Download the original attachment

Contar historias en televisión:

creatividad y narrativa audiovisuales 

¿Cuántas veces has estructurado del mismo modo una pieza? ¿Por qué no darle más vida a tu locución? ¿Por qué elegiste esta imagen y después otra? Estas cuestiones, obviamente, nos las planteamos cuando hay una rutina, que no siempre es el caso, pero sucede. Es lógico, o debe parecernos lógico, que hagamos autocrítica de nuestro trabajo. 

Tengamos en cuenta que, ante todo, no existe una manera ideal de elaborar una noticia audiovisual, sino más bien hemos de sustentar el deseo perpetuo de analizar las noticias de los diversos medios audiovisuales desde diferentes ópticas.  

Sea cual sea el medio o los temas que se aborden, el compromiso con la sociedad es el mismo, pero la idea es que intentemos hacer nuestra tarea lo más creativa que sea posible. Junto con las máximas que ha de cumplir un profesional a la hora de realizar una noticia -veracidad, rigor, objetividad -, el cómo contar una historia ayuda mucho a la compresión de los datos que transmitimos a la audiencia, y sobre todo a captarla.

En palabras de Alex Grijelmo, “una noticia es un hecho novedoso que resulta de interés para los receptores a quienes se dirige”. Ello no depende estrictamente del hecho en sí, sino de quién se encarga de dar forma a la noticia. O sea: tú, amigo profesional. 

Competimos con la atención, tratamos de acaparar la mirada y el mando a distancia del telespectador, dirigimos una historia, contamos un relato en forma de rueda de prensa, a través de la presentación en un estudio, ofrecemos el resultado de un partido… Son muchas las expectativas y los formatos que utilizamos y las estrategias de las que nos valemos. 

Independientemente de la especialización y de la amplia gama de fuentes para construir una noticia, si no dominamos los niveles del medio audiovisual, esto es, la imagen, el sonido, la palabra, el texto, la infografía, etc., es probable que el resultado no sea el esperado.  

Hoy en día se nos exige más que nunca. Puede que la tecnología nos arrastre con y para ello, pero lo que nunca cambia es el proceso que hemos de seguir para dar sentido a unas imágenes y a unos sonidos, asociando una sucesión de planos para transmitir una sensación, o bien dejando “respirar” una imagen sin voz en off, porque consideramos que habla por sí misma, es decir, utilizando unas técnicas más o menos esbozadas o elaboradas. 

Como redactores audiovisuales, si es el campo en el que nos movemos, debemos ver los caminos que estamos siguiendo y definir incluso el que nos gustaría.  

Las actitudes que un buen informador debe desarrollar y potenciar han de ser, entre otras, las siguientes: 

- Activar y generar una mayor capacidad de organización y de colaboración dentro del medio.

- Estimular la iniciativa para crear nuevas historias informativas.

- Fomentar el espíritu crítico ante el contenido y los aspectos formales de la noticia.

- Identificar las rutinas que empobrecen el lenguaje audiovisual, y, claro está, “combatirlas”.

- Analizar y desarrollar los distintos géneros informativos.

- Aportar nuevas estructuras narrativas.

- Involucrarse en el trabajo de los compañeros para entender su dinámica y las dificultades que nos podemos encontrar para la elaboración de la noticia.

- Interpretar y valorar la importancia informativa de los hechos.

- Proporcionar un tratamiento de la noticia equilibrado e imparcial.

- Incentivar un conocimiento más amplio sobre nociones audiovisuales.  

La producción televisiva:

claves y pautas para la confección de programas audiovisuales 

La producción es el trabajo que sustenta y da forma a los contenidos que se ofrecen en la parrilla de programación. Un productor es, en breves palabras, el encargado de conseguir todo lo necesario para que un contenido audiovisual esté en marcha, esto es, para que sea una realidad. Por ello requiere un amplio y profundo conocimiento de los distintos profesionales que conforman el trabajo en televisión: operadores de cámara, redactores, presentadores, técnicos, y un sin fin de elementos que pueden intervenir según el programa para el que esté trabajando. Su tarea va mucho más allá de la gestión de los recursos humanos. Por ello es un error considerar que el productor es un sencillo administrador a las órdenes del director del programa. Al contrario, es una suerte de “gerente”, necesario en televisión, pues su versátil conocimiento de las rutinas televisivas le permite conocer, evaluar y solucionar los diversos problemas que puedan derivarse del trabajo de los demás. 

