la utilizan para permanecer en
la Plaza mientras observan, descansan o se reúnen con alguien más.
d. Las áreas de color rojo indican los accesos de conexión
con los medios de transporte subterráneos y demostraron funcionar
como fronteras; entradas, salidas, “debut o despedida” de los actores
de la Plaza.
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Fig. 5. Mapa de trabajo |
e. La calle que se ubica en su lado Oeste parecía una extensión
de la vida en la Plaza –o al menos constituía otro espacio público
circundante de relevancia. A lo largo de la misma se ubican bancos, teléfonos
públicos y el Café Zurich frente a las Ramblas. En estos
lugares la diversidad de actividades de ocio, encuentro, espera, descanso
y conexión con otras calles y medios de transporte parecían
ser similares a la vida en el interior de la Plaza.
f. También me pareció importante destacar las diferentes
vías de acceso a la Plaza, como se puede apreciar por las líneas
grises que aparecen cruzando los bancos en el mapa de trabajo. Esta visualización
orientó mi percepción del CENTRO de la Plaza de Cataluña
como punto de convergencia de todo lo que sucedía a su alrededor
–tanto dentro como fuera de la Plaza.
g. Por último, la denominación de las esquinas como A, B,
C y D me permitiría tener puntos de referencia para ubicar las
situaciones de análisis dentro del escenario así como distribuir
el espacio de la Plaza por sub-zonas.
Con estas herramientas de ubicación para el análisis de
las situaciones en la
Plaza me fue posible ir descubriendo algunas pautas de negociación
que los usuarios de este espacio construyen para su apropiación.
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5. Visibilidad, accesibilidad: sugerencias
para la interacción pública en la Plaza de Cataluña. |
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La Plaza de Cataluña, como escenario
de la ciudad heterogenética y de la urbs (Delgado, 1999b) en Barcelona,
constituye un marco de acción para el despliegue de prácticas
de apropiación del espacio público caracterizadas por el
uso de disfraces distintos (presentación de la persona), adecuados
a las situaciones que ahí tienen lugar interminablemente y que
responden a las intenciones de sus usuarios en momentos y lugares determinados.
Es a través de las situaciones, de los microeventos goffmanianos
(1979, 1991) que cada una de las sub-zonas de la Plaza parece reunir a
individuos que comparten generalmente los mismos propósitos de
apropiación en una atmósfera (Augoyard, 1979)[11]
determinada de la Plaza; lo que bien podría conducirnos a visualizarla
como las “zonas naturales” de las que hablaba la Escuela de Chicago (Park,
1999).
Estas zonas naturales están compuestas, en el marco de la Plaza
de Cataluña, por elementos materiales y paisajísticos que
funcionan como recursos, insumos o herramientas para la construcción
de apropiaciones variadas; lo que quiere decir que éstas (las zonas
naturales[12], que
aquí se han denominado “sub-zonas”) aparecen en permanente construcción
por parte de los usuarios que realizan un uso estratégico tanto
de dichos materiales como de otros objetos-persona que aparecen en ellos
en un punto de coincidencia espacio-temporal, y quizá, intencional.
La Plaza de Cataluña, el “mundo de desconocidos” (Lofland, 1985)[13]
por excelencia, obliga a sus usuarios a reducir el papel desempeñado
como tales a la máxima fragmentación posible: simple usuario,
compañero efímero de banca, transeúnte, observador,
objeto espacial estacionario o en movimiento.
Y esto es así debido a las diversas funciones que a la Plaza le
han asignado sus usuarios a través de sus prácticas de apropiación.
Es al mismo tiempo lugar de paso, de encuentro, de exhibición,
de observación, de intercambio, de aprendizaje social y cívico,
de ocio, de recreación, de descanso... de diversidad visual, cultural
(si con ello nos referimos a la multiplicidad de idiomas, formas de interacción
y cosmovisiones que ahí se intersecan fragmentariamente) y de uso.
