Vectores e influencias de la comunicación, la educación y el Periodismo. Garantías y compromisos

 

Parece que lo sabemos todo, y sí, es verdad que sabemos mucho, pero no lo suficiente. Dicen los expertos que el mayor enemigo de la información es la saturación de hechos y circunstancias, que produce una clara des-información. Nos hemos contentado en exceso con un salir adelante cada día, aunque no siempre consideremos y solucionemos lo que ocurre. Las premisas de las ventajas de lo informativo, de tener acceso a las fuentes, a lo que acontece, pierde brillo con algunas malas prácticas, o con la ausencia del suficiente conocimiento para obtener partido ante lo que acontece.

Las posibilidades culturales y formativas de la comunicación, y, particularmente, del ejercicio del Periodismo, se tornan desventajas cuando priorizamos las ganancias de las empresas o la búsqueda fácil de unas maximizadas audiencias, que se acaban cansando de lo estéril y de tanto exprimir lo aparente y la insana truculencia. En fin, el debate está abierto, sangrando con más o menos intensidad, y nosotros venimos con este artículo a plantear más dudas, si cabe.

1.- Los nexos y las garantías educativas

Creo que hemos de volver a lo sencillo para trasladarnos posteriormente a lo más complejo. Los griegos ya hablaban de ello. No es bueno que nos obsesionemos dándole vueltas a lo que no tiene sentido, y es conveniente que nos fijemos en los elementos claves, en los básicos. Es lo que trato ahora. Como quiera que los conceptos de comunicación y de educación son tan ambiciosos en su factura y presentación como genéricamente utilizados, creo que a menudo es bueno que acotemos su realidad, su significación y, cuando menos, una parte de lo que suponen en el acontecer diario. Por ello, todas las reflexiones son pocas. Nos detenemos hoy en algunos aspectos, si les parece.

En la educación actual (suponemos que siempre ha sido así), hemos de considerar que la actitud del emisor, en lo que se refiere a todo proceso de la comunicación, en lo que concierne a cualquier experiencia comunicacional, ha de ser eminentemente activa (“eso sí, pero sin agobiar y sin agobiarnos”), tratando que el receptor esté pendiente de aquello que desea trasladarle. La responsabilidad de quien quiere algo, de quien tiene asumido su papel de movilizar, de trasiego, de contar cosas, es, ha de ser, mayor. Hemos de tratar de conseguir la atención del que nos escucha o nos mira, de quien tenemos delante. Sí, sabemos que no es una tarea sencilla: nada que merezca la pena lo es. Esta obligación, en una radiografía comunicativa clásica, es la que detectamos en la docencia, esto es, a la hora de enseñar en sentido amplio.

Entiendo e interpreto que es complicado asumir el rol de comunicador, y lo sé por experiencia. Además, la sociedad evoluciona, y, en paralelo, hemos de estar atentos para que se produzcan las oportunas mutaciones en los diversos ámbitos, también en el de la comunicación. Así, hemos de utilizar pequeños e interesantes "trucos" en todo acto comunicativo para ver si el "público" (los alumnos, en este caso, quienes sean) nos sigue con más o menos interés, necesario en toda circunstancia y/o ocasión. Una pequeña broma en clase, si es el supuesto, un cambio de itinerario en el rumbo del discurso, una pregunta a alguien que no la espera, una cuestión lanzada a todos y a ninguno en particular, etc., pueden hacernos notar en qué instante nos hallamos del trance que queremos provocar o bien nos pueden permitir saber cuál es el calado certero de la comunicación que estamos efectuando. En función de la respuesta, tras el estímulo, hemos de intentar actuar en consecuencia. Aunque cueste trabajo aceptar el axioma de la responsabilidad máxima del emisor, hemos de considerarlo casi un deber.

Hay, innegablemente, una serie de reglas aprendidas con independencia del hecho de que existen valores innatos que constituyen capacidades muy meritorias y que ensalzan muy mucho no solo el proceso de la comunicación en sí sino también sus resultados. Es bueno que nos aprovechemos de la experiencia de otros, que le saquemos partido, y que pongamos en práctica la voz de la experiencia de los demás, que, a buen seguro, nos ayudará en nuestro particular devenir.

A veces, un obstáculo que tenemos a la hora de aprender a comunicar es pensar que hay cualidades que no podemos incrementar, fomentar o hasta generar. En la vida todo es posible, si se intenta, si existe la convicción del cambio, de la mudanza, de la mejora. Perseguir algo, ponernos en camino para su obtención, es hacer buena parte de nuestra singladura, como diría Don Quijote de la Mancha a su querido escudero, Sancho.

La aventura de aprender escuchando

Escuchar debe ser un hábito en nuestras vidas, y, además, ha de practicarse a todos los niveles. Es, debe ser, una aventura. Nos perdemos muchas cosas precisamente por el ruido con el que las adornamos (hablamos de ruido interno y externo, no lo olvidemos). Sí, nuestros padres nos suelen -o solían- decir que hemos de atender lo que pasa alrededor, y, por lo tanto, que hemos de escuchar, pero interiorizar esta gran verdad implica tiempo para que realmente la podamos comprender. Por otro lado, no olvidemos que aprendemos viendo tendencias en los demás, y ésta no es precisamente una característica de las sociedades modernas, metidas en premuras y medias verdades.

