Generar buenos hábitos
a la hora de
consumir los medios periodísticos
Ha ocurrido siempre. Todas las
esferas de la vida están basadas en lo mismo: miramos, observamos, y hacemos.
Es, la nuestra, una rutina llena de influencias, en lo bueno y en lo malo. La
existencia humana alberga mucho de mimetismo sobre lo que hacen los demás, y también
respecto de lo que realizamos cotidianamente desde que tenemos uso de razón. A
veces, la influencia se remonta a estadios anteriores. La lectura de
periódicos, la escucha de espacios radiofónicos o la contemplación analítica de
los espacios televisivos tienen mucho que ver con los hábitos. Se ve y se lee
cuando existe, previamente y con continuidad, la costumbre. Este tipo de
acciones no constituyen algo que podamos improvisar en algún momento de
nuestras vidas. Además, el hecho de que la decisión sea nuestra nos hace mucho
más libres. Es natural. La idea del ser humano es ir haciéndose poco a poco,
con lo que aprende, con lo que comparte, con lo que le viene de sus ancestros.
El aprendizaje tiene un alto componente de sacrificio y de entrega, de
laboriosidad, un término apegado a la significación del trabajo mismo.
Recordemos que uno no se puede
considerar auténticamente independiente y autónomo hasta que no es capaz de
tomar sus propias decisiones de compras, de ventas, de estudios, de consumos,
de dedicaciones en el tiempo libre y en el ejercicio de la profesión, etc.
Perseguir los conceptos de verdad, de objetividad, de buena intención no es fácil. Necesitamos ir poco a poco, consolidando actitudes
desde una gran dosis de responsabilidad por y para todos.
Está demostrado que hay un efecto
mimético o emulador de lo que contienen los medios por parte de la sociedad. Es
un hecho, y, además, se da en lo bueno y en lo malo. Cada año, los “media”
ofrecen millones de imágenes con una realidad descarnada, con violencia
gratuita, con guerras que parecen de ficción pero que no lo son, con
violaciones de todos los derechos, con hambres y enfermedades evitables, con
esos sub-mundos que crean los primeros mundos…
Además, se ofertan “estas realidades” en los diversos canales a través de unas
formas descontextualizadas, sin explicar, sin dar las contrastadas opiniones
que nos podrían invitar a entender lo que ocurre de verdad.
No somos conscientes de ello, o no queremos
serlo. El hecho constatado en todos los estudios al respecto que se han hecho
en las Facultades de Psicología de España es que, cuando hablamos de suicidios,
éstos crecen, y a menudo más en las zonas donde se han dado. El efecto “proximidad”
siempre juega a la hora de emular a otros. Cuando mencionamos violencias de
diverso género, éstas, en vez de descender, se disparan, y, en ocasiones, de
manera alarmante. El ser humano -una parte, al menos, y, aunque pequeña, tiene
su peso- se queda de manera instintiva con estos desórdenes, que precisan sus
contrarréplicas o contrapesos con el propósito de apartar y de alejar los malos
ejemplos. Ése es el quehacer “socializador” en el que hemos de invertir mucho
tiempo y afrontar numerosas actividades. Aquí nada ni nadie se debe sentir
solo: el sistema educativo, con la sociedad, con las administraciones, con las
entidades y organizaciones ciudadanas… han de ir al unísono.
Recibimos millones de influencias
Somos, y esto es algo que debemos
recordar, lo que vemos, lo que vivimos, lo que experimentamos en nosotros y en
nuestro entorno. Nos podemos reconocer en lo que hacemos. Los estudios indican
que, a los siete años, los niños y niñas europeos (imaginamos que en otros
contextos es igual) han recibido millones de escenas violentas, que son aprehendidas
por sus retinas. Estos infantes difícilmente pueden entender lo que observan con
sus aún jóvenes mentes, que no terminan de comprender el porqué de todo esto,
así como tampoco llegan a discernir el sinsentido de contextos donde, para
ellos, es complicado diferenciar la realidad de la ficción. No hay un afán
comprometido y claro de todos desde el punto de vista de la defensa de los
antaño universales morales, que ya no se reconocen como antes, seguramente
porque, en la saturación informativa, aspiramos vehementemente unas fuertes
dosis de desinformación.
Por todo ello, las Administraciones Públicas
deben esforzarse, mediante el sistema educativo y articulando las leyes que
sean menester, para que haya una auténtica protección de la infancia. Debemos
entre todos interiorizar esta necesidad, que, de hacerse realidad, redundará en
positivo para la sociedad al completo.
El dejar hacer no es una buena
política, entre otras cosas porque, de vez en cuando, hay que procurar que
interactúen los distintos elementos, estamentos y entidades de una comunidad
determinada, al objeto de corregir desequilibrios y de procurar que las
minorías o algunos pensamientos vayan en pos de una libertad y de una autonomía
vigorosa y siempre saludable. Los medios son muy importantes como para no
fijarnos más en ellos. Su consumo, en cantidad y calidad, depende de los
hábitos, pero son mucho más que eso. Hagamos, pues, que estos hábitos sean los
mejores posibles. Todos nos beneficiaremos. Los planos que vemos cada día son
la consecuencia de la valentía que emprendemos en este sentido. Podemos sacar
el jugo que queramos de las grandes posibilidades y disponibilidades de los “mass-media”, auténticos aliados del ser humano, si somos
capaces de verlos e interpretarlos así.
Juan TOMÁS FRUTOS.