Sin embargo, dos lógicas parecen permear toda clase de interacciones
y de apropiaciones en la Plaza. A saber:
a) La primera tiene que ver con las interacciones basadas en interpretaciones
–asignación simbólica- de la externalidad. Esto se refiere
a las características del terreno en conjunción con la presentación
de las personas que lo ocupan en un momento determinado, cuyas intenciones
de apropiación se ven reflejadas en una conducta no-verbal, la
gran mayoría de las veces. Esto recuerda con mucho al individuo
de Simmel (1986), que construye sus actuaciones a partir del insumo de
“mundos visibles”, que aparecen ante su mirada en una transformación
frenética, microscópica.
La Plaza de Cataluña es precisamente eso como “atmósfera”
(Augoyard, 1979): una mezcla incesante de estímulos recibidos a
través de los sentidos, una mezcla que cambia de componentes y
adquiere propiedades distintas a gran velocidad; ráfagas de sonido,
de olores, de imágenes en movimiento que llegan hasta los usuarios
distribuidos en puntos diversos en un momento cualquiera.
Un marco como este requiere de un código de circulación
y uso (código renegociado en cada micro-transacción) que
sea lo suficientemente eficiente o amplio como para permitir el disfrute
de la Plaza bajo cierto ordenamiento. De este modo, el “mundo de desconocidos”,
parece organizarse bajo una lógica sencilla y útil para
diversos tipos de usuarios:
b) La visibilidad. La co-presencia, la convivencia de motivos y formas
de apropiación distintas tienen en común este principio
de relación. A partir de él, los individuos despliegan una
serie de actuaciones y estrategias encaminadas a utilizar esta circunstancia
como el mayor de sus recursos para la interacción.
¿Y qué tipo de interacción puede ser ésta?
Aquella que Goffman (1979) caracterizaba como la interpretación
de las fachadas de la persona, de los turnos de interacción –que
no son rígidos ni estables-, de la “desatención cortés”
como táctica para la no intervención y el libre tránsito;
y, como coincidían con él los interaccionistas simbólicos
(Blumer, 1982) y los etnometodólogos (Coulon, 1998), la de la mutua
intepretación de representaciones desplegadas aquí, ahora,
mientras construimos la situación.
A partir de ambos aspectos, la Plaza de Cataluña adquiere vida
con las múltiples estrategias llevadas a cabo por sus usuarios
en sub-zonas que, a pesar de contar con “atmósferas” variables,
parecen coincidir siempre como marco utilizado en un continuo que va de
“ocultarse” a “exponerse”. Este continuo es “visitado” por sus usuarios
de forma libre y multifacética. A veces espía, a veces exhibicionista,
a veces las dos cosas a conveniencia... simultánea o sucesivamente,
según se desarrollan las situaciones y varían las intenciones
de un usuario a otro.
Por supuesto, existen los “especialistas” o usuarios “expertos” que hacen
del manejo de esta variable el factor básico de apropiación
del espacio. En el caso del ocultamiento, podríamos destacar a
los observadores desde el MIRADOR[14]
, y a los hombres Afri[15]
desde la ÚLITMA FILA. En lo que se refiere a la exposición,
los hombres de la ronda[16]
parecen ser los expertos en este tipo de apropiación del CENTRO.
No obstante, cada usuario, sea ocasional o asiduo del lugar, parece tener
siempre en consideración esta variable –su accesibilidad física
y visual ante los demás- y poder pasar de un papel a otro, aunque
a veces de forma un tanto accidentada (como en mi caso, que retomaré
más adelante).
Las sub-zonas de la Plaza, que han sido divididas en este trabajo con
base en su utilización más generalizada, aparecen como escenarios
especializados dado el uso estratégico que sus usuarios hacen de
las condiciones materiales.
Así, el CENTRO se presenta como el escenario por excelencia, como
pasarela y lugar de tránsito-exposición simultáneo.
El MIRADOR cumple principalmente la función de observatorio, de
trasbambalinas y de escondite-mirador. Las BANCAS
–agrupadas según la visibilidad que permiten hacia el centro como
PALCO, SEGUNDA o ÚLTIMA FILA-, son los lugares en los que la accesibilidad
física, la estaticidad de los cuerpos, permiten llevar a cabo otro
tipo de apropiación del espacio; la del encuentro y el contacto.
