Itinerario social, itinerario tecnológico

 

            La sociedad está en tránsito, reconocido por una crisis en todos los campos. Algunos lo niegan, pero es palpable. De nuevo la tecnología nos cambia la hoja de ruta, el paso, lo que habría de ser el ritmo esperado o esperable. Ocurre cada cierto tiempo. Es inevitable. Es bueno, por otro lado, y casi diría que es necesario incluso. Hemos de apostar por ciclos que nos saquen de las rutinas de todo género, hasta de las buenas. o, sencillamente, conformistas. “Nada permanece”, decían los griegos, y yo añado que no debe estancarse: no va con la vida.

 

            El vuelco actual ha sido extraordinario. Todo en nuestra existencia cotidiana se resume en algún género de aportación de las nuevas tecnologías comunicativas o informativas, que parten del mismo punto con diferentes resultados. El dinero, la gestión del trabajo, los estudios y sus posibilidades, el ocio, los viajes, los propios medios de comunicación masiva, el transporte, la conservación de productos y la explotación más eficaz de los servicios… todo absolutamente se resume en la puerta de entrada o en la de salida, esto es, en todo el itinerario del proceso –lo que se conoce actualmente como “trazabilidad”-, en un artilugio, sistema o modelo incardinado en las nuevas técnicas y tecnologías, y, por supuesto, en sus enormes posibilidades.

 

            Estamos totalmente radiografiados por unos modelos de trabajo y de convivencia que se han visto sustancialmente alterados en las últimas dos décadas (sobre todo, en la última), de modo que, si oteáramos lo que antes hacíamos y lo que ahora realizamos, con toda seguridad veríamos el impactante cambio que hemos llevado a término durante estos años, muy pocos en definitiva, con altas dosis de resultados y con otra utilización -más rentable, mucho más- de lo que más vale en una sociedad moderna, el tiempo, que ha de ser gestionado, también, por máquinas, de la mejor manera posible.

 

Más allá de lo imaginable

 

            Si nuestros ancestros pudieran ver las cotas de progreso que estamos cosechando no darían crédito a sus ojos. Ya nada nos asombra: el factor sorpresa ha pasado a mejor vida. No obstante, debemos reconocer que vivimos en lo que hasta hace poco parecía una película de ciencia ficción.

           

            Además, las cifras económicas nos acompañan. Miles de millones de euros se gastan todos los días en crear, mantener y renovar el parque tecnológico, que crece de manera exponencial e imparable. Satélites, cableado por medio mundo, Internet con todas las prestaciones, búsquedas aceleradas e implacablemente perfectas, etc. Nada parece escapar al avance de una máquina que no siempre se define en su presencia, pero que casi siempre lo hace con sus actos.

 

            El lado que debemos mirar sin perturbarnos en exceso es el de la brecha que se produce tanto en nuestro mal llamado primer mundo como en los mundos sucesivos que nos acompañan en este bello planeta azul denominado Tierra. Planteemos los desafíos como opciones salvables, necesariamente superadoras de la realidad, desde el objetivo común del desarrollo de todos y cada uno de los seres humanos que habitamos los cinco Continentes. No hay mirada más allá, si no miramos, previamente, más cerca.

 

            Estos momentos de crecimientos tan grandes plantean retos y dudas, algunas enormes, extensas como simas, profundas como los océanos, pero hemos de afrontar la vida sin crispación y con valentía suficiente. La solidaridad, la bondad y otros valores se tercian básicos para la felicidad, que, al fin y al cabo, es lo que perseguimos todos, incluso con las nuevas tecnologías. Unamos caminos.

 

Juan TOMÁS FRUTOS.