CO-PRESENCIA Y VISIBILIDADES EN JUEGO:
LA PLAZA DE CATALUÑA EN BARCELONA[1]
Gabriela de la Peña Astorga

Texto enviado por el autor a Infoamérica.

 

(...) los ojos desempeñan una función sociológica particular: el enlace y acción recíproca de los individuos que se miran mutuamente.
Acaso sea esta la relación mutua más inmediata y más pura que exista (...)

Todo el trato entre los hombres, sus acuerdos y sus repulsiones, su intimidad y su indiferencia, cambiarían de un modo incalculable si no existiese la mirada cara a cara, que engendra una relación completamente nueva e incomparable, a diferencia de la mera visión u observación del otro.

La intimidad de esta relación procede del hecho notable de que la mirada dirigida al otro, la mirada escrutadora es, en sí misma, expresiva; y lo es por la manera de mirar.
En la mirada, que el otro recoge, se manifiesta uno a sí mismo.
En el mismo acto en que el sujeto trata de conocer al objeto, se entrega a su vez a este objeto. No podemos percibir con los ojos sin ser percibidos al mismo tiempo.

La mirada propia revela al otro el alma, al tratar de descubrir el alma al otro. Pero como esto, evidentemente, sólo sucede mirándose cara a cara, de modo inmediato, nos encontramos aquí con la reciprocidad más perfecta que existe en todo el campo de las relaciones humanas

Georg Simmel, Sociología II.

Retomo esta cita de Simmel (1997) como inicio porque me parece que refleja de manera bella y sensible el papel que juega el intercambio visual en la conformación de los espacios públicos en la ciudad; materia que trataré de abordar en las siguientes páginas.
A través de este trabajo intentaré dar cuenta de las formas de interacción y apropiación de un espacio público urbano como la Plaza de Cataluña, caracterizado por el tránsito, encuentro, ocio y recepción de diversos individuos y grupos de urbanitas barceloneses reunidos en torno a un marco dispuesto para el despliegue de actuaciones basadas en el manejo estratégico de la accesibilidad y la visibilidad.
Inicialmente, mis propósitos de observación partieron de preguntas generales con respecto a la naturaleza de la interacción social en la Plaza[2] : ¿cómo se construye el espacio público en este escenario?, ¿qué tipo de relaciones sociales se pueden esperar bajo un marco como la Plaza de Cataluña?, ¿qué mecanismos de apropiación utilizan sus usuarios?
Más allá, ¿cómo se presentaban tales características en un lugar de paso, de frontera, de ocio y ocupada –sólo por momentos- por individuos heterogéneos, cuya intención de utilización parecía tan diversa?


 

1. Espacios públicos urbanos: ¿de qué terreno para la actuación y de qué tipo de interacción hablamos?

 

Con el propósito de contextualizar teóricamente la vida pública cotidiana en la Plaza de Cataluña a continuación se presenta un esbozo del concepto de espacio público del que parte esta investigación.
Por espacio público podríamos considerar aquel que se presenta a partir de la conjunción del espacio como lugar para la acción más elemental de producción de lo social (Habermas, cit. en Joseph, 1999a: 14) y de lo público como sitio de negociación de los intereses comunes. Un espacio compartido, transitado, en el que se llevan a cabo relaciones espontáneas, fluidas, fragmentadas; y sin embargo generadas a partir de códigos y sistemas de interacción pactados sobre la emergencia de las situaciones, a las que el individuo sobrevive gracias a los “saberes prácticos” (Joseph, 1999a) aprendidos a lo largo de su devenir como usuario. Así, calles, plazas, avenidas y, en general, cualquier espacio en el que dos individuos interactúan frente a otras personas, podría ser incluido en esta definición de espacio público.
Esta generalización del concepto no lo es tanto si atendemos al marco objetivo sobre el que se construye y a las formas de relación que ahí se dan lugar. Por ejemplo, si hablamos de los espacios públicos en un contexto urbano contemporáneo, podríamos ir desde las grandes instituciones organizadas para la discusión o el intercambio –aquellas que se instalan en la urbe para la administración de los recursos materiales y sociales de la comunidad, los mass media en cuyo flujo transitan los asuntos de interés público, e incluso el ciberespacio- a las zonas medias de intercambio –tales como bares, cafés y lugares de encuentro varios-, sin dejar de lado aquellos espacios micro, que van constituyéndose a partir de la interacción, ya se improvisada o planeada, de dos citadinos cualesquiera expuestos a la mirada de los demás.
Como vemos, lo público más que ser un sitio previamente acordado para la reunión de individuos con un fin determinado de antemano–aunque también podría serlo-, es aquello hecho de un tipo de interacción basada en el tránsito –de ideas y de objetos- y en la acción derivada de una negociación interminable de imágenes –en tanto que representaciones.

Un espacio público es un orden de las visibilidades destinado a acoger una pluralidad de usos o una pluralidad de perspectivas y que implica, por ello mismo, una profundidad (...) un espacio público es un orden de interacciones y de encuentros y presupone por tanto una reciprocidad de las perspectivas. Estos dos acuerdos hacen del espacio público un espacio sensible, en el cual evolucionan cuerpos, perceptibles y observables, y un espacio de competencias, es decir, de saberes prácticos detentados no sólo por quienes conceptúan (arquitectos o urbanistas) sino también por los usuarios ordinarios. En suma, habría que comprender el espacio público como espacio de saberes y definirlo, como lo hubiera querido Michel Foucault, como espacio de visibilidades y de enunciados (Joseph, 1999a: 28).