Es bueno que nosotros también estemos atentos a los “otros” para ver qué es lo que les gusta, qué es lo que les distrae, qué es lo que les interesa... El conocimiento ha de ser recíproco, y nuestra labor docente ha de ser mucho más activa de lo que se pueda pensar “a priori”, valiéndonos de pequeños guiños que llamen la atención o que reclamen el interés. Los ejemplos cercanos son muy útiles, y el que repitamos lo que más relevancia tiene para nosotros también es muy interesante. Asimismo, utilicemos camuflados descansos (que no se noten mucho) en la marcha de las clases para solicitar el deseo de aprender.

Meditemos. La enseñanza es algo tan apasionante a todos los niveles, en los reglados, en la vida diaria, en la familia, en el trabajo, en cualquier instante y lugar que, dentro del caos, del movimiento más o menos intencionado hacia alguna parte, debemos degustarla con una cierta planificación y con la ilusión suficiente para demostrar y demostrarnos que “querer es poder”, mucho más ante las dificultades, siempre presentes. La comunicación es todo, en ella está todo inventado, y, a la vez, todo está pendiente de reforma, de mejora, de superación. Si somos capaces de interiorizar que el aprendizaje es eterno, esto es, por y para toda la vida, y si mantenemos las ansias de inspirarnos desde nuestro propio entorno, no nos faltarán los ánimos suficientes para lograr el éxito en lo más importante, lo personal. Pensemos en ello.

2.- Los ciudadanos y los periodistas han de compartir sus papeles

Pensémoslo con detenimiento. Los unos y los otros se necesitan. Se asemeja que su creación fuera casi pareja. Hay que decirlo con claridad. La mirada se tercia expresiva cuando trazamos los ejes que hay en común entre la ciudadanía, la educación y el papel de los medios informativos, pero, en su sencillez, también es clara cuando tratamos de adivinar las claves de la profesión periodística. Creo que el Periodismo evoluciona con los mismos cánones y desde los mismos parámetros de la sociedad. Hay un cierto mimetismo que tiene muy mucho que ver con la propia idiosincrasia del uno y de la otra. Esto que señalamos, constituido en verdad casi objetiva, hace que los medios de comunicación sean una suerte de espejo del lugar y del tiempo donde estén incardinados, por mucha perplejidad o sorpresa que esta situación nos pueda generar en lo bueno y en lo malo, con sus claros y con sus aspectos más oscuros. A menudo pueden ser la contemplación del “Callejón del Gato”, de Valle Inclán, que parece no haber pasado de moda. No olvidemos que la sociedad es la base, y que ésta tiene como puntos de apoyos diversas profesionales primordiales, sin menoscabo de otras, y entre esos fundamentos está el Periodismo sin rodeos, como instrumento de libertad y de pluralismo.

Hemos de superar de una vez por todas esas interpretaciones vacías que nos insertan en clasificaciones estériles y contaminadas de una falta de ánimo arquitectónico. Podemos hallar intenciones y comuniones en lo objetivo y en lo subjetivo de la sociedad y de sus representantes informativos, que son los periodistas, de modo que se aten los puntos estelares de los miembros de una comunidad cualesquiera con el equipaje que siempre han de tener y que en todo momento han de portar: nos referimos a la comunicación cierta y certera de los profesionales de la comunicación y de los hombres y mujeres de la sociedad a la que sirven con entereza y buena predisposición.

Además, el modelo avanza a pasos agigantados. Todo discurre deprisa. Gracias a la incursión de las Tecnologías de la Información y de la Comunicación, el periodista está en una etapa de adaptación en un flamante escenario caracterizado por la democratización de la Información. Eso dice la teoría mayoritaria, que defendemos a ultranza, aunque a veces haya disfunciones, que existen y hemos de solventar. Hemos de superar cualquier brecha que se pueda dar. Si dejamos trecho en el tiempo o en espacio pueden surgir problemas que, si no son insoslayables, sí que pueden ser complicados de resolver. Es ésta, la actual, una fase en la que los ciudadanos participan y ayudan de una manera extraordinaria al periodista. Son los nuevos gate-keepers, esos generadores y seleccionadores de contenidos multimedia gracias a la incursión de Internet (nos referimos a los e-mails, a los blogs, a las redes ciudadanas, a las listas de distribución, a los diarios digitales…). Nos hallamos ante todo un entorno digital que invita al periodista a interactuar con toda clase de ciudadanos, y eso es bueno porque nos enriquece mutuamente, haciéndonos partícipes de la realidad misma desde distintos ángulos. Nadie pudo pronosticar esto hace unos pocos años, y quien lo hizo fue tildado de demente o de poco científico. Aún recuerdo la importancia que tenían las asignaturas de las nuevas tecnologías en los planes de estudio de Comunicación o de Periodismo. Eran una “rara avis”, y gozaban de poca complacencia entre profesores y alumnos. Los que vieron el futuro se convirtieron en “cines adelantados”.

En la Verbena de La Paloma nos cantaban (y nos contaban) que las ciencias avanzaban una barbaridad. Fue así, y es así. Será de este modo. Lo que no nos decían es que, a continuación, había que adaptarse y amoldarse a los cambios, a unas comprometidas situaciones de nuevo cuño que no siempre eran sencillas de afrontar. Todo cambio tecnológico supone trasiegos en lo económico, y, por ende, en lo social. Para ello, como es obvio, hay que estar preparado, y, si cabe, hasta entrenado.

