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LA EXPANSIÓN DE LOS BLOGS O BITÁCORAS

   

     Las bitácoras se inscriben junto a los “wikis”, las redes sociales, los foros, la mensajería instantánea, los grupos de noticias y las listas de distribución de correo, en lo que se ha dado en llamar software social o medios sociales, esto es, el conjunto de herramientas (programas y redes) que permiten o facilitan la interacción de grupos geográficamente dispersos.

     Los medios sociales devuelven a los ciudadanos el poder de la comunicación pública, la circulación de información y el establecimiento de agendas, que en buena medida había sido hasta ahora administrado de forma exclusiva por los medios tradicionales.

     Las bitácoras han contribuido de forma decisiva a impulsar el movimiento de medios sociales o participativos que, sistematizado por Willis y Bowman (2003) y Gillmor (2004), está trastocando buena parte de los paradigmas sobre los que se asentaba la comunicación pública antes de la era digital.

     La “blogosfera” crece a una gran velocidad; cada vez son más quienes crean y editan bitácoras, pero también quienes las leen o participan en los medios sociales.

     Durante algún tiempo los “blogs” eran leídos y escritos casi por las mismas personas. Poco a poco han ido ganando audiencia y comienzan a tener un público fiel y en aumento. Ésa es la tónica.

     Los medios sociales están en su infancia, pero en pocos años han convencido a muchos inter-nautas no sólo para ser sus lectores, sino también para participar e ellos, bien escribiendo bitácoras, bien escribiendo comentarios. 

Millones de bitácoras 

     Más de diez millones de bitácoras han sido creadas desde su aparición oficial en 1997 y cien millones de personas leen bitácoras habitualmente. Una tercera parte del universo activo en Internet.

     La mayoría de las bitácoras tienen nano-audiencias, públicos muy limitados que, a pesar de su tamaño, crean y potencian redes sociales. Son audiencias mínimas, pero muy interconectadas entre sí. Comunidades con una fuerte cohesión establecida por unos intereses comunes y la participación en una conversación sobre los contenidos y la información disponible en las bitácoras y en las fuentes que se usan como referencia.

     Están formadas por súper-usuarios: intensivos consumidores de medios y capaces de ejercer como guías y prescriptores. Desempeñan ese papel gracias a la confianza que generan en el resto de miembros de la comunidad. La mayoría tienen su propia bitácora o están relacionados con los medios, los movimientos sociales y la política.

     La mayoría de las bitácoras españolas no superan las 500 visitas diarias, que bajan a más de la mitad los fines de semana.

     Las bitácoras más famosas de la “blogosfera” hispana tienen de 1.000 a 6.000 visitas diarias, pero son muy pocas, menos de una cincuentena en toda la “blogosfera” en español. La influencia de sus autores se extiende por toda la Red gracias a los enlaces y comentarios.

     A continuación vamos a ofrecer algunos datos que nos permitan evaluar el tamaño y el crecimiento de la “blogosfera”.

     Hablar de cifras siempre es peliagudo, porque las fuentes son difíciles de contrastar y, además, quedan anticuadas en muy poco tiempo. Por eso es importante señalar que los datos corresponden a abril de 2006 y que son comparados con datos de febrero de 2006 y de octubre de 2005. El objetivo es mostrar, aunque sea de forma anecdótica, la variabilidad de las cifras, y, en particular, hacer hincapié en el espectacular crecimiento actual.

     Los datos se han obtenido de “Technorati”, un buscador especializado en bitácoras, una de las mayores referencias de la “blogosfera”.

     La “blogosfera” está creciendo a un ritmo muy acelerado. “Technori” actualmente le sigue la pista a 35.2 millones de bitácoras en todo el mundo (aunque con un fuerte sesgo hacia la “blogosfera” de habla inglesa). El ritmo de crecimiento indica que la “blogosfera” se duplica cada seis meses. 

Cada vez más grande 

     La “blogosfera” es hoy unas 60 veces más grande que hace tres meses y continúa creciendo. “Technorati” contabiliza la creación de 75.000 nuevas bitácoras en cada jornada, lo que supone que cada segundo del día es creada una nueva bitácora; y también hay que destacar que 19.4 millones de bloguers (55%) mantienen en activo sus bitácoras tres meses después de su creación. Estos datos contrastan significativamente con los obtenidos en febrero de este mismo año. Las bitácoras censadas ascendían a 27.2 millones, de las que 13.9 millones (50.5%) se mantenían en activo tres meses después de su creación. Pero si nos vamos un poco más atrás en el tiempo, el contraste es mucho mayor, ya que en octubre de 2005 “Tachnorati” reflejaba 19 millones de bitácoras, de las que sólo 10.4 millones se mantenían activos tres meses después de su creación. 3.9 millones de “bloguers” actualizan sus bitácoras por lo menos una vez a la semana.

