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LA INFORMACIÓN SANITARIA,

UN INTENTO DE ACERCARNOS A LO ESENCIAL SIN TRIVIALIZAR 

     El mundo de la Sanidad es paradójico. Lo visitamos, o lo conocemos, cuando estamos enfermos, cuando sufre alguna patología alguien de nuestro entorno, cuando no tenemos más remedio evidentemente, por lo que, en todo caso, es cercano a nuestra realidad; pero, a la vez, nos resulta lejano incluso cuando estamos delante de un médico, de un experto, que nos explica qué es, por ejemplo, un cáncer linfático, si bien, desde el primer momento, pensamos que es algo grave de solemnidad. Por lo tanto, hasta que no nos afecta un problema que nos obliga a recurrir a la Sanidad, no hacemos el esfuerzo por y para entender éste o aquel “palabro”, que, en el supuesto de la patología antedicha, a lo mejor hemos tardado en comprender bastante tiempo, por seguir, digo, con el mismo ejemplo. 

     Es cierto que tampoco estamos obligados a esperar la aparición y la cercanía de una enfermedad para tomar conciencia de ella, porque a menudo en los medios de comunicación vemos traducido ese complejo lenguaje a través de numerosos eventos y sucesos que éstos nos cuentan. Al menos, eso se espera, ésa es nuestra tarea y/o obligación (me refiero a la de los profesionales de los “media”). Sin duda, el periodista especializado en Sanidad le hace un grato favor al ciudadano de a pié por ser, por deber ser, el encargado de divulgar y de hacer de lo complejo algo simple para que éste, el señor que no sabe de ciencia o de medicina,  entienda el mensaje, al menos en sus partes, por así decirlo, esenciales. 

     Muchas veces reconocemos que, por falta de tiempo, los periodistas no damos con la tecla para informar con precisión acerca de qué es un melanoma, o cuál es el proceso para donar órganos. Son algunos ejemplos de situaciones dentro de la información sanitaria, que, junto con otras, goza de un gran elenco de recursos literarios y de opciones informativas.  

     Y es que en muchas noticias de la Sanidad recurrimos a símiles, a metáforas, a paralelismos y a un amplio campo del imaginario literario para huir de los tecnicismos que usted, y probablemente yo, a pesar de ser un profesional de la información, no entiende, no entendemos.  Lo que ocurre es que nosotros debemos devorar literalmente esos datos y traducirlos a “roman paladino” para que todos, del primero al último, puedan, podamos, entender de qué estamos hablando. 

     Los periodistas buscamos el equilibrio entre el hecho de trivializar palabras técnicas y la necesidad de incorporarlas con el afán lícito y necesario de su divulgación. No es imposible: es más bien nuestra obligación pedagógica como comunicadores. Lo es en este campo y en otros. 

Una misión loable 

     Un periodista especializado en temas sanitarios cumple una misión más que loable por su capacidad de hacer simples los complejos conceptos con los que se maneja un profesional de la sanidad. Tiene que traspasar la barrera de lo inescrutable y contar esas historias que a todos nos pasan o nos pueden pasar sin que sepamos muy bien su origen o desarrollo, entre otras cosas porque el mundo de la medicina nos es conscientemente ajeno.

     En los últimos años, los periodistas nos hemos esforzado por explicar los tecnicismos de nuestros textos en los medios de información general. Es así porque, si hay una circunstancia a tener en cuenta a la hora de escribir sobre Sanidad, ésta es su público heterogéneo. No hablamos solo de pacientes: también nos referimos y nos dirigimos al personal sanitario, a los científicos, a los investigadores, etc. 

     Ante tal diversidad de asuntos que podemos abordar y de supuestos consumidores de esos productos, el periodista que trabaja para un medio de masas toma el papel de divulgador, y desciende a un plano más didáctico y docente, por mucho que a un público más especializado –y minoritario– le cueste entender que el periodista recurra a malabares terminológicos para explicar qué es el genoma humano. Veamos el siguiente ejemplo: 

“Los científicos lo han conseguido. Han logrado ordenar la casi totalidad del material genético de que estamos hechos los seres humanos. Es como si tuvieran doscientos libros de quinientas páginas cada uno de letras. Y no tienen más. No saben qué quiere decir o cuál es su significado. La misión es ahora encontrar sentido a toda esa información. Hoy ha sido presentado con toda solemnidad el borrador del Genoma humano, pero no será hasta octubre cuando la comunidad científica pueda empezar a interpretar sus mensajes.” 