Esos saberes prácticos podrían asociarse con el conocimiento de una trama general de las historias fragmentarias con las que es posible toparse durante el tránsito por un espacio público; sin embargo, no hay un guión predeterminado que le dicte a cada usuario las líneas exactas de su papel o el de sus compañeros de actuación; ya que la condición material de estos lugares funciona como marco, fuente y recurso al mismo tiempo (Lefèbvre, 1991) que, a manera de recipiente, es llenado a partir de los microeventos que ahí se dan lugar, y que en conjunto, constituyen su naturaleza social.
Lugar de la visibilidad y la accesibilidad mutuas y en movimiento, de ritmos y de improvisaciones, de distancias y distanciamientos, de insumos sensoriales, de disfraces y neutralizaciones; de un orden en permanente construcción, cuyos resultados –siempre temporales como los eventos que los suscitan- no son productos, sino fases de un proceso inagotable; como destacan los estudiosos de dicho fenómeno (entre otros: De Certeau, 1998; Delgado, 1999a y 1999b; Goffman, 1959, 1979, 1991, 2000¸ Joseph, 1988, 1999a y 1999b; Lofland, 1985; Simmel, 1997).
Hablar de los espacios públicos es hacerlo desde los dos conceptos que sintetiza: el espacio como marco-reproducción-apropiación de los sujetos que lo viven y sobreviven, y de lo público como forma de interacción basada en lo superficial y lo visible.
Acerca de lo primero, ha sido Henri Lefèbvre quien ha presentado una perspectiva acerca de lo que denomina “espacio social”, aquello que en el devenir y el discurso cotidianos sirve para distinguir –aunque no para aislar- unos lugares de otros, en los cuales transcurre la vida social: “ellos [los lugares que forman el espacio social) corresponden a un uso específico de ese espacio, y por lo tanto a unas prácticas espaciales que expresan y constituyen” (Lefébvre, 1991: 16): un fenómeno social producido y reproducido a través de la práctica, acompañado por un código siempre en construcción o remodelación por parte de sus usuarios, en donde el papel del investigador sería el de desentrañar su crecimiento, papel y, en su caso, desaparición (op. cit: 17).
“El espacio social es un producto social” y con ello Lefèbvre se refiere a la conjunción de un marco material -que actúa como fuente y recurso- y a las relaciones sociales que ahí establecen los individuos como usuarios a través de procesos que funcionan a partir de sus propias prácticas espaciales.
El otro término que integra el concepto de espacio público es el que se refiere a la publicidad de las acciones sociales. Lo público, como tal, conlleva un tipo de actuación asociada a lo que “a la luz de los otros” el individuo declara acerca de sí mismo, así como lo que interpreta como señales en el comportamiento del resto de urbanitas.
Arendt (1993) destaca aquello que precisamente constituye uno de los fundamentos de las interacciones en el espacio público: las relaciones se vuelven por fuerza superficiales, basadas en una rutina de máscaras o disfraces a la medida, ya que la constante exposición del cuerpo a cuerpo conduce a ello:

Una vida que transcurre en público, en presencia de otros, se hace superficial. Si bien retiene su visibilidad, pierde la cualidad de surgir a la vista desde algún lugar más oscuro, que ha de permanecer oculto para no perder su profundidad en un sentido muy real y no subjetivo (op. cit, pp. 76-77).

Y, nuestra sensación de la realidad depende por entero de las apariencias, y por lo tanto, de la existencia de una esfera pública en la que las cosas surjan de la oscura y cobijada existencia, incluso el crepúsculo que ilumina nuestras vidas privadas e íntimas deriva de la luz mucho más dura de la esfera pública. (op cit., pp. 60-61).

Goffman (1979, 1991) considera que, en todo caso, las interacciones humanas se llevan a cabo a través de una inter-objetividad: son las imágenes mentales (de sí mismos, del otro con quien se relacionan en cada momento así como de la situación que establecen a través de su interacción) aquello con lo que los individuos trabajan en su cotidiano relacionarse con los demás.
Augé (1994, 1998), por ejemplo, nos habla de los “no lugares”: los itinerarios, recorridos, movimientos que generan vistas instantáneas y que privilegian el sentido de la individualidad y de la “soledad compartida”; término este último que se refiere a la reunión temporal, circunstancial de los viajeros en un mismo vagón; o a los transeúntes en un mismo punto de la calle en un momento determinado. Esta soledad compartida, es interpretada por Joseph (1988) como “secundariedad”, donde los individuos realizan las acciones necesarias para un tránsito sin sobresaltos y simultáneamente reflexionan sobre otros aspectos vitales.
Y si hemos de retomar a Simmel (1997) y a la Escuela de Chicago, podríamos agregar que esta soledad –entendida como la neutralización del reflejo corporal de las emociones- no es sino una función práctica para la libre circulación a través de unos escenarios hechos de imágenes diversas que se superponen a gran velocidad; misma que denominaban “derecho a la desconfianza” o “apatía”... “desatención cortés” para Goffman (1979), y “habilidades para esquivar” en Lofland (1985).
Actuaciones sociales como las anteriores nos introducen en el tipo de interacción llevada a cabo por los usuarios de los espacios públicos. Siguiendo a Lefèbvre (1991) habría que destacar que los espacios públicos no son resultado de una estructura dada, sino lugares en constante reformulación y recreación; nunca están terminados, porque la apropiación –a partir de su uso y asignación simbólica- llevado a cabo por los individuos que lo llenan –o quizá más exactamente, que lo recorren- en un momento determinado es en sí mismo un proceso. Pero, ¿con qué tipo de materiales trabajan los usuarios de la calle para su apropiación? Y ¿qué clase de tareas ejecutan en dicho proceso?
Es Goffman quien trata de responder a tales preguntas y destaca la necesidad de estudiar los microeventos, los movimientos moleculares que van dando forma en su conjunto a un tipo de interacción fugaz pero compleja y total por sí misma. Menciona que un estudio profundo de las situaciones, desde una perspectiva microsociológica, permite conocer las unidades efímeras de que se compone la vida pública y rescatar las regularidades que le dan forma.
En su libro “Relaciones en público” (1979), da cuenta de la forma en que toda interacción humana se encuentra inserta en un juego de máscaras que gana quien tenga las habilidades para anticiparse a las reacciones y pensamientos de sus compañeros en el juego, sabedor de cuál antifaz es el correcto en cada momento y turno de la interacción.
Aplicado específicamente a las interacciones en espacios públicos, dichos momentos y turnos –que constituyen la construcción de las situaciones- se refieren al encuentro –quizá coincidencia azarosa- de dos o más individuos anónimos entre sí la mayor parte de las veces, cuyos trayectos se intersecan en un tiempo y lugar determinado. Interacciones, además, que se llevan a cabo a partir de un lenguaje corporal en movimiento.
Los individuos despliegan una serie de estrategias de manejo de información –lo que permite que sean percibido por otros, jugando con las apariencias- que les da acceso en un espacio público a transitar como seres honestos o no peligrosos, protegiendo de este modo lo que Goffman (1959, 1979) denomina “self” (la imagen de sí mismo) y Lofland (1985) “autoestima”.
Marco y actuación se funden en el espacio público: la esfera material se establece como el gran escenario, listo para la representación de los numerosos actores expertos que lo llenan, le dan personalidad, lo recorren, lo disfrutan o lo temen, pero que, en todo caso, hacen un uso táctico del mismo, utilizando como recurso la interacción basada en visibilidades, la gestión de la mirada, la producción y la escenificación de situaciones en un terreno con potencialidades materiales para ello.
Se trata de un espacio hecho de situaciones, en las que presenciamos actividades de interacción, independientemente de que se haga uso o no del recurso del lenguaje hablado:

Yo definiría una situación social como un medio constituido por mutuas posibilidades de dominio, en el cual un individuo se encontrará por doquier asequible a las percepciones directas de todos los que están “presentes”, y que le son similarmente asequibles (...) Quienes se hallan en una situación determinada pueden definirse como una reunión, aunque parezcan aislados, silenciados y distantes, o aun sólo presentes temporalmente. La manera como los individuos deben comportarse en virtud de su presencia en una reunión se rige por reglas culturales. Cuando se respetan estas reglas de orientación organizan socialmente la conducta de los implicados en la situación (Goffman, 1991: 132).

