6º CONGRESSO INTERNACIONAL DE TURISMO DA REDE MERCOCIDADES. 12 a 15 de setembro - Porto Alegre - RS- Brasil.
Mesa Redonda "Multiculturalismo e Homogeneização Turística. Turismo: entre Lo Mismo y Lo Otro.

L. Nicolás Guigou [1]

Texto enviado por el autor a Infoamérica.

 
“¿No se alimentará la complacencia en el mundo de las imágenes de una obstinación sombría en contra del saber?"
Walter Benjamin
 

I. ECOS EN EL TIEMPO

 

Algunos ecos de la aventura moderna nos acompañarán por un tiempo más. Ese tiempo adicionado, tiempo que debería haber terminado, finalizado pero que prosigue no podría pues durar - durar así en su exacerbada linealidad, en su territorio encerrado - si no fuera por nuestra obsesión por la homogeneidad.
En vez de pensar diferencialmente la diferencia [2], en vez de transitar por las diversas mutaciones que suceden en nuestras culturas, preferimos indagar sobre las regularidades (como si acaso, fueran ontológicamente regulares).
Esos ecos de la modernidad, anunciados en una linealidad que marca un pasado desaparecido, un presente que se escabulle y un futuro que será (bloques de tiempo) logran aún durar, hacerse oír, a través de esa búsqueda de homogeneidad que procura colocar a la diferencia dentro de un conjunto acotado y razonable de vecindades. Bajo ese efecto de verosimilitud, ese tiempo lineal (que es también el tiempo del viaje cosificado) resulta el tiempo vacío y homogéneo del trayecto turístico. Ese tiempo vacío y homogéneo que disgustaba tanto a Benjamin.
Por suerte, ya varios pensadores nos han dicho que el viaje ha terminado, que la homogeneidad se reitera en la topología de ese absoluto del viaje que es el turismo. Hasta en la toponimia de la reiteración de los nombres que atrapan la heterogeneidad de los lugares, el viaje habría terminado.
Tiempo del espacio (vacío, homogéneo) y espacialidad del tiempo (una y otra vez esfumado, diluido en su instantaneidad, en la anulación del trayecto).
La velocidad, la destrucción de las distancias habrían gestado una "implosión" en nuestras imágenes-mundo. El mundo-ahora sería el límite del viaje moderno: la novedad como reiteración.
Un tedio insoportable, un agotamiento de los cuerpos, un desgaste en nuestra búsqueda ansiosa de novedades indicarían que el viaje habría pues terminado, o bien llegado a su fase terminal.
En esa fase terminal aquella figura humana que se habría tomado tan en serio, al extremo de devenir en sujeto y objeto de conocimiento, aquella figuración de la humanidad (en sí y para sí), aquella ironización de Foucault lo habría pues logrado. Liberada de sí misma, liberada al fin de la carga de su saber, resta el gesto turístico en esa panoptización que quiere verlo todo, tocarlo todo, encontrarlo todo hasta ampliar su visión omnívora por medio de prótesis varias (cámaras fotográficas, filmadoras, paseos “virtuales”, etc).
Pero el viaje siempre ha sido otra cosa.
En la evanescencia contemporánea de las alteridades (¿pero cuál es ese yo, esa centralidad que las diagnostica?), en su fragilidad y mutación, encontramos un conjunto de estrategias que distan bastante de esa pasividad que ilustra por doquier al turista homogéneo (homogéneo en sus prácticas, en sus miradas, en sus recorridos), o bien la homogeneización de los lugares de recepción.
En definitiva, la homogeneización del trayecto, la reiteración homogénea de las imágenes- mundo. Esa otra-cosa que el viaje reclama para sí, esa posibilidad de emergencia del propio viaje y que nos harían anudar el turismo con la hospitalidad -por ahora tan distante-, parece recorrer otro tiempo y otro espacio que no es mío ni de otro. Tiempo-espacio pues de la otredad, tiempo-espacio que acaso erosiona nuestras certezas de centralidad y habilita el acontecimiento, no ya como dato empírico que requiere de una matriz simbólica de ubicación, sino en tanto resultado de esa imaginación productora imposible de desactivar.
Existen (sin duda) niveles de homogeneidad, pero ante todo, existen también esos deseos de homogeneidad, esa anulación de la otredad a cambio de un mundo ya conocido en una doble captura podríamos decir indiferente de ese yo-centralidad en el mundo y a la vez ese visionar del mundo en tanto centralidad.
Usual [3], a la vez que paradójicamente imposible, la instrumentalización del deseo y de los vericuetos de la imaginación, renueva una vez más nuestras acostumbradas (e instauradas) clasificaciones. Nuestro “operador totémico” en marcha.
De esta forma, la homogeneidad del ver/hacer del trayecto turístico requiere de la interrupción (constante) bajo las figuras de la novedad, lo nuevo, lo sorprendente, o bien de la certeza del encuentro de lo ya visto u oído, ya clasificado e instaurado. Por este camino, las diferencias quedan subsumidas a una mismidad, a la reiteración de Lo Mismo, a un lugar diferenciado ( y aplanado) en las arraigadas costumbres de las miradas, los recorridos, los trayectos.

