APUNTES SOBRE LO AUDIOVISUAL:

CONCEPTOS, ANÁLISIS Y REFLEXIONES

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Juan TOMÁS FRUTOS

Alberto RAMÓN SILES

 

 

 

 

1.-Los medios de comunicación, la cultura, la educación y el aprendizaje

       

 

Los Medios de Comunicación y la Educación constituyen un binomio inseparable desde el punto de vista del periodismo y de la información como vehículos de socialización y de mejora espiritual e intelectual. Desde la perspectiva de la educación, y si nos plantearnos la directa influencia de los medios de comunicación en la sociedad actual, se contempla la enseñanza como una alternativa para poder superar el dominio al que estamos sometidos (no debemos dejar de puntualizar que este “dominio” es, en parte, voluntario y consentido).

 

Está claro que existe una abusiva presencia de los medios de comunicación audiovisuales en los más variados espacios de nuestra vida. Hasta las relaciones familiares y con los amigos se encuentran muchas veces mediatizadas por la inconsciente actuación de los medios. Lo más grave es que la mayor parte de la población no toma (no tomamos) conciencia; y la actitud ante los “mass-media” es totalmente pasiva y sumisa, casi como la de los siervos y los esclavos ante el poderoso señor, en este caso disfrazado de “dios mediático y/o audiovisual”.

 

Es cierto que la mayoría de las veces no somos más que meros receptores pasivos que en ningún momento nos planteamos reaccionar ante las manipulaciones ideológicas que la comunicación audiovisual lleva consigo. Nos dejamos distraer, y basta. Lo que debemos hacer no es considerar a los medios como la “bestia negra” de nuestra sociedad, sino todo lo contrario: debemos ser conscientes de las propiedades que los medios audiovisuales tienen para el desarrollo de las personas. Es obvio que cada una de estas empresas en sus diversas modalidades tiene un lenguaje específico y propio que es necesario conocer y dominar para poderlo, de manera paralela, entender, interpretar y utilizar.

 

1.1.-Compatibilizar la educación con los “medios”

 

Es imprescindible que la educación en general y el colegio en particular afronten el reto de enseñar y de incorporar en su currículo la EDUCACIÓN para la COMUNICACIÓN AUDIOVISUAL , y no sólo para que los alumnos estén atraídos por los medios sino como beneficio para todos, en general, como futuros consumidores de medios audiovisuales que somos. Educadores inexpertos y expertos no educadores son dos binomios abocados al fracaso. El éxito de esta enseñanza está, a nuestro entender, en intentar crear entre los dos grupos antedichos unos productos y unas pautas de trabajo que al final resulten atractivos para quien, en definitiva, tiene que prepararse para recibir la avalancha informativa, sobre todo de los medios de comunicación: nos referimos al alumno.

 

Debemos hacer hincapié en los parámetros formativos partiendo de la base de que la media de los ciudadanos delante del televisor sobrepasa las 3 horas diarias, esto es, ronda los 200 minutos. Por ello barajamos los siguientes consejos, que indican que veríamos mucho mejor la televisión si:

 

1.-Aprovecháramos sus posibilidades de comunicación y de socialización en la familia y en la escuela.

 

2.-Se diferenciaran claramente los contenidos informativos y formativos de aquellos otros que tienen que ver con la publicidad.

 

3.-Las instituciones se dotaran de organismos de vigilancia y de control de la normativa existente sobre televisión.

 

4.-Desde todas las instituciones se promoviera más la formación audiovisual de padres, de niños y de profesores.

 

5.-No utilizáramos la televisión como madre o niñera.

 

6.-Aprendiéramos a utilizar el enorme potencial que tiene para la educación o el entretenimiento de los niños.

 

Evidentemente, para que estos consejos funcionen, no deben ser asumidos como parte de un manual de prácticas saludables para enseñar a ver la televisión. La pretensión ha de ser el abrir un foro de debate sobre lo contraproducente que puede llegar a ser el consumo indiscriminado de la televisión en general para concienciar a los padres y a los profesores de lo necesario que es que conozcan con antelación la programación. Es preciso mantener una actitud crítica respecto a los programas de televisión ya que ellos son los que promueven, por la propia dejadez de los tutores, los estereotipos y los modelos sociales inadecuados para los más jóvenes de nuestra sociedad, e incluso para aquellos que no lo son tanto. La tarea es de todos.

 

2.-El sector de los medios de comunicación: pluralidad, potencialidades, ventajas e inconvenientes

   

El sector que abarcan hoy en día los medios de comunicación es tan amplio y complejo como las propias sociedades a las que sirven. Los profesionales de estos medios tienen en sus manos una gran herramienta, la información y la comunicación, que afecta a toda nuestra vida: nuestra manera de trabajar y de negociar, de educar a nuestros hijos, de estudiar e investigar, de formarnos y entretenernos. En palabras de Kofi Annan, Secretario General de Naciones Unidas, "de lo que se trata no es de lograr más información en más lugares, sino de instaurar una sociedad de la información - abierta y sin exclusiones - en que los conocimientos brinden capacidad a todos los pueblos y sirvan para mejorar la condición humana. Los medios de comunicación son partes interesadas en este empeño y la libertad de la prensa es indispensable para que cumplan su papel fundamental".

 

Así pues, los medios, en sus diversas formas, tienen un cometido indispensable como actores en el desarrollo y promoción de las relaciones entre los pueblos, fomentando el reconocimiento y el respeto de la identidad cultural, la diversidad cultural y lingüística, las tradiciones y las religiones, fundamentales para el desarrollo sostenible, y que se reconocen en documentos como la Declaración Universal de la UNESCO sobre la Diversidad Cultural.

 

El entorno en el que operan los medios influye en la consecución de estos fines. Es evidente que se precisa el respeto por los principios de libertad de prensa, libertad de expresión y libertad de información consagrados en la Resolución 59 de la Asamblea General de las Naciones Unidas de 14 de diciembre de 1946, y en el artículo 19 de la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948: "Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión". Es decir, que estén exentos de monopolios de cualquier tipo, que reflejen el abanico más amplio posible de opiniones, bajo diferentes formas de propiedad, que apoyen la diversidad ligüística y cultural, y que haya un acceso equitativo a la comunicación.

 

2.1.-La aparición de las Nuevas Tecnologías

 

La aparición de las nuevas tecnologías de la comunicación ha supuesto que el monopolio que las instituciones tradicionales de los medios de comunicación (periódicos, radio, televisión, servicios por cable, etc.) tenían sobre la difusión de las informaciones se haya visto rápidamente erosionado por las redes digitales, no sólo porque prácticamente cualquiera que tenga acceso a una computadora puede convertirse en un reportero o editor, sino por el diálogo e interacción surgida con sus respectivos públicos, y su función arbitral se ha debilitado desde el decenio de 1990, además de reportar más cambios en las funciones profesional y social del periodista.

 

Los comunicadores deben hacer frente al desafío que representan otras fuentes informativas sin los mismos criterios profesionales o de calidad. En este sentido, se debe fomentar la formulación de legislaciones que garanticen la independencia y pluralidad de los medios de comunicación al mismo tiempo que las compatibilicen con la lucha contra los contenidos ilícitos y perjudiciales, incrementando la conciencia de la dimensión ética en la utilización de las nuevas tecnologías.

 

Para afrontar estos y otros nuevos retos en el ejercicio de su actividad, los profesionales del periodismo, como analistas especialmente calificados por su preparación para interpretar los acontecimientos de cada día, han de estar convenientemente formados. Tal vez, las primeras barreras en las que podría pensarse serían las externas, como legislaciones intervencionistas, demandas de las audiencias, supeditación a la publicidad. Pero hay otras más preocupantes, como son la formación inicial y continuada, la regularización del acceso y ejercicio de la profesión, las condiciones de trabajo y situación laboral, enfrentar el reto que suponen los cambios tecnológicos,...

 

Desde los organismos internacionales encargados de llevar a buen término la Sociedad de la Información, UNESCO, Organización Mundial de las Telecomunicaciones, Organización Mundial de la Propiedad Intelectual y Organización Mundial del Trabajo, se concibe al nuevo periodista como un mediador, rol tradicional que ha tenido entre la fuente y el receptor, pero también como un educador y un vigilante que vele por la implantación de los sistemas democráticos.

 

2.2.-Competencia de intereses

 

En el nuevo y globalizado sistema mediático existe una competencia de intereses políticos y económicos, de modo que la concentración de la propiedad de los medios de comunicación puede reflejar un predominio de grupos de empresas locales o de multinacionales extranjeras, de grandes empresas de radio y teledifusión del sector público y de medios de comunicación impresos que apoyan a los gobiernos, o bien de otras variantes, que los critican. Los gobiernos han vendido muchas veces parte o la totalidad de sus acciones en las organizaciones de difusión, al mismo tiempo que mantienen cierto control sobre las normas, el contenido, la ética y otros aspectos semejantes.

 

La revolución global de la información ha afectado también a las culturas y los valores sociales, aunque los cambios son difíciles de concretar y documentar. Existe una inquietud generalizada en torno al dominio aplastante del idioma inglés, al igual que de la cultura y los valores de los Estados Unidos, lo cual se percibe, a menudo, como una amenaza para los valores locales. Sin embargo, la cultura nunca permanece estática, y la mayoría de las comunidades aplauden el intercambio y el diálogo.

 

Hay también una creciente convergencia entre las noticias y el espectáculo en los medios de comunicación. La amenaza proviene no sólo de presiones externas, como la influencia política, económica y de otra índole sobre las organizaciones de suministro de noticias, sino también presiones internas: políticas editoriales que favorecen un estilo más entretenido, animado y/o agresivo, o un enfoque que se pliega más a las exigencias de poderosos intereses creados. Por tanto, se han producido en el sector grandes cambios en cuanto a la calidad en los últimos años, como pueden ser el aumento de programas de tele-realidad, noticias durante las 24 horas, periódicos gratuitos en las grandes ciudades y noticias ofrecidas por personas que no son profesionales ni periodistas, especialmente en la red de Internet. La calidad de esta producción ha sido ampliamente criticada, y no suele alcanzar los niveles mínimos que se consideraban anteriormente como decisivos.

 

Los cambios tecnológicos están aportando la creación de nuevos formatos y proseguirán en esa línea, sin que ello hipoteque el futuro del material impreso como los libros, los periódicos y otros productos de papel. Mientras tanto, la radio ha ganado terreno y ha experimentado incluso revoluciones en muchos países gracias a nuevos competidores y a la radio por satélite y por Internet.

 

Se han revolucionado los procesos de recogida, publicación y distribución de noticias e información, así como los productos, servicios y formas de trabajo conexos, y ello ha influido en la calidad del trabajo. Los editores de los periódicos están yendo ahora mucho más allá de lo que sería la simple reproducción de facsímiles "on line" de los periódicos, explotando activamente las oportunidades de ofrecer nuevos y diversos productos y servicios que superan a los productos impresos: noticias de última hora y alertas, boletines informativos, Weblogs y grupos de debate, mientras que otros se concentran en información para públicos especializados.

 

2.3.-Nuevas condiciones laborales

 

Del mismo modo, las nuevas tecnologías han afectado a la vida laboral de los periodistas, tanto de forma negativa como positiva. Sin embargo, la mayoría piensa que sus competencias periodísticas tradicionales siguen siendo importantes: comprobar hechos y, de ser posible, hablar con las fuentes; perseguir las grandes noticias; no aceptar rumores o simples opiniones sin verificar; ir al fondo del suceso y considerar diferentes puntos de vista.

 

De los resultados de una investigación llevada a cabo por la Comisión Europea en 2002 se desprendió claramente la incidencia positiva que la sociedad de la información tiene en la calidad de los empleos, especialmente por lo que respecta a un mayor grado de responsabilidad, la creación de calificaciones adaptables, la aparición de nuevas formas de organización del trabajo, la generación de oportunidades adicionales en materia de flexibilidad y de equilibrio entre la vida laboral y la vida privada, así como el hecho de facilitar el acceso al mercado del trabajo.

 

No olvidemos tampoco que quedan aún por realizar grandes adaptaciones en el sector, especialmente en lo que se refiere al marco normativo en áreas concretas: políticas tecnológicas gubernamentales, diálogo social y efectos sobre el empleo, difusión de la privacidad, protección de la propiedad intelectual, etc. En todos está, como es claro, el que esas mutaciones se hagan con consenso y en beneficio de la sociedad al completo. Ahí estamos.

 

3.- La producción televisiva: claves y pautas para la confección de programas audiovisuales

 

La producción es el trabajo que sustenta y da forma a los contenidos que se ofrecen en la parrilla de programación. Un productor es, en breves palabras, el encargado de conseguir todo lo necesario para que un contenido audiovisual esté en marcha, esto es, para que sea una realidad. Por ello requiere un amplio y profundo conocimiento de los distintos profesionales que conforman el trabajo en televisión: operadores de cámara, redactores, presentadores, técnicos, y un sin fin de elementos que pueden intervenir según el programa para el que esté trabajando. Su tarea va mucho más allá de la gestión de los recursos humanos. Por ello es un error considerar que el productor es un sencillo administrador a las órdenes del director del programa. Al contrario, es una suerte de “gerente”, necesario en televisión, pues su versátil conocimiento de las rutinas televisivas le permite conocer, evaluar y solucionar los diversos problemas que puedan derivarse del trabajo de los demás.

 

Se le considera una persona dinámica, de mente abierta y muy implicada en el trabajo en equipo, la principal característica del trabajo en televisión. Tiene, o debe poseer, una visión amplia y planificada de todos los pasos acontecidos en el trabajo audiovisual.

 

Por ejemplo, en una retransmisión deportiva como una vuelta ciclista, el productor es el encargado de contratar y organizar la relación de personal necesario para cubrir tal evento. Asimismo, se ciñe a un presupuesto asignado por la empresa y con el que deberá determinar el número de tareas en función de los trabajadores disponibles.

 

En líneas generales, ante un proyecto audiovisual el productor:

 

a)      Analiza la naturaleza del programa, la idea y los proyectos audiovisuales,

b)      organiza el lugar de desarrollo de los mismos (exteriores-interiores-estudio),

c)      estudia el presupuesto,

d)      prepara un flujo de trabajo para cada uno de los profesionales que intervienen en la creación del programa – técnicos, redactores, presentadores, equipos ENG, subcontratas, etc. -,

e)      analiza la localización donde se va a desarrollar la acción del programa,

f)       elabora una agenda de todos los recursos que pueden intervenir,

g)      y prevé las circunstancias extra-televisivas que puedan dificultar el trabajo, entre otras situaciones.

 

En resumen, y, por definirlo en una frase, lo que un  productor debe ser, fundamentalmente, es un “arquitecto de la televisión”.

 

Entre otras, las capacidades y actitudes que han de fomentarse y auspiciarse en la figura del productor audiovisual bien podrían ser las que aquí enumeramos, sin perjuicio de otras directrices que puntual o genéricamente se puedan plantear. Así, pues, en la formación de un productor se ha de:

 

- Incentivar la planificación.

 

- Estimular la iniciativa y la colaboración en los departamentos del medio.

 

- Incrementar sus habilidades en la elaboración de programas audiovisuales.

 

- Buscar la coordinación como un profesional multitarea.

 

- Propiciar el que sea capaz de identificar, analizar y desarrollar un proyecto audiovisual.

 

- Aumentar los comportamientos con criterio y con vistas a cumplir con la viabilidad económica de la empresa televisiva y de sus correspondientes programas.

 

- Procurar que se involucre en las necesidades y las dinámicas de los distintos departamentos que intervienen en un programa de televisión.

 

- Intentar que aprenda a interpretar y elaborar presupuestos.

 

Por ello y para ello, podemos decir, sin temor a equivocarnos, que un buen productor debe:

 

- Proporcionar lo necesario en todo momento al director.

 

- Contagiarse de las demandas de su audiencia.

 

- Contextualizar las ideas dentro del discurso de la programación.

 

- Analizar la programación de la competencia para enriquecer las ideas.

 

- Investigar el ámbito que rodea a los contenidos audiovisuales.