De dichas situaciones se desprenden unas relaciones sociales construidas en parte “a la medida” o “ad hoc” para cada situación, pero, en parte también, hecha de los retazos que le proporcionan al individuo las experiencias semejantes anteriores y compartidas con otros seres anónimos.
Los espacios públicos son entonces aquellos que se componen del conjunto de micromovimientos. Son fragmentos de historias que tienen su propia lógica y estructura, que son diseñadas y puestas en escena mediante un proceso de negociación simbólica que incluye miradas furtivas, movimientos corporales apenas perceptibles, señales abiertas para el resto de los participantes/actores/constructores.
Las tácticas y las acciones que despliegan los individuos en los procesos de producción y apropiación de escenarios como los descritos anteriormente, es algo que debe ser abordado empíricamente; y es lo que, siguiendo la línea de otras investigaciones que han tenido como objeto de estudio la construcción de los espacios públicos, pretende este trabajo exploratorio.
¿Cómo es posible realizar un acercamiento a una realidad en movimiento que permita entrever las variables implicadas en la construcción de un espacio público?, ¿qué estrategia metodológica seguir para dilucidar el tipo de interacción en un marco como la Plaza de Cataluña?, ¿cómo acercarse a las tácticas, mecanismos y movimientos de juego que realizan los usuarios de la Plaza para apropiársela –hacer uso de ella persiguiendo unos fines concretos?
El abordaje de los espacios públicos como escenarios de lo urbano remite a la necesidad de ubicar el ángulo de estudio en la construcción de las situaciones que ahí se suceden sin parar, y en cuyo transcurso es posible observar a partir de qué elementos y de qué estrategias éste es producido por sus usuarios.


 
2. Una realidad en movimiento: escenas, escenarios, personajes...
 

El análisis de las situaciones como materia prima de lo social ha sido la pauta de trabajo de la microsociología –de los interaccionistas simbólicos y de los etnometodólogos, principalmente-, de los proponentes del estudio de la vida cotidiana y ya había sido propuesto por Simmel (1986)[3] como unidad esencial de observación de lo metropolitano.
Goffman (1991), por su parte, se abocó a la tarea de demostrar que el análisis de la situación constituía un campo de gran riqueza para conocer las pautas de comportamiento humano así como las de interacción social. El conjunto formado por cada una de ellas como unidades de análisis, permitiría observar la formación misma de la organización colectiva mientras ésta se iba constituyendo, y explicar la naturaleza de fenómenos sociales que un punto de vista sociológicamente tradicional y a nivel macro había dejado de lado.
El “orden de lo público” se corresponde con el “orden de la interacción”, que es posible observar en la dinámica de intercambio entre microunidades co-presenciales: el individuo utilizando su glosa corporal para transmitir y retroalimentar los mensajes que entre él y otros individuos son transmitidos en un proceso de negociación, que en los espacios públicos, tiene por objetivo primordial permitir el tránsito ordenado y sin choques –en tanto malentendidos simbólicos o contactos corporales no deseados (Goffman, 1991 y 1979).
Para el abordaje de espacios públicos, han sido John y Lyn H. Lofland (1984) los que sugieren que la mejor técnica de indagación es la observación participante[4] , la localización del investigador en el escenario de estudio, en el que él mismo opera bajo la lógica en que se organizan tales lugares: el anonimato = la investigación encubierta.
Asimismo, Eugene J. Webb, et al. (2000) destacan las ventajas de utilizar métodos en los que el investigador, al no presentarse públicamente bajo dicho rol, puede evitar algunos errores de validez en la información que recolecta; filtro que podría derivarse de su papel en la estructuración de las situaciones que estudia (p. 138).
Los autores se decantan por la utilización de técnicas en las que el observador no es percibido como tal, o incluso, en las que ni siquiera su presencia física es necesaria; con esto se refieren a la instalación de cámaras y aparatos diversos de grabación, de vidrieras espejo, etcétera.
Los métodos no intrusivos que proponen para el estudio de los lugares o fenómenos públicos se basan -semejante a la propuesta metodológica de Lofland y Lofland (1984)- en una inmersión dentro del escenario en la que el observador utilice como vía preferente para la recolección de datos la utilización atenta de los sentidos y el seguimiento de las “pistas” que va encontrando a lo largo de la investigación; Webb, et. al, destacan las ventajas de no despreciar como herramientas de indagación el rastreo de indicios materiales de los que se pueda inferir la acción de los sujetos así como los procesos y la naturaleza del objeto de estudio. Algunas categorías de gran utilidad para el abordaje de la interacción en los espacios públicos, son las que proponen a continuación:

(...) signos físicos externos, movimiento expresivo, localización física, conducta lingüística (muestreo de conversaciones) y tiempo de duración. La amplitud de estas medidas es notable y son únicamente “simples” cuando el investigador no interviene en la producción de tal material (p.116).

Si la ciudad es el “acrecentamiento de la vida nerviosa” (Simmel, 1986) y sus espacios públicos se encuentran en constante recreación (Lefèbvre, 1991); entonces nos ubicamos en un campo de observación sujeto a todo tipo de cambios, iniciativas e inestabilidades (De Certeau, 1998; Delgado, 1999a; Joseph, 1988 y 1999a; Moles y Rohmer, 1983; Péttonet, 1982) propios de la vida cotidiana.
El estudio de las situaciones, de los microeventos, conlleva la necesidad de abordar un producto social caracterizado por el imprevisto, que “varía suficientemente rápido en el intervalo de percepción (...) una esfera fenomenológica del ser humano habitada por el mí, aquí, ahora” (Moles y Rohmer, 1983).
La búsqueda de un método adecuado a una realidad como la anterior, llevó a los investigadores franceses a echar mano de lo que Colette Péttonet denomina “la observación flotante”:

Consiste en mantenerse en toda circunstancia vacante y disponible, a no inmovilizar la atención sobre un objeto preciso, sino a dejarla “flotar” a fin de que las informaciones penetren sin filtro, sin un a priori, hasta que los puntos notables, de convergencias, aparezcan y por ellas se pueda llegar a descubrir las reglas subyacentes (1982: 39).