No paremos aquí. Tengamos en cuenta que se muda igualmente la interpretación, que el modelo de medios de comunicación caracterizado por una relación unidireccional, representada a menudo en la comunicación con instituciones públicas y privadas, ha cambiado a favor de un modelo omni-direccional y retro-alimentado por la aportación de los ciudadanos a través de las denominadas TIC´S (Tecnologías de la Información y de la Comunicación). Pocos pensaron en un giro tan extraordinario. Ésta es la gran revolución de finales del Siglo XX y de los albores del XXI. Pensemos en positivo, y digamos que hay todo un panorama que abre una flamante visión esperanzadora y genera, paralelamente, un nuevo eslabón en la situación del Periodismo. La escalera permite, no lo olvidemos, más peldaños. Las entradas informativas, las propias fuentes, desmenuzan y articulan una realidad tan ingente como variopinta. Así es. El derecho a la pluralidad forma parte de la esencia de cualquier democracia que sea reconocida como tal y que, como tal, quiera ser reconocida.

Las nuevas tecnologías de la información han supuesto un salto casi de vértigo en el desarrollo societario y han apostado también con firmeza en lo que concierne a la comunicación ciudadana con carácter genérico, y a la comunicación periodística de manera particular. Ahora lo que se debe hacer es optimizar los recursos en los planos técnico, social, intelectual, económico, político y profesional.

Es necesario describir este “paisaje” o “paisanaje”, que dirían nuestros escritores y literatos del 98, para demostrar que el periodista es más que nunca un portavoz de la sociedad, y que es imposible, debe serlo, cerrar los ojos a una realidad que el propio público al que se dirige le está brindando al mismo tiempo. Sin duda, el contenido que genera la sociedad en la Red es también un referente para que los profesionales de la comunicación puedan orientar su discurso informativo desde los distintos “mass-media” en los que laboran y a los que representan. El intercambio de perspectivas, en éste como en otros supuestos, es edificante y constructivo. Un análisis concienzudo nos ofrece razonamientos de sugerencias brillantes.

La profesión y la sociedad están ahí, como siempre, pese a sus cambios. Son muchos los ejemplos en los que el ciudadano, el sujeto universal de la información que nos indica Desantes Guanter, es el auténtico protagonista en ambos lados del proceso comunicativo. Por supuesto que debemos y podemos incrementar ese número de opciones de conocimiento, que lo son para la sociedad misma. No tiene sentido que se produzca un proceso si no va incardinado, en cuanto a sus objetivos y su público objetivo, a donde es menester.

Las necesarias mejorías del mensaje

Recordemos que el mensaje es la base de la comunicación. Emprendemos de manera pensada o no un proceso de este género porque queremos llegar al otro, deseamos influir en él. En el sistema comunicativo, si establecemos una prelación, éste no puede faltar. Hace falta un contenido tanto como un continente. Pese a estas posibilidades tan democráticas para compartir la información, los intereses empresariales y políticos sobre las empresas de comunicación están mermando la calidad de los contenidos que los periodistas pueden generar. Aquí la precariedad se presenta de manera sustancial y sustantiva. Esto es un hecho que no nos debe impedir que veamos el bosque de las enormes posibilidades comunicativas y societarias que nos rodean. Se trata de una situación que, junto con la languidez de los salarios, el desconocimiento sobre las asociaciones que defienden los intereses del sector y la falta de implicación de los poderes públicos para arreglar la situación socio-laboral de los periodistas, hacen que las metas no sean halagüeñas, pero pueden serlo, claro, con nuestro esfuerzo, con el de todos. La visión no puede ser más que apocalíptica, sobre todo para las gentes que observan desde mi prisma, desde éste que aquí y ahora especifico, habida cuenta de las circunstancias y de las condiciones que detectamos. Si cuantificamos y cualificamos lo que sucede, no salen resultamos de los que podamos felicitarnos. No obstante, insistimos, el afán de superación nos ha de conducir por otros derroteros más optimistas. A lo largo de la historia del ser humano se han ido superando las vicisitudes. En esta etapa no vamos a ser menos.

Tan importante como las retribuciones paupérrimas en las que nos movemos es el exceso de periodistas que salen de las Facultades sin encontrar trabajo, así como la falta de polivalencia con la que se licencian en estos centros de educación superior, especialmente por la carencia de tiempo y de medios para cumplir plenamente los planes de estudio, las indicaciones de los expertos y los deseos de colaboradores y responsables del ámbito universitario. Hay excepciones, como antes indicamos, y hay suficiente e inestimable esfuerzo por parte del profesorado y de las propias entidades, pero aún los recursos se tercian insuficientes. Hay que pedir que se incrementen las inversiones de toda índole. No vamos a decir que todos los recursos son insuficientes, pero sí vamos a resaltar que se precisa un aumento. Las Administraciones deben invertir más y mejor. Pueden. Deben. La vida no se basa en la rutina o en el conformismo. Hay que inventar nuevas actuaciones, nuevos itinerarios.

Miremos hacia todas partes. No dejemos nada al azar. La suerte no tiene nada que ver con la docencia. El aprendizaje ha de tener en cuenta todo lo que ocurre, y, por supuesto, todas las oportunidades. El panorama que nos rodea brinda unas ocasiones excepcionales de mejora societaria desde el atrevimiento unánime de que nuestra labor debe mejorarse con el asentimiento de todos. En el global de opciones informativas, y desde una óptica personal, profesional y empresarial, hay una pluralidad “comunicacional” y comunicativa que nos debe hacer sentir un orgullo muy claro y singularmente basado en el quehacer de todos aquellos que estamos involucrados en el proceso de envío/recepción de los mensajes públicos. Toca, en paralelo, un aprendizaje conjunto para aprovechar toda la sinergia y las destacadas ocasiones que nos circundan. Aquí no puede haber tampoco una faena individualizada y compartimentada. Ayudemos a que la ciudadanía aprenda a hacer un mejor uso de los medios, y en esa labor de cimentación ganaremos todos. Seguro.