 

- Conocer la jerga de los profesionales con quienes trabaja: operador de sonido, cámara, continuidad, mezclador, titulador, realizador, redactor…

 

            El trabajo en la televisión, hoy en día diríamos en la convergencia de medios audiovisuales, es tan fascinante y variopinto que lo que precisa cualquier profesional en ciernes o avezado es tener lo que denominaría Salomón como “un corazón a la escucha”, esto es, una capacidad extraordinaria de aprender y de trabajar en equipo. Solo desde esa máxima se puede conseguir la optimización de recursos y el progreso puntual en los espacios y general en las diferentes parrillas televisivas. Esta astucia, habilidad o estrategia es siempre la garantía del éxito, del triunfo, de llegar a donde queremos, o, cuando menos, de rentabilizar lo que tenemos.

 

4.-Contar historias en televisión: creatividad y narrativa audiovisuales

 

¿Cuántas veces has estructurado del mismo modo una pieza? ¿Por qué no darle más vida a tu locución? ¿Por qué elegiste esta imagen y después otra? Estas cuestiones, obviamente, nos las planteamos cuando hay una rutina, que no siempre es el caso, pero sucede. Es lógico, o debe parecernos lógico, que hagamos autocrítica de nuestro trabajo.

 

Tengamos en cuenta que, ante todo, no existe una manera ideal de elaborar una noticia audiovisual, sino más bien hemos de sustentar el deseo perpetuo de analizar las noticias de los diversos medios audiovisuales desde diferentes ópticas.

 

Sea cual sea el medio o los temas que se aborden, el compromiso con la sociedad es el mismo, pero la idea es que intentemos hacer nuestra tarea lo más creativa que sea posible. Junto con las máximas que ha de cumplir un profesional a la hora de realizar una noticia -veracidad, rigor, objetividad -, el cómo contar una historia ayuda mucho a la compresión de los datos que transmitimos a la audiencia, y sobre todo a captarla.

 

En palabras de Alex Grijelmo, “una noticia es un hecho novedoso que resulta de interés para los receptores a quienes se dirige”. Ello no depende estrictamente del hecho en sí, sino de quién se encarga de dar forma a la noticia. O sea: tú, amigo profesional.

 

Competimos con la atención, tratamos de acaparar la mirada y el mando a distancia del telespectador, dirigimos una historia, contamos un relato en forma de rueda de prensa, a través de la presentación en un estudio, ofrecemos el resultado de un partido… Son muchas las expectativas y los formatos que utilizamos y las estrategias de las que nos valemos.

 

Independientemente de la especialización y de la amplia gama de fuentes para construir una noticia, si no dominamos los niveles del medio audiovisual, esto es, la imagen, el sonido, la palabra, el texto, la infografía, etc., es probable que el resultado no sea el esperado.

 

Hoy en día se nos exige más que nunca. Puede que la tecnología nos arrastre con y para ello, pero lo que nunca cambia es el proceso que hemos de seguir para dar sentido a unas imágenes y a unos sonidos, asociando una sucesión de planos para transmitir una sensación, o bien dejando “respirar” una imagen sin voz en off, porque consideramos que habla por sí misma, es decir, utilizando unas técnicas más o menos esbozadas o elaboradas.

 

Como redactores audiovisuales, si es el campo en el que nos movemos, debemos ver los caminos que estamos siguiendo y definir incluso el que nos gustaría.

 

4.1.- Las actitudes que un buen informador debe desarrollar y potenciar han de ser, entre otras, las siguientes:

 

- Activar y generar una mayor capacidad de organización y de colaboración dentro del medio.

- Estimular la iniciativa para crear nuevas historias informativas.

- Fomentar el espíritu crítico ante el contenido y los aspectos formales de la noticia.

- Identificar las rutinas que empobrecen el lenguaje audiovisual, y, claro está, “combatirlas”.

- Analizar y desarrollar los distintos géneros informativos.

- Aportar nuevas estructuras narrativas.

- Involucrarse en el trabajo de los compañeros para entender su dinámica y las dificultades que nos podemos encontrar para la elaboración de la noticia.

- Interpretar y valorar la importancia informativa de los hechos.

- Proporcionar un tratamiento de la noticia equilibrado e imparcial.

- Incentivar un conocimiento más amplio sobre nociones audiovisuales.

 

5.-El lenguaje en televisión, una unión de intereses y de fines

 

El profesional de la información tiene una responsabilidad social con y ante el telespectador que va más allá de las máximas de la objetividad y de la imparcialidad de la noticia. Si hay algo que más caracteriza y sustenta el trabajo periodístico en los medios de comunicación es el uso que hace del lenguaje, sin duda la herramienta fundamental del periodista, su tarjeta de visita, de presentación. La lengua y su materialización son la base de ese sistema de signos que oferta contenidos de una extraordinaria variedad e incidencia. Son el fundamento, y a partir de ahí se construye todo lo demás.

 

Una frase que viene a resumir la influencia de los medios en el uso del lenguaje es la de “lo han dicho en la tele”, que también fundamenta nuestros argumentos en discusiones sobre cómo ha de pronunciarse, por ejemplo, la capital de un país extranjero, el nombre de un futbolista rumano o el acento de un pueblo remoto de la Sierra Espuña, por señalar unas posibilidades.

 

La sociedad, por costumbre, considera correcto todo lo que sale de la boca de los profesionales que presentan un informativo, pero, lamentablemente, no siempre es así porque caemos en la costumbre de no analizar la construcción de los discursos informativos.

 

En televisión, el lenguaje no solo se caracteriza por el texto, sino también por la imagen, el sonido, la voz y otros elementos que lo convierten en un vehículo del pensamiento más complejo y que merece una mayor coordinación para transmitir un resultado: el mensaje audiovisual.

 

Éste se caracteriza por ser más coloquial y cercano a la audiencia. De ser abrumador en detalles, descripciones y números y cifras estaríamos asistiendo a una translación literal de la prensa al soporte audiovisual. Es una suerte el hecho de que el lenguaje audiovisual transmita el mensaje valiéndose de distintos niveles -texto, imagen, sonido y voz-, lo que le permite hacer una narración múltiple y rica en matices.

 

En la misma dirección de lo que señalan numerosos expertos, como el profesor Carles Marín, en su obra “El lenguaje en los informativos de televisión” (una de las más contundentemente eficaces en este campo, al que ofrecen una enorme luz), y a mayor abundamiento de sus análisis, vamos a hacer una serie de reflexiones y de consideraciones sobre el lenguaje y la lingüística en un medio audiovisual. Sin duda, son muchos los elementos a tener en cuenta bajo la premisa de que son varios los factores que inciden en el resultado final y que determinan la influencia más o menos oportuna en los telespectadores.

 

5.1.-Pautas textuales

 

Siempre hemos de tener en cuenta unas normas a la hora de escribir. El nivel textual que nos interesa analizar, esto es, el que detectamos en las noticias, en los reportajes y en las informaciones en general, tiene la obligación de cumplir las siguientes pautas:

 

- Claridad, brevedad y concisión: no se permiten expresiones largas y estructuras literarias. Se trata de impactar, de llegar, y no de aburrir.

 

- Acompañar a la imagen: no tiene sentido locutar un texto que no se corresponde con la imagen en cuestión. Ha de haber lo que se llama “sintonía”.

 

- Estructura sencilla: ordenar las frases con el clásico Sujeto + Verbo + Predicado facilita la locución del texto. Esto que parece obvio no siempre se advierte. La práctica nos puede conducir a los resultados apetecidos.

 

El texto forma parte de la estructura de la información, y tiene 3 vertientes dignos de atención, que vamos a explicitar, siguiendo a Marín, de este modo:

 

A.-Pronunciación:

 

El tono, la intensidad o el timbre determinan la intención del mensaje. Si nos fijamos un poco en un relato televisivo veremos que así es.

 

Es lo que llamamos nivel fónico, que corresponde a la importancia de la locución. Aspectos fonológicos como el sonido y la voz caracterizan la forma de expresar una noticia.

 

En palabras de Lázaro Carreter, “lo ideal sería que la pronunciación se basara en un español estándar que no acentuara las peculiaridades regionales.”. Aunque sobre esto habría que matizar un poco, en esta línea, la palabra en televisión responde a aspectos fonéticos como la intensidad, el tono, el timbre y la duración.

 

De su caracterización nacen los niveles del habla, que contribuyen a la expresividad de la palabra. Por ejemplo, no requerirá un tono serio la peculiar manera de competir de un ciudadano norteamericano en la maratón de Nueva York si lo hace a gatas; muy al contrario que el fallecimiento de dos niños palestinos ante los disparos de un tanque del ejército israelí. Si locutamos una desgracia con alegría, transmitiremos al espectador ambigüedad, muy lejos de la claridad que requiere la televisión. Esto no siempre lo percibe el profesional, pero sí el espectador.

 

Otros fenómenos que afectan a la pronunciación son los que expresamos a continuación (Ejemplos de los mismos se pueden hallar bien planteados, justificados e interpretados en la obra ya citada de Carles Marín “ El lenguaje en los informativos de televisión”):

 

a) La interrupción de la frase: Nos referimos a puntuar, poner comas y hacer enumeraciones en el texto sin criterio, lo que implica una falta de ritmo en la lectura y la posibilidad de ahogar la locución.

 

b) El estilo telegráfico: Está relacionado con el orden de las palabras y en la pronunciación determina el acompañamiento forzado de las imágenes que complementan el texto.  

 

c) La pronunciación de nombres propios: Hay que respetar el origen del nombre propio. No obstante, hay una postura intermedia. Se traducen algunos. 

 

d) Extranjerismos: No se respeta el origen de un término, y lo castellanizan. 

 

e) Cacofonía: Falta de combinación en la sonoridad de las palabras. 

 

f) Aliteración: Repetición de un sonido o una serie de sonidos acústicamente semejantes y que dan mayor expresividad a la frase. 

 

g) Paranomasia: Dos vocablos en la misma frase que guardan parentesco etimológico.  

 

B.- Sintaxis: 

 

El diseño de nuestros textos cautivará la atención del espectador. De hecho, la sintaxis es uno de los contribuyentes del estilo en la redacción, a juicio de profesores como el mencionado Carles Marín. Los principales rasgos sintácticos son: 

 

1. - El orden de las palabras en la frase: El eje central de una pieza informativa responde a una frase. La colocación depende del interés que quiera sustentar el periodista al espectador.  

 

2.-Hipérbaton: Las primeras frases son contundentes, gracias a la selección de los hechos que van a llamar la atención del espectador. 

 

3.-Estilo telegráfico: Omisión del sujeto y el verbo para dar sensación de rapidez.  

 

4.-Elipsis: Supresión de palabras que deberían estar gramaticalmente. 

 

5.-Estilo directo e indirecto: El primero se caracteriza por una reproducción textual, que en televisión se apoya por una pausa en la locución para darle crear un efecto llamada. El estilo indirecto se precede del verbo decir -entre otros- junto con la elección del total o corte de declaraciones. Ambos estilos pueden combinarse.  

 

Atención: El periodista que escribe para televisión diseña textos que posteriormente van a hablarse.

 

Algunos recursos de los que no debemos valernos, según Carles Marín, son las frases en pasiva, las perífrasis verbales, los verbos en infinitivo, la impersonalidad y el abuso de adjetivos, que no hacen más que mermar el valor informativo que nos brinda la imagen. Por ello, el texto debe complementarse con los otros niveles audiovisuales.

 

C.- Semántica:

 

Es la ciencia del significado, que, mediante el uso y la combinación del lenguaje, proporciona distinta interpretación. La creación de nuevas palabras -neologismos-, el uso del coloquialismo frente a un lenguaje más experto, los estereotipos o el rumor son algunos de los recursos dentro de la semántica que son dignos de atención porque, después de todo, el uso y el valor de significado que dan los medios a las palabras posteriormente se convierten en uso habitual, independientemente de si es correcto o no.

Veamos algunos recursos (ejemplos en este sentido se pueden ver en el mencionado libro de Carles Marín):

 

  Cambio semántico: Cuando se innova un significado en una palabra. Por ejemplo, pluma ya no se refiere solo a la unidad de la capa que envuelve a las aves, también es un adjetivo que califica las maneras afeminadas de un hombre. No obstante, conviene recordar que el uso de algunas palabras en el informativo pueden desviar el objetivo de rigor periodístico que debe imperar en todo momento.

 

  Siglas: Por la oralidad de los informativos, por este carácter, se requiere solo usar las siglas cuando son sobradamente conocidas por los telespectadores. También se locutan las siglas para sustentar la fugacidad y el dinamismo que caracteriza el lenguaje en televisión.

 

  Tecnicismos: Cuando nos topamos con lenguaje especializado – medicina, biología – que debemos respetar porque no hay tiempo en 1 minuto de pieza informativa de dar detalles y de divulgar lo que significa – por ejemplo – una rotura en los esquitidiales. La mayoría de los espectadores de las informaciones en las que se usan tecnicismos suelen captar el significado mediante la imagen, pero lo ideal sería con una marcada rutina acompañar con una infografía la explicación de conceptos que no siempre se entienden a la primera. La entrada de información por la vista y el oído en este caso, como en otros, ayuda mucho.

 

  Cultismos: Este término se refiere a aportar palabras cultas. Después de todo, el uso coloquial del lenguaje en televisión siempre agradece dar a conocer expresiones del lenguaje culto – “in extremis”, “a priori” -. Lo importante es usarlas en el contexto y momento adecuado para que el telespectador las entienda y pueda levantarse del sillón habiendo aprendido algo nuevo.

 

  Estereotipos y frases hechas: No aportan ninguna expresión nueva – ha dado luz verde, apuesta por el diálogo -, y se ciñen a resultar familiares al espectador. En su trabajo con el lenguaje, el periodista debe reflexionar sobre el uso de las frases hechas y los estereotipos y cambiarlas por nuevas expresiones. El abuso de estas expresiones representa y refleja el empobrecimiento del vocabulario y la falta de expresividad del comunicador.

 

  Adaptación de frases hechas: Es la antesala a la creatividad en el lenguaje periodístico. Un recurso que consiste en modificar algunas palabras de la frase hecha dotándola de nuevo significado.

  Proverbios: Suelen acompañar a la entradilla o al final de la pieza informativa. Invitan a la reflexión o dotan de una moraleja a la historia.

 

  Eufemismos: Emblandecen la crudeza del lenguaje. Tiene distintas funciones, entre ellas, manipular y rebajar la importancia de un asunto. Suele ceñirse a directrices de los editores o los directivos de la empresa.

 

  Epítetos y figuras retóricas: La magnificación o el uso de la metáfora, la metonimia, la personificación, entre otros recursos propios de la literatura, depende de la sección en la que se encuadre y en la que difundamos la noticia. No tiene rigor informativo calificar de grandiosa la actuación de Zapatero en el Congreso de los Diputados cuando lo correcto es ser aséptico y no entrar en calificaciones. Muy al contrario es normal considerar magistral el gol de un jugador del Valencia ante el Chelsea en una competición europea pues, aunque el hecho es un gol, en este tipo de informaciones caben las interpretaciones. Por lo tanto, los recursos expresivo-literarios en televisión dependen del contexto informativo ante el que nos encontremos. Hay que saber valorar esto.

 

Pronunciación, léxico y semántica son facetas del lenguaje en televisión que tienen su ciencia y sus funciones para perpetrar el mensaje de nuestras noticias. En televisión la oralidad del mensaje se ve determinada por la brevedad, la claridad y la concisión en nuestras palabras.

 

En este trabajo hemos analizado algunas de las múltiples dinámicas que los periodistas emulan para construir el lenguaje televisivo. Como apreciamos, en el caso de la televisión no solo se trata de brindar precisas palabras, sino también de saber comunicarlas en un contexto o con unos adornos determinados.

 

* Bibliografía utilizada o aconsejada:

 

AGUILERA, Miguel de: El telediario, un proceso informativo. Análisis e historia.

 

Barcelona, Editorial Mitre, 1995. 

 

ALARCOS LLORACH, Emilio: Fonología Española. Madrid: Gredos, 1981 4ed.

 

ALVAR EZQUERRA, Manuel: Manual de redacción y estilo. Madrid. Colección Fundamentos nº 142.

 

ARIZA, M.: Sobre fonética histórica del español. Madrid, Arco / libros, 1994.

 

CEBRIÁN HERREROS, Mariano: Géneros informativos audiovisuales: radio, televisión, periodismo gráfico, cine, video. Madrid, Ciencia, 1992.

 

COSERIU, Eugenio: Lecciones de lingüística general. Madrid. Gredos, 1981.