Como se puede apreciar, la aproximación a los espacios públicos –y en especial a la Plaza de Cataluña, como lugar de tránsito y exposición- requiere de un tipo de acercamiento metodológico que permita al investigador sumergirse en el escenario de estudio con una visión naturalista, por medio de la cual se espera que pueda aprehender la esencia de los fenómenos que observa in situ[5] ¸ pues si hay algo en lo que coinciden los autores aquí mencionados es en que la forma idónea de entender las formas de interacción social en los lugares públicos urbanos es a través de un acercamiento empírico flexible que permita dar cuenta de las prácticas de apropiación del espacio así como de las habilidades y conocimientos de los actores para hacer uso del marco objetivo sobre el que construyen el orden de sus interacciones en situación.
Por otra parte, el anonimato que permite al indagador formar parte de una realidad en movimiento, fragmentada y en constante transformación es uno de los recursos más útiles para la práctica de la observación flotante, pues le permite moverse de un lado a otro del escenario en busca de las externalidades en las que se traduce la interacción en los espacios públicos.
El presente trabajo constituye un acercamiento experimental a la producción de lo público-urbano en el contexto de la Plaza de Cataluña bajo la perspectiva expuesta en los párrafos anteriores.
Siguiendo el esquema naturalista que propone Blumer (1982) como exploración e inspección y apoyado en la práctica de la observación flotante el trabajo de campo dio inicio con mi inmersión en el escenario con el objetivo de responder a las preguntas generales que me había planteado –ya expuestas en la introducción de este artículo- que me encaminaran a una aproximación de lo que sucedía en la Plaza y a la indagación de los factores que intervenían en la construcción de dicha realidad.
Lo anterior me llevó a dirigir el análisis de las observaciones sobre los diferentes sub-escenarios –que denominé “subzonas”- y personajes –usuarios habituales y esporádicos- que a través de sus prácticas de apropiación determinaban los usos de ese espacio público. Estos dos elementos parecían poder analizarse a través de las situaciones que ahí se presentaban.
Estas variables resultaron útiles para explicar la vida cotidiana en la Plaza de Cataluña y son las que guían las descripciones siguientes. Así, realizo un intento por reflexionar, a través de mi propia experiencia como usuaria e investigadora encubierta; sobre el manejo de los elementos –tiempo, lugar y usuarios construyendo un tipo de organización singular a través de ciertas pautas pactadas sobre la marcha- en los cuales se basa la interacción social y el uso del marco físico de la Plaza.



 
3. Plaza de Cataluña, escenario del espacio público en Barcelona
 

La elección de la Plaza de Cataluña como escenario de investigación para este trabajo responde a las particularidades que lo acercan, dentro del género de las plazas, a la configuración de un espacio público como el que se ha descrito anteriormente.
La Plaza de Cataluña bien podría representar el centro urbano[6] de Barcelona como ciudad cosmopolita o multicultural (Baptista y Pujadas, 2000); no solamente en cuanto a lo que toca a su localización física dentro de la ciudad, sino –talvez debido precisamente a ello- como lugar de reunión, de tránsito, de frontera, de exposición y observación. Escenario por excelencia de la ciudad heterogenética[7] y de las interacciones humanas en movimiento.
Un breve acercamiento a su historia, hace posible rastrear dichas características. La historia de la Plaza de Cataluña es en sí misma reveladora en varios aspectos.
1) Su construcción es resultado de la exigencia ciudadana. Mucho antes de ser edificada como tal, su uso como lugar de tránsito, de concentración para las fiestas populares, de escenario para el montaje de obras teatrales y de entoldados mercantiles, así como de otras “instalaciones efímeras” (Hernàndez, Tatjer y Vidal, 1991: 125) llevaron a la población barcelonesa a exigir que tal sitio fuera considerado como plaza y a que el Ayuntamiento defendiera la explotación de su terreno como bien público frente a las amenazas de privatización. La prensa, haciendo eco de tal demanda, comienza a referirse como “plaza” al territorio que actualmente ocupa:

Victor Balaguer, en Las calles de Barcelona, libro aparecido en 1865 y testimonio directo de aquellos años, nos explica cómo fue la gente quien le dio a este espacio de tierra comprendido entre la Rambla y el Paseo de Gracia, el nombre “plaza”, denominada desde los medios informativos como “plaza de Cataluña” (op. cit: 123).

2) Históricamente, la Plaza de Cataluña ha sido escenario de discusiones relativas a la organización política, social y artística; pero fuera del radio de la institucionalización-administración central. Así, los bares, cafés y hoteles que a su alrededor se instalaron, fueron el espacio de múltiples peñas intelectuales y artísticas: el café “Zurich” –que actualmente conserva la misma fachada-, la “Gàbia”, la “Maison Dorée” y “La Lluna” fueron algunos de los sitios preferidos para tal efecto desde 1887, y en el caso del “Zurich”, aún actualmente.
Quizá una de las mayores pruebas de dicho terreno como espacio para la “publicidad” barcelonesa, sea la instalación en 1924, en el tejado del edificio del Banco Español, de la primera antena de radio del país, Ràdio Barcelona (op. cit; 127).
No podía ser de otro modo, ya que la Plaza de Cataluña constituye el punto de intersección de las calles (como centro y frontera a la vez) más transitadas del centro urbano –La Rambla, Passeig de Gràcia, Les Rondes Universitat y Sant Pere, Pelai, Fontanella y Portal de l’Angel- y responde a esa necesidad de tráfico, estímulo y reunión que la sociedad barcelonesa defendió a pesar de que su trazado no estaba incluido en el Plan Cerdà, que había ganado el concurso para la proyección de l’Eixample en 1859.
El aspecto que actualmente presenta se remonta a la década de los veinte, que tras más de cincuenta años de reconstrucción y modificaciones, incluyó finalmente los elementos por los que destaca: búsqueda de una estética interna, opción que se siguió debido a la variedad de diseño de los edificios que le rodean, con los que no podía compartir un estilo único; integración de jardines, fuentes y espacios peatonales en varios niveles que perseguían “una distribución en dos zonas, una de circulación y otra de descanso” (op. cit: 127).

 

 

 
4. La Plaza de Cataluña como marco de acción
 

Si La Plaza de Cataluña tiene una superficie aproximada de 51.000 metros cuadrados. Cuenta con esculturas, fuentes, arboledas, bancos y pequeñas zonas ajardinadas distribuidas en distintas zonas y a varios niveles.
El aspecto actual de la Plaza (ver Fig. 1) corresponde a la propuesta de 1929 de l’Escola Superior d’Arquitectura de Barcelona, dirigida entonces por el arquitecto Francesc de Paula Nebot (Hernàndez, Tatjer y Vidal, 1991: 127), quien diseñó su estilo destacando la estética al interior de la Plaza, y no de forma integral con los edificios que la rodeaban. De este modo, se dio preferencia al realce de los elementos centrales con los que se querían proyectar áreas de sombra y descanso con otras de ornamentación no entorpecedora para el paso de vehículos y peatones.
El resultado final que puede apreciarse hoy en día constituye un espacio que es utilizado estratégicamente por diversos usuarios; la forma en que estas prácticas se llevan a cabo en cada una de sus sub-zonas, es materia de esta investigación.
¿A partir de qué materiales los usuarios determinan el uso de la Plaza? O lo que es lo mismo, ¿de qué condiciones físicas parten para enmarcar sus interacciones públicas?
Si la exploración del terreno la iniciamos por su centro, encontramos que en éste destaca un gran círculo interior decorado por una estrella atravesada por tres líneas que, en conjunto, semejan una rueda de carro.