La ÚLTIMA FILA, cargada de una atmósfera semi-oscura, bordeada
por la calle y con poca visibilidad desde y hacia el CENTRO; es utilizada
como lugar de distanciamiento, ocultamiento, privacidad y huída
a un mismo tiempo. Las ESQUINAS, como lugares de acceso a la Plaza, lo
son también de fuga y de observación.
La ESQUINA A, El BARRIO[17]
, merece una atención especial, pues parece combinar varios tipos
de apropiación: acceso, visibilidad, ocultamiento, lugar de encuentro
y recreación.
El BARRIO es un buen ejemplo de cómo cada una de las sub-zonas
de la Plaza es apropiada con base en ese continuo ocultarse-exponerse;
pues si bien en algunas zonas como el CENTRO parece predominar una función
específica –exhibirse-, en la mayoría de las demás
se presenta una combinación de ambas, en las que el usuario encuentra
en los elementos materiales las herramientas necesarias para llevar a
cabo dichos despliegues.
El observador-investigador de los espacios públicos no se encuentra
exento de esta dinámica y constituye un elemento activo en el escenario,
en tanto se encuentra accesible dentro del campo de visión de los
demás y a expensas de las interpretaciones que de su fachada lleven
a cabo. En ese sentido, de mi experiencia como observadora/usuaria de
la Plaza, me gustaría destacar el proceso por el que fui avanzando
en el abordaje de la interacción en los espacios públicos.
La primera etapa de acercamiento podría referirse a la búsqueda
de un posicionamiento en el escenario de estudio, tanto de la confección
de un repertorio adecuado como del punto de localización física
dentro de la misma. Esta búsqueda me llevó a experimentar
con el espacio y con los distintos papeles que podía desempeñar,
o bien, que me eran asignados por el resto de usuarios.
Siendo un espacio regido por los principios de 1) accesibilidad, traducidos
en el continuo proximidad-distanciamiento, y 2) visibilidad, en el trayecto
de exposición-ocultamiento; me fue difícil encontrar el
número de papeles –repertorios de conducta- necesarios para poner
en marcha en cada una de las situaciones con base en la movilidad que
quería poseer dentro de este eje. La falta de entendimiento de
estas variables de interacción, incitaron en mí, en esta
primera etapa, una especie de rebeldía ante la participación
y una defensa del papel no intrusivo del investigador.
¿Puede ser, efectivamente, no intrusivo el papel del investigador
en un espacio público? Sí, siempre y cuando sea capaz de
actuar como un usuario más, tal y como Lofland describe (1985):
es necesario que, 1) conozca las reglas básicas de codificación
–esto podría ser, para la Plaza, los dos principios mencionados
anteriormente-, 2) cuente con un repertorio de conducta que le permita
actuar en consecuencia, y 3) tenga suficiente insumo de información
de las situaciones que enfrenta como para poder codificarlas correctamente.
En la fig. 6 se resumen los contenidos que explican estas tres variables
en la Plaza de Cataluña.
El eje trazado alrededor de los dos factores primordiales de interacción
en el escenario de estudio, constituye el marco de acción de los
diversos individuos en la Plaza. Las habilidades de un “usuario experto”
consisten en la utilización de recursos materiales y humanos para
poder trasladarse de un cuadrante a otro de acuerdo con sus intenciones
momentáneas y con el menor número de tropiezos posible.
Es posible observar esta dinámica a través de los microeventos
en los que se hacen explícitos los procesos de apropiación.
En la fig. 6 se encuadran algunos de los personajes y situaciones más
representativas de cada combinatoria social y espacial. No obstante, dichas
posiciones permanecen en constante movimiento y cambio. Si cada punto
gris en los cuadrantes representara un usuario cualquiera, éste
punto se desplazaría arbitrariamente –indicado con flechas en el
diagrama-de un cuadrante a otro, cuyo movimiento respondería a
sus motivos o intenciones de uso en la Plaza.