 

GOMEZ TORREGO, Leonardo: El léxico en el español actual: uso y norma. Madrid, Arco/libros, 1995.

 

__________: Manual del español correcto. Madrid. Arco/Libros, 1995. Vol. I y II.

 

HERNÁNDEZ TERRÉS, José Miguel: La elipsis en la teoría gramatical. Murcia. Publicaciones del departamento de lingüística general y crítica literaria, Universidad de Murcia, 1984.

 

JARIA SERRA, Jordi: Telediarios: una experiencia práctica. Madrid, Instituto Oficial de Radio y Televisión. 1996.

 

LAPESA, Rafael: Historia de la lengua Española. Madrid, Gredos, 1980, 9ª Ed. Biblioteca Románica Hispánica. Manuales, volumen 45.

 

________: El español moderno y contemporáneo. Barcelona, Crítica. 1996.

 

LÁZARO CARRETER, Fernando: Diccionario de términos filológicos. Madrid, Gredos. 1968, Biblioteca Románica Hispánica.

 

Libro de estilo de ABC. Barcelona, Ariel, 1993.

 

Libro de estilo de El Mundo. Madrid, Ediciones El Mundo, 1998.

 

Libro de estilo de El País. Madrid, Ediciones El País, 1996. 

 

Libro de estilo de informativos. Santiago de Compostela, Televisión de Galicia, 1992.

 

Libro de estilo de Telemadrid. Ediciones Telemadrid, Madrid. 1993.

 

MARÍN, Carles: El lenguaje en los informativos de televisión. Palma de Mallorca, Calima Ediciones, 2004. Ha sido un manual básico en la confección de este artículo.

 

MARÍN, Carles: La noticia audiovisual a través de la historia de la televisión. Palma de Mallorca, Calima Ediciones, 2003.

 

MENDIETA, Salvador: Libro de estilo de TVE. Madrid, Labor, 1993.

 

OLIVA, Llúcia y SITJÀ, Xavier: Las noticias en televisión. Madrid, Instituto Oficial de Radio y Televisión. 1996.

 

 

6.-Los programas en televisión

 

6.1.-Introducción

 

Queridos amigos y amigas, como quiera que, cuando hablamos del fenómeno y del medio televisivo, son muchas las luces y las sombras que nos acompañan, habida cuenta de que tenemos un conocimiento exagerado y abundante, por un lado, pero escaso e inapropiado, por otro, hago llegar esta especie de resumen en torno a diferentes cuestiones o planteamientos que, con carácter genérico, nos podemos hacer los ciudadanos de a pié, auténticos consumidores y beneficiarios, si es el caso, o sufrientes, si lo es en la esfera contraria, de los efectos de un medio de comunicación social y/o de masas que ha configurado y que ha cambiado el devenir y el comportamiento del ser humano en el último medio siglo fundamentalmente. Espero que algunos conceptos queden un tanto más claros y que, en todo caso, estas reflexiones permanezcan como una referencia de consulta, cuando menos, ante las pequeñas dudas diarias que se puedan plantear en torno al mecanismo más sencillo en sus fundamentos de contenidos y más importante en relación a su influencia que ha inventado la Humanidad, seguramente superado por Internet, por la llamada Red de Redes, en un momento de convergencias tecnológicas y de contenidos. Ésa es, preliminarmente, la intención. Esperamos no defraudar mucho.

 

6.2.-Los orígenes

 

La historia del desarrollo de la televisión ha sido, en esencia, la búsqueda de un dispositivo adecuado para explorar imágenes. El primero fue el llamado disco Nipkow, patentado por el inventor alemán Paul Gottlieb Nipkow en 1884. Era un disco plano y circular que estaba perforado por una serie de pequeños agujeros dispuesto en forma de espiral partiendo desde el centro. Al hacer girar el disco delante del ojo, el agujero más alejado del centro exploraba una franja en la parte más alta de la imagen y así sucesivamente hasta explorar toda la imagen. Sin embargo, debido a su naturaleza mecánica, el disco Nipkow no funcionaba eficazmente con tamaños grandes y altas velocidades de giro para conseguir una mejor definición.

 

Los primeros dispositivos realmente satisfactorios para captar imágenes fueron el iconoscopio, que fue inventado por el físico estadounidense de origen ruso Vladimir Kosma Zworykin en 1923, y el tubo disector de imágenes, inventado por el ingeniero de radio estadounidense Philo Taylor Farnsworth poco tiempo después. En 1926, el ingeniero escocés John Logie Baird inventó un sistema de televisión que incorporaba los rayos infrarrojos para captar imágenes en la oscuridad. Con la llegada de los tubos y con los avances en la transmisión radiofónica y los circuitos electrónicos que se produjeron en los años posteriores a la I Guerra Mundial, los sistemas de televisión se convirtieron en una realidad.

 

Las primeras emisiones públicas de televisión las efectuó la BBC en Inglaterra en 1927, y la CBS y NBC en Estados Unidos en 1930. En ambos casos se utilizaron sistemas mecánicos y los programas no se emitían con un horario regular. Las emisiones con programación se iniciaron en Inglaterra en 1936, y en Estados Unidos el día 30 de abril de 1939, coincidiendo con la inauguración de la Exposición Universal de Nueva York. Las emisiones programadas se interrumpieron durante la II Guerra Mundial, reanudándose cuando terminó.

 

En España, se fundó Televisión Española (TVE), hoy incluida en el Ente Público Radiotelevisión Española, y en fase de derivación a llamada Corporación RTVE, en 1952, dependiendo del Ministerio de Información y Turismo. Después de un periodo de pruebas se empezó a emitir regularmente en 1956, concretamente el 28 de octubre. Hasta 1960 no hubo conexiones con Eurovisión. La televisión en España ha sido un monopolio del Estado hasta 1988. Por mandato constitucional, los medios de comunicación dependientes del Estado se rigen por un Estatuto que fija la gestión de los servicios públicos de la radio y la televisión a un “ente autónomo” (así se definió), que debe garantizar la pluralidad y la presencia de los grupos sociales y políticos más significativos.

 

A partir de la década de 1970, con la aparición de la televisión en color, los televisores experimentaron un crecimiento enorme, lo que produjo cambios en el consumo del ocio de los españoles.

 

A medida que la audiencia televisiva se incrementaba por millones, hubo otros sectores de la industria del ocio que sufrieron drásticos recortes de patrocinio. La industria del cine comenzó su declive, con el cierre de muchos locales.

 

A partir de 1984, la utilización por Televisa del satélite Panamsat para sus transmisiones de alcance mundial permite que la señal en español cubra la totalidad de los cinco continentes. Hispasat, el satélite español de la década de 1990, cubre también toda Europa y América.

 

En 1983, en España empezaron a emitir otras cadenas de televisión. Primero fueron las públicas y, más tarde, las privadas: En primer término, lo hicieron las televisiones autonómicas, y, ya en la década de los 90, Tele 5, Antena 3 y Canal +. En 1986, había 3'8 habitantes por aparato de televisión; en la actualidad, ha bajado a 3'1. Hoy en día, en todo el mundo, la televisión es el pasatiempo nacional más popular: el 91% de los hogares españoles disponen de un televisor en color y el 42% de un equipo grabador de vídeo. Los ciudadanos españoles invierten, por término medio, unas 3'5 horas diarias delante del televisor, con una audiencia media de 3 espectadores por aparato.

 

6.3.-El fenómeno de la televisión

 

Al hablar del fenómeno de la televisión, empecemos diciendo que, desde el alba de la Humanidad , el hombre nace con el deseo de relacionarse con "el/lo otro", con lo que lo rodea, y es en ese preciso momento donde se despliegan las posibilidades frente a las cuales se define la acción, es decir, se elige, se decide y se actúa; pero, claro está, que este "actuar" depende del horizonte espacial y temporal en el que se encuentre el individuo. A todo esto es a lo que llamaremos relaciones hombre-mundo, que es lo que define poco a poco nuestra identidad por medio de la dinámica de nuestra existencia. Pero, a medida que pasa el tiempo, el ser humano ansía ampliar al máximo sus posibilidades de relación con su entorno para desarrollar su potencial de crear esencia, valiéndose de mediadores; es decir, el ser humano ya no tiene relación directa con su entorno, sino relación hombre-mediador y mediador-mundo. De este modo se crea la posibilidad de manipulación de la realidad y de la existencia por parte del mediador; en otras palabras: nace el concepto de "medio de comunicación".

 

Con la Revolución Tecnológica y Espacial propiciada por el descubrimiento de los electrones, de las ondas electromagnéticas, de los circuitos electrónicos y eléctricos, y el lanzamiento del primer satélite artificial, los medios de comunicación, preferentemente audiovisuales, avanzaron proporcionalmente su alcance. La llegada a la Luna, el 20 de julio de 1969, que se conoció en todo el planeta simultáneamente por vía televisiva. Podríamos afirmar que no sólo es un avance, sino un gran salto en cuanto a expansión de posibilidades y alcance global. Un gran salto para el que la Humanidad no estaba preparada, ya que la complejidad de la información aprovechable y discutible estaba fuera de las manos del hombre común, es decir, el hombre común no estaba preparado para asimilar la variada y confusa información que se le brindaba en cada momento. Entonces, no tiene otra salida que ceder esta cuantiosa tarea a los medios para que ellos tomen la decisión más apropiada sobre "qué informar" y "qué desechar", utilizando variados criterios de selección de información, intensidad del mensaje y canal utilizado. Un claro ejemplo es la televisión, en la cual refutaremos dos paradigmas acerca de su condición comunicadora para entender su influencia en el joven y la sociedad contemporánea:

 

  " La televisión es un medio de comunicación”. No olvidemos que para que exista comunicación tiene que haber diversos elementos y circunstancias, como es: la reciprocidad entre emisor y receptor (como señaló una vez Habermas: "El mundo de la vida es el lugar trascendental donde se encuentra el hablante y el oyente, donde de modo recíproco reclaman que sus posiciones encajan en el mundo... y donde pueden criticar o confirmar la validez de las pretensiones, poner en orden sus discrepancias y llegar a acuerdos").

 

  " En la televisión se observa la realidad del mundo, tal y como es, que llega hasta nuestros hogares”. No hay nada más que contemplar las programaciones diarias para entender que no es así.

 

En publicidad se observa la intención de cambiar actitudes y comportamientos en los televidentes por medio de la repetición incidente e incisiva del mismo mensaje. El lema "informar, educar y entretener" ha estado ligado estrechamente al funcionamiento de los distintos sistemas de radio y televisión desde los orígenes de ambos medios. Por desgracia, no siempre se ha cumplido.

 

Particularmente en Europa Occidental, zona geográfica en la que prevalece una concepción de la televisión como servicio público, el mantener informados a los ciudadanos sobre los acontecimientos más relevantes en el ámbito nacional e internacional es un deber. Aún en aquellos países en que la televisión es considerada como una actividad comercial en manos de empresas privadas, las Administraciones nacionales y regionales, a la hora de otorgar licencias, exigen a los operadores la emisión de un porcentaje mínimo de programas informativos.

 

A lo largo de su desarrollo, la televisión ha ido ganando terreno a los otros medios informativos -como la prensa escrita y la radio- y, en muchas sociedades, se ha convertido en la principal fuente diaria de información. Hoy es imposible concebir una emisora en abierto, o incluso una plataforma de televisión por satélite o cable, sin programas informativos, no sólo porque así lo quieren las legislaciones que establecen los Gobiernos, sean del signo político que sean, sino también porque estos programas tienen una gran demanda entre las audiencias de todo el mundo.

 

6.4.-El organigrama de una “compleja” empresa

 

Para hacer posible la televisión hemos de referirnos al numeroso grupo de profesionales que están detrás de las cámaras, que no se ven, pero que realizan unas labores encomiables. Ese grupo estaría dividido básicamente en categorías, dedicadas en exclusiva bien a la Administración, bien a la Publicidad, bien a la Producción, etc. Son los que permiten que nosotros "observemos" la televisión.

 

- Grupo de Administración

 

  Jefe de Administración.- Es un profesional titulado, con demostrada experiencia en funciones administrativas, económicas y comerciales, con elevada especialización en intervención general, administración presupuestaria y contable, expedientes, etc.

 

  Encargado de Administración.- También titulado y con experiencia, realiza funciones similares y bajo la supervisión del Jefe de Administración.

 

  Jefe de Publicidad.- Profesional que tiene capacidad para llevar a cabo la programación, dirección y ejecución de la política comercial de la empresa, así como contactos con agencias de publicidad y clientes.

 

  Técnico de Publicidad.- Con las misiones y objetivos, siempre bajo la supervisión del Jefe de Publicidad, de ventas y de promociones, que se les encomienden.

 

  También, y ya con funciones inferiores, se encuentran los Administrativos, Auxiliares Administrativos y Delegados.

 

- Grupo Técnico y de Realización

 

  Encargado de Emisiones.- Cuenta con plena autonomía sobre las pautas de las diversas emisiones, así como en torno al correcto encadenamiento de un programa o una serie de ellos.

 

  Coordinador de Operaciones.- Está capacitado para dirigir y coordinar equipos humanos y técnicos, así como para contratar medios externos de producción.

 

  Realizador.- Es el responsable del control técnico. Está encargado de crear, dirigir y presentar programas televisivos que exigen la coordinación de medios humanos y técnicos no habituales.

 

  Ayudante de Realización.- Tiene la responsabilidad de asumir el buen orden del programa.

 

  Operadores y Ayudantes de Cámara, para el manejo de los correspondientes equipos.

 

  Otro bloque de profesionales que desarrollan actividades para el buen funcionamiento en la edición de los programas lo constituyen: Ayudante de Edición, Jefe y Encargados Técnicos, Técnicos Electrónicos, Encargados de Sistemas, Técnicos Informáticos, Regidores, Operadores de Sonido y Ayudantes de Sonido.

 

- Grupo de Operaciones y Programas

 

Sus componentes se caracterizan por la puesta en escena de sus trabajos. Estaría integrado por los siguientes profesionales:

 

  Jefe de Operaciones y Programas.- Profesional capaz de planificar y coordinar con plena iniciativa el conjunto de espacios televisivos de una o varias emisoras, coordinando los medios técnicos y el conjunto de espacios televisivos de una emisora, bajo la supervisión de sus superiores.

 

  Coordinadores de Programas.- Deberán conocer el uso y el manejo de los equipos de baja frecuencia necesarios para su trabajo.

 

  Editores de Informativos.- Poseen conocimientos suficientes para crear, realizar, producir y dirigir espacios televisivos informativos en sus diversas fases. También deberán conocer el uso y el manejo de los equipos de baja frecuencia, aunque esto es más propio de los realizadores.

 

  Coordinadores de Área.- Se encargan de confeccionar y realizar, de forma escrita o hablada, todo tipo de espacios televisivos.

 

  Redactor. - Cada noticia a cubrir se asigna a la figura del Redactor, también capaz de confeccionar o de realizar de forma escrita o hablada todo tipo de espacios televisivos en sus diversas fases. Debe conocer y manejar los equipos de baja frecuencia.

 

  Presentador/Comentarista. Como indica su denominación, presenta, comenta y conduce programas de variada índole.

 

  Guionistas. Son los encargados de hacer los guiones técnicos y/o literarios de los distintos espacios televisivos.

 

  Productor. - Profesional capacitado para realizar las labores de preparación y desarrollo de todo tipo de programas, de captación y gestión de recursos económicos, materiales y humanos, así como de relaciones públicas, debiendo contribuir a la localización y al montaje de escenarios.

 

6.5.-La emisión televisiva

 

El lugar en el que vaya a instalarse la estación de televisión y el sistema radiador de la misma será elegido haciendo las siguientes consideraciones:

 

  Se hará de acuerdo con el propósito de la estación, es decir, según se quiera proporcionar servicio a una ciudad pequeña, a un área metropolitana o a una gran Región.

 

  Cuando el sistema radiador vaya a ubicarse a una distancia muy próxima de otras estaciones de televisión, se analizará que no haya interferencia debida a productos de inter-modulación y otros efectos perjudiciales.

 

  El mismo procedimiento se realizará para todos los casos en que existan instalaciones de otros servicios de radiocomunicación en áreas cercanas.

 

  Es deseable que el sitio donde vaya a instalarse el sistema radiador quede localizado tan cerca como sea posible del centro geométrico del área por servir, consistente en la posibilidad de encontrar el sitio con la suficiente elevación, así como conseguir con esto el agrupamiento de las estaciones de televisión para que se facilite la recepción de todas ellas.