Se le considera una persona dinámica, de mente abierta y muy implicada en el trabajo en equipo, la principal característica del trabajo en televisión. Tiene, o debe poseer, una visión amplia y planificada de todos los pasos acontecidos en el trabajo audiovisual. 

Por ejemplo, en una retransmisión deportiva como una vuelta ciclista, el productor es el encargado de contratar y organizar la relación de personal necesario para cubrir tal evento. Asimismo, se ciñe a un presupuesto asignado por la empresa y con el que deberá determinar el número de tareas en función de los trabajadores disponibles. 

En líneas generales, ante un proyecto audiovisual el productor:  

  1. Analiza la naturaleza del programa, la idea y los proyectos audiovisuales,
  2. organiza el lugar de desarrollo de los mismos (exteriores-interiores-estudio),
  3. estudia el presupuesto,
  4. prepara un flujo de trabajo para cada uno de los profesionales que intervienen en la creación del programa – técnicos, redactores, presentadores, equipos ENG, subcontratas, etc. -,
  5. analiza la localización donde se va a desarrollar la acción del programa,
  6. elabora una agenda de todos los recursos que pueden intervenir,
  7. y prevé las circunstancias extra-televisivas que puedan dificultar el trabajo, entre otras situaciones.
 

En resumen, y, por definirlo en una frase, lo que un  productor debe ser, fundamentalmente, es un “arquitecto de la televisión”. 

Entre otras, las capacidades y actitudes que han de fomentarse y auspiciarse en la figura del productor audiovisual bien podrían ser las que aquí enumeramos, sin perjuicio de otras directrices que puntual o genéricamente se puedan plantear. Así, pues, en la formación de un productor se ha de: 

- Incentivar la planificación. 

- Estimular la iniciativa y la colaboración en los departamentos del medio. 

- Incrementar sus habilidades en la elaboración de programas audiovisuales. 

- Buscar la coordinación como un profesional multitarea. 

- Propiciar el que sea capaz de identificar, analizar y desarrollar un proyecto audiovisual. 

- Aumentar los comportamientos con criterio y con vistas a cumplir con la viabilidad económica de la empresa televisiva y de sus correspondientes programas. 

- Procurar que se involucre en las necesidades y las dinámicas de los distintos departamentos que intervienen en un programa de televisión. 

- Intentar que aprenda a interpretar y elaborar presupuestos. 

Por ello y para ello, podemos decir, sin temor a equivocarnos, que un buen productor debe: 

- Proporcionar lo necesario en todo momento al director. 

- Contagiarse de las demandas de su audiencia. 

- Contextualizar las ideas dentro del discurso de la programación. 

- Analizar la programación de la competencia para enriquecer las ideas. 

- Investigar el ámbito que rodea a los contenidos audiovisuales. 

- Conocer la jerga de los profesionales con quienes trabaja: operador de sonido, cámara, continuidad, mezclador, titulador, realizador, redactor… 

      El trabajo en la televisión, hoy en día diríamos en la convergencia de medios audiovisuales, es tan fascinante y variopinto que lo que precisa cualquier profesional en ciernes o avezado es tener lo que denominaría Salomón como “un corazón a la escucha”, esto es, una capacidad extraordinaria de aprender y de trabajar en equipo. Solo desde esa máxima se puede conseguir la optimización de recursos y el progreso puntual en los espacios y general en las diferentes parrillas televisivas. Esta astucia, habilidad o estrategia es siempre la garantía del éxito, del triunfo, de llegar a donde queremos, o, cuando menos, de rentabilizar lo que tenemos.