     El mejor indicador del crecimiento de la “blogosfera”, más que sólo el número de las nuevas bitácoras creadas cada día, es la tasa de historias (postings) de estas bitácoras. El volumen de historias a diario contabilizadas por “Technorati” es ahora de 1.2 millones, lo cual se traduce en 50.000 historias por hora.

     Una de las causas primogénitas de esta expansión es la escasa profundidad a la que pueden llegar los medios tradicionales y las redacciones profesionales en los asuntos cotidianos de las comunidades más próximas al ciudadano.

     Los acontecimientos de lo que se ha dado en llamar información micro-local no están en las páginas de los diarios. La mayoría no cuentan ni con la redacción suficiente, ni con las páginas necesarias, ni consideran esos acontecimientos e informaciones tan importantes. 

Cambios 

     Los recortes de gastos en las redacciones y el abandono de una gran parte de la información a los datos y las noticias proporcionadas por los gabinetes de prensa y comunicación han despegado a los periodistas de la calle, de las pequeñas cosas. Un territorio informativo de primera importancia para la mayoría de los ciudadanos cuya cobertura ha perdido amplitud, intensidad y profundidad en los grandes medios.

     Las radios suelen recoger esas informaciones más menudas en sus programas de menor audiencia y con peores horas de emisión, normalmente cuando mucha gente está en el trabajo o en sus ocupaciones. Los espacios micro-locales están confinados en horarios de mañana, cuando muy poca gente está escuchando la radio informativa.

     La televisión local comenzó en muchos lugares como la gran esperanza, pero la limitación de sus redacciones y de sus recursos de cobertura informativa ha condenado a la mayoría de los informativos locales a las fuentes institucionales y los sucesos o al socorrido refugio de las entrevistas a pie de calle de paseantes.

     Si usted quiere enterarse de los problemas de la escuela de su barrio, de cómo va el equipo de fútbol aficionado o de las actividades de un colectivo vecinal, lo tiene difícil. Para superar esos agujeros en el tejido informativo local han surgido los medios ciudadanos hiper-locales, medios informativos cuya información proviene básicamente de las colaboraciones de vecinos y ciudadanos interesados en lo que acontece en las comunidades locales.

     Los medios ciudadanos hiper-locales pretenden convertir a los propios vecinos en productores de la información más pegada a la vida y a los intereses cotidianos de la comunidad. La idea es llegar allá donde los medios tradicionales no pueden extender su cobertura informativa –el microlocal- e involucrar a los vecinos en la producción de los contenidos a través de herramientas digitales.

     Son medios locales dirigidos a nano-audiencias con la esperanza de establecer un sistema de información conversacional y en red, no controlado jerárquicamente. Sus promotores esperan que la participación ciudadana vaya en aumento y que periodistas y medios repiensen su papel en estas nuevas fórmulas de información participativa en red.

     El propósito es fortalecer la democracia desde la base y utilizar el periodismo participativo para democratizar la agenda informativa y alejarla del control de los poderes (políticos, económicos, institucionales) y de los grandes medios.

     Las bases del proyecto están en el aumento de la participación de los ciudadanos en la Red y en la existencia de mercados publicitarios locales con los que  mantener estos medios. 

Una participación más activa 

     La participación activa en Internet aumenta y cada vez más ciudadanos confían en las bitácoras para mantenerse informados sobre asuntos de su especial interés o conocer las opiniones de los súper-usuarios, los líderes de las conversaciones de las comunidades virtuales.

     Pero, sin duda, son algunos fenómenos y acontecimientos del periodismo contemporáneo los que más han impulsado este crecimiento de las bitácoras como instrumentos de información y de periodismo amateur. Serían los siguientes: 

 

La pérdida de la credibilidad 

     Los grandes medios sufren una gran crisis de credibilidad. Los ciudadanos los consideran demasiado cercanos a los poderes y muy alejados de la realidad. El crecimiento de las grandes corporaciones, resultado de la concentración periodística, y con intereses en muchos medios, tanto informativos como de entretenimiento, ha derribado el mito del periodismo como defensor de los ciudadanos y lo reemplaza por una lógica empresarial despiadada, en ocasiones dispuesta incluso a traicionar las más elementales reglas del periodismo.

     Ni la credibilidad, ni la capacidad informativa, ni la objetividad, ni la utilidad son atributos de los medios destacados por los españoles. Sin confianza no hay credibilidad, y sin ella la información es insegura. Ese descrédito lleva a algunos a alejarse de la información, pero la mayoría busca medios alternativos y más fiables por los que informarse. 

La crisis de la objetividad 

     El público ha dejado de creer en la objetividad de los medios. Las fuentes, también. Los propios periodistas prefieren hablar de neutralidad, de equilibrio, de imparcialidad, de sensatez.