Fig. 1. Aspecto actual de la Plaza de Cataluña [8]


En un círculo subsiguiente se ubican los primeros bancos, dirigidas visualmente de forma directa hacia el centro del círculo interior. La siguiente zona (en un orden centrífugo de observación) se encuentra formada por jardines interiores divididos de acuerdo con las vías de acceso al centro de la Plaza.
Un pasillo arbolado que bordea el perímetro circular antes mencionado sirve de marco para la siguiente fila de bancos, cuya orientación es también hacia el centro de la Plaza. Finalmente, encontramos una balaustrada que rodea el perímetro de la Plaza de Cataluña, que incluye algunos bancos; se encuentra dividida por los puntos de entrada y salida, y sirve de sostén para las esculturas que se ubican en algunas de sus columnas.
Las esquinas de la Plaza también cuentan con ornamentación variada: jardines, fuentes y el Monumento a Francesc Macià en una de ellas. Cabe destacar, además, que el suelo de la Plaza de Cataluña no es uniforme ya que va, de la parte más baja que se ubica en su lado Sur, a la más alta, que encontramos en la zona Norte. Algunos de sus puntos de acceso incluyen escaleras –lados Sur y Este.
Dos puntos más sirven de marco para la acción en el territorio de la Plaza. El Monumento a Francesc Macià, ubicado en su esquina suroeste, se encuentra en la parte más baja de la Plaza de Cataluña y tiene forma pentagonal. Al centro del mismo se ubica una columna irregular que sirve de marco para el busto del ex president y se encuentra rodeado de un área de césped cuyo perímetro está constituido por una barda baja.
En el lado opuesto de la Plaza –Norte- se ubica un mirador que es la parte más alta. A sus lados, se encuentran dos fuentes circulares ornamentadas con estatuas de Pau Gargallo y Joseph Clarà (Hernández, Tatjer y Vidal, 1991: 129) y bordeadas por jardines orientados hacia el centro. Debajo del mismo, se ubica una estación de policía local así como la entrada a los medios de transporte subterráneos.
En tres de sus esquinas, además, encontramos entradas para conectarse con el Metro, el RENFE y los Ferrocarriles de la Generalitat; que enlazan diversas zonas de la ciudad con sus cercanías. Su perímetro es también lugar de diversas paradas de los Autobuses Metropolitanos y del Bus Turistic.
Las calles que la rodean son escenario de negocios variados, desde grandes establecimientos hasta quioscos. Al Sur: restaurantes, tiendas y cafés. Al Oeste, El Bar Zurich, la FNAC, hoteles, restaurantes y bancos. Al Norte, el Banco Central Español. Al Este, El Corte Inglés.
La variedad de puntos de conexión e intercambio no es extraño, dada su ubicación como punto de conexión y frontera de varias de las calles principales de la ciudad (ver fig. 2) así como punto de enlace entre la parte antigua de Barcelona (lo que formaba la ciudad hasta antes del derribamiento de sus murallas) y su nueva ampliación (L’Eixample), con base en el “Plan Cerdà” aprobado por el Real Decreto del 7 de junio de 1859 [1].

Fig. 2. Calles aledañas a la Plaza de Cataluña: La Rambla, Passeig de Gràcia, Les Rondes Universitat y Sant Pere, Pelai, Fontanella y Portal de l’Angel

Una vez iniciada la etapa de inmersión, desarrollé, como herramientas para el registro y el análisis de las situaciones que presenciaba, un mapa y algunos esquemas de clasificación con el fin de ubicar los elementos de estudio en la Plaza. Estos recursos corresponden a la denominación de lo que me pareció podrían ser habitantes regulares así como las sub-zonas que debería explorar con detalle; mismos que he referido anteriormente como personajes y sub-escenarios (Ver figs. 3 y 4).
A partir de este código de lectura me fue posible ir avanzado en la comprensión de lo que podría caracterizar el tipo de interacción social propio de un espacio público como la Plaza de Cataluña.
El diseño de estos esquemas de trabajo representó ciertamente un reto en tanto que como clasificaciones podrían resultar reduccionistas, sobre todo en el caso de los usuarios de la Plaza (ver fig. 4). No obstante, habría que agregar que he elaborado estos recursos de aproximación sin ninguna otra intención que no fuera la de llevar a cabo un registro que se correspondiera lo más fielmente posible con lo que observaba en el escenario de estudio y que su utilización responde únicamente al objetivo de analizar una realidad compuesta de imágenes en movimiento, de fachadas y relaciones inter-objetivas, de presentaciones públicas de la persona (Goffman, 1959, 1979, 1991) y que,

Denominación
Referente
ESQUINA A Zona que limita con el Café Zurich, La Rambla y la calle Pelai; incluye el Monumento a Macià.
ESQUINA B Limita con calles Plaza de Cataluña, Rda. Universitat y Rambla de Cataluña. Incluye el acceso a Metro y RENFE que se encuentra sobre la acera de enfrente.
ESQUINA C Limita con calles Plaza de Cataluña, Ronda St. Pere, Passeig de Gràcia y la entrada a El Corte Inglés.
ESQUINA D Limita con las calles Plaza de Cataluña, Fontanella y Portal de l’Angel
EL BARRIO Zona del Monumento a Macià. Más adelante se explica la razón de esta denominación.
FUENTES-MIRADOR MIRADOR ubicado en la zona Norte de la Plaza. Incluye la zona integrada por sus escaleras, balaustrada, FUENTES, esculturas y explanada.
CENTRO Explanada circular. Incluye la zona de la estrella central, las líneas que la rodean y los círculos de su perímetro.
PALCO Primera fila de bancos que rodean y se encuentran orientadas hacia el CENTRO.
SEGUNDA FILA Segunda línea de bancos, separadas del PALCO por un pasillo arbolado.
ESQUINA A ÜLTIMA FILA
ZONA-AFRI Perímetro de la Plaza que va del acceso por ESQUINA A al acceso por ESQUINA B. Denominada de esta forma por ser la sub-zona habitada por inmigrados de origen subsahariano.
ZONA BANCAS-MAYORES PALCO de la zona que va de la ESQUINA C a la D, y denominada como tal por ser la zona de bancas preferida por los usuarios de mayor edad.
JARDÍN-MIRADOR /JARDÍN-FUENTES Zona de césped ubicada debajo de la balaustrada del MIRADOR orientada directamente hacia el CENTRO.
Fig. 3. Sub-zonas de observación en la Plaza de Cataluña [10]

aunque hacer referencia a los usuarios de la Plaza de Cataluña a partir de su apariencia pueda parecer vanal, fue lo que finalmente me permitió acceder a los factores que hacen posible su interacción pública: el uso estratégico de las visibilidades por parte de un grupo heterogéneo de usuarios.

Denominación
Referente
Afris Usuarios de la Plaza de origen subsahariano, a juzgar por sus características físicas (criterio de denominación de los usuarios de este cuadro)
Aras Usuarios de la Plaza de origen musulmán (magrebíes y pakistaníes, en su mayoría)
Lats Usuarios de la Plaza de origen latinoamericano
Catas Usuarios de la Plaza de origen local cuyo idioma vehicular era el catalán
Hombres de la ronda Usuarios de la Plaza cuyo principal movimiento fuera caminar alrededor del perímetro del CENTRO.
Fig. 4. Usuarios frecuentes de la Plaza de Cataluña.