 

6.6.-La producción de programas

 

En estos últimos tres años, la producción de programas en el sector audiovisual está superando la última fase de su plena digitalización. En realidad, la producción fue siempre el sector pionero de la digitalización de señales de audio y de vídeo, al encontrarse liberada esta actividad del uso del espectro radioeléctrico como recurso natural limitado, y de los períodos de amortización de normas que afectan al Sector Público, como ocurre a las transmisiones vía satélite, cable y terrestre.

 

Es en el sector de la Producción de Programas donde encontraremos los primeros intentos de digitalización de señales, que culminaron en 1983 con la adopción de una norma internacional de producción, la famosa CCIR 601, popularmente conocida como 4:2:2, cuyos frutos se han ido recogiendo a lo largo de la década de los 90.

 

Como es bien conocido, en la década de los 80, la ingeniería de equipos de producción se lanzó en primer lugar a resolver los problemas pendientes para los que la televisión analógica no tenía respuesta, como eran estabilizar la lectura de los magnetoscopios (TBC), la conversión de normas entre los conocidos sistemas PAL/NTSC y SECAM, y la inauguración del mundo de los efectos especiales. El problema básico con el que se enfrentaba y se enfrenta todavía el vídeo digital es reducir el flujo binario (número de bites de información) a valores lo suficientemente bajos que permitan el uso de soportes, de máquinas y de equipos sencillos y de acomodado precio para los diferentes planteamientos de programas en la producción audiovisual.

 

Un tratamiento inteligente de la información del brillo y del color, de acuerdo con las exigencias y características del ojo humano, constituye el primer gran paso para esta reducción. Se trata de una reducción que, partiendo de flujos enormemente elevados, puedan ser bajados drásticamente a valores manejables sin pérdida de la calidad subjetiva de la imagen. La segunda fuente de reducción de este enorme flujo es la eliminación de la redundancia espacial y temporal de la imagen.

 

Nunca, en el medio televisivo, hemos tenido una tecnología tan espectacular como la compresión digital. Sus fructíferos resultados han sido muy bien usados en el callado sector de la producción, mientras que en las transmisiones ha revolucionado al propio espectro radioeléctrico, ha multiplicado su capacidad de forma espectacular e inaugurado nuevos negocios y formas de hacer televisión a través de las plataformas digitales, la televisión temática y los servicios interactivos.

 

La repercusión sobre la producción de programas de las tecnologías de la compresión digital no ha sido, como decimos, pequeña. La TV digital por satélite, cable o vía hertziana es demandante de producción televisiva y, en esta ocasión, de producción nacional. Existe, por tanto, una beneficiosa corriente de vasos comunicantes entre los diversos sectores audiovisuales que toman como base la misma tecnología.

 

 

 

6.7.-El diseño y la confección de los programas

 

En cuanto a la programación televisiva, ésta va unida a cada cultura y a los hábitos sociales que en ella se generan. A la hora de programar, es importantísimo planificar, pensar en la audiencia y en la franja horaria, en los objetivos, en los puntos de vista de aquéllos que están frente a la tele. Hay que formar y entretener. El programador debe colocar los programas según una cierta secuencia en la parrilla semanal o mensual de una emisora. De esta manera, lo más importante es saber diseñar la parrilla, si bien son muchos los que consideran que la programación es una técnica que se apoya en la investigación que realizan sobre los comportamientos de la audiencia.

 

El trabajo de programación presenta 3 facetas:

 

1. De planificación, para fijar la visión general de la emisora.

 

2. De marketing, encargada de definir el punto de vista de los anunciantes.

 

3. De confección de la parrilla y estudio pertinente de los resultados.

 

Los informativos como buques insignias

 

La importancia de los informativos es evidente. Antes de un informativo es necesaria la reunión de todos los responsables del área y el editor para la planificación del mismo. En televisión, el orden viene preestablecido: no existe, como ocurre en el periódico, la posibilidad de que el espectador establezca el ritmo. Muchas veces nos preocupamos de redactar una buena noticia, crónica, etc., pero también es importante cuidar las imágenes, saber informar con las imágenes. El lema " informar, educar y entretener " ha estado ligado estrechamente al funcionamiento de los distintos sistemas de radio y televisión desde los orígenes de ambos medios.

 

A lo largo de su desarrollo, la televisión ha ido ganando terreno a los otros medios informativos -como la prensa escrita y la radio- y, en muchas sociedades, se ha convertido en la principal fuente diaria de información. Hoy es imposible concebir una emisora en abierto o incluso una plataforma de televisión por satélite o por cable sin programas informativos, no sólo porque así lo quieren las legislaciones que establecen los Gobiernos, sean del signo político que sean, sino también porque estos programas tienen una gran demanda entre las audiencias de todo el mundo.

 

Los programas informativos juegan un papel principal dentro de la compleja actividad de una cadena de televisión. Son muchas las emisoras que los consideran como la columna vertebral de su programación. En la gran mayoría de los casos, el prestigio de la misma se ve reforzado por la credibilidad de sus informativos, además de por la cantidad de telespectadores que puedan reunir. Por ello, a la hora de elaborar la parrilla de programas, las televisiones generalistas ponen especial cuidado en encontrar el equilibrio entre los contenidos de ficción (películas, series, telenovelas, etc.) y los contenidos periodísticos, confeccionados a partir de sucesos reales.

 

Dentro de los diferentes formatos periodísticos que conforman la programación de una emisora, los telediarios, como denominación genérica de los informativos televisivos, se destacan como el formato establecido de mayor éxito.

 

Al margen de la situación de los programas informativos de las cadenas generalistas, en los últimos años han surgido canales temáticos dedicados exclusivamente a la difusión de noticias: se trata de los denominados "todonoticias" o " sólo noticias" de información general. Estos canales están presentes en todas las plataformas de televisión por cable y por satélite y, además, tienen una fuerte presencia en Internet.

 

Asimismo, han surgido canales " todonoticias " especializados en distintos ámbitos, como aquéllos centrados en la cobertura informativa económica, deportiva o legislativa. En este último sentido podemos señalar el caso de la señal televisiva del Congreso de los Diputados español, que se transmite a partir del llamado Canal Parlamentario en algunos operadores de cable, en Digital +, a través del satélite Hispasat, y hasta en Internet (a través del portal Terra Lycos).

 

Por último, señalemos la utilización del medio televisivo que realizan las Administraciones a la hora de informar y de prevenir a la población, a través de campañas del llamado " interés público ", así como la importancia de la información regional y local, a cargo de emisoras de cobertura territorialmente limitada o de los centros territoriales de las televisiones nacionales.

 

6.8.-Los géneros televisivos

 

Podemos afirmar que todos los géneros se engloban en una de estas dos categorías: ficción y realidad. De entre los géneros que componen la parrilla de cualquier cadena de televisión, sin duda alguna la ficción, en todas sus modalidades, es la que más horas de programación abarca. Aunque de presencia variable según la franja horaria o el día de la semana, lo cierto es que en el cómputo semanal de cualquier temporada podemos estimar que existe entre un 30% y un 35% de dicho género en la oferta televisiva.

 

El producto de ficción, salvo contadísimas excepciones, es un producto que se denomina entre los profesionales como " enlatado ", es decir, el producto no se ofrece en directo, sino que ha sido previamente grabado (vídeo) o rodado (cine) y archivado.

 

Podemos distinguir las ficciones televisivas entre series, películas, telefilmes (también conocidos como TV movies) y telenovelas. En casi todas sus variantes, salvo la emisión de películas de cine y telefilmes, se trata de un producto seriado, en episodios, lo que permite rentabilizar y abaratar los costes de producción.

 

De Estados Unidos procede la mayor parte de la ficción que se consume en las cadenas televisivas en nuestro país. Podríamos establecer una proporción de:

 

-55% de producción norteamericana.

 

-25% de producción propia.

 

-7% de producción europea.

 

-13% de producción del resto del mundo –básicamente, telenovelas latinoamericanas y dibujos animados de origen japonés-.

 

A mediados de los años 90 del siglo XX, se produjo un boom del producto nacional y se estrenaron, en los horarios de máxima audiencia, un gran número de series de producción propia, en el lugar privilegiado que comparten con los largometrajes de éxito. Sin embargo, una parrilla televisiva posee muchas franjas, además de la nocturna:

 

  una matinal, dominada por dibujos animados y comedias de situación;

 

  una vespertina, en la que predominan las telenovelas;

 

  una de madrugada, en la que prevalecen los largometrajes y las repeticiones de todo tipo de ficciones.

 

Pero si hablamos de realismo, el documental y el reportaje son sus máximos exponentes, con la finalidad de narrar unos hechos que han sucedido o están sucediendo.

 

Centrándonos más en la información, los géneros televisivos son los mismos que los géneros periodísticos en general, si bien se destacan los telediarios como género informativo por excelencia en la televisión, y es el formato que menos ha cambiado en 50 años de vida. El boletín informativo es un flash que suele informar de "qué" y "dónde", dejando los interrogantes restantes para el telediario. Todo ello en lo concerniente a los informativos diarios. Respecto a los informativos no diarios, destacan:

 

- Programas de información general, que suelen ser reportajes.

 

- Programas culturales, así como crónicas y entrevistas.

 

- Programas de entrevistas.

 

- Programas de debate.

 

También hay que subrayar la existencia de informativos especiales que cubren acontecimientos inusuales, tanto previsibles (elecciones generales,...) como no previsibles (catástrofes,...).

 

6.9.-La ética en la televisión

 

En los últimos tiempos venimos asistiendo, de una forma gradual pero cada vez más acusada, especialmente en medios audiovisuales que incorporan en su parrilla de programación espacios de corte sensacionalista, a una pérdida progresiva de los principios éticos que conforman el núcleo mismo de la llamada Sociedad de la Información , en aras de otros intereses más bien alejados de la Deontología Profesional , como pueden ser la obtención de unos mayores índices de audiencia y, por ende, un mayor beneficio económico. Así, en palabras de Victoria Camps: "La responsabilidad y la autonomía éticas se difuminan fácilmente cuando otros imperativos se muestran como dominantes. El principal, el económico".

 

De este modo, principios éticos básicos como pueden ser el difundir únicamente informaciones fundamentadas, evitando o impidiendo en cualquier caso afirmaciones o datos imprecisos y sin base suficiente que puedan lesionar o menospreciar la dignidad de las personas y provocar un daño o descrédito injustificados, o incluso la observancia de una clara distinción entre hechos (noticias) y opiniones o interpretaciones, evitando toda confusión o distorsión deliberada de ambas cosas, así como la difusión de conjeturas y rumores, son objeto de trasgresión, principalmente en el ámbito de referencia antes aludido, si bien hay que decir que la observancia, más bien rigurosa, por el resto de medios que componen la Sociedad de la Información es modélica, especialmente en el caso de la prensa escrita, que siempre ha gozado de un mayor prestigio.

 

Por lo tanto, la base ética de cualquier medio de comunicación social no es otra que el respeto, fundamentalmente, al principio de veracidad, entendiendo éste como la constatación diligente de la realidad de lo informado. Es cierto que los límites entre el derecho a la comunicación y la libertad de expresión frente al derecho al honor, la intimidad personal y la propia imagen son difusos: la doctrina y la jurisprudencia son las que vienen acotando los ámbitos de actuación de cada uno de estos derechos y libertades públicas. También es necesario matizar que los llamados "personajes públicos", por su notoriedad o renombre, deben soportar un mayor grado de intromisión en sus esferas privadas, debido a que la opinión pública demanda una mayor información sobre ellos.

 

A pesar de existir esta cierta permisividad, existen unos límites éticos, al margen de los legales, que no deben traspasarse en el ejercicio del derecho a la comunicación. Así, una delimitación es la que establece que existen diferencias entre la mera comunicación de hechos, regidos por el principio de veracidad (...), como crónica de lo acaecido, y la libre expresión del pensamiento, al que difícilmente se le pueden poner trabas o cortapisas, salvo el respeto a los demás y la búsqueda de la pacífica convivencia, dentro de la lícita y enriquecedora discrepancia.

 

Así, lo dispuesto en los párrafos precedentes, que expresan con gran claridad dónde están los límites entre ambas esferas, se torna complicado cuando hay que interpretar y diferenciar entre "cuándo emitimos una simple exposición de hechos" y "a partir de qué momento el que la efectúa comienza a realizar verdaderos juicios de valor, pues incluso en ocasiones no es tanto lo que se dice, sino el tono o la actitud que se adopta a la hora de hacerlo". Consecuentemente, la vulneración del derecho al honor y a la intimidad personal puede acarrear derecho de réplica, en el supuesto de que se hayan difundido declaraciones u opiniones vejatorias o injuriosas, o simplemente carentes de veracidad. El eco social que alcanzan, debido al poder mediático de los mass media, eclipsará con seguridad a la difusión de una resolución judicial que, aún divulgándose a través de varios medios, nunca alcanzará la dimensión de conocimiento que produjo la desinformación emitida en su momento por el ente audiovisual, al margen del derecho de rectificación.

 

6.10.-La educación desde la televisión

 

Al adentrarnos en el terreno de la educación comencemos diciendo que, de manera directa, la televisión implica a dos grandes instituciones: la familia y la escuela. Pero lo hace de un modo distinto. La familia es fundamental, porque ella constituye el topos, el lugar en el que se ejerce la "tele-visión" (Morley, 1986; Lull, 1990), su contexto. Si hay algo que define a la televisión es su naturaleza doméstica, tanto como su naturaleza tecnológica. En cuanto a la escuela, con ella compite en la distribución del conocimiento y la transmisión de valores, además de hacerlo en la organización del tiempo cotidiano, cuestión también importante. Asimismo, registra una enorme incidencia en el rendimiento escolar con resultados contradictorios.

 

Aquellas opiniones que se apoyan en la cantidad de tiempo que un niño se pasa ante el televisor para sostener su influencia negativa en los logros escolares pecan de superficialidad. Limitarse a hacer comparaciones entre el tiempo de consumo televisivo y los resultados obtenidos en la escuela supone reducir enormemente una cuestión que requiere un análisis más profundo. Tal planteamiento, a todas luces simplista, olvida que ver televisión es una actividad compleja, en la que están implicadas un amplio conjunto de variables y de circunstancias. No sólo la cantidad, sino la calidad (tipos de programas que ven), la atención, la capacidad para desplazar a otras actividades, la mediación de los padres en su consumo y la comprensión de los contenidos, por citar algunas de las más importantes, son otros tantos factores que deben tenerse en consideración.

 

Comencemos por la cantidad. Las metodologías de medición de audiencias no nos dan datos fiables sobre el consumo infantil de televisión. Los estudios de audiometría, como el que en España realiza SOFRES, no tienen en su muestreo cuotas dedicadas a la población escolar. No hay una segmentación de los públicos por edad. El audímetro, aparato instalado en una muestra de hogares españoles para medir la audiencia, no registra simplemente los cambios de canal producidos en el hogar: tiene presentes otras características, como la edad, por ejemplo. Sin embargo, no se hace un seguimiento exhaustivo en las edades más tempranas. En cuanto a los procedimientos que recurren al método del recuerdo, a las declaraciones de lo que los niños han visto, están muy sesgados por razones obvias de memorización, fantasía, valoración negativa de la televisión entre los adultos, etc.

 

No se tienen datos fiables, pero, aunque se tuvieran, seguiría habiendo grandes lagunas sobre el verdadero alcance de la influencia de la televisión entre los escolares. A pesar de ello, muchos investigadores han buscado establecer algún tipo de correlación entre la cantidad de horas que los niños y adolescentes pasan ante el televisor y la marcha en sus estudios, con resultados muy dispares. En muchos casos, se trata de estudios muy simples, con un diseño variado (tiempo de consumo/rendimiento escolar). En otros, aunque los estudios son más complejos, al abarcar diversas variables, no hay, sin embargo, acuerdo en cuanto a si su influencia es negativa, positiva o si simplemente no existe. De hecho, en aquellas investigaciones en las que se hace intervenir terceras variables (C.I., sexo, edad, nivel socioeconómico o educativo de los padres, etc.), que median en el proceso entre ambos, la influencia negativa se atenúa hasta el punto de que se hace muy difícil establecer su valor. Sólo en el caso de un consumo muy alto de televisión, de los llamados "espectadores duros", se podría hablar de posibles efectos negativos. Con referencia a nuestro país, todo parece indicar que son los niños de las ciudades y de las clases bajas los que, por término medio, pasan más tiempo ante el televisor.