3.- Las bases culturales de la sociedad se asientan en la comunicación

Las tres funciones de los medios de comunicación son las de informar, formar y entretener, unos fines que a menudo están intercalados y conectados con y por el ansia de dar con más y más audiencia. El afán por conseguir un índice mayor de lectura, de seguimiento o de visionado choca a menudo con la necesaria calidad y con el propósito cultural que, en paralelo, ha de presidir la labor de cualquier medio. Con esta perspectiva, expertos y profesionales debaten, de manera recurrente, y en diversos escenarios, sobre las condiciones en las que se trabaja en los medios de comunicación de masas, también llamados medios de comunicación social (dos visiones del mismo fenómeno), y acerca del valor y/o de las potencialidades que lideran las empresas periodísticas para desempeñar un papel esencial en las sociedades en las cuales se incardinan.

Como bien se afirma, las soluciones no son unívocas, no son exclusivistas o absolutas, no son, ni mucho menos, como indican los letrados y los juristas, pacíficas. Hay numerosos frentes a los que acudir, y desde los cuales afrontar la compleja situación que se presenta cotidianamente.

Valentín Villagrasa, ex director y creador de la serie infantil de éxito “Los Lunnis”, insiste en que “el secreto de la televisión está en los formatos, que han de adaptarse a los nuevos tiempos, buscando siempre interesar a la audiencia y sin desdeñar los pilares de la formación y del entretenimiento a los que debemos estar abocados”. Ésta es, al menos, la teoría, según repite. Pone como ejemplo la serie de TVE que él ha puesto en marcha, que ha supuesto un “boom” a nivel nacional e internacional, con numerosos premios y reconocimientos y con unas cuotas de audiencia muy importantes. Esto no obstante, lo más relevante es el prestigio que ha dado a la cadena, al tiempo que ha generado unos grandes estandartes de credibilidad.

Por otro lado, el responsable de Cultura y Sociedad de Antena 3 Televisión, Emilio Sanz, resalta las dificultades que existen para conciliar cifras de audiencias suficientes para sostener un programa en antena y la calidad de los mismos espacios. A menudo, según subraya, “se cae en el esperpento, en la estridencia, en el morbo y en el amarillismo”. El problema para este profesional, y suponemos que para la gran mayoría, es que no siempre se da un equilibrio entre los ingresos de un programa y sus costes, y eso genera perjuicios y distorsiones. Explica también el nuevo giro -un formato dinámico y elaborado que persigue la originalidad- que ha dado su medio de comunicación para potenciar las noticias de índole cultural en los espacios informativos con el fin de lograr el interés de los telespectadores.

Representantes de medios audiovisuales y de asociaciones de profesionales hacen hincapié en que hay que concitar los intereses de las empresas, de los trabajadores de los medios y de la misma ciudadanía, a la que se deben en primera y última instancia las organizaciones periodísticas. Se subraya que no es algo fácil, pero sí palpablemente necesario para el bien de todos. Debemos reflexionar con constancia y con altura de miras con el objeto de ir viendo en qué fallamos, qué es mejorable y qué es manifiestamente cambiable en sus planteamientos y en sus fines. Si no es así, no saldremos de un callejón sin salida en cuanto se refiere a la optimización de los medios comunicativos.

A la búsqueda de audiencias millonarias

El subdirector del programa “Por la mañana”, de TVE, Julián Pérez Olmos, insiste en que “la televisión que estamos haciendo tiene mucho que ver con la guerra de las audiencias, que está generando demasiado estrés y un tipo de programas que a menudo no son exactamente de servicio público”. En este sentido, pide sosiego a los responsables de las empresas “para que se den más oportunidades a programas de otra factura, más racionales y menos emocionales, con un verdadero afán de formar y de hacer una audiencia más libre”. Olmos augura un buen futuro al respecto, ya que señala que próximamente la información cultural irá encaminada a estar situada en la posición necesaria en el medio televisivo.

La directora y presentadora de los Desayunos de RTVE, Pepa Bueno, destaca lo perdidos que andamos todos con juegos empresariales que hacen que “el mensaje no llegue a veces en las condiciones que debería”. En todo caso, se muestra, cuando se le pregunta, contenta con la labor que desempeñan los medios y con el papel que deben realizar en el futuro, sobre el que se declara optimista.

Los distintos foros comunicativos, como el que cada año se celebra en Lorca, bajo la dirección de quien suscribe este artículo, van abriendo brechas en los problemas más sensibles de las empresas periodísticas. En paralelo, se pone en cuestión el actual sistema basado en rentabilidades y audiencias. Al mismo tiempo, se vierten críticas con un perfil constructivo, persiguiendo siempre puntos de consenso, que existen.

Como no podía ser de otro modo, el debate sobre la comunicación sigue abierto. Hace falta que nos involucremos todos los sectores afectados, incluyendo a la ciudadanía en general, para que se produzcan las oportunas modificaciones. Podemos más de lo que pensamos. Seguiremos dando cabida a las diferentes opiniones como base de la sociedad democrática en la que nos hallamos.

4.- Salubridad y futuro de los medios de comunicación

La Prensa , el mundo de la comunicación, a pesar de sus propias contradicciones, goza de buena salud. Casi estoy convencido de ello. Hay muchos medios de información, cada vez más, que se traducen en más opciones para la sociedad, y en mucha oferta de trabajo. Ahora bien: de lo que se trata, o de lo que debería tratarse, es de ir consolidando proyectos y de contribuir a la mejora de nuestro entorno comunitario y de la propia profesión. Todavía resta un ingente camino.