     La objetividad como disciplina de verificación es difícil de lograr en el trabajo de unos periodistas que deben manejar una gran cantidad de información. La saturación mezcla lo relevante y lo accesorio.

     La falta de confianza en los propios recursos, en la capacidad para llegar a una verdadera práctica en un tiempo oportuno, en la honestidad de las fuentes y en los conocimientos y destrezas necesarias para separar la verdad de los espejismos hace que se vuelva a confiar en el criterio asentado. Y el más fundado de ellos es el juicio social de personas con conocimiento directo y experto de los elementos de la información. 

El declive de la soberanía de los medios 

     La soberanía que durante siglos han ejercido los medios de comunicación de masas sobre las noticias, la política y la difusión de hechos y acontecimientos para el debate público llega a su fin. Porque las fuentes se han lanzado a difundir su propio mensaje. Porque los ciudadanos quieren recuperar su espacio y su intervención en el mensaje y la vida pública. Porque la reputación de los medios está muy erosionada.

     El poder vuelve entonces a la audiencia y pierde sentido el papel de intermediarios de los medios.

     Las voces jerárquicas que difunden el discurso dominante son suficientes para una gran parte del público, los menos interesados en la información o implicados en las actividades sociales y políticas. Pero para muchos otros, los súper-usuarios, los medios de comunicación social (los mass media) no son suficientes.

     Los súper-usuarios se rebelan ante la pretendida y acartonada autoridad de los medios convencionales, ante su asunción de determinadas informaciones sin suficiente contraste, ante su aceptación poco crítica de las condiciones del mensaje de las fuentes, de las instituciones, de las empresas, de la política.

     Gana terreno de nuevo la nueva comunicación interpersonal, donde la confianza es la base de la credibilidad y donde la voz humana, su tono y su sinceridad se imponen a la autoridad jerárquica e institucional de los grandes medios. 

La saturación informativa: la era de la abundancia 

     El periodismo es la disciplina de la obtención, verificación, edición y difusión de información por cualquier medio de comunicación. Nunca es más fuerte, necesario y valioso que cuando la información es escasa. Pero ahora vivimos en la era de la abundancia. La información está por todos lados y se ha convertido en una materia prima con la que se elaboran otros productos más complejos, con mayor valor añadido.

     El aumento del volumen de datos, de información cruda, insuficientemente procesada, empuja a la audiencia hacia los medios y las voces más interpretativas. Cuanta más reflexión, cuanto mayor es el enfoque, más confianza. El público debe abrirse paso entre la saturación, y para hacerlo no sólo busca a los medios más tradicionales y creíbles, sino también a las voces más similares –por tono, intereses y condición- a la suya.

     Quienes están más interesados en ciertos temas y parcelas informativas anhelan encontrar fuentes con conocimientos y donde la participación de otros contribuya a analizar, filtrar, contrastar y editar. En definitiva, donde se sume valor a la información y los datos de origen.

     El contraste y análisis social de la información se vuelve especialmente valioso, sobre todo en aquellas comunidades más especializadas, a las que la información de los grandes medios no satisface por su falta de profundidad para la exigente demanda de los expertos o los muy interesados. 

La huida de la corrección política: periodismo desde los márgenes 

     El periodismo se ha situado en el centro: de la audiencia, del mercado, de la política. La propia esencia de la comunicación de masas y la necesidad de atraer a grandes audiencias para sostener el negocio de la información empuja a los medios  a buscar el mínimo común denominador. Se busca una posición eje, central, donde las órbitas más alejadas no encuentran satisfacción. La corrección política y sus exigencias desplazan a muchos ciudadanos a zonas del pensamiento alejadas de ese centro acomodaticio y entregado “acríticamente” a los mensajes dominantes.

     Esos públicos están demasiado lejos del centro de la galaxia mediática como para sentirse satisfechos con sus formas, su estilo, sus contenidos. Internet y las facilidades de publicación de los medios sociales, así como la posibilidad de crear una fuerte interacción y vinculación entre emisores y receptores de los mensajes hacen que quienes están en los límites del sistema, en las órbitas exteriores de la galaxia Gutemberg creen sus propios ecosistemas informativos, alejados del mínimo común denominador de la comunicación de masas.

     En las bitácoras y los medios sociales (foros, listas de correo, wikis, etc.) se encuentran las posiciones más radicales, los cuestionamientos más duros de la realidad social, política, económica, cultural o religiosa. Esas posiciones siempre han vivido en los márgenes y hoy encuentran su sitio, un entorno propio y unos elementos de comunicación eficientes y baratos en la Red. 