 

Y si existe alguna correlación entre fracaso escolar y consumo televisivo es porque ambos tienen causas comunes, y, a menudo, combinadas: miseria, subdesarrollo de las instituciones escolares, deterioro de la familia... Sus causas son sociales, por lo que hay que profundizar en ellas. El consumo de televisión no es más que un indicador, un efecto. Cometen un error tanto padres como profesores acusando a la "tele" de sus males. El enemigo deben buscarlo en otra parte. En muchos lugares se ha primado la escolarización masiva, de fácil cómputo político cara a unas elecciones, olvidándose de otros aspectos relacionados con la calidad de la enseñanza, lo que ha supuesto una gran masificación y una falta de equipamiento, siendo las capas bajas de la sociedad quienes más las han sufrido. De tal modo, muchos niños y adolescentes fueron "aparcados" en los centros. Convertidos éstos en "aparcamientos" y muchos profesores en cuidadores, no podemos esperar mucha calidad en la enseñanza.

 

Por lo demás, la cantidad de horas que un niño pasa ante el televisor no es un indicador tan claro como para establecer una influencia decisiva en sus logros escolares. Por ello, algunos investigadores han tenido en cuenta otros aspectos, como la calidad de los programas que ven. De lo que se desprende la posibilidad de que algunos programas tengan más incidencia que otros, incluso que puedan afectar a unas materias o habilidades más que a otras. Por ejemplo, a materias más abstractas, o a la lectura y escritura, a las que podría desplazar o sustituir. Un aspecto fundamental es la atención.

 

En el caso de que llegáramos a precisar tanto el tiempo dedicado a la televisión como los programas que los niños ven, siempre nos quedará la duda del grado de atención, de implicación personal, con que se mira. Podemos observar que los niños están ante el televisor, pero ello no significa que siempre estén atendiendo. Incluso en el caso de que estén haciéndolo, no quiere decir que lo hagan con el mismo grado de interés. Se distingue entre tres modos distintos de ver televisión:

 

- " Tele-pasión ", cuando es preferida a otras actividades;

 

- " Tele-ganchillo ", cuando se ve mientras se hacen otras cosas;

 

- " Tele-rellenahuecos ", cuando se ve porque no se tiene otra cosa mejor que hacer.

 

Son distintos modos de ver la televisión y, en consecuencia, distintos grados de atención.

 

Pues bien, de ellos, la "tele-pasión" y la "tele-ganchillo" no distinguen entre capas sociales: afecta por igual a niños ricos y pobres. Pero no así la tercera, la "tele-rellenahuecos". Mientras los niños ricos tienen condiciones y posibilidades para realizar diversas actividades fuera de la escuela, pudiendo elegir entre una oferta variada, deportiva, cultural o social, los otros niños, especialmente los de las zonas más deprimidas, como los suburbios de las grandes ciudades, apenas disponen de opciones con las que llenar su tiempo extraescolar. Es éste un punto importante y que, a veces, se pierde de vista, sobre todo porque en el estudio de la influencia de la televisión se ha insistido mucho en el factor desplazamiento. Está muy extendida la idea de que aquélla desplaza a otras actividades y, a menudo, se olvida que el tiempo extraescolar es distinto para unos niños y para otros. Lo que la televisión hace es sustituir, llenar el tiempo, a falta de otras opciones fuera de la escuela. Su alto consumo es más un efecto o consecuencia de una situación que una causa. Es lógico que para unos niños o adolescentes que habitan en ciudades-dormitorio, sin zonas verdes, con viviendas en ocasiones infrahumanas y, en muchos casos, con un gran deterioro del clima familiar, se den las mejores condiciones para un alto consumo televisivo. Para ellos, la pantalla del televisor es un refugio, un lugar para soñar. No es de extrañar que muchos niños tengan en los personajes de la "tele" a sus mejores amigos. Ella les permite frecuentar a esos "íntimos extraños" que son los ídolos del deporte o del espectáculo. En este sentido, la "tele-rellenahuecos" hace mucho más que llenar su tiempo. Y mientras otros compañeros suyos pueden viajar a los lugares que aparecen en la pantalla, ellos tienen que conformarse con verlos ahí reflejados.

 

6.11.-Las audiencias y los consumos de programas

 

Todos los estudiosos de la televisión están de acuerdo en que los padres son fundamentales en el consumo televisivo de sus hijos, tanto en la cantidad como en la calidad. Es lo que se ha dado en llamar mediación parental. En la realidad se dan distintos tipos de intervención de los padres, pero pueden reducirse a los tres siguientes:

 

  Mediación restrictiva, la cual impone ciertas reglas para la visión, sean de horarios, de programas, o de ambos a la vez;

 

  Mediación desenfocada, una especie de " laissez-faire ", donde se da una ausencia de orientación y de cualquier tipo de normas;

 

  Mediación evaluativa, con una participación activa de los padres en las distintas facetas de la recepción, como la visión conjunta de programas con comentarios sobre ellos.

 

De ellas, es esta última la recomendada por parte de distintos especialistas, tanto de la Psicología como de la Comunicación. De las dos primeras, sin duda la orientación restrictiva tiene aspectos positivos, como es la coherencia que supone una regulación clara, pero es insuficiente porque los padres no participan con los niños en la recepción de los programas, algo que sí ocurre en la evaluativa. Sin necesidad de ser tan estrictos en la imposición de normas, comparten con los niños buen parte de los contenidos, viendo programas junto a sus hijos (co-visión) y, lo que es más importante, hablando con ellos sobre lo que ven, preguntándoles y explicándoles aquello que no comprenden.

 

Todos los investigadores subrayan la importancia que tiene la interacción padres-hijos en la descodificación de los mensajes televisivos. No hay que olvidar que la televisión es, por esencia, un ente doméstico, siendo en la familia donde se ejerce la actividad de verla, por lo que será en su seno donde se producirá la adquisición de las distintas normas y hábitos para su consumo. La responsabilidad de los padres es máxima, ya que tienen en sus manos la capacidad de hacer de sus hijos unos espectadores activos y críticos. Sin embargo, sabemos que no siempre es así. Continuamente se quejan de su influjo negativo, pero no la apagan porque les sirve de niñera. Además, muchos padres recriminan a sus hijos el verla demasiado, mientras ellos pasan mucho más tiempo ante el televisor viendo todo lo que les echen encima. Esto resulta tan paradójico como, por recurrir a un ejemplo muy conocido, sermonear contra la droga con un vaso de whisky en la mano. Los padres parecen querer decir: “no veáis la televisión que yo veo”.

 

El tema de los contenidos televisivos y su comprensión por parte de los niños ha estado en el centro de casi todas las polémicas. Y en este terreno, el conocido como "Paradigma de los efectos ", de orientación conductista y de origen americano, ha servido muchas veces de modelo a la hora de explicar la influencia de la televisión. Este enfoque ha puesto el acento en los efectos directos, inmediatos y a corto plazo, llegando, quizá fascinado por la estadística, a establecer relaciones de causa-efecto donde sólo existían asociaciones o correlaciones entre diversos factores, lo que le valió la crítica de buena parte de los investigadores europeos.

 

Para éstos, presuponer una ilimitada capacidad de impacto de los mensajes de la televisión sobre los niños equivale a pensar que dichos mensajes actúan de manera parecida a una inyección que inocula un producto (de ahí que se haya calificado a la Teoría de los Efectos de "hipodérmica") capaz de hacer que, tras el visionado de alguna película sobre el "cole", por ejemplo, los niños se echen a la calle para manifestarse contra él. Obviamente, las cosas no son tan simples. De lo contrario, no estaríamos ante niños sino, tal vez, ante ratones o palomas. Lo que subyace a esta visión es una concepción de la mente como un "vacuum", un recipiente vacío, de modo que cada mensaje actúa como un estímulo-resorte que empuja al individuo a la acción.

 

La realidad es que la televisión comunica significados, los cuales son interpretados por el sujeto, que recibe los mensajes integrándolos en una compleja estructura subjetiva, constituida por diversas experiencias, valores, significaciones, sentimientos, intereses, actitudes, etc. Cada nuevo mensaje se instala en un vasto mar de realidades psíquicas. Además de este marco receptivo personal, es importante la interacción con los padres (o adultos en general) en la interpretación de los contenidos televisivos, de modo que, a través de un proceso de diálogo y de discusión con ellos, se configura el verdadero significado. La mediación de los padres es esencial para consolidar o atenuar la comprensión y el valor de sus contenidos. En general, cualquier significado es el resultado de un proceso de interacción del individuo con su medio y con otros seres humanos. En cierto modo, es producto de una negociación, en este caso entre el espectador y la televisión.

 

Texto y contexto, mensaje y condiciones de recepción, forman un binomio inseparable en la interpretación de los contenidos de la televisión, donde los componentes tanto subjetivos (personales) como objetivos (del contexto de la recepción) se conjugan necesariamente. De este modo adquieren los mensajes televisivos su verdadero sentido.

 

La mente del niño es activa en la descodificación de los mensajes de la televisión. No se limita a recoger pasivamente lo que viene de fuera, reflejándolo sin más, sino que se produce una especie de refracción entre su mente y los mensajes, entre espectador y medio. Por ello, al referirse a ciertos temas que preocupan a la gente, se debería tener en cuenta el significado que los pequeños atribuyen a los contendidos de los programas. A lo mejor el sentido que para ellos tienen ciertos mensajes no coincide con el de los adultos. En el caso de la violencia, por mencionar un tema que viene preocupando desde tiempo, no sabemos cuál es su significado. Si sólo es violencia física o de otro tipo (psicológica, agresividad), qué considera el sujeto como violencia, cómo la interpreta, si es igual en diferentes culturas, si tiene diferentes motivaciones, o si es lo mismo la de ficción que la real. Por ejemplo, algunos estudios afirman que la violencia realista, como la de los informativos o documentales (que es la que ven los adultos), es más peligrosa que la de ficción. Según ellos, los niños (no hay que olvidar que la excepción confirma la regla) no creen que Rambo sea real, por lo mismo que no creen que lo sean los muñecos con que juegan. Muchas son, en suma, las incógnitas que se plantean. Esto no significa que se aplauda su existencia en las pantallas. Lo que se precisa en conocer más en profundidad, analizar con más rigor y sin prejuicios adultos, el verdadero alcance que tienen los contenidos de la televisión para los niños.

 

Es cierto que son muchas las variables que aquí se han mencionado (cantidad, calidad, atención, desplazamiento, mediación parental y comprensión de los contenidos), todas ellas mediadoras en la relación entre la televisión y la escuela. Sin embargo, aún se podrían señalar más. Por ejemplo, las de tipo demográfico (sexo, edad, niveles educativos y socioeconómicos de los padres). Incluso se podrían tener presentes ciertas variables psicológicas (referidas a la personalidad), u otras de carácter evaluativo (la imagen interiorizada que se tiene de la TV) o axiológico (valores personales).

 

En conjunto, sumadas a las anteriores, supondrían una extensa visión del papel de este medio de comunicación en la vida de los escolares. Pese a todo, la importancia de la TV en un hecho evidente. Y la constatación de la existencia de múltiples factores presentes en su relación con la escuela, por más que la clarifique, no resuelve la cuestión.

 

6.12.-Consejos y buenos propósitos

 

Una serie de consejos para ver la televisión nos hacen reflexionar sobre el uso de ésta, dirigidos básicamente a los padres respecto de sus hijos, para lograr que la televisión esté a nuestro servicio y para no ser esclavos de este medio.

 

Así, los padres deben enseñar a sus hijos tanto a ver espacios televisivos enriquecedores como a no ver aquéllos que puedan ser inconvenientes o que puedan afectar negativamente a su desarrollo. Hay que acompañarles y enseñar a los hijos a ver y a lo que no hay que ver en la televisión, estimulando la capacidad selectiva y de discriminación, recordando que la televisión no es capaz de advertir a los niños de un eventual peligro. Hemos de destacar la capacidad de imitación que tiene el niño, por lo que debemos orientarla hacia el conocimiento de personajes reales y ejemplares. Los padres también tienen una serie de obligaciones, como informarse del contenido de los programas de televisión y seleccionar aquéllos que pueden ser vistos y aquellos que no, respetar la calificación de los programas infantiles, buscar alternativas a la televisión, así como realizar un análisis crítico del contenido de los mismos. La selección de la programación es algo que afecta mucho al desarrollo del niño. Es preciso evitar que el medio se convierta en un juego de premio/castigo. El ejemplo es la herramienta más eficaz que se tiene.

 

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7.-La violencia en la parrilla televisiva 

7.1.-Introducción 

La violencia en televisión se ha convertido en un tema trivializado donde muchas asociaciones de telespectadores se dedican a quejarse de los contenido de X o de Y programa, un debate que se traslada a las productoras que defienden a capa y espada la “libertad de expresión”. En la sociedad española, a diferencia de nuestros vecinos franceses, se permite mucho la emisión de contenidos que incitan a la violencia. Es, según parece, precisamente la sociedad la que no puede hacer nada por cambiar la situación actual de la que gozamos, esto es, un feudo televisivo donde, pese a la autorregulación de contenidos en las cadenas de televisión, existen maniobras, actitudes y formas que también se pueden considerar como “violencia”.

No ha sido hasta hace unos años cuando el Gobierno ha impuesto “seriamente” la autorregulación de las cadenas de televisión. El argumento principal ha sido la emisión en horario infantil de los programas basura, así como los contenidos que incitan a la violencia, al odio por raza, sexo, religión, y otras consideraciones que se recogen en el informe del Comité de Sabios (un documento que debemos leer).

Conviene que ampliemos el concepto de violencia y que lo usemos –si cabe la expresión- de etiqueta para ponérsela a los numerosos agentes que se la merecen, tales como productores, guionistas, directores, programadores, editores, grafistas, productores, periodistas, etcétera. Porque existen muchos responsables, y la mayoría de las veces que asistimos a debates televisivos  - por ejemplo en 59”, el programa de TVE – donde asociaciones de telespectadores acusan a programadores y a otras emisiones violentas, no estamos más que ante una visión superficial del fenómeno de la violencia televisiva de este país. 

La sociedad puede mostrar sus quejas mediante el defensor del pueblo, o a través de tantas asociaciones de telespectadores como existen, pero es ella misma la que crea la “enfermedad que justifica la actitud de las productoras”. ¿Cómo convencer a las productoras de no diseñar contenidos estilo “Crónicas marcianas”, “Aquí hay tomate”, “La Casa de tu vida”, plataformas de llamada a los sentimientos más primarios del ser humano – sexo, violencia, morbo –, si son los espacios más vistos de la televisión? 

Lo que en principio puede suponer una puesta en común sobre la tele-basura o acerca de estos programas, que decimos que son para audiencias de culturas planas, no cambia las cosas. Pese a ello, el recurso de la violencia en las televisiones cada día se hace más amplio gracias a la propia función que tiene la televisión, es decir, por obra y milagro de ese fin de ser un espejo fragmentado de la sociedad, que se retroalimenta a través de su pantalla. 

En el mundo actual, la violencia real está aumentando y es ejercida de modo alarmante cada vez más por jóvenes y niños1. Simultáneamente, aumenta la violencia en el contenido de los programas televisivos. Las escenas violentas que aparecen en televisión se han multiplicado por diez en los programas más variados. 
Es cierto que la relación entre dos tipos de violencia como la real y la televisiva es compleja y, de hecho, existen distintas teorías al respecto: teoría del rechazo o de la catarsis, teoría de los indicios agresivos, teoría de la ayuda, teoría del miedo, teoría del aprendizaje, etc. Sin embargo, es igualmente innegable que, con exclusión de la teoría de la catarsis, todas las restantes tienden a subrayar la influencia de la violencia televisiva en la generación de la violencia real, al presentar la violencia como una alternativa aceptable de comportamiento. 