 

La Prensa es un concepto amplio y, afortunadamente, en perpetua evolución. Ahora conviven en paralelo diversos formatos y soportes, esto es, prensa, radio, televisión e Internet. Poco a poco, y conforme el progreso tecnológico brinda nuevos modelos comunicativos, las empresas, los profesionales y la sociedad se adaptan a las diversas etapas que se producen. Creo que gozamos de salud, como ya he dicho, pero, en todo caso, no debemos renunciar a mejorarla con más dosis de entusiasmo y de creatividad, que se traduzcan en unas mejores condiciones laborales. En este sentido, empresas y profesionales debemos ayudarnos mutuamente, y ahí las Asociaciones de la Prensa han de jugar un claro e inequívoco papel de consenso. La transformación de estas Asociaciones en Colegios, pese a no ser obligatoria su afiliación, puede ser un revulsivo para los profesionales.

 

Los índices de lectura, en torno al 50 por ciento de la población en lo que es el formato papel, no son tan altos en España como serían aconsejables. Lo cierto es que no tenemos la tradición de países de nuestro entorno europeo, como Francia, Alemania, Gran Bretaña o los países nórdicos. No obstante, las cifras de lectura de prensa deben tenerse en cuenta, asimismo, a través de los formatos y de los soportes que nos proporcionan las nuevas tecnologías. Me refiero a los diarios digitales y a las aumentadas dosis de información que nos pueden llegar, y que nos llegan de hecho, mediante Internet. Los principales diarios hablan de cifras millonarias de lectura, o, cuando menos, de consultas, unas cifras impensables en la tradicional presentación de papel. Tampoco debemos desdeñar los consumos que registran diarios más modestos. Los avances nos llevan por derroteros que hacen que fluctúe el concepto de lectura tradicional. Todo es perfeccionable, y seguro que mejoraremos.

 

Una oferta múltiple y multiplicada

 

Por otro lado, los gratuitos, que en algunas poblaciones son la mitad, en cuanto al número global de publicaciones, de la oferta global impresa que reciben los ciudadanos, han sabido cubrir un espacio y una necesidad que hasta ahora no brindaban los diarios tradicionales. La clave, en estos casos, está en la distribución y en una labor gerencial que indica que están funcionando muy bien. Además, están dando trabajo a muchos compañeros nuestros, y eso nos debe parecer estupendo.

 

Conviene, igualmente, que destaquemos la falta de unión real entre los periodistas. Esto es contradictorio con la cifra de unos 10.000 profesionales asociados a entidades específicas de defensa de los derechos del gremio periodístico. Si a ello añadimos que hay otros 20.000 probablemente sin ningún tipo de vinculación a alguna entidad y que ejercen una profesión tan bonita como sensible, es evidente la situación en la que nos hallamos, que se traduce, en algunos supuestos, en una cierta indefensión. Es claro que sobre los nexos de las empresas periodísticas deben opinar sus responsables. En cuanto a los periodistas, estimo que dejamos mucho que desear. Ante problemas objetivamente cercanos a todos, como la falta de credibilidad, en ocasiones, de nuestra profesión o la propia coyuntura económica del sector no parece que estemos en esa unanimidad que nos haría más fuertes para lograr, cuando menos, mitigarlos.

 

Recordemos que se habla de “cuarto poder”, de “contrapoder”, de “quinto poder”. Evidentemente, somos una de las columnas vertebrales del sistema democrático. No obstante, no confundamos el poder del periodista con el de sus empresas, que no es lo mismo. Desde luego, el deber de informar, de decir lo que ocurre a la sociedad, es una tarea tan grandiosa como fascinante. Pese a todo, prefiero tocar tierra y recordar a los muchos compañeros que ganan 400 euros al mes para defender tan loable derecho de los ciudadanos. Su quehacer es encomiable, se mire como se mire.

 

Lo bueno de este panorama es que, de manera pareja al desarrollo económico, se extiende la difusión de los periódicos de toda la vida, al tiempo que van creándose nuevas publicaciones. Siempre que surge un nuevo medio somos un poco más libres todos los ciudadanos. Tengámoslo muy presente. Hemos de recordar, cada día de faena, que nos debemos al ciudadano, que es nuestro fin primero y último. Somos los depositarios de ese derecho fundamental a la información que reconocen las constituciones democráticas desde el siglo XVIII. Seamos valientes y consecuentes con él. Dice la tradición de los indios Sioux que un ser humano se convierte en tal cuando cumple sus sueños. Nosotros tenemos, hemos tenido, y tendremos este sueño de servir a la ciudadanía. No permitamos distanciarnos de la realidad.

 

5.- El binomio información y periodismo

 

Cuando hablamos de los parámetros, de los ejes, que tienen que ver con las peculiaridades y definiciones, cuando no con las distinciones netas, de la información y del Periodismo, no debemos caer en un conformismo más o menos repetitivo. No nos vale. Sería estar en el mismo sitio de siempre. Hemos de aplicar los idearios y las lecciones que los manuales y la propia vida nos brindan, y, además, hemos de hacerlo sin ser restrictivos. Miremos sin poner fronteras, sin límites. Lo que vamos a afirmar a continuación parece un tópico, pero no es así. Los Medios de Comunicación y la Educación constituyen un binomio inseparable desde el punto de vista del periodismo y de la información. Están enganchados. Son un engranaje que incluso puede ser perfecto, o casi. Hay una encrucijada vital. Las conexiones son tan directas que a menudo no somos capaces de entender los unos sin los otros. Conviene decir, y hasta resaltar, que hemos de tener bien claras las definiciones de cada uno de los soportes de la sociedad, entre ellos los que tienen que ver con la educación y la comunicación, bastiones insustituibles de la sociedad, de una comunidad democrática.