     La saturación, la simultaneidad y la sustitución de unos medios por otros definen el nuevo escenario comunicativo. Éstos son los resultados: 

 

      La identificación entre los poderes institucionales y los medios, el periodismo altavoz de políticos y gabinetes de prensa; la confusión entre publicidad, relaciones públicas e información; la falta de conocimiento experto de los informadores sobre muchos temas; el silencio impuesto a la sociedad por los líderes de opinión; el excesivo peso de una agenda noticiosa poco original y muy similar entre medios; la falta de diversidad y profundización, etc. son algunos de los factores que promueve el periodismo participativo.

     Los atentados del 11-S, la Guerra de Iraq y la campaña presidencial en los Estados Unidos, así como el desastre del “Prestige”, las elecciones catalanas y generales en España y los atentados del 11-M, han puesto de relieve la importancia informativa de las bitácoras como fuentes complementarias, alternativas y críticas frente a los medios tradicionales.

     El 11- M fue la primera ocasión en la que los medios sociales se hicieron notar con fuerza en el espacio público español. El horror del peor atentado de la historia hizo que muchos ciudadanos insatisfechos con los medios tradicionales acudieran a la Red. En Internet se pudo encontrar la existencia de un grupo de ciudadanos –en especial jóvenes- dispuestos a emplear muchas horas y mucho trabajo en saber más de los que se decía.

     Se multiplicó la desconfianza hacia los medios tradicionales debido a su alineamiento político. Aflorando así ese fuerte desapego que aumenta entre las nuevas generaciones de ciudadanos activos –súper-usuarios- hacia la democracia formal y una de sus instituciones, la prensa.

     La unión de información y activismo consustancial a los medios sociales desembocó en los miles de jóvenes que el 13-M se manifestaron frente a las sedes del PP convocados por SMS y que al día siguiente fueron en masa a votar para provocar el mayor vuelco electoral de la democracia.

Nueva versión de periodismo digital 

     Y es que en la actualidad vivimos en la era del periodismo participativo, Periodismo 3.0. Pero, ¿qué es el periodismo 3.0?

     El periodismo 3.0 o periodismo participativo es la tercera versión del periodismo digital:

     El público se ha lanzado a la conquista de los medios. Ya nadie quiere ser informado y callar. Muchos quieren hablar, difundir su propia información, y algunos lo hacen con especial destreza. El periodismo profesional se siente amenazado y no es para menos. Cuando la gente se lanza a hacer periodismo gracias a los medios sociales y a los instrumentos de publicación de ciber-información los periodistas tradicionales ya pueden prestar atención.

     El nuevo espacio de la comunicación se caracteriza por el aumento de la concentración de medios, la irrupción de las fuentes a través de la comunicación y las relaciones públicas y el desarraigo de los periodistas del trabajo de calle, a ras de suelo, que siempre ha sido el pálpito vital del buen periodismo.

     Desde los márgenes del sistema y desde la audiencia surge el periodismo 3.0 para devolver la inmediatez, el sentido de comunidad y la conexión con lo real a la información. La tecnología e Internet proporcionan las herramientas.

     La Red se llena de lectores furibundos que envían correos electrónicos a los medios denunciando sus sesgos y errores. Los foros de Internet denuncian continuamente a los periodistas. Muchos retiran sus correos electrónicos del dominio público. Los editores no se atreven a abrir más vías de participación para no regalar instrumentos de crítica a los ciudadanos.

     La crisis de la credibilidad del periodismo y la rebelión contra los grandes medios y sus intereses económicos, institucionales, políticos, etc., alimentan la rebelión de la audiencia.

     “La solución para la mala comunicación debe ser más comunicación”, son palabras de Jay Rosen, profesor de periodismo de la Universidad de Nueva York y uno de los promotores más destacados del Periodismo 3.0.

     Otro pionero del periodismo participativo, Dan Gillmor, ex columnista y bloguero del San José Mercury News, afirma: “La tecnología nos ha dado las herramientas de comunicación que permiten a cualquiera llegar a ser un periodista a bajo coste y con un impacto en teoría universal”.

     Los practicantes del periodismo participativo no quieren ser audiencias pasivas. Las redes sociales son comunidades integradas, interesadas, críticas y muy participativas.

     Ramón Salaverría, investigador y profesor de ciber-periodismo en la Universidad de Navarra y autor de varios libros sobre periodismo digital, señala que “frente al discurso de los medios, los ciudadanos pueden desarrollar sus propios discursos alternativos”.

     Y esa irrupción de nuevos discursos individuales hechos públicos cambia la comunicación: “Los medios tradicionales se han acostumbrado a la comodidad que les otorgaba disponer del monopolio de la voz pública. Ahora, mediante las experiencias de periodismo participativo, ese monopolio se ha roto. A diferencia de antaño, la opinión pública ya no sólo se refleja en la opinión publicada”.   

María Luisa Ros Pérez y Juan Tomás Frutos.