A continuación presento el mapa de trabajo que me sirvió de base para la ubicación de las situaciones como unidad de análisis (ver fig. 5). En él es posible observar los siguientes puntos:
a. La forma del mapa –de la Plaza cuadricular- no corresponde a su forma real. Sin embargo, esta visualización uniforme me permitía lograr una imagen mental más fácil de manipular en cuanto a la distribución espacial de los elementos.
b. Esta primera representación de la Plaza de Cataluña me auxilió en la comprensión de una de sus particularidades más importantes: su semejanza con un escenario real, dispuesto para el espectáculo. La estrella central que lo ornamenta parece especialmente significativa así como el hecho de que los bancos y el MIRADOR dirijan sus puntos de observación hacia ella. De acuerdo con la visibilidad que del CENTRO puede tenerse desde los bancos que lo rodean, he llamado a los más próximos “PALCO”, a los que le siguen detrás “SEGUNDA FILA”, y a los que se ubican sobre la balaustrada de la Plaza, “ÚLTIMA FILA”. El mismo criterio utilicé para denominar al área sobre la que se asientan las FUENTES –MIRADOR. Además, las líneas que rodean la estrella central, indican los caminos que conducen a los accesos de la Plaza; todas estas líneas convergen en la estrella central.
c. En el mapa destaco con líneas negras gruesas las áreas que bordean diferentes sub-zonas; ello para indicar los puntos en los que pude observar que distintos grupos la utilizan para permanecer en la Plaza mientras observan, descansan o se reúnen con alguien más.
d. Las áreas de color rojo indican los accesos de conexión con los medios de transporte subterráneos y demostraron funcionar como fronteras; entradas, salidas, “debut o despedida” de los actores de la Plaza.

Fig. 5. Mapa de trabajo

e. La calle que se ubica en su lado Oeste parecía una extensión de la vida en la Plaza –o al menos constituía otro espacio público circundante de relevancia. A lo largo de la misma se ubican bancos, teléfonos públicos y el Café Zurich frente a las Ramblas. En estos lugares la diversidad de actividades de ocio, encuentro, espera, descanso y conexión con otras calles y medios de transporte parecían ser similares a la vida en el interior de la Plaza.
f. También me pareció importante destacar las diferentes vías de acceso a la Plaza, como se puede apreciar por las líneas grises que aparecen cruzando los bancos en el mapa de trabajo. Esta visualización orientó mi percepción del CENTRO de la Plaza de Cataluña como punto de convergencia de todo lo que sucedía a su alrededor –tanto dentro como fuera de la Plaza.
g. Por último, la denominación de las esquinas como A, B, C y D me permitiría tener puntos de referencia para ubicar las situaciones de análisis dentro del escenario así como distribuir el espacio de la Plaza por sub-zonas.

Con estas herramientas de ubicación para el análisis de las situaciones en la
Plaza me fue posible ir descubriendo algunas pautas de negociación que los usuarios de este espacio construyen para su apropiación.



 
5. Visibilidad, accesibilidad: sugerencias para la interacción pública en la Plaza de Cataluña.
 

La Plaza de Cataluña, como escenario de la ciudad heterogenética y de la urbs (Delgado, 1999b) en Barcelona, constituye un marco de acción para el despliegue de prácticas de apropiación del espacio público caracterizadas por el uso de disfraces distintos (presentación de la persona), adecuados a las situaciones que ahí tienen lugar interminablemente y que responden a las intenciones de sus usuarios en momentos y lugares determinados.
Es a través de las situaciones, de los microeventos goffmanianos (1979, 1991) que cada una de las sub-zonas de la Plaza parece reunir a individuos que comparten generalmente los mismos propósitos de apropiación en una atmósfera (Augoyard, 1979)[11] determinada de la Plaza; lo que bien podría conducirnos a visualizarla como las “zonas naturales” de las que hablaba la Escuela de Chicago (Park, 1999).
Estas zonas naturales están compuestas, en el marco de la Plaza de Cataluña, por elementos materiales y paisajísticos que funcionan como recursos, insumos o herramientas para la construcción de apropiaciones variadas; lo que quiere decir que éstas (las zonas naturales[12], que aquí se han denominado “sub-zonas”) aparecen en permanente construcción por parte de los usuarios que realizan un uso estratégico tanto de dichos materiales como de otros objetos-persona que aparecen en ellos en un punto de coincidencia espacio-temporal, y quizá, intencional.
La Plaza de Cataluña, el “mundo de desconocidos” (Lofland, 1985)[13] por excelencia, obliga a sus usuarios a reducir el papel desempeñado como tales a la máxima fragmentación posible: simple usuario, compañero efímero de banca, transeúnte, observador, objeto espacial estacionario o en movimiento.
Y esto es así debido a las diversas funciones que a la Plaza le han asignado sus usuarios a través de sus prácticas de apropiación. Es al mismo tiempo lugar de paso, de encuentro, de exhibición, de observación, de intercambio, de aprendizaje social y cívico, de ocio, de recreación, de descanso... de diversidad visual, cultural (si con ello nos referimos a la multiplicidad de idiomas, formas de interacción y cosmovisiones que ahí se intersecan fragmentariamente) y de uso.
Sin embargo, dos lógicas parecen permear toda clase de interacciones y de apropiaciones en la Plaza. A saber:

a) La primera tiene que ver con las interacciones basadas en interpretaciones
–asignación simbólica- de la externalidad. Esto se refiere a las características del terreno en conjunción con la presentación de las personas que lo ocupan en un momento determinado, cuyas intenciones de apropiación se ven reflejadas en una conducta no-verbal, la gran mayoría de las veces. Esto recuerda con mucho al individuo de Simmel (1986), que construye sus actuaciones a partir del insumo de “mundos visibles”, que aparecen ante su mirada en una transformación frenética, microscópica.
La Plaza de Cataluña es precisamente eso como “atmósfera” (Augoyard, 1979): una mezcla incesante de estímulos recibidos a través de los sentidos, una mezcla que cambia de componentes y adquiere propiedades distintas a gran velocidad; ráfagas de sonido, de olores, de imágenes en movimiento que llegan hasta los usuarios distribuidos en puntos diversos en un momento cualquiera.
Un marco como este requiere de un código de circulación y uso (código renegociado en cada micro-transacción) que sea lo suficientemente eficiente o amplio como para permitir el disfrute de la Plaza bajo cierto ordenamiento. De este modo, el “mundo de desconocidos”, parece organizarse bajo una lógica sencilla y útil para diversos tipos de usuarios:

b) La visibilidad. La co-presencia, la convivencia de motivos y formas de apropiación distintas tienen en común este principio de relación. A partir de él, los individuos despliegan una serie de actuaciones y estrategias encaminadas a utilizar esta circunstancia como el mayor de sus recursos para la interacción.
¿Y qué tipo de interacción puede ser ésta? Aquella que Goffman (1979) caracterizaba como la interpretación de las fachadas de la persona, de los turnos de interacción –que no son rígidos ni estables-, de la “desatención cortés” como táctica para la no intervención y el libre tránsito; y, como coincidían con él los interaccionistas simbólicos (Blumer, 1982) y los etnometodólogos (Coulon, 1998), la de la mutua intepretación de representaciones desplegadas aquí, ahora, mientras construimos la situación.