     En 6 líneas, un redactor de Telecinco ha explicado a miles de espectadores en qué consiste el genoma humano. No ha sido exacto, pero sí se ha aproximado de una manera fehaciente a un grupo muy nutrido de espectadores, que, cuando menos, se hacen, o se pueden hacer, una idea de qué es. A base de un ejemplo de similitud nos acercamos a la realidad médica. Es éste un recurso que se coloca, que podríamos ubicar, en el plano del ejercicio de una actuación periodística generalista, muy al contrario del que soportamos en otros ámbitos de un Periodismo mucho más especializado, en los que hay un exceso de tecnicismos que, sin una explicación global, endurecen la noticia y provocan la dispersión. 

El interés humano 

     Para atrapar al receptor tanto en prensa como en radio o en televisión, el periodista gusta de acercarnos la realidad con historias de interés humano. Éste es un recurso muy extendido. Consiste en narrar la historia de un personaje que tiene una relación directa con el tema en cuestión; por ejemplo, la donación de órganos, ya antedicha. ¿Cuántos reportajes nos han concienciado sobre la necesidad imperiosa de donar órganos a quienes más lo necesitan? Lo mismo sucede cuando mentalizamos, o tratamos de hacerlo, respecto de la donación de sangre. Esta misma treta o estrategia la ponemos en marcha en múltiples casos o ejemplos, como cuando hablamos de los resultados esperanzadores de una investigación sobre la vacuna del sida. El problema es la tentación de ser morbosos, de ser sensacionalistas, de ser muy superficiales… El equilibrio, sin duda, debe imperar, aunque no siempre sea fácil en la lucha feroz que mantenemos a menudo no tanto por informar sino por conseguir más y más audiencia. 

     En estas historias intervienen elementos tan divulgativos como las animaciones o la infografía, que nos ayudan a contextualizar lo que queremos decir en esa “lección” que trasladamos al telespectador. 

     No obstante, aparte de la información genérica o generalista, existen también programas especializados sobre el mundo sanitario. Es el caso de Medical TV, un canal norteamericano que oferta este tipo de informaciones en circuito cerrado para médicos e investigadores, que son unos de los principales actores de la información sanitaria. 

     En este medio informativo, la mayoría de los comunicadores son también médicos, por lo que no se cuenta mucho con ese trabajo divulgador del que hacen gala los medios de información general. En España no disponemos de un canal especializado, pero sí de intentos de ficción – MIR, Hospital Central, Urgencias, etc. – para acercar la realidad de los hospitales, muchas veces puesta en tela de juicio por los usuarios que esperan interminables colas para ser atendidos, según decimos los medios, buscando a menudo el conflicto y lo más truculento antes que informar de la rutina cotidiana, de los milagros de cada día, del funcionamiento normal de las cosas.  

     Pese a no tratarse de un formato de noticia o de reportaje, el género de ficción retrata parte de la realidad de estos profesionales, y a menudo muestra ese lado humano de superación que ayuda a comprender al telespectador lo que son o podrían ser algunas claves de los problemas que solo se advierten de manera superficial a través de los medios masivos, como cuando, repetimos, hablamos de largas colas de espera en el servicio de urgencias de un centro médico. 

     Otro formato audiovisual es el debate o la tertulia televisada, donde expertos y pacientes cuentan los pormenores de un fenómeno sanitario, o de una situación o coyuntura determinadas: la falta de camas en la Arrixaca, un brote de legionella, las labores de una ONG que ayuda a enfermos crónicos, etc. Si se hacen con la participación ciudadana, bien en directo o con preguntas grabadas de antemano, estos programas ganan en frescura y en cercanía. 

     Sirvan estas reflexiones como un pequeño esbozo, como un acercamiento a ese punto de unión, a un posible eje común de los medios informativos y la Sanidad con mayúsculas. Seguro que quedan flecos. De cualquier forma, subrayemos que el periodista tiene una misión importante en esta materia y en todas las demás: guiar al ciudadano, al consumidor, al cliente, en este caso de la información sanitaria, por el camino más comprensible. No olvidemos que en ese mundo de conceptos complicados se desarrollan los avances científicos que en el día de mañana nos puede ayudar. Y para ello debemos estar informados. Todos, claro. 

     Juan TOMÁS FRUTOS.