Sólo después de haber desarrollado los aspectos anteriores,
fui capaz de buscar el equilibrio entre la comodidad y la supervivencia
(Lofland, 1985) en un espacio como la Plaza de Cataluña. Poder
“leer el lugar” –la Plaza como marco con sus prácticas de apropiación-
me llevó a comprender la condición de “espectáculo”
que caracteriza las interacciones que ahí se presentan y a asumir
mi papel como parte del mismo; esto es, a adecuar mis actuaciones e interacciones
a dicha naturaleza espacial, con el fin de sobrevivir a la acción
y poder registrarla con el menor número de tropiezos posibles.
|
Fig. 6. Marco de acción en la Plaza de Cataluña |
Como aproximación experimental, este trabajo pretendía
explorar la naturaleza de las interacciones en un espacio público
urbano, y, específicamente, acercarse a las actividades de apropiación
y uso de la Plaza de Cataluña.
Las conclusiones que de dicha práctica se pueden obtener, se encuentran
enumeradas arriba. Las nuevas preguntas o retos de investigación
que plantea esta experiencia tienen que ver con el papel del investigador
–su metodología de aproximación- en los escenarios públicos
de las sociedades contemporáneas así como con las prácticas
específicas que llevan a cabo sus usuarios en cada uno de ellos.
“El espacio de saberes, de visibilidades y de enunciados” que Joseph (1999a)
consigna como el campo de observación de lo público urbano
aparece en la Plaza de Cataluña con creces. Lo mismo podría
suceder en otros escenarios públicos en la ciudad. Retomar su investigación
de campo con el fin de encontrar las regularidades que los unen y las
singularidades que los caracterizan podría ser el reto más
importante en el abordaje de los espacios públicos urbanos.
|
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BIBLIOGRAFÍA |
|
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WOLF, Mauro. Sociologías de la vida cotidiana. Madrid:
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|
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[1]
Esta investigación se formuló a partir
de un concepto de los espacios públicos abordado en el doctorado
en Antropología del Espacio y el Territorio de la Universidad de
Barcelona, coordinado por Manuel Delgado Ruiz y a quien la labor de aproximación
a la vida cotidiana de la Plaza de Cataluña debe mucho este trabajo.
Este artículo recoge un resumen de la investigación “Plaça
de Catalunya: el espacio público como espectáculo”, realizado
en el ciclo 2000-2001 del mismo doctorado y que puede ser solicitado a
la autora.
[2]
Los criterios de selección
del escenario se especifican más adelante.
[3]
A través de su señalamiento de la ciudad como “el acrecentamiento
de la vida nerviosa” y molecular.
[4]
El término “participante” puede referirse en Lofland (1985) al
sentido de que el observador, al convertirse en un usuario más
del espacio público, adquirirá las habilidades y conocimientos
de sus sujetos de estudio.
[5]
Lefébvre (1991) habla de la importancia de ir a la realidad empírica
bajo el supuesto de que una sociedad no es nunca un hecho consumado; lo
mismo afirman Blumer (1982) y otros interaccionistas simbólicos
(Wolf, 1994) al hablar del intercambio de interpretaciones que se produce
en el establecimiento de una situación cualquiera; y, por su parte,
los etnometodólogos (Coulon, 1998), Goffman (1979) y Lofland (1985)
destacan que el estudio de las estrategias y habilidades de los actores
en situación es la clave para entender el orden de la interacción
en la vida pública cotidiana.
[6]
Entendido como el conjunto de las relaciones sociales llevadas a cabo
en el marco de lo público en la ciudad. Delgado (1999a) lo caracteriza
así: “Lo urbano está constituido por todo lo que se opone
a cualquier cristalización estructural, puesto que es fluctuante,
aleatorio, fortuito...., es decir, reuniendo lo que hace posible la vida
social, pero antes de que haya cerrado del todo tal tarea (...)” (p. 25).
[7]
Un tipo de organización cuyo supervivencia aparece garantizada
por la diversidad y el reclutamiento permanente de heterogeneidad del
exterior, concepto desarrollado sobre todo a partir de las aportaciones
de Park (1999) y de Wirth (1988).