 

Meditemos desde la mejor de las conciencias. Son estos, los “media”, unos instrumentos fundamentales al ser entendidos netamente como vehículos de socialización y de mejora espiritual e intelectual. La pregunta extraordinariamente necesaria es: ¿para quién o para quiénes es esa mejora? No es fácil contestar a esta interrogante, que a menudo lleva consigo espinas. Desde la perspectiva de la educación, y si nos plantearnos la directa influencia de los medios de comunicación en la sociedad actual, se contempla la enseñanza como una alternativa para poder superar el dominio al que estamos sometidos por unas redes indelebles más o menos detectables (no debemos dejar de puntualizar que este “dominio” es, en parte, voluntario y consentido, pues nadie nos obliga a ver la televisión, que podemos desconectar en cualquier momento). Las redes se tejen de muchas maneras, y, con independencia de que sean más o menos fuertes, están ahí y no se pueden olvidar. Tengamos en cuenta que estos controles no son buenos, habida cuenta de que perdemos nuestro sentido de la independencia, de la autonomía intelectual, que no la tenemos por la presión que ejercen las empresas periodísticas como brazo alargado de las autoridades en los ámbitos financieros, económicos y hasta políticos. No pensemos siempre en términos de rentabilidad. Nos desbordaríamos en las apreciaciones, o bien nos quedaríamos cortos.

 

No podemos negarlo. La evidencia es la evidencia. Está claro que existe una abusiva e impresionante, desbordante podríamos decir, presencia de los medios de comunicación audiovisuales en los más variados espacios de nuestra vida. Nada escapa a su influencia, y, a menudo, a su peligrosa perversión. Todo está inundado con su destacada difusión hasta el punto que decimos que lo que no aparece en los medios no existe, o es como si no existiera, que casi es peor. Detectamos una ingente presencia de las historias que nos cuentan las empresas informativas. Lo peor es cómo nos cuentan las cosas. Hasta las relaciones familiares y con los amigos se encuentran muchas veces mediatizadas, condicionadas, por la inconsciente, o más que pensada, actividad de los medios. Debemos tenerlo en cuenta a la hora de actuar con conocidos o personas próximas.

Estas empresas de influencia clara nos muestran cuáles han de ser los caminos por dónde han de transcurrir las modas. Solo se tuercen cuando conviene a sus intereses. Lo más grave es que la mayor parte de la población no toma (no tomamos) conciencia; y la actitud ante los “mass-media” es totalmente pasiva y sumisa, casi como la de los siervos y los esclavos ante el poderoso señor, en este caso disfrazado de “dios mediático y/o audiovisual”. Ése es su afán, que nos movamos poco o nada. En esta esfera, y desde este entendimiento, no hemos abandonado el sentimiento feudal y de vasallaje. En algunas cosas, el ser humano no ha progresado tanto. Cuando esto ocurre es porque no sacamos rendimiento a lo más importante en el devenir de un hombre o de una mujer: la experiencia misma.

 

Es cierto, tremendamente verdad, que la mayoría de las veces no somos más que meros receptores inertes que, en ningún momento, o en pocas ocasiones, nos planteamos reaccionar ante las manipulaciones ideológicas, y de otro orden, que la comunicación audiovisual lleva consigo. Nos dejamos distraer, y basta. Pasamos el tiempo, un bien, por otro lado, escaso. No lo aprovechamos. Lo que debemos hacer no es considerar a los medios como la “bestia negra” de nuestra sociedad, sino todo lo contrario: debemos ser conscientes de las propiedades positivas, de las ventajas que los medios audiovisuales tienen para el desarrollo de los seres humanos. Hay, en todo, un lado negativo y otro positivo. La vida es así, y los medios no son ajenos a ella. No nos quedemos con la impresión de que estamos ante un “demiurgo” que no podemos ni comprender ni optimizar. Nos habríamos equivocado doblemente con esa conclusión, seguramente apresurada.

 

No dudemos. Es obvio que cada una de estas empresas en sus diversas modalidades tiene un lenguaje específico y propio que es necesario conocer y dominar para poderlo, de manera paralela, entender, interpretar y utilizar.  Además, reconozcamos que hay diferentes tipos de lingüísticas. Dice Paulo Freire que, para solucionar un problema, primero hay que conocerlo, y, si es posible, reconocerlo. No dejemos para mañana lo que ya debemos hacer hoy mismo. Hay cuestiones, que por sangrantes, no deben esperar. Todos llegaremos a un poco de dicha si sabemos sacar partido a las oportunidades educativas de los medios de comunicación, de las informaciones que nos deben ofertar.

 

El papel formativo de las empresas periodísticas

 

En los centros de enseñanza debe haber una mayor empatía entre los diversos bordes de un cuadrilátero, donde todos tenemos derechos y obligaciones. Están las empresas, están los profesionales, están los ciudadanos y están las administraciones públicas y los grupos de presión, que han de procurar que haya una genuina respuesta a las necesidades de la población. Formación y cultura han de ser más que palabras repetidas.

 

La escuela y la familia son las bases del aprendizaje de la sociedad, y, en ésta, siempre hay que incidir en los más pequeños. Los medios audiovisuales son, han de ser, las auténticas armas revolucionarias que nos saquen del estado de apatía, de desmovilización, en el que nos movemos. Mucha es la televisión que se consume, con independencia del soporte del cual se trate. El consumo en exceso de lo audiovisual llega hasta las cuatro horas en algunos supuestos, con un porcentaje de menores de edad (e incluso menores de 14 años), que nos causa pavor y espanto.