 
II. EL VIAJE
 

A esta centralidad turística, a este turista-centro que ya lo ha visto todo y desea ver más, se le integra una estrategia (por cierto ni elegida ni decidida, aunque si “operativizada”) que bien podría recibir el nombre de disrupción.
No interrupción de lo nuevo, la novedad, sino disrupción. La disrupción desconecta y a la vez establece nuevas conexiones. Así, la certeza de la mirada
(interacción, mediación y estatuaria de la trama del viaje) se desincorpora del tríptico salida-recorrido-llegada. Habrá pues que tomar el ropaje de la dromología [4] para ahondar en esa toponimia y topología doméstica del también domesticado sujeto-ciudadano, del turista.
Ahondando en la cuantía de los nombres, la disrupción da a luz un lugar sin imágenes, previo a las mismas, donde todavía no se puede postular ninguna cosa, salvo en apariencia lo informe, lo incestuoso , lo increado . La disrupción no llama al nombre y menos al registro.
Locura del recorrido, desvío: el ejercicio de planificación turística cuya
equivocación parece conformar una constante más. El error arrastrado, debió de suponer la multiplicidad como ángel vengador al fantasma de la planificación total.
El viaje se vuelve así una escritura que se reinscribe una y otra vez a sí misma. Inesperado, aunque no novedoso. En ese cuerpo escrito del viaje, emergen una pluralidad de inscripciones que pretenden marcar territorios, poseerlos: territorios del espacio y territorios de la mirada que en su trayecto reposan, comparten desde la evanescencia de esa mirada, el tránsito de esas escrituras. Pero no todo es complicidad tranquila.
El texto del viaje muestra todas las tensiones, deviene en narrativa, en viaje humano, desposeído. En tiempo heterogéneo y pleno, en territorios (y espacialidades) plurales. En tiempo humano, en tanto tiempo narrado, como gustaría decir Ricoeur. En espacialidad o cartografía imaginaria que admite la conexión y desconexión entre varios niveles de sentido y no sentido.
La disrupción, en tanto estrategia incorporada, es uno de los posibles que sin embargo actúa intermitentemente y deja transcurrir ese otro espacio-tiempo enraizado en el deseo y la imaginación productora.
Es el hilo de Ariadna en una cartografía imaginaria.