De ahí deriva la convicción generalizada de que la reducción de la violencia, especialmente en relación con la programación accesible a los niños, constituye el criterio fundamental para medir la calidad ética de los contenidos televisivos, así como también la exclusión de la discriminación y el odio por motivos de raza, sexo, religión o nacionalidad. Ello es lo que se propone en los códigos deontológicos elaborados al respecto. Así, el convenio sobre principios para la autorregulación de las cadenas de televisión destaca que lo más importante es evitar la presentación de la violencia “como algo que debe ser imitado”. Algo semejante es lo que propone la legislación existente, concretamente la Directiva comunitaria “Televisión sin fronteras”, del 12 de Octubre de 2004, que ya fue incorporada en 1994, y que en sus artículos 16 y 17 prohíben “programas o escenas o mensajes de cualquier tipo que puedan perjudicar gravemente el desarrollo físico, mental o moral de los menores”. 

Sin embargo, tanto los códigos como la legislación tienen serias dificultades para garantizar la calidad ética del contenido televisivo. En el caso de los códigos deontológicos, la limitación procede de su falta de sanción; todo depende de la voluntad de la autorregulación por parte de los afectados. En el caso de la legislación, aunque existen sanciones para castigar las infracciones de los artículos 18 y 19, la dificultad radica en determinar cuándo resulta aplicable la posible sanción, dado que la directiva y la ley española hablan de violencia gratuita como aquella que no puede ser tolerada en la programación infantil y, de este modo, resulta problemático saber cuándo se ha producido tal gratuidad. 

Sí es cierto que hay violencia que es inevitable -una guerra televisada en un Informativo, o actitudes violentas como Gran hermano, por ejemplo-. Aún así, el Comité de Sabios ha puesto el dedo acusador en algunos programas2 para que sean más responsables pues, después de todo, hemos de tener en cuenta que somos personas los que recibimos y los que demandamos los contenidos que son considerados tele-basura. Algunos productores piensan de otra forma en cuanto a lo que llaman tele-basura los sabios. Sin duda, éstos a menudo consiguen distorsionar cierta esencia de sus programas con un recurso tan fácil y primario como la violencia. De hecho, un modo de ganar audiencia es incidir sobre las motivaciones por las que pueden resultar más sensibles (y vulnerables). La violencia se presenta tan real, imprevisible y cercana a la realidad que se generan comentarios como los de Joseph Mainat, productor de Gestmusic Endemol: “Si nosotros hacemos programas basura, el Gobierno está insultando a millones de telespectadores”, afirma el promotor de programas como “La Granja”, “Operación Triunfo”. En esta misma línea, el cabeza pensante de “Crónicas Marcianas” añade que el Gobierno se ha rodeado de “sabios” que no entienden, a su juicio, de televisión y “que traban la libertad de expresión de las productoras”.

Como señala Mainat, la libertad de expresión ha de practicarse siempre, pero hasta que choca con los derechos de los demás: intimidad, defensa del menor, privacidad, posibilidad de dañar psicológicamente al telespectador… 

Después de todo, ¿quién decide el contenido? La ética tiene mucho que ver, pues es, en primera y última estancia, la propia persona quien decide la emisión de un programa u otro. También el telespectador decide si ver o no uno u otro contenido, e incluso podría considerarse esto una forma de boicotear estos programas para tener una televisión mejor. Lo ideal es que no quede solo en una bonita declaración de intenciones. Al final, por desgracia, todo queda en un asunto de audiencias mayoritarias, y si éstas deciden que sigan esos programas considerados “basura” por las “minorías intelectuales”, no tenemos más remedio que claudicar y aceptarlo o apagar la tele.

Volviendo a la consideración de los productores que se ven como adalides de la libertad de expresión, la autorregulación puede suponer un ataque a esto mismo si no se deja programar lo que quieren los productores. Aquí nos encontramos con una confusión: por un lado, la idea de contenido televisivo como bien cultural, y, por otro, la de ser un bien cultural y de consumo. A día de hoy, y especialmente tras la incursión de las televisiones privadas, la democracia llega a la televisión como nuestro sistema electoral3

7.2.-Aproximación a la definición de violencia y algunas teorías 

De Ridder (1980, Pág. 256) considera que “la única solución al problema de la objetividad o subjetividad de las definiciones radica en adoptar la posición del observatorio ingenuo”. Desde este punto de vista, un acto sería violento si el sujeto receptor lo considerara como tal; es decir, que una acción sea considerada violenta o no es simplemente cuestión de opiniones. Siguiendo esta definición, el concepto de violencia no tiene el mismo significado para todos, lo cual implica ciertos problemas reales a la hora de desarrollar cualquier estudio en el campo de los efectos de la violencia en la televisión. Uno de estos problemas radica en el hecho de que los receptores tienen sus propias escalas para decidir la seriedad de los incidentes, las cuales no coinciden, en ocasiones, con los puntos de vista de los investigadores. 

Existen 3 conceptos básicos que aparecen mencionados en un gran número de investigaciones y que sirven de base al concepto de violencia en los contenidos televisivos tal y como se entiende en este trabajo:  

a) La manifestación expresa de fuerza física o verbal;

b) La intencionalidad del acto por parte del sujeto que lo realiza;

c) Las consecuencias del acto: daños físicos o psíquicos.  

Así, pues, lo que determina en primer lugar que un acto pueda ser clasificado como violento es que éste sea una manifestación física o verbal. La violencia es la clara expresión de la fuerza física, contra sí mismo o contra otro, utilizando la fuerza física contra la voluntad de uno, amenazando con herir o matar. Se puede entender como una conducta antisocial, injuriosa para otras personas, y que tienen su representación en la pantalla. 

Sobre el indicio de la violencia en televisión nos referiremos a una de las principales conclusiones que se obtuvo a partir del análisis de sistemas de mensajes de la televisión, y que evidenció la violencia en la televisión. Por ejemplo, Gerbner, Gross, Signorielli, Morgan Jacson-Beeck (1979) afirmaron que desde que comenzaron el seguimiento de la programación televisiva en los años 1967-6, un 80% de los programas emitidos contenían actos violentos y un 60% de los protagonistas de los programas se veían implicados en acciones violentas. Curiosamente, los programas de televisión destinados a los más pequeñas y, en concreto, los dibujos animados eran los que subían la media de los actos violentos que se proyectaban en el resto de la programación diaria, incluyendo las series policíacas. Sería interesante que se presentara un proyecto de investigación similar al de estos investigadores aplicado a la televisión de nuestro país4

Con el mismo propósito de medir y de conocer cuánta violencia existe realmente en la televisión, el Cultural Indicators Project elaboró el denominado índice de violencia (“violence index”), es decir, una medida estandarizada de la violencia en televisión. En él se muestra una combinación de tres grupos de medidas 8 Signiore-Illi (Gross y Morgan, 1982): 

  1. Frecuencia (F). La cantidad de programas de televisión que contienen violencia o la frecuencia con que éstos aparecen en pantalla.
  2. Proporción o cantidad (P). La cantidad de violencia que incluye cada programa.
  3. Rol ®. Las características de los personajes (agresor/víctima) que se ven envueltos en actos violentos. Este elemento, no obstante, no repercutirá cuantitativamente en el índice de violencia.

 

Estos valores significan que el índice de violencia (IV) es igual al porcentaje de programas que contienen violencia (%F), más el número de incidentes violentos por programa multiplicado por dos (2P/F), más el número de incidentes violentos por hora multiplicado por dos (2P/H), más el porcentaje de personajes envueltos en violencia (%V), más, por último, el porcentaje de personajes envueltos en asesinatos (%A). 

IV= (%F)+ (2P/F)+(2P/H)+(%V)+(%A) 

La fórmula es un cálculo que es cuantitativo, pero cualitativamente pueden reseñarse algunos aspectos. Por ejemplo, la forma en que los receptores perciben y evalúan los personajes y circunstancias en la televisión no siempre se corresponde con los datos o medidas obtenidas por los investigadores. Consecuentemente, con la intención de comprender lo mejor posible hasta qué punto el contenido de la televisión configura las percepciones de la realidad social parece necesario tener en cuenta cualquier análisis de los siguientes elementos: 

1. El significado de ese contenido para los miembros de la audiencia.

2. Las interpretaciones que hace la audiencia de los retratos de la televisión.

3. El significado de tales interpretaciones como elemento mediador del impacto de la televisión sobre la audiencia. 

Violencia, ¿para quién? 

Una alternativa para clasificar la violencia en televisión es descubrir qué perciben o cómo interpretan los miembros de la audiencia la violencia que se ofrece a través de la televisión. Estos actos violentos aparecidos en la pequeña pantalla no se consideran, pues, como una única variable que interviene en una conducta agresiva del receptor. La percepción de la misma y el acuerdo o desacuerdo mostrado por el público ante la violencia que ve en la pequeña pantalla constituyen, igualmente, elementos a tener en cuenta en el impacto de esta programación. 

Algunos sujetos ven más violencia que otros en los programas y reaccionan con más fuerza hacia determinados retratos de violencia en la televisión. Las reacciones de la audiencia están relacionadas, lógicamente, con las características psicológicas de los receptores. En 1971, Greenberg y Gordon compararon las clasificaciones de los programas hechas por los críticos de televisión y las realizadas por el público (entre adultos). La conclusión a la que llegaron es que existía una total unanimidad entre los críticos y el público acerca de los 20 programas de televisión más violentos de los años en que se llevó a cabo el estudio, esto es, 1970 y 1971. En ocasiones, los críticos juzgaron los programas incluso como más violentos que el público. 

La forma en que los recetores perciben y evalúan los personajes y las circunstancias en la televisión no siempre se corresponde con los datos o medidas obtenidas por los investigadores. 

7.3.-Características de la violencia 

Las características principales mostradas en la pequeña pantalla pueden revestir diversas formas; a saber: 

  • Violencia gráfica: los receptores llegan a habituarse a las escenas de violencia que forman parte de la programación diaria de cualquier cadena de televisión. Este hecho provoca una falta de atención, atracción e, incluso, interés hacia las mismas, por lo que, como consecuencia casi inmediata, los productores o guionistas de las series o películas destinadas a un medio de comunicación se ven en la necesidad de buscar nuevas escenas, cada vez más reales, más gráficas, con el objetivo imperioso de conseguir atraer la atención del espectador. La mayoría de los casos presentan fuertes presiones económicas de anunciantes, productoras, o los abrumadores datos de las audiencias. Con este propósito, determinados programas de la televisión emiten, cada vez con mayor frecuencia, imágenes de violencia tan cercanas a la realidad que casi se puede experimentar el sufrimiento de la víctima. De hecho, tanto en los informativos como en las películas, la cámara busca, cada vez más, la imagen más sangrienta o morbosa.
  • Violencia divertida: Bajo la comedia se encuestan diversos programas cuyo contenido encierra una diversidad de escenas violentas que llegan a resultar entretenidas para los receptores. Un ejemplo son los dibujos animados (“La hora Warner”, por ejemplo). Entre los efectos que esta diversión mediante la violencia televisiva puede producir cabe destacar el que el niño perciba como verdadera diversión la violencia a la que se ve expuesto y que la traslade con mayor frecuencia a sus relaciones sociales. Así, pues, la violencia es considerada como entretenida y, además, provoca una sensación agradable en el niño.
  • Violencia justificada: el héroe y el villano. La violencia del héroe se justifica en tanto que se utiliza con fines fundamentalmente altruistas, solidarios; es decir, con el propósito de ayudar a alguien que, por cualquier razón, necesita su ayuda. Se ha comprobado empíricamente que este tipo de violencia lleva a ciertos receptores a utilizar la fuerza en sus relaciones con los demás, de forma que, llegada la circunstancia en la que se considera justificado el uso de la violencia, se utiliza, en lugar de recurrir a otras fórmulas no agresivas.
  • Violencia recompensada: los actos violentos suelen obtener recompensa y sirven para ayudar a alguien o alcanzar algún objetivo determinado. Este premio viene en forma de ascenso, de éxito con las mujeres, admiración de compañeros, etc., lo cual resulta atrayente para los jóvenes, quienes, en su proceso de desarrollo físico, intelectual y social, sueñan con conseguir esas recompensas personales. Al estar expuestos a esos mensajes son altas las posibilidades de que lleguen a creérselos y de usar la violencia como los personajes de televisión.

7.4.-Efectos de la violencia  

Determinadas circunstancias o características del sujeto receptor le harán ser más propenso a la influencia de la violencia televisiva. Se ve limitada por una serie de elementos o de condicionantes que hacen que no todos los sujetos receptores se vean afectados de manera directa e inmediata por las repercusiones de la violencia de la televisión, si bien sí existe un número considerable de estudios que demuestran cómo la violencia emitida en la pequeña pantalla deja su huella en ciertos sectores de la audiencia. Por ello presentamos las siguientes teorías sobre el efecto global de la violencia, y las describimos: 

  • Teoría del modelaje: los sujetos expuestos a la violencia de la televisión actuarían, después de esta exposición, de manera más violenta de lo que normalmente lo harían de no haber visto este tipo de programas. Para que el efecto modelaje tenga lugar deben concurrir circunstancias como la atención, retención y reproducción de esas actitudes violentas. Todo ello depende de factores como la motivación o la intensidad de los factores de inhibición. Un segundo proceso en el que el modelaje se ve implicado es aquel en el que ver violencia en la pequeña pantalla desinhibe la tendencia del sujeto receptor a cometer actos violentos que ya fueron aprendidos5. Las personas pueden desarrollar ciertas conductas violentas, pero, a la vez, comportarse de forma diferente al modelo presentado en la televisión.

 

  • Teoría del reforzamiento: nos referimos a cualquier acontecimiento que provoca una respuesta por parte del receptor e incrementa la probabilidad de que esa respuesta ocurra de nuevo.

 

Funciona de varias formas:  

a) La violencia en la televisión puede reforzar las tendencias violentas ya presentes en el receptor, aunque la televisión no sea el origen de esas tendencias;

b) la conducta violenta puede verse reforzada en el propio contexto de la historia televisiva. En ese caso, dicha conducta tiene más posibilidades de ser imitada que aquel acto violento que es castigado o no reforzado en la historia;

c) los personajes utilizan la violencia para resolver problemas interpersonales. Estos actos refuerzan de manera indirecta los valores e ideas de que tal conducta violenta es una forma de tratar los conflictos de manera real y moralmente aceptable;

d) la conducta violenta se refuerza cuando se muestra correcta en un contexto que es muy atractivo para el telespectador. Las series que ofrecen mayor realismo pueden tener un mayor impacto que las menos realistas, debido a la existencia de una relación más cercana con las propias experiencias del receptor. 

  • Teoría de la catarsis o de la reducción de los impulsos violentos: mediante la exposición a determinados programas que utilizan la violencia como uno de sus argumentos fundamentales, la audiencia consigue expulsar sus sentimientos de hostilidad e indignación. Los sujetos receptores podían descargar sin daño alguno sus impulsos agresivos mediante la utilización de su fantasía (Feshback y Singer). En la actualidad se considerada muy poco probable que la agresividad mostrada en la pequeña pantalla provoque este tipo de efectos.
  • Teoría de la estimulación elemental: lo que verdaderamente determina el grado de agresividad del individuo es el grado de estimulación psicológica y física que provoca el programa en el sujeto, independientemente del contenido de dicho programa. El contenido del programa no es lo decisivo sino la intensidad con la que dicho programa estimula psicológica y físicamente al receptor. Esta teoría evidencia que los programas violentos no son los únicos que estimulan la agresividad: lo hace cualquier programa que estimule al espectador, independientemente de su contenido, e incite a la agresividad, sobre todo cuando previamente ya existe una cierta tendencia a comportarse de manera agresiva.
  • Teoría de la sensibilización: los receptores reaccionan tan fuertemente al ver violencia en la televisión y tienen una percepción tan traumatizante de esta realidad televisiva que, como resultado de la experiencia con este medio, tienen menos probabilidades de imitar estos actos. Esta aproximación resulta un tanto extrema y son excepcionales los casos en los que se producen este tipo de efectos. Por otro lado, parece producirse con mayor frecuencia que, ante la repetición constante de imágenes de violencia, nace en el receptor un sentimiento de especial sensibilidad hacia la víctima de la agresión, la propia circunstancia en la que la acción tiene lugar, y, en definitiva, por la violencia en general, provocando un rechazo de este tipo de actos. El efecto de la sensibilización provocado por películas violentas – por ejemplo – puede surgir como resultado del estado de ansiedad producido por la violencia o por la empatía que el receptor experimenta con la víctima de la misma. Los receptores sobreestiman la frecuencia de la violencia en la vida real. Llevará a los receptores a estar más en guardia en sus contactos con el mundo que les rodea (“social paranoia effect”).
  • Teoría del habituamiento: la exposición frecuente a la violencia de la televisión lleva al espectador a considerar aquélla como algo normal. El receptor se acostumbra a esta violencia y a tener más dificultades para considerar cualquier acto violento como tal. La audiencia convierte la violencia en algo rutinario en sus vidas. Se trivializa o se le quita importancia en la vida real, especialmente al sufrimiento que la auténtica violencia causa a la víctima.  Es por eso que la emisión muy continuada de programas sobre sucesos provoca en el espectador un auténtico miedo acerca de su seguridad personal6, aunque también puede ayudar a prevenir y a aminorar las reacciones de miedo en circunstancias reales.