 

No hemos de estar siempre animando a los consejos, pero éstos nunca están de más. Uno de ellos tendría que ver con el uso de los medios de comunicación en la escuela, y hasta en casa, para aprender en sentido extenso, desde valores hasta conseguir un aprendizaje real en cuestiones tangibles.

 

Sería bueno, para ello, que hubiera una especie de Observatorio que vigilara sin poder vinculante de la praxis de los medios de comunicación televisivos sobre todo, ya que son los de más influencia.

 

Una advertencia más es que ayudemos a la ciudadanía a discernir información, de opinión, de cultura, de interpretación, de rumor, de publicidad, etc. No todos los conceptos son iguales. El contexto es básico, fundamental, crucial.

 

En paralelo, dejemos atrás esa idea de los años 60 de que los medios son como niñeras. Las empresas ya no son tan ingenuas, si es que una vez lo fueron. Debemos pensar en un cierto aire liberalizador. Además, es una pérdida de recursos utilizar algo tan costoso para cosas poco edificantes. En ello no se suele pensar, pero hay que hacerlo.

 

Así, hay que procurar que se involucren más y mejor las Administraciones, las Corporaciones, las entidades sin ánimo de lucro y las propias Organizaciones No Gubernamentales, que han de ser más reivindicativas. La formación de todos es, ha de ser, un sostén, de las buenas formas y de las calidades que hay que defender. La educación de los padres debe ser, en este campo, una prioridad.

 

 

Evidentemente, para que estos consejos y advertencias, cuando no consideraciones, nos funcionen, no deben ser asumidos como parte de un manual de prácticas saludables o salubres para enseñar a ver la televisión, a interpretarla incluso. No es esto una guía al uso. Tampoco debe sonar a obligación sin justificar lo que hay detrás, que es mucho. Nada de lo que se hace por empeño de las autoridades morales o legislativas sin explicaciones es aceptado en el corto o medio plazo.

 

La pretensión, el objetivo meridiano, ha de ser el abrir un foro de debate sobre lo contraproducente que puede llegar a ser el consumo indiscriminado y abundante de la televisión en general para concienciar a los padres y a los profesores de lo necesario que es que conozcan con antelación la programación, la oferta prevista, la dada en definitiva. Han de anticiparse a la jugada de las grandes cadenas, y también de las pequeñas. Los deberes que no hagamos desde la ciudadanía no se van a hacer desde las grandes economías. Para que haya un equilibrio de oferta, debe haber un equilibrio de consumo. Es obvio, pero conviene matizarlo y recordarlo cada cierto tiempo, entre otras cosas para que no se olvide.

 

No seamos, por favor, conformistas. Ello nunca es bueno. Es preciso mantener una actitud crítica, y puede que muy ácida, respecto a los programas de televisión, ya que ellos son los que promueven, por la propia dejadez de los tutores, de los maestros, de los que enseñan, los estereotipos y los modelos sociales inadecuados, o poco adaptados, para los más jóvenes de nuestra sociedad, e incluso para aquellos que no lo son tanto. La falta de madurez es una constante.

 

La violencia de género, de todo tipo, la pornografía, la carencia de valores, la falta de una madeja de auténtica moral, la carencia de sentimientos de solidaridad, de bondad, de esfuerzo, de mejora conjunta y continua no pueden campar como si tal cosa, como si no hubiera un orden, como si todo fuera un puro caos. Hay que implicarse más desde todos los puestos, desde cada categoría profesional y personal, así como familiar. La tarea es de todos, sin que nadie quede, o deba quedar, fuera. Si miramos al vecino como si tuviera más obligaciones que nosotros, andamos equivocados. No es así. La voluntad y el empeño han de ser en conjunto.

 

6.- Todos en la red: profesionales y ciudadanía

Hemos atravesado la barrera de lo tecnológicamente posible hasta hace unos años, y nos hallamos inmersos en un universo de sueños reales que nos hacen conquistar cotas impensables hace tan solo unas décadas. Quizá estamos en la era de la “prontitud”, como me gusta llamarla. La llegada, la aparición, la puesta en escena, de las nuevas tecnologías de la información ha supuesto una gran revolución en todos los sentidos. Es evidente que el aporte de espacio, de sitio, de posibilidades para escribir es tan inmenso como infinito. En este sentido, se ha dado un auténtico vuelco, una extraordinaria revolución. No hay nada comparable a lo largo de la historia del ser humano. Ahora no es necesario el papel, con sus condicionantes, no es necesario un lugar determinado y determinante: ahora tenemos casi una eternidad de posibilidades.

Internet, la Red de Redes, se ha convertido en la gran editora, en la gran emprendedora, de nuestro talento y de nuestras capacidades en lo literario, en lo artístico, en lo intelectual… Ya no podemos decir que no tenemos un soporte que nos haga de altavoz, que existe, que se da de una forma, en un continente y de una manera que podremos llegar hasta donde queramos.

La sensación de cooperación que se puede apreciar en Internet es tal que nunca antes pensamos que se podrían crear comunidades virtuales tan extensas a través de instrumentos como los “blogs”, los “chats”, los portales, o la multitud de documentos que vamos “colgando” por aquí y por allá. Todo está al alcance de todos. Quizá el problema pase por la cantidad de información que hemos de ir desbrozando en un universo excesivamente amplio, sin fronteras, con un enorme caos, o más bien desorden, en algunos aspectos.