A partir de ambos aspectos, la Plaza de Cataluña adquiere vida con las múltiples estrategias llevadas a cabo por sus usuarios en sub-zonas que, a pesar de contar con “atmósferas” variables, parecen coincidir siempre como marco utilizado en un continuo que va de “ocultarse” a “exponerse”. Este continuo es “visitado” por sus usuarios de forma libre y multifacética. A veces espía, a veces exhibicionista, a veces las dos cosas a conveniencia... simultánea o sucesivamente, según se desarrollan las situaciones y varían las intenciones de un usuario a otro.
Por supuesto, existen los “especialistas” o usuarios “expertos” que hacen del manejo de esta variable el factor básico de apropiación del espacio. En el caso del ocultamiento, podríamos destacar a los observadores desde el MIRADOR[14] , y a los hombres Afri[15] desde la ÚLITMA FILA. En lo que se refiere a la exposición, los hombres de la ronda[16] parecen ser los expertos en este tipo de apropiación del CENTRO. No obstante, cada usuario, sea ocasional o asiduo del lugar, parece tener siempre en consideración esta variable –su accesibilidad física y visual ante los demás- y poder pasar de un papel a otro, aunque a veces de forma un tanto accidentada (como en mi caso, que retomaré más adelante).
Las sub-zonas de la Plaza, que han sido divididas en este trabajo con base en su utilización más generalizada, aparecen como escenarios especializados dado el uso estratégico que sus usuarios hacen de las condiciones materiales.
Así, el CENTRO se presenta como el escenario por excelencia, como pasarela y lugar de tránsito-exposición simultáneo. El MIRADOR cumple principalmente la función de observatorio, de trasbambalinas y de escondite-mirador. Las BANCAS
–agrupadas según la visibilidad que permiten hacia el centro como PALCO, SEGUNDA o ÚLTIMA FILA-, son los lugares en los que la accesibilidad física, la estaticidad de los cuerpos, permiten llevar a cabo otro tipo de apropiación del espacio; la del encuentro y el contacto.
La ÚLTIMA FILA, cargada de una atmósfera semi-oscura, bordeada por la calle y con poca visibilidad desde y hacia el CENTRO; es utilizada como lugar de distanciamiento, ocultamiento, privacidad y huída a un mismo tiempo. Las ESQUINAS, como lugares de acceso a la Plaza, lo son también de fuga y de observación.
La ESQUINA A, El BARRIO[17] , merece una atención especial, pues parece combinar varios tipos de apropiación: acceso, visibilidad, ocultamiento, lugar de encuentro y recreación.
El BARRIO es un buen ejemplo de cómo cada una de las sub-zonas de la Plaza es apropiada con base en ese continuo ocultarse-exponerse; pues si bien en algunas zonas como el CENTRO parece predominar una función específica –exhibirse-, en la mayoría de las demás se presenta una combinación de ambas, en las que el usuario encuentra en los elementos materiales las herramientas necesarias para llevar a cabo dichos despliegues.

El observador-investigador de los espacios públicos no se encuentra exento de esta dinámica y constituye un elemento activo en el escenario, en tanto se encuentra accesible dentro del campo de visión de los demás y a expensas de las interpretaciones que de su fachada lleven a cabo. En ese sentido, de mi experiencia como observadora/usuaria de la Plaza, me gustaría destacar el proceso por el que fui avanzando en el abordaje de la interacción en los espacios públicos.
La primera etapa de acercamiento podría referirse a la búsqueda de un posicionamiento en el escenario de estudio, tanto de la confección de un repertorio adecuado como del punto de localización física dentro de la misma. Esta búsqueda me llevó a experimentar con el espacio y con los distintos papeles que podía desempeñar, o bien, que me eran asignados por el resto de usuarios.
Siendo un espacio regido por los principios de 1) accesibilidad, traducidos en el continuo proximidad-distanciamiento, y 2) visibilidad, en el trayecto de exposición-ocultamiento; me fue difícil encontrar el número de papeles –repertorios de conducta- necesarios para poner en marcha en cada una de las situaciones con base en la movilidad que quería poseer dentro de este eje. La falta de entendimiento de estas variables de interacción, incitaron en mí, en esta primera etapa, una especie de rebeldía ante la participación y una defensa del papel no intrusivo del investigador.
¿Puede ser, efectivamente, no intrusivo el papel del investigador en un espacio público? Sí, siempre y cuando sea capaz de actuar como un usuario más, tal y como Lofland describe (1985): es necesario que, 1) conozca las reglas básicas de codificación –esto podría ser, para la Plaza, los dos principios mencionados anteriormente-, 2) cuente con un repertorio de conducta que le permita actuar en consecuencia, y 3) tenga suficiente insumo de información de las situaciones que enfrenta como para poder codificarlas correctamente. En la fig. 6 se resumen los contenidos que explican estas tres variables en la Plaza de Cataluña.
El eje trazado alrededor de los dos factores primordiales de interacción en el escenario de estudio, constituye el marco de acción de los diversos individuos en la Plaza. Las habilidades de un “usuario experto” consisten en la utilización de recursos materiales y humanos para poder trasladarse de un cuadrante a otro de acuerdo con sus intenciones momentáneas y con el menor número de tropiezos posible. Es posible observar esta dinámica a través de los microeventos en los que se hacen explícitos los procesos de apropiación. En la fig. 6 se encuadran algunos de los personajes y situaciones más representativas de cada combinatoria social y espacial. No obstante, dichas posiciones permanecen en constante movimiento y cambio. Si cada punto gris en los cuadrantes representara un usuario cualquiera, éste punto se desplazaría arbitrariamente –indicado con flechas en el diagrama-de un cuadrante a otro, cuyo movimiento respondería a sus motivos o intenciones de uso en la Plaza.
Sólo después de haber desarrollado los aspectos anteriores, fui capaz de buscar el equilibrio entre la comodidad y la supervivencia (Lofland, 1985) en un espacio como la Plaza de Cataluña. Poder “leer el lugar” –la Plaza como marco con sus prácticas de apropiación- me llevó a comprender la condición de “espectáculo” que caracteriza las interacciones que ahí se presentan y a asumir mi papel como parte del mismo; esto es, a adecuar mis actuaciones e interacciones a dicha naturaleza espacial, con el fin de sobrevivir a la acción y poder registrarla con el menor número de tropiezos posibles.