[8]
© FISA – ESCUDO DE ORO, S. A., Barcelona.
[9]
“Evolución de los espacios públicos de Barcelona” (1971),
en Cuadernos de Arquitectura y Urbanismo, No. 3, Barcelona (sin autor).
[10]
Utilizo mayúsculas al referirme a las diferentes sub-zonas para
indicar que las denominaciones que les he dado funcionan como nombres
propios y les dan una identidad particular de acuerdo con las actividades
de apropiación que ahí se dan lugar. Además, la diferencia
de formato con el resto del texto permite destacarlo visualmente para
ubicar la zona que se está describiendo. En la fig. 5 es posible
observar gráficamente esta distribución.
[11]
Lo que Augoyard (1979) denomina “atmósferas urbanas” –aquello que
nace del entrecruzamiento de múltipiles sensaciones y que el individuo
retoma como indicador para interpretar el entorno que le rodea (p. 111)-
se presentan en distintas combinaciones en cada sub-zona de la Plaza,
y sin duda son claves de lectura para rastrear las formas de apropiación
más comunes en cada una de ellas.
[12]
Park (1999) describía las zonas naturales como el conjunto de individuos
unidos por un interés común, aspecto que en este trabajo
se referiría a las actividades de apropiación que en dichos
espacios despliegan sus actores, haciendo un uso estratégico de
los recursos materiales que ahí encuentran.
[13]Lyn
H. Lofland (1985) destaca la naturaleza de la ciudad como el lugar por
excelencia en el que la mayoría de sus habitantes son desconocidos
los unos para los otros. Esta realidad determina en gran parte un tipo
de interacción social caracterizada por la acción de los
urbanitas haciendo uso de las “habilidades de esquivo” (avoiding skills)
para salvaguardar su presencia corporal y emocional (que la autora denomina
“autoestima” y que concibe como la diferencia primordial entre las formas
de organización animales y las propiamente humanas) de todos aquellos
que le rodean y de quienes no cuenta con mayor información que
la que puede registrar a través de sus sentidos en un momento y
lugar determinado. “El mundo de desconocidos que es la ciudad, se localiza
en los espacios públicos urbanos” (op. cit: 19) y sólo a
través del estudio de las situaciones es posible explorar las tácticas,
conocimientos y habilidades del urbanita para “abrirse paso en él”
(op. cit: 20).
[14]
Usuarios de las más diversas apariencias
utilizan el MIRADOR como lugar de observación del CENTRO de la
Plaza. Desde ahí es posible obtener una visión panorámica
sin ser visto por el resto de usuarios y transeúntes, a través
de prácticas de ocultamiento –espionaje- que utilizan las ramas
y las estatuas del mismo como recursos para ello. Una descripción
más detallada de este y otro tipo de apropiaciones puede ser revisada
en la versión original de la investigación.
[15]
Este grupo de usuarios habituales de la Plaza se refiere a los llamados
“sin papeles”que durante la etapa del trabajo de campo (febrero-mayo 2001)
habitaban este espacio como lugar de residencia y encuentro. En el trabajo
original también está incluida una relación entre
la agenda de discusión de la Ley de Extranjería y los usos
y apropiaciones de la Plaza de Cataluña.
[16]
Los hombres de la ronda constituyen otro conjunto de usuarios habituales
en la Plaza. Su práctica de apropiación consiste básicamente
en recorrer el perímetro del CENTRO lentamente, mientras de forma
simultánea hacen una presentación pública de su persona
y realizan contactos visuales y verbales con otros usuarios ubicados en
los bancos.
[17]
Denominé de esta forma
al área que rodea el Monumento a Francesc Macià debido a
las prácticas de apropiación que durante el fin de semana
–domingo, de mañana a noche, sobre todo- realizan sus usuarios
de origen latinoamericano. Lugar de encuentro, de intercambio, de ocio
y fiesta –incluido un grupo de música latinoamericana que ameniza
la ocasión-, en el que los individuos ahí reunidos –en grupos,
familia o individualmente- ocupan como lugar de encuentro.
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