Acceso total

El crecimiento en lo cuantitativo y cualitativo es exponencial, imparable, hasta hace poco inimaginable. De manera paralela, contamos, y gozamos, de increíbles agendas, de ingentes bibliotecas, de estupendas enciclopedias de las más diversas especialidades, y a todas ellas podemos acceder a través de Internet. Casi un milagro por la satisfacción que nos procuran. El giro ha sido de 180 grados. A veces ha sido mucho mayor que eso.

Los límites económicos, en sentido estricto, ya no existen. Ya no hay fronteras. Poco a poco podemos ir introduciéndonos en los más diversos rincones a través de una maraña de datos, de cifras, de eventos y de sus correspondientes interpretaciones. La sensación de libertad puede ser inconmensurable. Lo es. Es algo que hasta se intuye de una manera más o menos palpable.

El futuro de lo digital nos traerá lo que queramos que sea, no lo olvidemos, pero también hemos de tener presente la idea de un aprendizaje perpetuo en cuanto a las nuevas tecnologías, en cuanto a los valores que aportan, y también en lo que respecta a la necesidad de saber descifrar las claves y de tomar en consideración lo verdaderamente evaluable. Urge, en este sentido, una cierta deontología y el desarrollo de un afán de aprendizaje continuo y de ida y vuelta. La cultura tiene muchos dones, muchos perfiles, muchas caras: es importante que les saquemos provecho.

Paralelamente, es necesario que el placer por la red vaya acompañado de una pasión por lo que hacemos, por cómo lo hacemos, por una evolución integral de los medios, y, fundamentalmente, de las personas. No dejemos atrás aspectos morales, sentimentales incluso, y, sobre todo, espirituales. Conjuguemos verbos y opciones, sin machacar ninguna, fomentando todas las posibilidades, que son ilimitadas. Podemos más de lo que pensamos.

7.- En mi opinión…

         Como hemos podido ver en este sucinto, variado e interesante recorrido por coyunturas, análisis y reflexiones en torno a los grandes ejes de la sociedad, que son la información, la comunicación, la educación, la formación y el Periodismo con mayúsculas, nos damos cuenta de que se trata de distintas vertientes, de distintas caras, de la misma moneda integrada, que busca censar y cuantificar sin fisuras el concepto de cultura de manera global, total, integradora.

 

            Es preciso que en este mundo complejo a la par que sencillo veamos que todos los vectores e influencias de cada uno de estos aspectos se complementan entre sí enriqueciéndose mutuamente y de una manera que nos dignifica a todos con su buen uso, al tiempo que nos hace madurar colectivamente. Aconsejamos la re-lectura.

 

*BIBLIOGRAFÍA BÁSICA:

ALCALDE, C. Cómo leer un periódico. Mitre: Barcelona, 1981.

ARIA, Manuel. Los medios de comunicación en el curriculum. Murcia: KR; 1998.

 

GONNET, J.  El periódico en la escuela: creación y utilización. Madrid: Narcea, 1984.

 

MARQUÈS GRAELLS, Pere, Aportaciones de los mass-media en educación:  problemáticas asociadas. 2001. Localizado en:  http://dewey.uab.es/pmarques/masme.htm

 

MOLES, A. La comunicación y los mass-media. Mensajero: Bilbao, 1975.

 

SARTORI, Giovanni.  Homo videns: la sociedad teledirigida. Tr. de Ana Díaz Soler,  Madrid: Taurus, 1998.  Localizado en: http://www.monografias.com/trabajos12/pdaspec/pdaspec.shtml

UNESCO: La educación en materia de Comunicación. Paris: UNESCO, 1984.

*BIBLIOGRAFÍA DE CONSULTA:

 

Bonete Perales, Enrique (editor):

Ética de la comunicación audiovisual, Tecnos, Madrid, 1991.

 

Cebrián Herreros, Mariano:

Introducción al lenguaje de la televisión: una perspectiva semiótica, Pirámide, Madrid, 1978.

 

Chomsky, Noam; Herman, Edward S.:

Los guardianes de la libertad, Grijalbo Mondadori, Barcelona, 1990.

 

Díaz Noci, Javier; Meso Ayerdi, Koldo:

Periodismo en Internet. Modelos de la prensa digital, Universidad del País Vasco, Bilbao, 1999.

 

Eco, Humberto:

Apocalípticos e integrados en la cultura de masas, Lumen, Barcelona, 1968.

 

Hobsbawn, Eric:

Historia del siglo XX, Crítica, Barcelona, 2ª Ed., 2001, P. 573.

 

López García, Ángel:

Escritura e información: la estructura del lenguaje periodístico, Cátedra, Madrid, 1996.

 

MacBride, Sean:

Un solo mundo, voces múltiples: comunicación e información en nuestro tiempo, Unesco, Fondo de Cultura Económica, México, 1980.

 

Pablos, José Manuel de:

Infoperiodismo . El periodista como creador de infografía, Síntesis, Madrid, 1999.

 

Pastoriza Rodríguez, Francisco:

Perversiones televisivas, IORTV, Madrid, 1998.

 

Ramonet, Ignacio:

La tiranía de la comunicación, Temas para Debate, Madrid, 1998.

 

Solozábal Echavarría, Juan José:

“La libertad de expresión como derecho de la sociedad democrática: la imagen constitucional del periodista”, Sistema, 118-119, pp. 266, 1994.

 

Wolfe, Tom:

El nuevo periodismo, Anagrama, Barcelona, 1981.