Efectos cognitivos de la violencia televisiva 

Esto, esos efectos en la mente, en la conciencia, en lo que se hace diariamente, sucede cuando los contenidos de este medio de comunicación influyen o configuran las creencias y opiniones de los individuos sobre el mundo que les rodea. La televisión – según la teoría del cultivo – y su exposición de asuntos violentos regula y domina al telespectador hasta una impresión exagerada de la amenaza y el peligro existentes en la sociedad real y produce una excesiva ansiedad sobre la seguridad personal; es decir, la visión del mundo real que poseen algunos individuos será, es, aquella que transmite la televisión7

Huesmann y Malamuth establecen cinco variables que intervienen y afectan al mantenimiento de la relación entre la contemplación de la violencia en televisión y las creencias o actitudes agresivas del sujeto. Son las siguientes: 

  1. La capacidad intelectual.
  2. La popularidad social.
  3. La identificación con los personajes.
  4. La creencia en el realismo de la violencia mostrada en televisión.
  5. El nivel de imaginación o fantasía del receptor sobre la violencia.

 

En esta línea, el número de programas, la interpretación del contenido, las conclusiones del receptor y las circunstancias personales son variables que quedan olvidadas por los investigadores. No olvidemos que no existe una ciencia exacta sobre el efecto de la violencia8

7.4.-Violencia, un género fácil para captar audiencia 
 
Como ya se ha dicho, esos efectos dependen, en primer lugar, de las características de los mensajes. A este propósito, antes que nada es necesario subrayar las diferencias que se dan, respecto a la representación de la violencia, entre el teatro, el cine y la televisión, según los distintos contextos de producción y de recepción. Con esto en absoluto se pretende justificar o infravalorar el problema de la violencia en los espectáculos teatrales o cinematográficos, sino más bien subrayar la particular gravedad que tiene la violencia en el ámbito televisivo, por la naturaleza de este medio.  

Esto es de este modo, primero, porque la televisión es un medio doméstico, accesible a cualquier tipo de público, en particular el infantil; y, segundo, porque la televisión -merced a la multiplicación de canales y al uso del mando a distancia- ofrece sus mensajes en flujo fragmentario, lo que colorea la representación de la violencia con características tales que dificultan la contextualización, la reelaboración racional y el juicio ético. 
 
Esto mismo puede explicar la proliferación de la violencia en la pequeña pantalla por motivos de marketing. La violencia constituye un género fácil de contar y fácil de vender en el mercado mundial, a causa de su inteligibilidad inmediata. De ahí que, según un estudio, las series televisivas de argumento criminal son el 17 por ciento de los programas que se emiten en Estados Unidos, mientras que, paralelamente, constituyen el 46 por ciento de las producciones norteamericanas que se venden en el extranjero. 

7.5.-Mostrar el mal sin justificarlo 
 
Hecha esta aclaración, las consideraciones sobre la violencia en los medios se pueden articular en torno a tres temas: el modo de presentarla, la estimulación de la agresividad y la imitación de conductas violentas contempladas en los espectáculos. 
 
El primer tema está relacionado con la dimensión persuasiva de los mass media, que no depende tanto de los puros contenidos cuanto de la forma de exponerlos. La consideración de la componente retórica de la narración sirve para responder a uno de los argumentos más empleados para justificar los contenidos violentos: el mal y la violencia están en el mundo, y un film, una novela y un servicio informativo no pueden dar una visión falsa o edulcorada de la realidad. En primer lugar, hay que decir que, cuando un relato presenta, por ejemplo, un homicidio, la reacción del lector o espectador puede ser guiada hacia la piedad por la víctima o hacia la simpatía por el homicida, o hacia la indiferencia, el sarcasmo, la ironía, la satisfacción o la complacencia, según cómo se narre el hecho. 
 
Los grandes autores clásicos han sido maestros en una representación no edulcorada del mal presente en el mundo que, sin embargo, mantenía bien clara la línea de valoración a la que adherirse. Dostoievski, como Shakespeare, muestra la fealdad del mundo, pero dejando claro a dónde se dirige su simpatía: sus criminales despiertan comprensión, pero nos hace ver por qué son criminales y por qué suscitan nuestra compasión. No se trata de ambigüedad, sino de claridad en la complejidad. Estos autores y otros clásicos son ejemplos bastante interesantes de una representación profundamente “moral” de un mundo en el cual el mal, la violencia y la inmoralidad están claramente presentes con toda su fuerza, pero descritos de un modo que no se sirve de la violencia para atraer ambiguamente al lector o para no dejar claro un orden de valores.  
 
7.6.-El contexto es decisivo 
 
Consideraciones como éstas hacen pensar que las estadísticas sobre el número de actos violentos representados en la televisión son indicativas, pero no concluyentes. No se puede decir que una película como La diligencia (Stagecoach), de John Ford, sea especialmente violenta, aunque muestre muchos tiroteos y muertes. En cambio, una sola escena de matones urbanos, cargada de violencia y de destrucción, puede ser bastante más fuerte, aunque los resultados parezcan mucho menos graves.  

En efecto, el contexto suele ser decisivo. Un estudio en el que se pidió a los sujetos valorar moralmente las acciones de diversos personajes llevó a la siguiente conclusión: “Hemos comprobado que la moralidad de una acción depende de quién la efectúa. La bondad o maldad de la conducta moral, tal como se presenta en la televisión, depende de que la acción sea realizada por un personaje simpático y admirado o bien por un personaje antipático y que inspira desconfianza. Muchos comportamientos que normalmente serían juzgados inmorales –chantajes, homicidios, asaltos, etc.- resultan aceptables cuando los hace alguien que goza del favor público”. 

Por su parte, Albert Bandura sostiene que, en la etapa de formación, la televisión puede promover mecanismos de justificación y de irresponsabilización personal que luego llevan a justificar, con argumentos retorcidos, un cierto uso de la violencia. Esto, naturalmente, sucede con más facilidad en ámbitos socioculturales “bajos”, donde la televisión proporciona gran parte de los estímulos de maduración cultural y faltan los recursos críticos que ofrece la relación con los adultos –incluso porque la televisión está encendida durante las comidas- y a través de otras formas de socialización.  
 
7.7.-La responsabilidad de los medios


¿Los espectáculos violentos fomentan una tendencia genérica a la agresividad? 

Digamos de entrada que existe una notable cantidad de estudios que concuerdan en afirmar que así es. Al término de un análisis de seis años de duración, realizado por diversos equipos en cinco países lejanos entre sí, Huesman y Eron concluyen que “agresividad y ver escenas de violencia tienen un cierto grado de interdependencia”, y que “los niños más agresivos ven más violencia en televisión”. Esto nos parece lógico, patéticamente lógico. 
 
Es, nos dicen, una dimensión que se suma a la precedente y que no es neutralizada por ella. En otras palabras, pueden existir contenidos cuya ideología no sea violenta, pero que, por la presentación particularmente impresionante de los comportamientos violentos, puedan tener efectos psicológicos negativos, aunque las ideas que proponen no se puedan juzgar como favorables a la violencia. 
 
Tal es el caso, por ejemplo, de la película La chaqueta metálica (Full Metal Jacket), de Stanley Kubrik. Aunque es contrario a la guerra, puede tener, en especial para el público emotivamente frágil, efectos negativos. Lo mismo puede decirse de Kill Hill, de Quentin Tarantino, película que es, sin duda, irónica y metalingüística, pero que se presta con bastante facilidad a una contemplación “ingenua” que se deje “informar” e influenciar por la violencia mostrada, sin que se opere la inversión irónica. 
 
Esto conduce a una reflexión que nos parece importante: hace falta reconsiderar con mucha más atención y responsabilidad el influjo que pueden tener las películas y las series televisivas, algunas de gran éxito. Pensemos, por ejemplo, en casos como el de Raíces (Roots) o en la serie de televisión sobre el Holocausto emitida en Italia a comienzos de los años 80. Junto a un efecto, que quizás es lo primero que experimentamos, de sensibilización, se corre el riesgo de obtener un efecto secundario, significativo cuantitativa y cualitativamente, de difusión de tales comportamientos violentos, por la sugestión que la representación de la violencia tiende siempre a generar, sobre todo en los sujetos más frágiles. La misma consideración podría hacerse sobre muchas películas, “telefilms” y miniseries televisivas que pretenden “denunciar”, hacer “tomar conciencia” de algunos problemas sociales ligados a la violencia en algunas categorías de personas.


7.8.-Los medios no son un simple espejo 
 
Con esta consideración, de algún modo, ya dejamos claro que la televisión es la verdadera y propia imitación del comportamiento desviado. Basta leer con atención los periódicos para descubrir con frecuencia delitos que toman como modelos escenas vistas en el cine o en la televisión: así lo muestran las evidentes analogías y, a menudo, las declaraciones de los propios autores9. A veces parecen inspirados en la televisión; a menudo, el papel de la representación televisiva parece llegar a ser el de una verdadera instigación. Pensemos en los niños ingleses que mataron a otro, o en los émulos de la película La naranja mecánica (Clockwork Orange), de Stanley Kubrik
 
Son acciones obradas por individuos particularmente frágiles, en algún supuesto preadolescentes, o en cualquier caso por sujetos ya predispuestos al riesgo de graves desviaciones. Pero aunque la televisión por sí sola no baste para explicar estos delitos y sea una causa más entre otras, no se puede olvidar que entre los factores que incitan al comportamiento gravemente desviado se encuentra también el consumo de espectáculos violentos. El hecho de que también haya causas de otra factura no debe hacer olvidar que ésta -quizás sólo la última pero con frecuencia la desencadenante- es una de ellas. 
 
La eterna duda de si -en la violencia como en otros contenidos- la sociedad imita a los medios o la televisión y el cine cuentan lo que sucede en la sociedad es una alternativa falsa. Todo contenido violento tiende a producir imitación: cuando un programa televisivo cuenta con detalle y de manera fuertemente gráfica un comportamiento desviado, no refleja simplemente la violencia que hay en la sociedad: más bien la multiplica y la introduce en los hogares de millones de personas. Así se inicia, pues, un círculo vicioso que va de la violencia real a su representación y de ésta a una nueva violencia real. 
 
Por eso, es preciso disminuir el nivel de violencia presente en los medios, sobre todo interviniendo sobre la modalidad de su representación, evitando que aparezca subrayada, destacada en primera página, descrita minuciosamente, encarnada en pseudos-héroes, convertida en tema de inútiles pseudo-encuestas y de inconscientes apologías. Hay que tener presente que se puede hacer apología de la violencia sin gastar una palabra en su favor: basta la presentación, su presentación, insistente en un medio socialmente incontrolable como es la televisión para hacer así que un criminal se convierta en un héroe; un delito se puede convertir en una acción admirable. Por ello explícitamente la violencia la debemos reprobar sin paliativos. 
 
7.9.-La violencia de los “reality shows 
 
Se puede afirmar que los aspectos negativos de la representación de la violencia pueden ser medidos conjugando diversos factores, que tienen una cierta autonomía: su justificación ideológico-retórica, que deriva de la estructura narrativa del relato; la vivacidad de la representación, que estimula la agresividad, produce miedo y angustia; su “imitabilidad” por parte de personas frágiles, impresionables o predispuestas a las desviaciones. 
 
Por último, la comunicación de masas puede adoptar un carácter violento con independencia de sus contenidos y, en cierto modo, al margen de su misma naturaleza narrativa. Es la violencia de la comunicación excesiva aquella que anonada al interlocutor forzando los tiempos, empujando al extremo la dramatización de los tonos, pretendiendo colocarse como última y total. Pensemos en el desprecio de la intimidad ajena, la búsqueda de la primicia a toda costa, la complacencia de cierta televisión del dolor, el uso irresponsable de imágenes dramáticas en contextos lúdicos, la falta de respeto de ciertos reality shows que quisieran aventar los secretos privados de sus participantes, la crueldad de ciertas candid cameras... Son algunos ejemplos de comunicación violenta no tanto por sus contenidos cuanto por la modalidad con la que se dirigen al espectador, agrediéndole bajo pretexto de informarle, de divertirle, de hacerle reflexionar: ¿Son golpes bajos de un aparato comunicativo a veces carente de escrúpulos? 

7.10.-La violencia en la programación 

Este apartado es, sin duda, uno de los más manidos en la agenda del Gobierno español, y versa sobre aquellos contenidos que se presentan en franjas nocturnas, pero que van dirigidos a niños y adolescentes ansiosos de ver “lo prohibido”. El 30% de los niños españoles ven la televisión después de las 22:00 de la noche, y razones no les faltan. Series como “Upa Dance”, “Los Serrano”, “Aquí no hay quien viva”, o el desaparecido programa concurso “Eurojunior” son ejemplos de productos televisivos dirigidos especialmente a ellos.  

La primera serie cuenta los amoríos y deslices de los integrantes de una academia de baile moderno. Como eje argumental se usa la autosuperación -porque antes que ser una telenovela a la española, es una academia de baile y canto-, y el culto al cuerpo como instrumento de éxito social. Unos recursos nada recomendables para adolescentes de entre 13 y 14 años que -como bien marca su estado psicológico- tambalean con descaro sus emociones. Como antes hemos señalado, el resultado es el mimetismo de conductas que,  aún sin corresponderse con la realidad de personajes de 25 años o más, se hacen hueco en otros medios de comunicación dirigidos a adolescentes10

Por otro lado, tenemos a adolescentes encarnando a personajes en series que se emiten después de las 22:00. No se trata de suprimirlos, pero si hay adolescentes viendo el programa lo mejor es que los padres les expliquen el contexto en el que se encuentran. Tanto en “Los Serrano” como en “Aquí no hay quien viva” se encuentran sub-tramas que en algunos casos van dirigidas hacia padres, y los niños no sabrían entenderlo. De hecho, cuando las ven, no las comprenden. Aquí aportamos un nuevo punto de vista, una nueva programación: una televisión para toda la familia, consumida por todos, entre todos, pero que, como no está exenta de temas como el sexo 11 y la violencia, debe ser participativa y explicada por los distintos componentes de ese grupo. 

Por último, la programación de Eurojunior en horario nocturno no es un buen ejemplo para TVE, quien supuestamente debería de cuidar aspectos como la programación infantil en horario posterior a las 22:0012

7.11.-Conclusión sobre la violencia en televisión: una llamada a la Educación 

Sería interesante la creación de un “Observatorio” de la televisión netamente profesional, y dejar de darle tanta vuelta al asunto de la autorregulación de contenidos en las cadenas de televisión. La realidad está constatando que pocas cadenas de televisión dejan de emitir violencia en horario infantil, así como en otros contextos poco aconsejables – magazines matinales, algunas piezas de informativos, etcétera-. Con ello no demonizamos sin compasión a la violencia en televisión, pues, si es cierto que no ha de ser gratuita, también es verdad que no hay que esconderla a la sociedad. ¿Cómo hacerlo sobre la información de un atentado terrorista, por ejemplo? No se trata de recrear un mundo feliz, pues sería la gota que colma para considerar a los medios los manipuladores por antonomasia. Hay que superar la actual realidad. 

Tampoco es la televisión la que realmente tiene la culpa de que se emitan tantas escenas violentas, sino un entramado complejo que protagonizan productores, audiencia, el actual vacío legal y los mismos valores sociales. Si los pensadores de contenidos televisivos ven que se demanda un espacio que incluye sexo y violencia, por mucho que queramos ser políticamente correctos, éste se seguirá ofreciendo, y más a sabiendas de la consideración de esos productores que defienden con uñas y dientes su libertad de expresión y los contenidos de la televisión como unos bienes culturales.  