 
III. MULTICULTURALISMO Y HOMOGENEIDAD
 

La disrupción deberá colaborar también a esquivar las oposiciones tan propias de nuetras máquinas binarias conceptuales. Por ejemplo, homogeneidad versus multiculturalismo.
Pero el multiculturalismo - como la homogeneidad - es una política.
Estamos frente a políticas cuando un multiculturalismo esencialista hace su apuesta fundamental ( y fundamentalista) en el culto de la diferencia y la defensa de una monoidentidad relacionada. También estamos frente a políticas cuando otras versiones multiculturalistas tratan de elaborar una matriz antilogocéntrica [5] de la diferencia.
La homogeneidad es asimismo una política con modalidades diversas, inclusive las llamadas “glocalizaciones” que en su heterogeneidad, retoman una y otra vez códigos planetarios mediante la localización de los mismos (varias cadenas multinacionales son un ejemplo de esto).
La pequeña diferencia deja ver en este caso una heterogeneidad relativa capaz de reconocer la inscripción repetitiva que dará lugar a la visión de la marca-mundo homogénea.
¿Se tratará, acaso, de que esas invasiones pacíficas de turistas apenas se dejan seducir por esa homogeneidad tranquilizadora, sea en su versión más brutal de reiteración de la mismidad sin más o bien en las (breves) diferencias que las glocalizaciones orientadas y organizadas admiten?
Estamos hablando pues de políticas. ¿Cuáles serían entonces las políticas, políticas del trayecto, del viaje, del recorrido, del turismo que podríamos colaborar a trazar? Solamente con la reiteración de la mismidad, o con la búsqueda de una originalidad acérrima daría la impresión que nos inclinamos del lado del multiculturalismo fundamentalista o bien de la homogeneidad sin más.
De nuevo hay que conjurar la figura de la pasividad. Por ejemplo, lo que podríamos llamar “lugares turísticos de recepción”.
Esa forma de nominación -“la recepción”- daría la impresión de un vacío sin
geografía, sin culturas, sin significaciones, cuando son todo lo contrario, entre otros motivos, por ser lugares elaborados relacionalmente.
En esa producción de la dimensión relacional es que encontramos no únicamente ese deseo que se espacializa en la homogeneidad, sino también los posibles de la multiplicidad deseante. La multiplicidad de viajes que guarda el trayecto turístico y que aquí hemos llamado disrupción. .

 
IV. PRODUCIR EL ACONTECIMIENTO
 

Una política que tratase de romper con ese oposición maniquea representada por la figura homogeneidad vs. multiculturalismo sería entonces la mutación de un trayecto. ¿Qué queremos decir con esto? Se trataría de la producción de acontecimientos en los cuales este deseo-viajante podría transcurrir (y a veces transcurre) dando lugar a una poética del viaje.
La mutación trata de intervenciones estéticas: promover otras maneras de ver, de mirar, de trazar el recorrido y el viaje. No con un anhelo vanguardista, sino trabajando, removiendo, la creación e imaginación. Dejando que el viaje transcurra, en tanto comenzó antes de la partida y seguirá después de la llegada.
Se ha dicho que para elaborar un viaje, para volverse nómade, no es necesario moverse del lugar. El movimiento de lugar implica un recorrido -en definitiva un viaje- que posee otro plano en la citada imaginación productora.
La multiculturalidad habita en cada uno de nosotros de una manera simple: por más que nos esforcemos en mantener nuestra centralidad, nuestra identidad, en fin, nuestras marcas culturales; por más que esto ni siquiera requiera de esfuerzo en tanto inscripto e incorporado en tanto incorporado y grabado a fuego, hay un lugar más, una suerte de campo ampliado, en el cual no se encuentra solamente lo que apenas podemos ver (como se señaló antes) sino aquellas visiones que nos sorprenden. Es la insistencia (más que la vuelta) de lo inesperado.

 
IV. PRODUCIR EL ACONTECIMIENTO
 
Ver, visionar algo nuevo. Resemantizar el afán de novedad por la producción de acontecimientos. Es allí el no-lugar en el cual se puede quebrar el dilema multiculturalismo vs. homogeneidad turística.
Este visionar “algo nuevo”, visionar “la novedad” no debe entenderse como la mera generación de un nuevo entretenimiento. Se trata de desarrollar ( a veces, inaugurar) dimensiones estéticas que a la vez sean dimensiones dialógicas.
Que el turismo devenga en un viaje de la imaginación. Que el afán de novedad devenga en acontecimiento. Que el desencuentro, el falso contacto turístico devenga en diálogo, imágenes. Que el deseo de homogeneización devenga en multiplicidad deseante, en disrupción permanente.
Con estas matrices, con estas líneas (también de fuga) podremos colaborar a que también el turismo devenga en hospitalidad.
 