Fig. 6. Marco de acción en la Plaza de Cataluña

Como aproximación experimental, este trabajo pretendía explorar la naturaleza de las interacciones en un espacio público urbano, y, específicamente, acercarse a las actividades de apropiación y uso de la Plaza de Cataluña.
Las conclusiones que de dicha práctica se pueden obtener, se encuentran enumeradas arriba. Las nuevas preguntas o retos de investigación que plantea esta experiencia tienen que ver con el papel del investigador –su metodología de aproximación- en los escenarios públicos de las sociedades contemporáneas así como con las prácticas específicas que llevan a cabo sus usuarios en cada uno de ellos.
“El espacio de saberes, de visibilidades y de enunciados” que Joseph (1999a) consigna como el campo de observación de lo público urbano aparece en la Plaza de Cataluña con creces. Lo mismo podría suceder en otros escenarios públicos en la ciudad. Retomar su investigación de campo con el fin de encontrar las regularidades que los unen y las singularidades que los caracterizan podría ser el reto más importante en el abordaje de los espacios públicos urbanos.



 
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[1] Esta investigación se formuló a partir de un concepto de los espacios públicos abordado en el doctorado en Antropología del Espacio y el Territorio de la Universidad de Barcelona, coordinado por Manuel Delgado Ruiz y a quien la labor de aproximación a la vida cotidiana de la Plaza de Cataluña debe mucho este trabajo. Este artículo recoge un resumen de la investigación “Plaça de Catalunya: el espacio público como espectáculo”, realizado en el ciclo 2000-2001 del mismo doctorado y que puede ser solicitado a la autora.

[2] Los criterios de selección del escenario se especifican más adelante.

[3] A través de su señalamiento de la ciudad como “el acrecentamiento de la vida nerviosa” y molecular.

[4] El término “participante” puede referirse en Lofland (1985) al sentido de que el observador, al convertirse en un usuario más del espacio público, adquirirá las habilidades y conocimientos de sus sujetos de estudio.

[5] Lefébvre (1991) habla de la importancia de ir a la realidad empírica bajo el supuesto de que una sociedad no es nunca un hecho consumado; lo mismo afirman Blumer (1982) y otros interaccionistas simbólicos (Wolf, 1994) al hablar del intercambio de interpretaciones que se produce en el establecimiento de una situación cualquiera; y, por su parte, los etnometodólogos (Coulon, 1998), Goffman (1979) y Lofland (1985) destacan que el estudio de las estrategias y habilidades de los actores en situación es la clave para entender el orden de la interacción en la vida pública cotidiana.

[6] Entendido como el conjunto de las relaciones sociales llevadas a cabo en el marco de lo público en la ciudad. Delgado (1999a) lo caracteriza así: “Lo urbano está constituido por todo lo que se opone a cualquier cristalización estructural, puesto que es fluctuante, aleatorio, fortuito...., es decir, reuniendo lo que hace posible la vida social, pero antes de que haya cerrado del todo tal tarea (...)” (p. 25).

[7] Un tipo de organización cuyo supervivencia aparece garantizada por la diversidad y el reclutamiento permanente de heterogeneidad del exterior, concepto desarrollado sobre todo a partir de las aportaciones de Park (1999) y de Wirth (1988).

[8] © FISA – ESCUDO DE ORO, S. A., Barcelona.

[9] “Evolución de los espacios públicos de Barcelona” (1971), en Cuadernos de Arquitectura y Urbanismo, No. 3, Barcelona (sin autor).

[10] Utilizo mayúsculas al referirme a las diferentes sub-zonas para indicar que las denominaciones que les he dado funcionan como nombres propios y les dan una identidad particular de acuerdo con las actividades de apropiación que ahí se dan lugar. Además, la diferencia de formato con el resto del texto permite destacarlo visualmente para ubicar la zona que se está describiendo. En la fig. 5 es posible observar gráficamente esta distribución.

[11] Lo que Augoyard (1979) denomina “atmósferas urbanas” –aquello que nace del entrecruzamiento de múltipiles sensaciones y que el individuo retoma como indicador para interpretar el entorno que le rodea (p. 111)- se presentan en distintas combinaciones en cada sub-zona de la Plaza, y sin duda son claves de lectura para rastrear las formas de apropiación más comunes en cada una de ellas.

[12] Park (1999) describía las zonas naturales como el conjunto de individuos unidos por un interés común, aspecto que en este trabajo se referiría a las actividades de apropiación que en dichos espacios despliegan sus actores, haciendo un uso estratégico de los recursos materiales que ahí encuentran.

[13]Lyn H. Lofland (1985) destaca la naturaleza de la ciudad como el lugar por excelencia en el que la mayoría de sus habitantes son desconocidos los unos para los otros. Esta realidad determina en gran parte un tipo de interacción social caracterizada por la acción de los urbanitas haciendo uso de las “habilidades de esquivo” (avoiding skills) para salvaguardar su presencia corporal y emocional (que la autora denomina “autoestima” y que concibe como la diferencia primordial entre las formas de organización animales y las propiamente humanas) de todos aquellos que le rodean y de quienes no cuenta con mayor información que la que puede registrar a través de sus sentidos en un momento y lugar determinado. “El mundo de desconocidos que es la ciudad, se localiza en los espacios públicos urbanos” (op. cit: 19) y sólo a través del estudio de las situaciones es posible explorar las tácticas, conocimientos y habilidades del urbanita para “abrirse paso en él” (op. cit: 20).

[14] Usuarios de las más diversas apariencias utilizan el MIRADOR como lugar de observación del CENTRO de la Plaza. Desde ahí es posible obtener una visión panorámica sin ser visto por el resto de usuarios y transeúntes, a través de prácticas de ocultamiento –espionaje- que utilizan las ramas y las estatuas del mismo como recursos para ello. Una descripción más detallada de este y otro tipo de apropiaciones puede ser revisada en la versión original de la investigación.

[15] Este grupo de usuarios habituales de la Plaza se refiere a los llamados “sin papeles”que durante la etapa del trabajo de campo (febrero-mayo 2001) habitaban este espacio como lugar de residencia y encuentro. En el trabajo original también está incluida una relación entre la agenda de discusión de la Ley de Extranjería y los usos y apropiaciones de la Plaza de Cataluña.

[16] Los hombres de la ronda constituyen otro conjunto de usuarios habituales en la Plaza. Su práctica de apropiación consiste básicamente en recorrer el perímetro del CENTRO lentamente, mientras de forma simultánea hacen una presentación pública de su persona y realizan contactos visuales y verbales con otros usuarios ubicados en los bancos.

[17] Denominé de esta forma al área que rodea el Monumento a Francesc Macià debido a las prácticas de apropiación que durante el fin de semana –domingo, de mañana a noche, sobre todo- realizan sus usuarios de origen latinoamericano. Lugar de encuentro, de intercambio, de ocio y fiesta –incluido un grupo de música latinoamericana que ameniza la ocasión-, en el que los individuos ahí reunidos –en grupos, familia o individualmente- ocupan como lugar de encuentro.