En una sociedad obviamente poliédrica, el panorama televisivo no se puede mostrar tan disperso, sobre todo con lo que se avecina con la llegada de la televisión terrestre, si no se puede considerar ya con las plataformas digitales, la televisión a través de Internet o el teléfono móvil. Consideramos un panorama televisivo en constante entropía, que en los últimos meses “se ha aplicado el cuento” para no emitir contenidos violentos en sus programas de franja infantil, que ha tomado medidas para no dejar escapar insultos y escenas poco éticas, pero lo cierto es que durante mucho tiempo lo han hecho y no han sido castigados con multas que pudiéramos considerar abrumadoras. Tengamos en cuenta que hasta ahora ninguna televisión -poderosa en cuanto a ingresos económicos-puede presumir de no importarle pagar la multa, pues los ingresos publicitarios superan sus cuantías.  

Numerosas son las declaraciones de intenciones que podríamos hacer a anunciantes para que no inserten sus “spots” en X o Y programa a favor de una ética más responsable, o las que inciden en alguna forma de boicotear los contenidos televisivos. Es imposible, nos parece, tanto por las empresas como por los medios de comunicación, por la sencilla razón de que prima el interés económico y solo podemos creer, habida cuenta de lo que percibimos, en la buena fe de algunos propietarios. 

Para la escuela y los padres queda la imprescindible tarea de enseñar a sus hijos a ver la televisión. En el sistema de educativo se echa en falta una asignatura sobre medios de comunicación que enseñe a los niños a tener un criterio en condiciones sobre lo que pueden elegir y lo que no. Angustia y aflige que, existiendo tan buenos profesionales, el Gobierno no proponga la creación de una asignatura para su impartición en las escuelas.  

Como antes comentamos, el hacerle competencia  a la televisión desde la escuela es uno de los retos más importantes hoy en día. Hay estudios –entre ellos los que se citan en este trabajo – en los que cada vez más se corrobora y defiende la creación de esta asignatura, de inculcar más a los niños la necesidad de la lectura a cambio de la comunicación emocional y “embobadota” de la televisión. Si bien es cierto que la televisión muestra la realidad, que una imagen vale más que mil palabras, su visión es sesgada y fugaz. Además, destaquemos que los niños tienen poco tiempo para que sus pequeñas mentes reflexionen sobre lo que han visto. Demostrado queda que la comunicación emocional es el fuerte de la televisión. Esperemos que en un futuro se cree esta asignatura sobre medios de comunicación. 

7.12.-Consejos a los padres 

Entre otros muchos, podemos y debemos enumerar una serie de consejos y de buenas prácticas para evitar que la televisión en general y sus contenidos violentos en particular incidan negativamente en los menores. Serían éstos:


1.
Acompañar a los hijos a ver la televisión o tratar de permanecer en la misma habitación aunque realicen actividades distintas. Si eso no es posible, estar informados sobre los temas que allí se muestran y conversar después con los hijos acerca de cuál es la forma adecuada de resolver los conflictos que muestran las teleseries u otros programas.  
 
2.
Hay que preocuparse de que puedan distinguir realidad y ficción, porque los menores de 8 años no tienen totalmente desarrollada la capacidad de distinguir entre esos dos conceptos, y por eso tienden a "aprehender" en forma más directa los contenidos y a sufrir con lo que les ocurre a los personajes. 
 
3.
Limitar el tiempo frente a la pantalla. Los especialistas recomiendan no superar las 2 horas diarias, que no deben coincidir con el horario de estudio o de comidas. 
 
4. Los padres deben asumir un rol activo proponiendo a los hijos programas entretenidos y adecuados a su edad. 
 
5.
Si el mensaje del programa está en abierta contradicción con los valores que los padres desean inculcarles, restringirles el acceso. Incentivarlos con actividades deportivas o juegos al aire libre son prácticas que a algunos padres les han dado buenos resultados.  
 
6. Los noticieros es mejor dejarlos para cuando los niños se hayan dormido. Los géneros de realidad son los que impactan en forma más profunda. La “censura” en este caso está justificada. 
 
7.
Motivar al hijo a contar su experiencia y dar su opinión. Es bueno preguntarle al niño si a él le ha pasado lo mismo que está viendo en la televisión o preguntarle qué opina de lo que le está mostrando la televisión. 
 
8.
Que los padres usen un lenguaje sencillo y claro: el niño puede no haber entendido algo. Entonces se le debe preguntar qué entendió del programa. 
 
9.
Los padres deben estar a la altura del niño: algo “motivante” para un niño es ver que sus padres se saben las canciones de su programa favorito. 

10. Dialogar, siempre dialogar, comunicarnos. 

BIBLIOGRAFÍA: 

Blanco, P., Duva, Semprum, A. y Urra, J. (1997). Los medios de comunicación y la violencia. Revista de la federación Española de Religiosos de Enseñanza, Vol. 42, Nº 184, págs. 53-64. 

Contreras, J. M. (1998). ¿Tu hijo es teledependiente? El Semanal TV, 25 de Abril de 2002. 

www.periodistadigital.com 

www.telecinco.es 

www.tvlocal.com 

Francesco Casetti, y Federico Di Chio (2000). Análisis de la televisión: instrumentos, métodos y prácticas de investigación. Paidós Comunicación. 

Eco, Humberto (1975). Apocalípticos e integrados. Paidós Comunicación. 

García Galera, M.C. (2002). Televisión, violencia e infancia: el impacto de los medios. 

García Galera, C. (1998). Incidencia de la violencia televisiva. Cuadernos de realidades sociales, Nº 51 – 52, págs. 99-123. Nota: Los libros de este autor son una referencia ineludible sobre el fenómeno de la violencia en televisión. 
 

CONSEJO: Léanse los artículos que sobre este asunto aparecen diariamente tanto en prensa, como en radio y televisión, sin olvidar Internet. Aunque muchos planteamientos son repetidos, dan cuenta de la relevancia de este tema para la sociedad al completo.

OTRO MATERIAL BIBLIOGRÁFICO: 

ARAN, S.; BARATA, F.; BUSQUET, J.; MEDINA, P.; MORON, S. "Childhood, Violence and Television: Television Use and Childhood Perception of Violence in Televisión". En: Violències i mitjans de comunicació: recursos i discursos.

Barcelona: Trípodos [Extra, 2003], pp.109-121. 

ARAN, S.; BARATA, F.; BUSQUET, J.; MEDINA, P. La violència en la mirada. L'anàlisi de la violència a la televisió. Barcelona: Papers d'estudi, 2001. 

GARCÍA GALERA, M. C. Televisión, violencia e infancia. El impacto de los medios. Barcelona: Gedisa, 2000. 

HODGE, B.; TRIPP, D. La televisión y los niños. Barcelona: Planeta, 1998. 

MUÑOZ, J. J.; PEDRERO, L. M. La televisión y los niños. Salamanca: Cervantes, 1996. 

SARTORI, G., Homo videns. La sociedad teledirigida. Madrid: Taurus, 1998. 

YOUNIS, J. A. "La televisión como dispositivo de mediación educativa en la socialización infantil. En: Anuario de Psicología, Nº 53 [Barcelona] (1992), pp.127-136. 

LIBROS BÁSICOS Y DIRECCIONES DE INTERNET DE INTERÉS

TELEVISIÓN EDUCATIVA, PRESENTE Y FUTURO. Allen E. Koenig, Tuane B. Hill. Ed. Troquel. Buenos Aires. 1970.  

EDUCACIÓN Y TELEVISIÓN. García Matilla, E. Cuadernos de pedagogía, Nº 241. 1995.  

MEDIOS AUDIOVISUALES Y NUEVAS TECNOLOGÍAS PARA LA FORMACIÓN EN EL S. XXI. Cabero Almenara, Julio; Martínez Sánchez, Francisco; Salinas Ibáñez, Jesús. Ed. Edutec. Murcia. 2000.  

COMUNICACIÓN AUDIOVISUAL EN UNA ENSEÑANZA RENOVADA PROPUESTA DESDE LOS MEDIOS. Aguaded Gómez, José Ignacio. 

DÉJENLOS VER LA TELEVISIÓN. Mariet, François. Ediciones Urano. 1993.


http://iris.cnice.mecd.es/media/television/bloque10/

www.intec.edu.do

www.ilustrados.com

http://www.rtve.es/pdf/Codigo_RTVE_INFANCIA_Y_JUVENTUD_21102004.pdf

 

 

 

 

8.-GLOSARIO-1:

Bruto: material audiovisual tal y como se grabó, sin manipular.

Puede contener imágenes y sonidos defectuosos. Atentos.

Minutado: orden y duración prevista para las noticias de un informativo.

Planos de recurso: imagen de acompañamiento que se graba para completar una noticia y que servirá especialmente para cubrir visualmente las transiciones. Muy utilizado en colas (pieza compuesta por imágenes y sonidos ambiente, destinado a que el presentador lea en directo el off correspondiente).

Plot point: momento de la narración en el que se rompe el equilibrio. Después de él, la historia cobra renovada fuerza.

Salto de eje: cuando montamos una imagen en movimiento y unimos dos planos en los que la acción discurre en el sentido contrario.

Total: Segmento audiovisual autónomo al que no hay que añadir ningún otro sonido que el que ya posee. Se refiere a una selección de las declaraciones de los personajes. Es un testimonio.

El lenguaje periodístico no es individual, sino colectivo. Queremos decir con ello que está dirigido a un grupo lo más amplio posible, y todos deben entenderlo.

9.-GLOSARIO-2:

Agencias informativas: Empresas que proporcionan noticias mediante un servicio telemático a los distintos medios de comunicación que las contratan para posteriormente proporcionar información. Su dinámica de trabajo se sustenta en una red de corresponsales, la mayoría profesionales que ya trabajan en otros medios o free-lances- Su servicio en texto, imagen, audiovisual y multimedia han ayudado a completar la tarea diaria de muchos medios de comunicación

Son ejemplos de agencias informativas EFE, Europa Press, Reuters, AP…

 

Audiencia: En medios audiovisuales, todas las personas que reciben un mensaje. Conocer el número de impactos permite a los directivos determinar la estrategia del contenido, así como usar cifras de audiencia para captar más anunciantes, elaborar estudios de mercado, planificación de medios, etcétera.

Desde la Teoría de la Comunicación, la audiencia se considera pasiva – ignora la esencia del contenido – y activa – analiza y evalúa los efectos que le proporciona las unidades que conforman la programación de la radio y la televisión-. Sin audiencia, no hay comunicación.

 

Audiovisual: Convergencia de Imagen y Sonido. Sirve para caracterizar el mensaje que se transmite a través del soporte calificado como audiovisual: radio y televisión. Requiere conocer el medio para diseñar un mensaje eficaz para los receptores. Claridad, fugacidad y complementariedad, son las palabras que mejor definen las pautas a seguir para elaborar mensajes audiovisuales.

 

Boletín de prensa.- Información dedicada a los Medios en que un organismo público, asociación o empresa difunden un hecho o una opinión en relación con sus actividades, en general o algún incidente particular. También se conoce como “Dossier de Prensa”.

Breve: género periodístico caracterizado por su brevedad, concisión y contenido exclusivamente con los datos más relevantes. Este género también se exporta a los soportes audiovisuales – radio y televisión-.

Blog: También conocido como cuaderno de bitácora, en honor a los marineros que anotaban sus incidencias en la navegación. Es un soporte web de Internet que permite al usuario generar información a través de una herramienta informática conocida como CMS. Un blog contiene una serie de entradas o narraciones – posts- que permite dejar comentarios, así como referencias – trackbacks-. Su invención ha contribuido a la creación de comunidades de bloggers – como se cataloga a los autores de blogs-, así como un nuevo estilo de vida en la red. Permite la inclusión de contenidos en imagen, texto y video. Representa democratización de la información en la ciudadanía.

Casado: En prensa, el esquema dónde se ubica las cajas de texto e imagen dentro de las páginas. Obedece a unas órdenes de diseño, legibilidad y organización del contenido del periódico.

Censura: Abuso de influencias, poder o malas artes por parte de alguien para controlar o acallar la libertad de expresión. En resumen, prohibir la información, los puntos de vista o formas de expresión que no son del agrado de los demás. Una actitud que frena la diversidad y las libertades de los profesionales de la comunicación

Cintillo: Frase o palabra que corona la página y  vincula distintas informaciones relacionadas temáticamente. Por ejemplo: “Juicio del 11-M”

Comunicación: Existen diversas definiciones de autores. Todas coinciden en que se trata de un proceso de transmisión de información en el que intervienen emisor y receptor a través de un medio. En esa transmisión y recepción de la información media un código – el lenguaje, la imagen, el sonido -  que debe ser “codificado” – emitido, desarrollado, diseñado un mensaje-  por el emisor y “decodificado” por el receptor.

Comunicación institucional.- Elaborada por los profesionales de la comunicación integrados dentro de los departamentos de comunicación de alguna institución. Sus informaciones pueden ser interesadas, en beneficio de la empresa, de servicio público, para poner al tanto de las actividades de la organización, etc. Su función es crear contenido para los medios, pero también para prestigiar a la entidad. Actualmente muchas empresas externalizan sus servicios de comunicación institucional en Agencias de Comunicación, que además preparan planes de comunicación integral (plan de crisis ante hechos que perjudiquen a la empresa, comunicación de marketing sobre productos, información financiera para accionistas, etc.).

Crítica: Exposición de una obra o pieza literaria, artística, teatral, musical, y demás eventos de espectáculos que posteriormente se somete al análisis exhaustivo. Mayormente es un juicio emitido por un experto, que contrasta y explica al lector sus argumentos para calificar de bueno o malo el contenido que reseña. Consta de una ficha técnica, así como apuntes de los autores e interventores en el contenido. Por ejemplo: “Antonio Resines sólo sabe interpretarse a sí mismo. Es el único actor español que resulta mimético en todas sus películas”.

Crónica: interpretación de un hecho enmarcado en lo que ha sucedido. Muy propio de la prensa deportiva. Por ejemplo: “La derrota del Atlético de Madrid en su estadio por 6 goles del Barça puede dejar muy mermado el crédito de Javier Aguirre como entrenador. Esperaremos hasta el lunes para ver qué dice el presidente Atlético, Enrique Cerezo”.

Cuerpo de la noticia: Parte de una información donde se desarrolla con detalles lo ocurrido. Responde a los antecedentes, causas, consecuencias y a las preguntas quién, cómo, cuándo, dónde y por qué (las 5W).

Desinformación: Silenciar o manipular la verdad mediante rumores, filtraciones interesadas o informaciones sin contrastar.

Enlace: También conocido como hipertexto. Es un recurso de la redacción multimedia que facilita la lectura asociativa que tanto caracteriza la escritura en Internet. Nos valemos del enlace pinchando en la palabra que cambia de color cada vez que pasamos sobe ella el cursos y nos dirige a otro contenido que complementa e ilustra la noticia. Por ejemplo, una noticia sobre el fichaje de Thierry Henry por el FC Barcelona, que en su Web institucional – enlace – habla de las grandezas del jugador.

Editorial: Información subjetiva que explica los hechos y su importancia con antecedentes, causas, consecuencias y  concluyendo con las opiniones o juicios de valor que representan la ideología del medio de comunicación.

Es un género periodístico propio de la prensa diaria.

Embargo: restricción o prohibición para que salga a la luz una noticia o información que alguien posee. Se justicia sobre la base de protección a la privacidad, razones de seguridad nacional y orden público. Son medidas temporales o permanentes para prevenir daños que podrían causarse si la información se hiciera pública.

Por ejemplo: “Un científico que le adelanta a un periodista que va a estrellarse un meteorito contra la tierra”.

Género periodístico: Conjunto de formas de comunicación que construyen la realidad. Todas coinciden en la interpretación, la veracidad y la recopilación de lo que sucede en la realidad. Se definen en función de sus respectivas pautas. Son géneros periodísticos: la noticia, el reportaje, la crónica, el artículo de opinión la crítica, el editorial, la entrevista, entre otros. Cada género obedece a dos premisas: objetividad (noticia, reportaje) y subjetividad (artículo de opinión, editorial, crónica)

Fuente: Origen o procedencia de los datos de una noticia. Existen diversos tipos: institucionales, confidenciales, empresariales, anónimas…

Existen diversas formas de citar una fuente. Por ejemplo: “Fuentes próximas al Palacio San Esteban”, forma de no implicar directamente a nadie y de salvaguardar el nombre de la persona que ha proporcionado una información y que desea guardar su anonimato.