[1] Conferencia inaugural en la Sala Antel – frontera Uruguay/Brasil Org: Aldeanómade, julio de 2004.

[2] “¿Si el pensamiento se liberase del sentido común y ya no quisiese pensar más que en la punta extrema de su singularidad? ¿Si, en vez de admitir con complacencia su ciudadanía en la doxa, practicase con maldad el sesgo de la paradoja?¿Si, en vez de buscar lo común bajo la diferencia, pensase diferencialmente la diferencia?” Michel Foucault Theatrum Philosophicum. En: Michel Foucault y Gilles Deleuze Theatrum Philosophicum seguido de Repetición y diferencia. Anagrama, Barcelona, 1999a, p.29.

[3] Marshall Sahlins muestra que el “operador totémico” (una de las dimensiones fundamentales del pensamiento humano) continúa actuando en nuestras culturas, aparentes reinos de un pensamiento domesticado y “civilizado”. Es así que el operador totémico –operador en definitiva clasificatorio- “articula diferencias entre las series culturales con diferencias en las especies naturales” en aquellas sociedades etnocéntricamente denominadas como “primitivas”, dando así lugar a la imagen del totemismo tal como puede ser leído desde nuestra visión contemporánea. Por el contrario, en aquellas sociedades mercadocéntricas y en las cuales todo termina siendo mercancía sujeta a una supuesta racionalidad utilitaria, el “antiguo” operador totémico seguiría actuando bajo otra modalidad: “El totemismo moderno no se contradice con una racionalidad de mercado. Por el contrario, es promovido precisamente en la medida que los valores de cambio y de consumo dependen de decisiones relativas a su “utilidad”. En efecto, esas decisiones giran en torno del significado social de contrastes concretos entre los productos”. Marshall Sahlins Cultura y razón práctica. Gedisa, Barcelona, 1997., p. 176-177.Ver sobre este punto: L. Nicolás Guigou “De la religión civil: identidad, representaciones y mito-praxis en el Uruguay. Algunos aspectos teóricos”. En: Sonnia Romero (comp.) Anuario de antropología social y cultural en e el Uruguay. Nordan, Montevideo, 2000., p.33. y A nação laica: religiao civil e mito-praxis no Uruguai. Ed. electrônica: www.antropologiasocial.org.uy, Montevideo, 2003.

[4] “Siempre esa misma desastrosa falta de comprensión del carácter relativista de las actividades del hombre de la modernidad industrial...: es ahí donde interviene la dromología (...) Objetividad, subjetividad, por cierto, pero nunca trayectividad. A pesar de la gran cuestión antropológica del nomadismo y el sedentarismo, que aclara el nacimiento de la Ciudad como forma política fundamental de la Historia, es poca la comprensión del carácter vectorial de la especie trashumante que somos, su corografía. Entre lo subjetivo y lo objetivo, no hay lugar, según parece, para lo “trayectivo”, ese ser del movimiento de aquí hacia allá, de uno a otro, sin el cual nunca accederemos a una comprensión profunda de los distintos regímenes de percepción del mundo que se han sucedido en el curso de las edades...” Paul Virilio, La Velocidad de liberación. Buenos Aires, Manantial, 1997, 38-39.

[5] Ver sobre antilogocentrismo práctico: “El ojo, la mirada: representación e imagen en las trazas de la antropología visual”. En: Sonnia Romero (comp.) Anuario de antropología social y cultural en e el Uruguay. Nordan, Montevideo, 2001., p.33. Una versión simplificada fue publicada con posterioridad en Enciclopedia con H: http://www.henciclopedia.org.uy/autores/Guigou/AntropVisual.htm