El papel influyente de los gabinetes y el rol de los profesionales de la comunicación

 

Huyamos de controversias y hagamos una tarea de empatía real. Mucho se ha escrito, y lo que aún resta, en torno a la influencia de los gabinetes de comunicación en el contenido de los medios informativos o periodísticos. Lo malo es que se plantea como una especie de guerra de unos contra otros, en función de la trinchera que nos toque en suerte. Creo que es evidente que influyen en y a muchos niveles, unos más positivos que otros. Por un lado, ayudan (a veces compelen) en y a la formación de la agenda de noticias que cada día cubren los distintos medios. Contribuyen a esa cobertura, ya que las empresas periodísticas tienen una gran precariedad de recursos y de personal. En este sentido, permiten una optimización de tiempos (eso nos parece, a veces falsamente), y, a menudo, incluso utilizamos sus notas de convocatorias o de prensa como referencias para lo que contamos en nuestros diarios, boletos radiofónicos o informativos de televisión, sin olvidar, claro está, los portales de Internet. Aquí debemos entrever claros y oscuros.

 

Está claro que hay una reciprocidad, un beneficio compartido, muto, tanto por parte de la fuente que son los gabinetes de comunicación como por los propios profesionales y sus empresas. Recordemos que los gabinetes nos señalan el camino a seguir cada día. Acomodan nuestros pasos. Esto es, inicialmente, bueno ya que, en el comienzo de cada jornada, sabemos qué hacer, esto es, nos ofrecen un mínimo de noticias a cumplimentar, a recorrer. Recordemos que los medios de comunicación tienen cada vez menos personal, y, por este motivo, cuantas más noticias se nos faciliten parece que es mejor, y, si parte del trabajo de redacción o de selección de aquello que es más importante está ya hecha, pues “un tiempo precioso que se gana”. El lado malo es que es más sencillo “conducirnos” así, es más fácil que nos porten donde quieran. Este tipo de rutinas brindan una homogeneización de contenidos, es decir, todas las noticias parecen iguales, porque lo son, porque su factura es similar. Vemos que es una dinámica ambivalente.

 

Podríamos hablar de muchas formas y utilizar variados términos en torno al quehacer de los gabinetes, ya que mediatizan, apoyan, potencian, restringen, contribuyen a la labor diaria, etc. Es evidente que ello depende de la óptica o la praxis de cada cual. La forma de influir es en el sentido que estamos diciendo. Establecen nuestros hábitos de trabajo, nuestras prioridades, incluso nos vehiculan a la hora de titular, de establecer qué es importante de aquello que no lo es. Nos dan, por un lado, unos valiosos datos, unas maravillosas informaciones, pero, por otro lado, dejan atrás o con una apuesta menos decidida aquellas consideraciones que favorecen menos a los poderes de los que dependen, ya sean políticos o económicos. Queremos decir que hay un vector bueno y otro malo. Si lo tenemos en cuenta, y sabemos consultar más fuentes, su influencia será menor.

 

Una influencia relativa

 

Una primera mirada puede ser engañosa. Todo parece indicar, al menos desde fuera, que la influencia de los gabinetes es mayor que la de otras fuentes informativas. Puede que en algunos casos, o en muchos, sea así, pero hagamos unas reflexiones. Es claro, o debe serlo, que no tienen más influencia a priori. Su relevancia es al final del proceso. Ocurre que se utilizan más porque es más cómodo, y, a veces, su uso es la única manera de cubrir el espacio que tienen reservados los diferentes medios, ya se trate de prensa, de radio o de televisión. Queremos decir que no seleccionamos estas noticias por ser más influyentes, al menos no en todas las ocasiones, no en la mayoría. Las usamos porque son más fáciles en su llegada, en su factura y en su difusión, ya que nos vienen muy “masticadas”. Ya hemos insistido en los peligros de conducción o de persuasión de este fenómeno.

 

Hay otra consideración: hay quien piensa que aceptamos sin reservas lo que se nos ofrece, a menudo, según nos dicen, sin hacer preguntas, o haciendo muy pocas. Puede que seamos un poco pasivos, o poco pro-activos. Es probable que la costumbre, el mal hábito, esté triunfando, amparado en la tan cacareada escasez de recursos. ¿Y esto por qué ocurre? Nos hemos acostumbrado por esa dinámica trepidante en la que nos hallamos. No pensamos en que nos falta tiempo. No meditamos en que debemos recurrir mucho más a la doble fuente. No reparamos en que precisamos más confluencia de pareceres, lo cual redundaría en una mejora de la ya cuestionada credibilidad de todos los medios.

 

En todo caso, yo no diría tanto de que “sin reservas”. Lo aceptamos porque nos hemos vuelto muy conformistas en esta especie de locura que nos lleva a asumir la precariedad y la falta de recursos materiales y personales como algo normal, lo cual no debería acontecer de este modo. Hay que ser más reivindicativos.

 

Resaltemos, finalmente, que pensamos que no somos capaces de cambiar las cosas. Hasta ahora las asociaciones profesionales y sindicales no han hecho grandes actuaciones (puede que ni pequeñas) para combatir esa precariedad, esos bajos salarios, ese triunfo de la empresa frente al derecho a trabajar con un poco de más dignidad, y eso hace que no nos planteemos cambiar la coyuntura. Bueno, quizá lo pensamos, pero nos parece imposible. Aceptamos que las cosas son como son en un sector que peca de demasiada falta de movilización, de ilusión y de entusiasmo. No obstante, creo que podemos y debemos, entre todos, desde el colectivismo, desde el conjunto, mudar la situación actual. Sería un primer avance dentro del panorama de deberes que societariamente tenemos que hacer los profesionales de la comunicación.

 

Juan TOMÁS FRUTOS.

 

Nota: Pensemos que una definición de periodista es la de aquel que utiliza dos o más fuentes. Si solo informamos con lo que nos ofertan los gabinetes de comunicación, no somos exactamente periodistas: somos intermediarios de noticias que, realmente, no lo son en estricto sentido, pues no han sido contrastadas debidamente. Un periodista debe ser confiado, pero no debe fiarse de lo que le cuentan.

Juan TOMÁS FRUTOS.